Daniela
Villegas
Género en la mira
Género en la mira
Las mujeres deben escribir de ellas mismas:
deben escribir sobre las mujeres y traer
a las mujeres a la escritura, de donde
han sido separadas tan violentamente como
lo han sido de sus propios cuerpos
–por esas mismas razones, por la misma ley,
con la misma meta fatal. La mujer
debe ponerse ella misma dentro del texto –así
como dentro del mismo mundo y
dentro de la misma historia– por su mismo movimiento.
Hélène Cixous
Natalia Toledo e Irma Pineda escriben poesía
desde su ser zapotecas. Derraman trazos de memoria, escriben a la naturaleza, hablan
de sus tradiciones tanto para elogiarlas
como para denunciarlas cuando aprisionan los cuerpos de las mujeres. Con su
palabra nos transportan a Juchitán, Oaxaca, región de la cual son originarias y
a la cual dedican sus poemas en lengua diidxazá, también conocida como
zapoteco y en español.
Ha sido en el 1er Encuentro de Mujeres
Poetas del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca celebrado el pasado 29 de diciembre en la Galería El
Ocote, en Juchitán, en el que se dieron cita las reconocidas poetas, junto con nuevas voces femeninas como Claudia
Guerra, Ivon Saenz, Alba Magariño y Aurora Cobon para recitar sus poemas
con lectura bilingüe.
La Juchitán
de las mujeres 1979-1989 que
dibujó con trazos de luz la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide, con sus mujeres
altivas, de elaborados huipiles, vendiendo sus mercadería como la mítica Zobeida
quien sostiene sobre su cabeza un grupo de iguanas, como si fueran una corona, encarnando
a “Nuestra señora de las iguanas” (1979), hacen eco en la poesía de Toledo y
Pineda.
“Dicen que en el pasado
hubo mujeres poetas entre los zapotecos y se les llamaba mujeres creadoras,
mujeres edificadoras, mujeres apaciguadoras y mujeres conciliadoras de palabras”,
señala la poeta Natalia Toledo (1967), de quien sus poemas Olivo Negro (2005);
Mujeres de sol, mujeres de oro (2002) han sido traducidos al inglés, italiano,
francés, vietnamita y alemán.
De Olivo Negro se desprende Diidxa’
ne guenda (Tradición) donde hace una crítica a que las mujeres jóvenes deban
mantener su virginidad antes de contraer matrimonio para ser aceptadas en
ciertos pueblos de Juchitán.
Diidxa’ ne guenda
Guyuu tu gucua nisa dondo bi’na’ guidila’du’,
tu guzá de íque de ñeeu
ne qui nuxhalelu ti ñunibia’ xtuxhu gubidxa.
Guyuu tu gudxiru lu guendaró
ne qui niná ñe’ dxuladi male ne cuba ladxi guenda.
Guyuu tu bigaanda ti pumpu nalaa xa’na li’dxu’
ne qui niná ñuni saa.
Qui ganna ca binni huati pa ti guie’ biaba layú
guie’ ru’ laa dxi gáti’.
Tradición
Hubo quien probó el mosto de tu piel,
te caminó de la cabeza a los pies sin abrir los ojos
para no descubrir el resplandor del sol.
Hubo quien sólo pellizcó la comida
y no quiso beber el chocolate de los compadres
y el pozol de semilla de mamey.
Hubo quien colgó en la puerta de tu casa una olla rota
y no quiso pagar la fiesta.
No supieron los tontos que una flor caída al suelo
sigue siendo flor hasta su muerte.
Si Toledo hace una crítica a ciertas tradiciones patriarcales dentro
de su comunidad, la poeta Irma Pineda (1974) también hace una crítica desde su
ser mujer indígena al evocar la esencia de la tierra y tradición zapoteca con
poemarios como "Doo
yoo ne ga' bia'" ("De la casa del ombligo a las nueve cuartas"),
"Xilase qui rié di' sicasi rié nisa guiigu'"("La nostalgia no se
marcha como el agua de los ríos").
"Mi mundo se vio
por completo formado a partir de esa lengua, pues me otorgó todas las cosas de
las que ahora escribo. Durante mi adolescencia fui un poco diferente, pues
representó una limitante para conectarme con un mundo diferente, pero a la vez
fue la posibilidad de describir mi propio universo", señala Pineda al hablar de los obstáculos mismos al escribir en lengua indígena.
En su poema Callejones habla de la vida misma que recuerda de su
infancia en Juchitán con su abuela, personaje femenino que es referido
constantemente por las poetas juchitecas.
Lade yoo
Ndaani’ xquidxe’ nuu lade yoo nacahui
ne ti saa berendxinga xha’na’ nisaguié
ra ridunaxhii badunguiu’ ne badudxapa guie’ –xhianga naná dxiiña guenda racabiá–
lade bidxi mbo’co’ cacheza ne ca gaa.
Ndaani’ xquidxe’ nuu lade yoo nacahui ra rutubi ti gunaa ne raca ti migu huiini ma canazá nánda xinaxhi badu ri’ni’
ti bidxaa nga’ laa, ne ngaca xquendananá.
Ndaani’ xquidxe’ nuu lade yoo nacahui
ra ridopa xcuidi güi’ xtiidxa’ binidxaba’ huiini ti gu’yasica pa dxandí xha riunda
ni bisiidi jñaa biidaca laaca:
Dope ca guichi gué binidxaba’ huiini
dope ca guichi che’ca’ gabia’.
Callejones
Mi pueblo tiene callejones oscuros
y una orquesta de grillos bajo la lluvia
que permiten el quehacer de los amorosos –arduo trabajo el de reconocer los cuerpos–
en medio de una exhibición gimnásticas de sapos.
Mi pueblo tiene callejones oscuros
donde una mujer se revuelca y se convierte en mono que persigue el olor de los recién nacidos
pues ser nagual es su maldición y oficio.
Mi pueblo tiene callejones oscuros
donde los niños se reúnen a contar historias para atraer a duendes y poner en práctica
el canto de exorcismo que enseñó la abuela: Dope ca guichi gué binidxaba’ huiini
dope ca guichi che’ca’ gabia’.
Las poetas juchitecas son portadoras y transformadoras de las
costumbres de su comunidad pues en la transmisión de conocimientos a través de
la poesía desde el discurso femenino ponen el cuerpo y experiencia de las
mujeres por encima de tradiciones que las oprimen buscando cambiar el papel de
las mujeres no sólo en el plano simbólico, al erigirse como mujeres poetas,
sino también al incidir en la construcción de espacios de enunciación para la
voz de las mujeres indígenas en que se tiren rancias posturas patriarcales.
El poeta Andrés Henestrosa, ya diría : “ninguna como la mujer en el
Itsmo para dar a las palabras en el arrullo, o en la queja, en la burla o en el
halago, matices tan inesperados”.
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