2/23/2010



Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia

La guerra perdida

Si el narco nos ganó el territorio y los soldados ya se andan rajando, mejor ahí muere. Qué caso tiene continuar con una guerra que ya nos ha castigado con grandes pérdidas en imagen e inversiones. Pero sobre todo con un costo invaluable en miles de muertos, muchos de ellos víctimas inocentes del fuego cruzado.

Porque si nos atenemos a lo dicho por el general secretario, “a nadie conviene que se prolongue indefinidamente la lucha contra el narcotráfico” y “se causará un daño adicional a la población, porque podría terminar habituándose a la cultura de la violencia”. La pregunta para el general Galván es cuál sería un plazo excesivo. En qué fecha, pues, la guerra debiera terminar. Y si el gobierno está dispuesto a aceptar su derrota.

Y que conste que no se trata ni de cancelar el combate a los narcotraficantes ni de denostar al ejército. Lo que se cuestiona es el método —violencia en lugar de inteligencia— y el uso que el gobierno hace de nuestras fuerzas armadas. Por eso buena parte de la opinión pública y legisladores de oposición comparten el diagnóstico del señor general salvo cuando, con el apoyo presidencial, pide las mentadas reformas a la ley de seguridad nacional “para darle certeza al ejército en su combate al narcotráfico”. Ese es el punto neurálgico, porque muchos creemos que los militares en la calle no son el mejor método para la mal llamada guerra. Y que lo que se requiere es un cambio de estrategia de 180 grados: que sean policías y no el ejército quienes enfrenten a los sicarios; que se investiguen orígenes y destinos en la ruta de los montos gigantescos de dinero; y que se haga una limpia a fondo de los infiltrados del narco en los gobiernos y los cuerpos policiacos.

Es más, ya va siendo hora de que se discuta seriamente la legalización de las drogas con todos sus asegunes. Ese sí sería un acto de valor gigantesco porque se trata de acabar con un negocio al que el clandestinaje le produce 400 mil millones de dólares en Estados Unidos y por lo menos 50 mil millones en México, donde además ponemos los muertos. Al menos habría que restregárselos en la cara a nuestros vecinos. Ellos saben muy bien de qué se trata por su experiencia en las mafias de 13 años de la tramposa prohibición del alcohol con la ley seca.

Ya desde hace tiempo los Nobel de Economía y de Literatura Friedman y García Márquez —a los que se han sumado otras inteligencias tan lúcidas como Fuentes, Vargas Llosa y Galeano— coinciden en afirmar que una legalización paulatina e inteligente es la única arma efectiva contra los cárteles. Esa sí sería audacia. A ver quién le atora.
Alberto Aziz Nassif
Lo que todavía falta por ver

Sin duda que la política es completamente volátil. Un día se piensa que el futuro tendrá una forma y al día siguiente estamos en un escenario completamente distinto. En repetidas ocasiones se escucha la máxima de que toda la política es local, cualquier cosa que eso pueda significar, y en estos días lo hemos comprobado de forma amplia. La historia de las alianzas partidistas y su relación con los oscuros acuerdos de la negociación fiscal de hace unos meses, han cambiado el escenario político de 2010. Los movimientos que se ven entre los partidos movieron el cuadro de alianzas más convencionales. La lucha por las gubernaturas de 2010, es una meta, pero el gran objetivo es la pelea por la próxima sucesión presidencial.
El cambio es tan sencillo que pasamos de una percepción de que el camino de regreso del PRI a Los Pinos sería como un día de campo, a una ruta mucho más complicada en donde se empezaron a mover las piezas en otra dirección. Las fuerzas que salieron derrotadas en la elección intermedia del 2009 decidieron hacer frente común en varios estados para vencer al modelo político priísta, que ya cumple 80 años de gobernar territorios poblados de abusos, atraso y caciquismo. Como parte de los costos por estos movimientos se ha dado un ajuste dentro del panismo por la crisis que destapó la salida del PAN del secretario de gobernación, Fernando Gómez Mont. ¿Qué podemos esperar de una clase política, PRI y PAN, que negocia el apoyo para subir impuestos a cambio de impunidad, es decir, que no haya alianzas entre PAN y PRD en Oaxaca?
A estas alturas del partido ya no consideramos que la alternancia por sí misma pueda llevar a cambios democráticos importantes. La experiencia de los últimos años nos ha enseñado que tener un partido diferente en el gobierno, no significa necesariamente que haya cambios políticos relevantes. También hemos aprendido que las alternancias pueden ser importantes para oxigenar —aunque sea de forma mínima— el escenario político. En este sentido, una alternancia puede resultar tan mala y defectuosa como un gobierno del viejo PRI, pero abre algunas expectativas. Después de lo que pasó en Oaxaca en el 2006 y de la enorme impunidad que domina en ese estado, no sería despreciable que el partido del responsable principal, el actual gobernador Ulises Ruiz, como lo señaló la Suprema Corte de Justicia de la Nación, perdiera las elecciones. De igual forma, sería deseable que en Puebla el partido del famoso góber precioso, Mario Marín, perdiera las elecciones, después de la violación de derechos humanos que cometió en contra de la periodista Lydia Cacho. Lo mismo sucede con Hidalgo y Durango, tierras que no conocen la alternancia. Al mismo tiempo, no se puede dejar de lado que en estas alianzas hay puro pragmatismo y fragmentación política.
En días pasados ha regresado la política a Ciudad Juárez. En las dos semanas anteriores las condiciones de la crisis de violencia que se viven en esa frontera se han vuelto intolerables y ha generado un intento gubernamental para recuperar la iniciativa política y dejar en segundo plano a las armas y los operativos de las fuerzas del orden. Desde el fracaso del modelo que ha implementado el gobierno federal, ahora se intenta una interlocución distinta, en donde la política pueda abrir nuevos cauces al estado de derecho. Ciudad Juárez necesita dejar de lado las condiciones de excepción en las que han vivido en los últimos años. En esta ciudad fronteriza estará a prueba en los próximos meses las posibilidades de rectificar el modelo y, quizá, tener alguna mejoría. Sin duda, la nueva estrategia en Juárez afectará la dinámica electoral en ese estado; habrá que ver cómo se van a mezclar los votos con la crisis de inseguridad y violencia.
Así, mientras los partidos a nivel nacional deshojan la margarita de la reforma política y presentan su agenda, la competencia por las gubernaturas marca tiempos y ritmos entre los poderes, que pueden conducir a otro periodo de inercias y parálisis legislativa. ¿Se puede compaginar la construcción de consensos legislativos y la competencia electoral? Sin duda, el escenario político se ha llenado de múltiples contradicciones y mientras dos partidos establecen una alianza electoral en Oaxaca o en Hidalgo, en otros espacios están enfrentados por la legislación de los matrimonios gay. ¿El resultado de estas contradicciones puede conducir a un resultado legítimo?
Lo único que queda claro es que la política se ha vuelto completamente incierta e impredecible. Las contradicciones, el pragmatismo extremo y los intereses de corto plazo dominan el escenario del país…
Investigador del CIESAS

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