José Agustín Ortiz Pinchetti: El despertar
Cuando me preguntan mis amigos, con un poco de ironía, qué gano recorriendo semana tras semana villas, pueblos, ciudades y aldeas de Puebla en el humilde” trabajo de constituir comités del gobierno legítimo, les contesto sin vacilar: busco sentirme feliz. Esto los desconcierta y entonces les cuento una anécdota que hoy comparto con mis lectores.
Una noche de diciembre del año pasado, en el pueblo de Tepatlaxco, a unos 30 kilómetros de la capital poblana, con miembros de 10 comités municipales, se acercaba el fin de año y calaba el frío. La junta se realizó en una casa en proceso de construcción. Juntamos las mesas metálicas, cubiertas con manteles de manta, bordados a mano. Había 20 o 30 personas que venían de varios pueblos de la región. Nos ofrecieron un refrigerio: tamales, pan dulce, café, refrescos, atole y, sobre todo, cordialidad.
Para ser miembro de un comité, la gente tiene que renunciar a puestos remunerados o candidaturas. Sólo les ofrecemos trabajo duro, dignidad y capacitación para transformar México. En aquel anochecer brindamos por el avance de nuestro movimiento en Puebla. Para entonces teníamos 100 comités (llegaríamos a mediados de marzo a 175). También nos deseamos mutuamente suerte para 2009. Platicamos sobre los asuntos políticos del día y la formación de nuevos comités. Ya para entonces no nos asombraba lo bien informados que estaban. Entienden e interpretan los problemas sociopolíticos y económicos con más penetración y claridad que la mayoría de los opinadores y analistas.
Cuando constato la fe rotunda que los mueve recuerdo los coros en las plazas: “este es el pueblo de López Obrador”. Ahí están las miradas brillantes de esperanza. Nada más estimulante que fraternizar en el mismo ideal político.
Esa noche, cuando terminó la reunión y salí a un enorme patio donde crecía la hierba, miré la bóveda celeste y sentí intensa alegría. Nuestros compañeros y nosotros somos descendientes de generaciones sometidas al autoritarismo con dádivas o amenazas. Hoy se levantan las conciencias. Hoy estamos de pie y empezamos a marchar. En ese momento recordé una tarde que, caminando con mis hijos en un pinal tupido de la alta montaña, buscábamos un manantial. Oíamos su fragor, pero no lo veíamos. De pronto lo descubrimos en un pliegue del monte. Brotaba el agua purísima, fuerte. Luego, incontenible, resbalaba en torrentes cerro abajo. En los pueblos de México está brotando la esperanza del cambio pacífico y su fuente es la organización popular. Y esto nos hace felices a quienes participamos en esta tarea.
jaorpin@yahoo.com.mx
Una noche de diciembre del año pasado, en el pueblo de Tepatlaxco, a unos 30 kilómetros de la capital poblana, con miembros de 10 comités municipales, se acercaba el fin de año y calaba el frío. La junta se realizó en una casa en proceso de construcción. Juntamos las mesas metálicas, cubiertas con manteles de manta, bordados a mano. Había 20 o 30 personas que venían de varios pueblos de la región. Nos ofrecieron un refrigerio: tamales, pan dulce, café, refrescos, atole y, sobre todo, cordialidad.
Para ser miembro de un comité, la gente tiene que renunciar a puestos remunerados o candidaturas. Sólo les ofrecemos trabajo duro, dignidad y capacitación para transformar México. En aquel anochecer brindamos por el avance de nuestro movimiento en Puebla. Para entonces teníamos 100 comités (llegaríamos a mediados de marzo a 175). También nos deseamos mutuamente suerte para 2009. Platicamos sobre los asuntos políticos del día y la formación de nuevos comités. Ya para entonces no nos asombraba lo bien informados que estaban. Entienden e interpretan los problemas sociopolíticos y económicos con más penetración y claridad que la mayoría de los opinadores y analistas.
Cuando constato la fe rotunda que los mueve recuerdo los coros en las plazas: “este es el pueblo de López Obrador”. Ahí están las miradas brillantes de esperanza. Nada más estimulante que fraternizar en el mismo ideal político.
Esa noche, cuando terminó la reunión y salí a un enorme patio donde crecía la hierba, miré la bóveda celeste y sentí intensa alegría. Nuestros compañeros y nosotros somos descendientes de generaciones sometidas al autoritarismo con dádivas o amenazas. Hoy se levantan las conciencias. Hoy estamos de pie y empezamos a marchar. En ese momento recordé una tarde que, caminando con mis hijos en un pinal tupido de la alta montaña, buscábamos un manantial. Oíamos su fragor, pero no lo veíamos. De pronto lo descubrimos en un pliegue del monte. Brotaba el agua purísima, fuerte. Luego, incontenible, resbalaba en torrentes cerro abajo. En los pueblos de México está brotando la esperanza del cambio pacífico y su fuente es la organización popular. Y esto nos hace felices a quienes participamos en esta tarea.
jaorpin@yahoo.com.mx
Latención que en medio del tsunami financiero global, China no pierda el horizonte energético y aproveche la oportunidad dorada, gracias a sus pletóricas reservas de divisas, para concertar acuerdos petroleros de gran envergadura en el exterior, particularmente con Rusia, Brasil y Venezuela.
Para China los hidrocarburos representan un valor geoestratégico de primer orden, mucho más que una vulgar mercancía comercializable, debido a su creciente vulnerabilidad que depende cada vez más de los energéticos que acompañan su alto crecimiento económico.
Richard Spencer (RS). The Daily Telegraph (22.2.09) comenta que “China se prepara a comprar compañías petroleras foráneas”, así como para “abrir una nueva fase en su carrera para los recursos del mundo”.
A su juicio, esta nueva actitud “corre el riesgo de una represalia (sic) de los países que temen que China use la crisis económica mundial para inclinar a su favor la balanza de comercio y diplomacia”. ¿Pues qué desean los británicos, que China se quede con los brazos cruzados y no saque ventaja de los graves errores que han cometido Wall Street y la City tanto en geopolítica como en geofinanzas?
RS señala que “una conferencia de funcionarios de la Administración Nacional de Energía acordó considerar el establecimiento de un fondo especial de compa-ñías estatales (¡súper-sic!) de China con el fin de comprar empresas de petróleo y gas en el extranjero”. Se trata de las tres gigantes petroleras chinas: Petrochina, Sinopec y CNOOC.
Suena trágicamente irónico que mientras Pemex es desmantelada, pese a sus pletóricas reservas de hidrocarburos en el Golfo de México para beneficiar a las trasnacionales, China, hoy deficitaria en petróleo y gas, use sabiamente sus reservas de divisas para adquirir petroleras foráneas e inmunizar su seguridad energética.
Cita al rotativo China Petroleum Daily: “las empresas serán capaces de beneficiarse de préstamos a bajas tasas de interés y, en algunos casos, contar con inyecciones directas de capital”. Pues sí: se trata de una política inteligente contraria a la que ha ejercido la fauna neoliberal de Pemex en los pasados 27 años.
El analista británico se queja de que “la dramática caída en los precios del petróleo desde el verano pasado, y las presiones causadas por la recesión, han disminuido el precio de las acciones de muchas empresas de energía, que las hace más apetecibles para sus competidores depredadores (¡súper-sic!)”. RS soslaya que tal ha sido la práctica común de las trasnacionales petroleras anglosajonas durante la segunda mitad del siglo 19, todo el siglo 20 y el inicio del siglo 21.
Es evidente que, como sustenta Jiang Jemin, presidente de Petrochina, su empresa sacará provecho de la “baja cotización de las acciones de algunas empresas globales de energéticos que brindan oportunidades frescas”. A diferencia de Pemex, que ha sido manejada literalmente con las patas, sin nulo horizonte geoestratégico –desde el frívolo López Portillo, para no agraviar tanto a los recientes cinco presidentes “mexicanos” neoliberales que de todos no se hace uno–, China conoce perfectamente su rumbo energético y ha decidido sabiamente pasar a la acción retributiva.
RS abulta “la posibilidad de un subsidio estatal chino para las adquisiciones foráneas que pueda sonar la alarma en las economías occidentales”. Los británicos suelen autocolocarse como los líderes indiscutibles del muy discutible “Occidente”, hoy más fracturado que nunca: tanto en la relación trasatlántica entre EU y Gran Bretaña, como en la relación inter-europea entre el Reino Unido y los tres grandes (Alemania, Francia e Italia), por lo que hay que tomar con sumo cuidado sus imprecaciones.
Recuerda que “hace cuatro años, CNOOC intentó comprar la empresa estadunidense Unocal”, lo cual llevó a la oposición del Congreso, bajo la bandera del “patriotismo económico”, y que “se opuso a la idea de que una firma privada de EU cayera bajo la órbita de una compañía estatal, financiada por el Partido Comunista Chino”. Argucias bizantinas nunca faltarán con tal de frenar la adquisición de las empresas anglosajonas de parte de sus competidores geoeconómicos cuando la dupla anglosajona opera en sentido contrario en los países valetudinarios que no se ha agotado de explotar (v.gr el “México neoliberal”).
A diferencia de la compra fallida de Unocal, “en esta ocasión, China puede calcular que los gobiernos occidentales (sic) se encuentran en una posición muy débil para resistir” cuando, en especial, la dupla anglosajona se encuentra atareada para rescatar y hasta nacionalizar su insolvente sector bancario.
A juicio de RS, los “líderes chinos han concretado un nuevo paquete de acuerdos de abastecimiento de petróleo en el largo plazo”. En fechas recientes “Beijing firmó acuerdos por alrededor de US$50,000 millones con países tan diversos como Rusia, Venezuela y Brasil”.
A mitad de febrero, el vicepresidente chino Xi Jinping recorrió los principales productores de petróleo de Latinoamérica y concretó acuerdos con Petrobras de Brasil, por un valor de alrededor de US$10,500 millones, así como una inversión de alrededor de US$8,500 millones con el fin de expandir la producción de petróleo venezolano que prácticamente triplicará la venta de petróleo a China a un millón de barriles diarios en los próximos seis años, lo cual valió la simpática declaración del presidente Chávez: “todo el petróleo que necesita China en los próximos 200 (sic) años, se encuentra aquí, en Venezuela”.
A cambio de un préstamo por alrededor de US$25,000 millones, cuando Rusia se encuentra urgida de dinero fresco, China concretó acuerdos energéticos trascendentales con las dos importantes compañías rusas, la petrolera Rosneft, y la operadora de oleoductos Transneft, a cambio de 15 millones de toneladas de petróleo por cada año para las próximas dos décadas.
RS conjetura que Hillary Clinton, la secretaria de Estado de EU, “podría estar preocupada por el último acuerdo energético de China con Venezuela, un país estridentemente antiestadunidense, y con Rusia, uno de los principales competidores estratégicos de Washington”.
Dong Xiucheng, de la Universidad China del Petróleo, comentó que los motivos de su país eran “eminentemente comerciales y que no existía intención alguna de dañar las relaciones con EU”. Llama la atención que China tenga una Universidad del Petróleo, cuando es deficitaria en hidrocarburos, mientras el “México neoliberal”, con pletóricas reservas, haya desmantelado, para no decir aniquilado, al Instituto Mexicano del Petróleo. Por eso China crece y el “México neoliberal” es un “Estado fallido”, sobre todo, en materia energética.
León García Soler: A la mitad del foro
Para China los hidrocarburos representan un valor geoestratégico de primer orden, mucho más que una vulgar mercancía comercializable, debido a su creciente vulnerabilidad que depende cada vez más de los energéticos que acompañan su alto crecimiento económico.
Richard Spencer (RS). The Daily Telegraph (22.2.09) comenta que “China se prepara a comprar compañías petroleras foráneas”, así como para “abrir una nueva fase en su carrera para los recursos del mundo”.
A su juicio, esta nueva actitud “corre el riesgo de una represalia (sic) de los países que temen que China use la crisis económica mundial para inclinar a su favor la balanza de comercio y diplomacia”. ¿Pues qué desean los británicos, que China se quede con los brazos cruzados y no saque ventaja de los graves errores que han cometido Wall Street y la City tanto en geopolítica como en geofinanzas?
RS señala que “una conferencia de funcionarios de la Administración Nacional de Energía acordó considerar el establecimiento de un fondo especial de compa-ñías estatales (¡súper-sic!) de China con el fin de comprar empresas de petróleo y gas en el extranjero”. Se trata de las tres gigantes petroleras chinas: Petrochina, Sinopec y CNOOC.
Suena trágicamente irónico que mientras Pemex es desmantelada, pese a sus pletóricas reservas de hidrocarburos en el Golfo de México para beneficiar a las trasnacionales, China, hoy deficitaria en petróleo y gas, use sabiamente sus reservas de divisas para adquirir petroleras foráneas e inmunizar su seguridad energética.
Cita al rotativo China Petroleum Daily: “las empresas serán capaces de beneficiarse de préstamos a bajas tasas de interés y, en algunos casos, contar con inyecciones directas de capital”. Pues sí: se trata de una política inteligente contraria a la que ha ejercido la fauna neoliberal de Pemex en los pasados 27 años.
El analista británico se queja de que “la dramática caída en los precios del petróleo desde el verano pasado, y las presiones causadas por la recesión, han disminuido el precio de las acciones de muchas empresas de energía, que las hace más apetecibles para sus competidores depredadores (¡súper-sic!)”. RS soslaya que tal ha sido la práctica común de las trasnacionales petroleras anglosajonas durante la segunda mitad del siglo 19, todo el siglo 20 y el inicio del siglo 21.
Es evidente que, como sustenta Jiang Jemin, presidente de Petrochina, su empresa sacará provecho de la “baja cotización de las acciones de algunas empresas globales de energéticos que brindan oportunidades frescas”. A diferencia de Pemex, que ha sido manejada literalmente con las patas, sin nulo horizonte geoestratégico –desde el frívolo López Portillo, para no agraviar tanto a los recientes cinco presidentes “mexicanos” neoliberales que de todos no se hace uno–, China conoce perfectamente su rumbo energético y ha decidido sabiamente pasar a la acción retributiva.
RS abulta “la posibilidad de un subsidio estatal chino para las adquisiciones foráneas que pueda sonar la alarma en las economías occidentales”. Los británicos suelen autocolocarse como los líderes indiscutibles del muy discutible “Occidente”, hoy más fracturado que nunca: tanto en la relación trasatlántica entre EU y Gran Bretaña, como en la relación inter-europea entre el Reino Unido y los tres grandes (Alemania, Francia e Italia), por lo que hay que tomar con sumo cuidado sus imprecaciones.
Recuerda que “hace cuatro años, CNOOC intentó comprar la empresa estadunidense Unocal”, lo cual llevó a la oposición del Congreso, bajo la bandera del “patriotismo económico”, y que “se opuso a la idea de que una firma privada de EU cayera bajo la órbita de una compañía estatal, financiada por el Partido Comunista Chino”. Argucias bizantinas nunca faltarán con tal de frenar la adquisición de las empresas anglosajonas de parte de sus competidores geoeconómicos cuando la dupla anglosajona opera en sentido contrario en los países valetudinarios que no se ha agotado de explotar (v.gr el “México neoliberal”).
A diferencia de la compra fallida de Unocal, “en esta ocasión, China puede calcular que los gobiernos occidentales (sic) se encuentran en una posición muy débil para resistir” cuando, en especial, la dupla anglosajona se encuentra atareada para rescatar y hasta nacionalizar su insolvente sector bancario.
A juicio de RS, los “líderes chinos han concretado un nuevo paquete de acuerdos de abastecimiento de petróleo en el largo plazo”. En fechas recientes “Beijing firmó acuerdos por alrededor de US$50,000 millones con países tan diversos como Rusia, Venezuela y Brasil”.
A mitad de febrero, el vicepresidente chino Xi Jinping recorrió los principales productores de petróleo de Latinoamérica y concretó acuerdos con Petrobras de Brasil, por un valor de alrededor de US$10,500 millones, así como una inversión de alrededor de US$8,500 millones con el fin de expandir la producción de petróleo venezolano que prácticamente triplicará la venta de petróleo a China a un millón de barriles diarios en los próximos seis años, lo cual valió la simpática declaración del presidente Chávez: “todo el petróleo que necesita China en los próximos 200 (sic) años, se encuentra aquí, en Venezuela”.
A cambio de un préstamo por alrededor de US$25,000 millones, cuando Rusia se encuentra urgida de dinero fresco, China concretó acuerdos energéticos trascendentales con las dos importantes compañías rusas, la petrolera Rosneft, y la operadora de oleoductos Transneft, a cambio de 15 millones de toneladas de petróleo por cada año para las próximas dos décadas.
RS conjetura que Hillary Clinton, la secretaria de Estado de EU, “podría estar preocupada por el último acuerdo energético de China con Venezuela, un país estridentemente antiestadunidense, y con Rusia, uno de los principales competidores estratégicos de Washington”.
Dong Xiucheng, de la Universidad China del Petróleo, comentó que los motivos de su país eran “eminentemente comerciales y que no existía intención alguna de dañar las relaciones con EU”. Llama la atención que China tenga una Universidad del Petróleo, cuando es deficitaria en hidrocarburos, mientras el “México neoliberal”, con pletóricas reservas, haya desmantelado, para no decir aniquilado, al Instituto Mexicano del Petróleo. Por eso China crece y el “México neoliberal” es un “Estado fallido”, sobre todo, en materia energética.
León García Soler: A la mitad del foro
En Londres y Estrasburgo combatieron los malcontentos y las fuerzas del orden. La misma historia, dirían los cínicos. Pero desde las barricadas proclamaban que ésa no era su crisis y tenían que pagarla los dictadores de la mano invisible del mercado y la estulticia que impuso la voracidad bajo la burda pretensión de que el mismo no necesitaba regulación y curaba sus propios males. Los globalifóbicos se esfumaron con la implosión del sistema financiero, como el vacuo ingenio del doctorcito Zedillo.
Llegó el fin del pasado. En Londres hubo violencia y un muerto pagó la cuota de sangre; en Estrasburgo, los malcontentos vistieron ropajes medievales y luego se desnudaron para manifestar su desprecio por los que destruyeron la riqueza de naciones e individuos; quienes tuvieron la desfachatez de pedir rescate con cargo al erario para volver a socializar las pérdidas y privatizar las utilidades. Y en cuanto recibieron los dólares del Estado, se pagaron bonos de miles de millones: voracidad y estulticia en la marcha de la locura; ciertos de que todo se arreglaría sin quebrantar el orden sacrosanto del libre mercado, según el evangelio Reagan-Thatcher.
Pero la torre de Babel de la globalidad se derrumbó con tal rapidez que paradójicamente comprobaría las teorías del flujo incesante en tiempos reales y velocidades inconmensurables. Sí, pero en sentido contrario al de los predicadores de la nueva ortodoxia; a la inversa del win-win que fuera divisa del salinismo y apabullante acumulación de riqueza en cada vez menos manos; y en las carteras de los autores del gran fraude maquinado que puso al descubierto el estallido de la burbuja hipotecaria y que llevara al mea culpa de Greenspan, el mago de Oz de la era del ego sublimado. Los del G-20 no se inquietaron por la violencia callejera. No eran los bárbaros a la puerta: eran las criaturas del malcontento. Y ellos, los de arriba, ya no eran los de antes. Tras la pompa y circunstancia, la convicción de ocuparse de lo real y lo posible. De conciliar el capitalismo europeo y el anglosajón.
Lo hicieron. Nadie se preocupó porque la regulación y participación directa del Estado fuera postulada por dos jefes de gobierno conservadores: Nicolas Sarkozy, de Francia, y Angela Merkel, de Alemania, sucesores, respectivamente, del gaullismo y de la democracia cristiana tan golpeada por cargos de corrupción después de la caída del muro de Berlín y la unificación de Alemania. Sarkozy, protagónico, conservador y partidario de la mano dura para imponer el orden entre los malcontentos, amenazó con cenar y retirarse de los debates de la cumbre. Se quedó. Ya en Estrasburgo, en vísperas de la reunión de la OTAN, diría de Barack Obama: “Confío en su palabra y en su inteligencia”. Gordon Brown celebró el acuerdo en lo fundamental: establecer la regulación y vigilancia del sistema financiero global, desaparecer el secreto bancario y los paraísos fiscales.
Había consenso en que la recesión, el estallido de la burbuja, las quiebras del sistema todo, obedecieron a la falta de regulación; haber dejado a la mano invisible del mercado el control de la avaricia sin llenadero de los operadores de la banca y de las bolsas de valores, y aferrarse al cuento de hadas del mercado que cura sus propios males. Primero ser: acordaron regular y vigilar, a lo que añadieron la instauración de un Consejo de Estabilidad Financiera que suple al foro del Fondo Monetario Internacional. Y ahí las dudas que alimentan la suspicacia: ¿es posible resolver una crisis con los mismos instrumentos, las mismas instituciones, que aceleraron la descomposición del notable sistema instaurado en Bretton Woods? Para el cómo ser, hay que recordar que antes del escenario del brillo y talento de Keynes, hubo oídos sordos de Europa al llamado de Franklin D. Roosevelt. Y ahora hubo acuerdo en lo esencial.
Entre el sonido y la furia del malcontento, poco he dicho de Obama y el liderazgo incuestionable que asume en la hora de la crisis; entre los 20 de arriba y los millones de abajo. Desde la sencillez con la que pudo dialogar con el presidente de Rusia, Dimitri Medvediev, para revivir el acuerdo para la reducción de armamento nuclear; y reconocer la irrupción de China como potencia financiera, insustituible par de Estados Unidos en la tarea de rescatar el sistema en ruinas y configurar uno acorde con las demandas de la globalidad y, sobre todo, capaz de liquidar el de la voracidad estulta y hacer que participen más equitativamente los malcontentos, los que rechazan el crecimiento exponencial de la pobreza y el hambre.
Domingo de Palmas y después de la visita de Estado a Gran Bretaña, hablar con la reina Isabel II y dormir en el palacio de Buckingham, Felipe Calderón solicitó una línea de crédito del FMI por 47 mil millones de dólares, para lo que pudiera ofrecerse. Ya en Los Pinos, recibió a los funcionarios estadunidenses Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interior, y a Eric Holder, titular del Departamento de Justicia. Los sicofantes y los heraldos del poder aplauden su paso “digno y discreto” por la diplomacia. Despojado del respeto a los principios de la política exterior, que Vicente Fox ignoró azuzado por Jorge G. Castañeda y otros adelantados de la vuelta al futuro con la presunta legitimidad democrática como patente de corso para intervenir en los asuntos internos de naciones soberanas, Felipe Calderón llevaba escudo y coraza del combatiente que declaró la guerra al crimen organizado.
Fama de valiente, pues. Sea. Algo más hizo falta en esta fase de la crisis, regulación del sistema financiero y la búsqueda de equilibrio y equidad en el intercambio de bienes, el flujo de capitales, el nomadismo universal y creación de empleos para los millones que lo han perdido y muchos más que nunca lo han tenido. Digamos a su favor que se comprometió oportunamente a tomar medidas de economía contracíclica; acudir al Estado, único recurso viable, así se trate de un gobierno de derecha, heredero de la economía neoliberal a ultranza, del déficit cero de Paco Gil sin el indiscreto encanto de la oligarquía. En la América nuestra, el liderazgo perdido de México dejó un vacío. Lo ha llenado con creces la personalidad de Luiz Inacio Lula da Silva. El de origen obrero ha ocupado el sitio en las alturas que tantos anticipaban para Brasil.
Cito a Juan Arias, artículo de El País, de ayer sábado: “El G-20 ha consagrado a Lula, el carismático y taumaturgo presidente de la república del Brasil, como el líder de los países emergentes que piden justicia al mundo entero por el descalabro financiero mundial, creado, según él, por el primer mundo de ‘gente blanca de ojos azules’. Ha pedido que desaparezcan los paraísos fiscales, más Estado y menos capital privado, mayor control de los mercados, menos proteccionismo y más dinero para los países pobres, víctimas de la crisis”. Ser y cómo ser. Con el FMI y el Banco Mundial restaurados, hay que repetir lo dicho por Lula al desplomarse el sistema: los que nos prohibían actuar y nos decían qué hacer están en quiebra. Todos.
Elecciones de medio sexenio y el partido en el poder empaña su propia imagen. Las poses fascistoides de Germán Martínez asustan hasta a los feroces cofrades del Yunque. El gobierno “puede violentar a las personas... tiene el monopolio de la violencia”. Dice. Lo que tiene es el monopolio de la violencia legal, señor petimetre.
El Buscón: Telescopio
Llegó el fin del pasado. En Londres hubo violencia y un muerto pagó la cuota de sangre; en Estrasburgo, los malcontentos vistieron ropajes medievales y luego se desnudaron para manifestar su desprecio por los que destruyeron la riqueza de naciones e individuos; quienes tuvieron la desfachatez de pedir rescate con cargo al erario para volver a socializar las pérdidas y privatizar las utilidades. Y en cuanto recibieron los dólares del Estado, se pagaron bonos de miles de millones: voracidad y estulticia en la marcha de la locura; ciertos de que todo se arreglaría sin quebrantar el orden sacrosanto del libre mercado, según el evangelio Reagan-Thatcher.
Pero la torre de Babel de la globalidad se derrumbó con tal rapidez que paradójicamente comprobaría las teorías del flujo incesante en tiempos reales y velocidades inconmensurables. Sí, pero en sentido contrario al de los predicadores de la nueva ortodoxia; a la inversa del win-win que fuera divisa del salinismo y apabullante acumulación de riqueza en cada vez menos manos; y en las carteras de los autores del gran fraude maquinado que puso al descubierto el estallido de la burbuja hipotecaria y que llevara al mea culpa de Greenspan, el mago de Oz de la era del ego sublimado. Los del G-20 no se inquietaron por la violencia callejera. No eran los bárbaros a la puerta: eran las criaturas del malcontento. Y ellos, los de arriba, ya no eran los de antes. Tras la pompa y circunstancia, la convicción de ocuparse de lo real y lo posible. De conciliar el capitalismo europeo y el anglosajón.
Lo hicieron. Nadie se preocupó porque la regulación y participación directa del Estado fuera postulada por dos jefes de gobierno conservadores: Nicolas Sarkozy, de Francia, y Angela Merkel, de Alemania, sucesores, respectivamente, del gaullismo y de la democracia cristiana tan golpeada por cargos de corrupción después de la caída del muro de Berlín y la unificación de Alemania. Sarkozy, protagónico, conservador y partidario de la mano dura para imponer el orden entre los malcontentos, amenazó con cenar y retirarse de los debates de la cumbre. Se quedó. Ya en Estrasburgo, en vísperas de la reunión de la OTAN, diría de Barack Obama: “Confío en su palabra y en su inteligencia”. Gordon Brown celebró el acuerdo en lo fundamental: establecer la regulación y vigilancia del sistema financiero global, desaparecer el secreto bancario y los paraísos fiscales.
Había consenso en que la recesión, el estallido de la burbuja, las quiebras del sistema todo, obedecieron a la falta de regulación; haber dejado a la mano invisible del mercado el control de la avaricia sin llenadero de los operadores de la banca y de las bolsas de valores, y aferrarse al cuento de hadas del mercado que cura sus propios males. Primero ser: acordaron regular y vigilar, a lo que añadieron la instauración de un Consejo de Estabilidad Financiera que suple al foro del Fondo Monetario Internacional. Y ahí las dudas que alimentan la suspicacia: ¿es posible resolver una crisis con los mismos instrumentos, las mismas instituciones, que aceleraron la descomposición del notable sistema instaurado en Bretton Woods? Para el cómo ser, hay que recordar que antes del escenario del brillo y talento de Keynes, hubo oídos sordos de Europa al llamado de Franklin D. Roosevelt. Y ahora hubo acuerdo en lo esencial.
Entre el sonido y la furia del malcontento, poco he dicho de Obama y el liderazgo incuestionable que asume en la hora de la crisis; entre los 20 de arriba y los millones de abajo. Desde la sencillez con la que pudo dialogar con el presidente de Rusia, Dimitri Medvediev, para revivir el acuerdo para la reducción de armamento nuclear; y reconocer la irrupción de China como potencia financiera, insustituible par de Estados Unidos en la tarea de rescatar el sistema en ruinas y configurar uno acorde con las demandas de la globalidad y, sobre todo, capaz de liquidar el de la voracidad estulta y hacer que participen más equitativamente los malcontentos, los que rechazan el crecimiento exponencial de la pobreza y el hambre.
Domingo de Palmas y después de la visita de Estado a Gran Bretaña, hablar con la reina Isabel II y dormir en el palacio de Buckingham, Felipe Calderón solicitó una línea de crédito del FMI por 47 mil millones de dólares, para lo que pudiera ofrecerse. Ya en Los Pinos, recibió a los funcionarios estadunidenses Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interior, y a Eric Holder, titular del Departamento de Justicia. Los sicofantes y los heraldos del poder aplauden su paso “digno y discreto” por la diplomacia. Despojado del respeto a los principios de la política exterior, que Vicente Fox ignoró azuzado por Jorge G. Castañeda y otros adelantados de la vuelta al futuro con la presunta legitimidad democrática como patente de corso para intervenir en los asuntos internos de naciones soberanas, Felipe Calderón llevaba escudo y coraza del combatiente que declaró la guerra al crimen organizado.
Fama de valiente, pues. Sea. Algo más hizo falta en esta fase de la crisis, regulación del sistema financiero y la búsqueda de equilibrio y equidad en el intercambio de bienes, el flujo de capitales, el nomadismo universal y creación de empleos para los millones que lo han perdido y muchos más que nunca lo han tenido. Digamos a su favor que se comprometió oportunamente a tomar medidas de economía contracíclica; acudir al Estado, único recurso viable, así se trate de un gobierno de derecha, heredero de la economía neoliberal a ultranza, del déficit cero de Paco Gil sin el indiscreto encanto de la oligarquía. En la América nuestra, el liderazgo perdido de México dejó un vacío. Lo ha llenado con creces la personalidad de Luiz Inacio Lula da Silva. El de origen obrero ha ocupado el sitio en las alturas que tantos anticipaban para Brasil.
Cito a Juan Arias, artículo de El País, de ayer sábado: “El G-20 ha consagrado a Lula, el carismático y taumaturgo presidente de la república del Brasil, como el líder de los países emergentes que piden justicia al mundo entero por el descalabro financiero mundial, creado, según él, por el primer mundo de ‘gente blanca de ojos azules’. Ha pedido que desaparezcan los paraísos fiscales, más Estado y menos capital privado, mayor control de los mercados, menos proteccionismo y más dinero para los países pobres, víctimas de la crisis”. Ser y cómo ser. Con el FMI y el Banco Mundial restaurados, hay que repetir lo dicho por Lula al desplomarse el sistema: los que nos prohibían actuar y nos decían qué hacer están en quiebra. Todos.
Elecciones de medio sexenio y el partido en el poder empaña su propia imagen. Las poses fascistoides de Germán Martínez asustan hasta a los feroces cofrades del Yunque. El gobierno “puede violentar a las personas... tiene el monopolio de la violencia”. Dice. Lo que tiene es el monopolio de la violencia legal, señor petimetre.
El Buscón: Telescopio
olpe y contragolpe: El PIB italiano está por debajo de cero y la pequeña y media industria y el comercio de pequeños propietarios con uno o dos empleados caen a pique. Italia es un país de miles de pequeños centros urbanos con decenas de miles de pequeños empresarios de todo tipo y con pocas grandes empresas en crisis profunda. Para colmo tiene un gobierno de una alianza entre la derecha y la ultraderecha que no se preocupa por mantener el consumo y el empleo, y alienta al sector patronal a desconocer leyes sociales que les fueron arrancadas en tiempos de prosperidad nacional y de fuerza de los sindicatos, hoy debilitados. Estos son los ingredientes de un choque frontal entre clases. Según La Repubblica, Il Manifesto y Liberazione, diarios romanos, en la capital desfilaron centenares de miles de trabajadores convocados por la principal central sindical, la Confederación General Italiana de los Trabajadores. Según los organizadores, fueron 2 millones 700 mil, y la policía dice que eran “sólo” 200 mil. Como la verdadera cifra es por lo general entre la que da el gobierno y la que ofrece el manifestante, con seguridad la protesta fue enorme. La crisis va a encontrar a la izquierda social en pie de lucha contra la precariedad en el empleo, la desocupación y las suspensiones.
* * *
Crisis y elecciones: Uruguay se salvó de aparecer en la lista de los paraísos fiscales que el G-20 decidió combatir porque, a última hora, flexibilizó el secreto bancario y tributario que ha convertido a Montevideo en refugio ideal del capital sucio que escapa de Argentina y Brasil, informa el conservador El País. El mismo diario del Partido Colorado publica encuestas, según las cuales, si se votase hoy el Frente Amplio (FA) tendría 44 por ciento de los votos, el Partido Nacional (derechista), 35 y 7 los colorados. En el FA, José Mujica, ex tupamaro, le ganaría a Danilo Astori, socialista de derecha, por 48 a 38 por ciento. En la elección nacional y en la interna frenteamplista lo que falta para completar el ciento por ciento se distribuye entre los indecisos, los que votarán en blanco y los candidatos menores.
* * *
Otra noticia: El Diario informa que Bolivia firmó con Argentina el envío diario de otros 6.5 millones de metros cúbicos de gas más en el periodo invernal austral pero esa cantidad tendrá un precio 50 por ciento menor por la caída del precio de los combustibles. La noticia es buena para esos países, que aumentan su intercambio, y mejor para Argentina, que puede satisfacer de manera económica sus necesidades energéticas.
La OTAN, sin rumbo
Ayer, en una reunión realizada en las ciudades fronterizas de Estrasburgo, en Francia, y Kehl, en Alemania, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) celebró su 60 aniversario inmersa en un clima de confusión y divergencias. Por un lado, la designación del primer ministro de Dinamarca, Anders F. Rasmussen, como nuevo secretario general del llamado pacto atlántico, tuvo que pasar por la intercesión del gobierno de Estados Unidos ante Turquía, cuyas autoridades se negaban a avalar el nombramiento, pues el danés se negó a censurar, en 2006, una publicación en cuyas páginas se incluyeron caricaturas del profeta Mahoma. Por otro lado, y a pesar del anuncio de que España, Francia, Alemania y el Reino Unido enviarán a Afganistán un contingente de 5 mil soldados –3 mil de los cuales sólo estarán hasta agosto–, no pudo ocultarse el poco entusiasmo de las naciones europeas hacia el programa diseñado por el gobierno de Barack Obama con relación al país centroasiático, no obstante que el propio mandatario estadunidense señaló la víspera que Al Qaeda es un peligro mayor para Europa que para Estados Unidos”. Mientras tanto, en las calles de Estrasburgo miles de manifestantes anti-OTAN protagonizaron disturbios y enfrentamientos con cuerpos policiacos, que dejaron como saldo un hotel incendiado y severos daños en comercios, viviendas y mobiliario urbano.
Los hechos que se comentan son indicativos de la difícil situación que el sexagenario pacto atlántico enfrenta en la actualidad, en la que convergen las divisiones internas, la falta de concreción en cuanto a sus objetivos y un repudio creciente por parte de las poblaciones de sus países miembros. Tales elementos hacen obligado cuestionarse sobre las justificaciones para mantener vivo al mayor aparato militar de la historia humana.
En efecto, no obstante haberse expandido hacia Europa oriental y a pesar de haber incorporado como nuevos socios a ex integrantes del desaparecido Pacto de Varsovia, la OTAN transita, desde el derrumbe del bloque soviético hace casi dos décadas, en un marasmo de indefinición que le ha impedido dotarse de un sentido preciso en el mundo contemporáneo. Concebida originalmente como un mecanismo de disuasión ante un eventual ataque de la URSS, la OTAN se erigió, en tiempos de la administración de Bill Clinton, en instancia ejecutora de “guerras humanitarias”, y en tal calidad intervino en los conflictos de la antigua Yugoslavia, en particular los de Bosnia y Kosovo, y bombardeó aglomeraciones civiles serbias en nombre de la defensa de los derechos humanos. A inicios de esta década, la alianza atlántica fue impregnada de la lógica “anti-terrorista” de George W. Bush y actualmente cobija bajo sus siglas la intervención militar estadunidense en Afganistán.
En años recientes, por añadidura, con el apoyo a los planes de Washington de implantar cinturones antimisiles en Europa del Este, y con los empeños por incorporar a naciones como Ucrania y Georgia –elementos que han despertado una comprensible alarma por parte de Rusia–, la OTAN pareciera empeñada en revivir una confrontación bipolar extinta, y tal situación ha configurado un nuevo factor de disenso entre sus integrantes: mientras que los antiguos estados soviéticos quieren ver en la alianza militar un garante de su soberanía ante la creciente influencia de Moscú en la región, los gobiernos líderes del pacto pretenden limar asperezas con el Kremlin, sobre todo después del conflicto bélico en el Cáucaso, el año pasado, la secesión de Kosovo y la controversia sobre los referidos escudos antimisiles.
En suma, a seis décadas de su creación y a casi dos del derrumbe del bloque soviético, la OTAN exhibe un comportamiento errático y sin rumbo en un orden multipolar mucho más complejo que aquél en que fue fundada, y en un momento en que naciones como China, India y la propia Rusia reclaman que las decisiones en el ámbito internacional se extiendan más allá del círculo de las naciones industrializadas de Occidente. Al día de hoy, ni Estados Unidos ni la Unión Europea enfrentan una amenaza militar que justifique el mantenimiento de la alianza atlántica, y no hay, por tanto, razones que justifiquen que ese pacto permanezca activo.
Opinión
Arnaldo Córdova: Y dale con el Estado fallido
* * *
Crisis y elecciones: Uruguay se salvó de aparecer en la lista de los paraísos fiscales que el G-20 decidió combatir porque, a última hora, flexibilizó el secreto bancario y tributario que ha convertido a Montevideo en refugio ideal del capital sucio que escapa de Argentina y Brasil, informa el conservador El País. El mismo diario del Partido Colorado publica encuestas, según las cuales, si se votase hoy el Frente Amplio (FA) tendría 44 por ciento de los votos, el Partido Nacional (derechista), 35 y 7 los colorados. En el FA, José Mujica, ex tupamaro, le ganaría a Danilo Astori, socialista de derecha, por 48 a 38 por ciento. En la elección nacional y en la interna frenteamplista lo que falta para completar el ciento por ciento se distribuye entre los indecisos, los que votarán en blanco y los candidatos menores.
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Otra noticia: El Diario informa que Bolivia firmó con Argentina el envío diario de otros 6.5 millones de metros cúbicos de gas más en el periodo invernal austral pero esa cantidad tendrá un precio 50 por ciento menor por la caída del precio de los combustibles. La noticia es buena para esos países, que aumentan su intercambio, y mejor para Argentina, que puede satisfacer de manera económica sus necesidades energéticas.
La OTAN, sin rumbo
Ayer, en una reunión realizada en las ciudades fronterizas de Estrasburgo, en Francia, y Kehl, en Alemania, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) celebró su 60 aniversario inmersa en un clima de confusión y divergencias. Por un lado, la designación del primer ministro de Dinamarca, Anders F. Rasmussen, como nuevo secretario general del llamado pacto atlántico, tuvo que pasar por la intercesión del gobierno de Estados Unidos ante Turquía, cuyas autoridades se negaban a avalar el nombramiento, pues el danés se negó a censurar, en 2006, una publicación en cuyas páginas se incluyeron caricaturas del profeta Mahoma. Por otro lado, y a pesar del anuncio de que España, Francia, Alemania y el Reino Unido enviarán a Afganistán un contingente de 5 mil soldados –3 mil de los cuales sólo estarán hasta agosto–, no pudo ocultarse el poco entusiasmo de las naciones europeas hacia el programa diseñado por el gobierno de Barack Obama con relación al país centroasiático, no obstante que el propio mandatario estadunidense señaló la víspera que Al Qaeda es un peligro mayor para Europa que para Estados Unidos”. Mientras tanto, en las calles de Estrasburgo miles de manifestantes anti-OTAN protagonizaron disturbios y enfrentamientos con cuerpos policiacos, que dejaron como saldo un hotel incendiado y severos daños en comercios, viviendas y mobiliario urbano.
Los hechos que se comentan son indicativos de la difícil situación que el sexagenario pacto atlántico enfrenta en la actualidad, en la que convergen las divisiones internas, la falta de concreción en cuanto a sus objetivos y un repudio creciente por parte de las poblaciones de sus países miembros. Tales elementos hacen obligado cuestionarse sobre las justificaciones para mantener vivo al mayor aparato militar de la historia humana.
En efecto, no obstante haberse expandido hacia Europa oriental y a pesar de haber incorporado como nuevos socios a ex integrantes del desaparecido Pacto de Varsovia, la OTAN transita, desde el derrumbe del bloque soviético hace casi dos décadas, en un marasmo de indefinición que le ha impedido dotarse de un sentido preciso en el mundo contemporáneo. Concebida originalmente como un mecanismo de disuasión ante un eventual ataque de la URSS, la OTAN se erigió, en tiempos de la administración de Bill Clinton, en instancia ejecutora de “guerras humanitarias”, y en tal calidad intervino en los conflictos de la antigua Yugoslavia, en particular los de Bosnia y Kosovo, y bombardeó aglomeraciones civiles serbias en nombre de la defensa de los derechos humanos. A inicios de esta década, la alianza atlántica fue impregnada de la lógica “anti-terrorista” de George W. Bush y actualmente cobija bajo sus siglas la intervención militar estadunidense en Afganistán.
En años recientes, por añadidura, con el apoyo a los planes de Washington de implantar cinturones antimisiles en Europa del Este, y con los empeños por incorporar a naciones como Ucrania y Georgia –elementos que han despertado una comprensible alarma por parte de Rusia–, la OTAN pareciera empeñada en revivir una confrontación bipolar extinta, y tal situación ha configurado un nuevo factor de disenso entre sus integrantes: mientras que los antiguos estados soviéticos quieren ver en la alianza militar un garante de su soberanía ante la creciente influencia de Moscú en la región, los gobiernos líderes del pacto pretenden limar asperezas con el Kremlin, sobre todo después del conflicto bélico en el Cáucaso, el año pasado, la secesión de Kosovo y la controversia sobre los referidos escudos antimisiles.
En suma, a seis décadas de su creación y a casi dos del derrumbe del bloque soviético, la OTAN exhibe un comportamiento errático y sin rumbo en un orden multipolar mucho más complejo que aquél en que fue fundada, y en un momento en que naciones como China, India y la propia Rusia reclaman que las decisiones en el ámbito internacional se extiendan más allá del círculo de las naciones industrializadas de Occidente. Al día de hoy, ni Estados Unidos ni la Unión Europea enfrentan una amenaza militar que justifique el mantenimiento de la alianza atlántica, y no hay, por tanto, razones que justifiquen que ese pacto permanezca activo.
Opinión
Arnaldo Córdova: Y dale con el Estado fallido
os intelectuales estadunidenses que, por lo general y con muy notables excepciones, son unos ineptos para el pensamiento teórico, sea por su preparación pragmática sea por su formación filosófica empirista (que dicta estar sólo a los hechos y heredada de los ingleses), son, por principio, incapaces de pensar en grande, sobre todo cuando se trata de las grandes realidades, como el Estado o la sociedad. Producen muchas ocurrencias que quieren pasar por conceptos, pero que ni siquiera resisten la prueba del tiempo. Apenas un par de años después ya nadie se acuerda de sus creaciones antojadizas y arbitrarias. Un concepto es una síntesis de pensamiento que describe, enuncia y hace comprensible un problema. Ellos sólo producen calificativos que no tienen más sustento que sus buenos o sus malos deseos.
La última ocurrencia es aquella que nos llega hablándonos del “Estado fallido”, expresión que, evidentemente, surgió de la jerga empresarial. De una empresa o de un empresario, en efecto, se puede decir que es o que está “fallido”; pero no es posible usar ese calificativo para ningún otro ente o acción que ocurra fuera del mundo empresarial. De un cuerpo, por ejemplo, se puede decir que está enfermo, en decadencia o deteriorado, mas no “fallido”. Incluso, de la economía de un país se puede decir que está en crisis (vale decir que está enferma), no “fallida”; las que andan “fallidas”, como ahora en Estados Unidos, son las empresas que la sustentan. Si el Estado las puede rescatar es porque es un ente político, no una empresa, como nuestros gobernantes panistas se empeñan en verlo.
Por supuesto que el Estado puede “fallar” en sus funciones y así se le puede comparar con un auto descompuesto o falto de mantenimiento. Pero el Estado no es un objeto. Es un conjunto de instituciones (organismos, cargos y leyes) que nunca podrá estar en quiebra como una empresa, sino sólo que funciona mal. Los islandeses ahora saben que su Estado está quebrado, endeudado e insolvente, y aun así no es un Estado “fallido”; no puede pagar sus deudas, pero sigue siendo soberano. Ese es el pequeño problema con esa “teoría”. La soberanía, por supuesto, tiene que ser efectiva. Si no es obedecida, simple y sencillamente ya no hay Estado.
Lo que sorprende es la inanidad teórica (significativa) de esa nueva ocurrencia. Se le vino a la mente a un par de investigadores gringos (uno de ellos el probable futuro embajador de Estados Unidos en México) que, además, querían definir la situación de un Estado conflictivo, en lo interno y en lo externo, como es Pakistán. Han sido algunos funcionarios estadunidenses, que acostumbran repetir como loros los “hallazgos” de sus estudiosos, los que nos han situado en la condición de Estado “fallido”. Si Pakistán no domina ni controla su frontera norte y, por ello, es un Estado “fallido”, pues México, que no controla las regiones dominadas por los narcotraficantes, es también un Estado “fallido”. La lógica es de vómito.
México no es un Estado “fallido”, no porque no funcione bien, pues funciona malísimo en manos de los panistas, sino porque el concepto mismo no es tal, no es concepto. Enrique Krauze publicó el pasado domingo un artículo en Reforma en el que refuta la tesis atendiendo a los logros del Estado mexicano, pero me pareció un ejercicio totalmente inútil, cuando más bien debió desenmascarar el sinsentido del pretendido concepto. Un Estado institucional gobernado por ineptos jamás podrá ser considerado un Estado “fallido”. Si, además, esos ineptos forman una partida de ladrones que no se dedican a otra cosa que a saquear la riqueza pública para beneficio de unos cuantos y de ellos mismos, ese Estado es también un Estado saqueado y su sociedad una sociedad despojada.
Teorizar sobre el Estado mexicano implicaría partir de sus particularidades hasta lograr una síntesis en la cual se le pudiera definir. Si decimos que se trata de un Estado institucional, queremos decir que es un Estado permanente que opera a través de órganos funcionales y regidos por leyes aprobadas regularmente; si queremos decir, en cambio, que es un Estado democrático, debemos partir del análisis pormenorizado de su proceso histórico de democratización y, al final, sacar como conclusión una síntesis en la cual se pueda retratar objetivamente lo que es en realidad como tal. A eso, en la teoría del conocimiento, se le llama “generalización”. Desde luego, entre la observación de lo particular, vale decir, de lo que es en realidad, y la síntesis o la generalización del conocimiento, hay sus excepciones.
Un Estado así definido no puede ser perfectamente institucional ni perfectamente democrático. La síntesis (o la definición) tiene que incluir aquello que no cuadra con su concepto. En el primer caso, Estado institucional, por ejemplo, que la corrupción es una excepción importante que distorsiona su principio o, en el segundo, Estado democrático, que hay imperfecciones (legales y políticas) que pueden demostrar que no es un Estado de verdad democrático, sino formalmente, o, peor, que es un Estado democrático “en formación”, vale decir, incompleto e inacabado.
Los cánones de perfección son puramente convencionales y no tienen nada que ver con la realidad. Si los gringos piensan que el suyo es el Estado perfecto, deben andar en la luna. Todo el mundo puede ver que se trata de uno de los estados más corruptos que hay en el mundo, sólo que a lo bestia, por su tamaño; que su sistema jurídico no funciona y es horriblemente inequitativo e injusto (veamos lo que pasa con sus negros o sus “latinos” o sus indios); que la riqueza es el único parámetro que mide la eficacia y que decide el modo en el que se hace política, y tantas otras cosas que nos hablan de lo imperfecto e inacabado que es. De lo que se acusa a México es que no controla su delincuencia. En Estados Unidos la delincuencia siempre ha tenido sus propios territorios y cotos de poder (incluso políticos y judiciales). Hasta ahora empiezan a darse cuenta de que son el mayor mercado de drogas del mundo y, además, los que arman a nuestros delincuentes.
Si se concede, su Estado es tan “fallido” como el nuestro, sólo que más grandote y con muchísimos más recursos. Nuestros panistas gobernantes querrían hacer lo que hoy Obama está haciendo, sólo que ya no tienen suficientes recursos porque ya se lo robaron casi todo y ahora nos están endeudando a niveles que jamás habíamos alcanzado en el pasado y sin que podamos saber, como es el estilo de ellos, a dónde irán a parar esos enormes recursos venidos de fuera y que van a hipotecar nuestra economía por mucho tiempo.
Néstor de Buen: Un año que habrá que olvidar
La última ocurrencia es aquella que nos llega hablándonos del “Estado fallido”, expresión que, evidentemente, surgió de la jerga empresarial. De una empresa o de un empresario, en efecto, se puede decir que es o que está “fallido”; pero no es posible usar ese calificativo para ningún otro ente o acción que ocurra fuera del mundo empresarial. De un cuerpo, por ejemplo, se puede decir que está enfermo, en decadencia o deteriorado, mas no “fallido”. Incluso, de la economía de un país se puede decir que está en crisis (vale decir que está enferma), no “fallida”; las que andan “fallidas”, como ahora en Estados Unidos, son las empresas que la sustentan. Si el Estado las puede rescatar es porque es un ente político, no una empresa, como nuestros gobernantes panistas se empeñan en verlo.
Por supuesto que el Estado puede “fallar” en sus funciones y así se le puede comparar con un auto descompuesto o falto de mantenimiento. Pero el Estado no es un objeto. Es un conjunto de instituciones (organismos, cargos y leyes) que nunca podrá estar en quiebra como una empresa, sino sólo que funciona mal. Los islandeses ahora saben que su Estado está quebrado, endeudado e insolvente, y aun así no es un Estado “fallido”; no puede pagar sus deudas, pero sigue siendo soberano. Ese es el pequeño problema con esa “teoría”. La soberanía, por supuesto, tiene que ser efectiva. Si no es obedecida, simple y sencillamente ya no hay Estado.
Lo que sorprende es la inanidad teórica (significativa) de esa nueva ocurrencia. Se le vino a la mente a un par de investigadores gringos (uno de ellos el probable futuro embajador de Estados Unidos en México) que, además, querían definir la situación de un Estado conflictivo, en lo interno y en lo externo, como es Pakistán. Han sido algunos funcionarios estadunidenses, que acostumbran repetir como loros los “hallazgos” de sus estudiosos, los que nos han situado en la condición de Estado “fallido”. Si Pakistán no domina ni controla su frontera norte y, por ello, es un Estado “fallido”, pues México, que no controla las regiones dominadas por los narcotraficantes, es también un Estado “fallido”. La lógica es de vómito.
México no es un Estado “fallido”, no porque no funcione bien, pues funciona malísimo en manos de los panistas, sino porque el concepto mismo no es tal, no es concepto. Enrique Krauze publicó el pasado domingo un artículo en Reforma en el que refuta la tesis atendiendo a los logros del Estado mexicano, pero me pareció un ejercicio totalmente inútil, cuando más bien debió desenmascarar el sinsentido del pretendido concepto. Un Estado institucional gobernado por ineptos jamás podrá ser considerado un Estado “fallido”. Si, además, esos ineptos forman una partida de ladrones que no se dedican a otra cosa que a saquear la riqueza pública para beneficio de unos cuantos y de ellos mismos, ese Estado es también un Estado saqueado y su sociedad una sociedad despojada.
Teorizar sobre el Estado mexicano implicaría partir de sus particularidades hasta lograr una síntesis en la cual se le pudiera definir. Si decimos que se trata de un Estado institucional, queremos decir que es un Estado permanente que opera a través de órganos funcionales y regidos por leyes aprobadas regularmente; si queremos decir, en cambio, que es un Estado democrático, debemos partir del análisis pormenorizado de su proceso histórico de democratización y, al final, sacar como conclusión una síntesis en la cual se pueda retratar objetivamente lo que es en realidad como tal. A eso, en la teoría del conocimiento, se le llama “generalización”. Desde luego, entre la observación de lo particular, vale decir, de lo que es en realidad, y la síntesis o la generalización del conocimiento, hay sus excepciones.
Un Estado así definido no puede ser perfectamente institucional ni perfectamente democrático. La síntesis (o la definición) tiene que incluir aquello que no cuadra con su concepto. En el primer caso, Estado institucional, por ejemplo, que la corrupción es una excepción importante que distorsiona su principio o, en el segundo, Estado democrático, que hay imperfecciones (legales y políticas) que pueden demostrar que no es un Estado de verdad democrático, sino formalmente, o, peor, que es un Estado democrático “en formación”, vale decir, incompleto e inacabado.
Los cánones de perfección son puramente convencionales y no tienen nada que ver con la realidad. Si los gringos piensan que el suyo es el Estado perfecto, deben andar en la luna. Todo el mundo puede ver que se trata de uno de los estados más corruptos que hay en el mundo, sólo que a lo bestia, por su tamaño; que su sistema jurídico no funciona y es horriblemente inequitativo e injusto (veamos lo que pasa con sus negros o sus “latinos” o sus indios); que la riqueza es el único parámetro que mide la eficacia y que decide el modo en el que se hace política, y tantas otras cosas que nos hablan de lo imperfecto e inacabado que es. De lo que se acusa a México es que no controla su delincuencia. En Estados Unidos la delincuencia siempre ha tenido sus propios territorios y cotos de poder (incluso políticos y judiciales). Hasta ahora empiezan a darse cuenta de que son el mayor mercado de drogas del mundo y, además, los que arman a nuestros delincuentes.
Si se concede, su Estado es tan “fallido” como el nuestro, sólo que más grandote y con muchísimos más recursos. Nuestros panistas gobernantes querrían hacer lo que hoy Obama está haciendo, sólo que ya no tienen suficientes recursos porque ya se lo robaron casi todo y ahora nos están endeudando a niveles que jamás habíamos alcanzado en el pasado y sin que podamos saber, como es el estilo de ellos, a dónde irán a parar esos enormes recursos venidos de fuera y que van a hipotecar nuestra economía por mucho tiempo.
Néstor de Buen: Un año que habrá que olvidar
amos mal. Y no me refiero solamente a la cosa económica, que ciertamente es extraordinariamente importante, sino a algo más personal. Concretamente al fallecimiento de personas a las que uno ha querido y admirado.
Felipe Remolina, magistrado notable del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, fue autor de obras muy importantes de derecho laboral. Mario de la Cueva confió en él para preparar un material sin antecedentes que presentaría en el tercer Congreso Iberoamericano de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social que se celebró en México. La obra de Felipe, resultado de una profunda investigación, nos dio a conocer los antecedentes del derecho del trabajo en México.
Tiempo después Felipe ocupó la dirección jurídica de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Algún día, en 1988, me presenté con él con unos papeles: “¿Ya me traes tus antecedentes?”, me preguntó con sonrisa picaresca. Efectivamente, así era. Le entregué mi petición para adquirir la nacionalidad mexicana. Me dio la orden de pago y me requirió para regresar un par de horas después.
Lo hice. Pasé a su privado. Con gran sentido del humor me enseñó las fotografías, me parece, de Hidalgo y de Morelos, y me preguntó, con tono de examen, si sabía quiénes eran. Pasé la prueba. Después me pidió que cantara el Himno Nacional, a lo que me opuse, porque carezco de la más elemental voz. Nos dimos un abrazo y me entregó el certificado correspondiente.
Subí a mi automóvil. Puse el radio. En ese momento oí el Concierto de Aranjuez. No fue escasa la emoción.
Nos veíamos frecuentemente. Hace unos días quedamos en ir a comer. Le fallé y lo dejé plantado por pura desorganización. Pocos días después, falleció. Me dolió en el alma.
La relación con Eulalio Ferrer fue, en principio, inadvertida. Viajamos en los mismos barcos, el Cuba y el Santo Domingo, en que llegamos a Coatzacoalcos el 26 de julio de 1940. Eulalio lo bautizó, lo supe muchos años después, como “El puerto de la esperanza”. Vaya que lo fue. Eulalio venía de los campos de concentración. Muy joven había ingresado al ejército republicano y había alcanzado el grado de oficial. En un campo de concentración un miliciano le canjeó un libro por una cajetilla de cigarros. Era El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Cambió su vida.
Muchos años después la amistad dio pie a una relación profesional hasta cierto punto efímera. Lo acompañé a la inauguración del Museo Iconográfico del Quijote, en Guanajuato. Estaban presentes los presidentes de México, Miguel de la Madrid, y el del gobierno español, Felipe González. Hubo algunos problemas con la donación que hizo al Estado de su hermosa colección de pinturas. Intervine por poco tiempo.
Eulalio había casado con una chica amiga nuestra, Rafaela Bohorques, lo que confirmó la relación personal entre nosotros. Ésta duró más que la profesional. Rafa murió hace poco tiempo.
La noticia de su muerte me la dio Nona, mi esposa. Se confundió porque creyó que había sido en Santander. No me dio tiempo de acudir a la agencia funeraria. Estaré presente en cualquier homenaje que se le hará. Fue un hombre extraordinario. Inteligente, serio, creativo, generoso. Ya lo extrañamos.
Conchita Ruiz Funes, la hija pequeña de don Mariano Ruiz Funes y doña Carmen Montesinos de Ruiz Funes, nació con el exilio, quiero recordar que en 1941. Jorge, mi hermano, y yo tomábamos clases de inglés en su casa con Carmen y Manola, sus dos bellas hermanas. Mariano, el más joven, no tenía demasiado interés en las clases. Nació Conchita, Cepcia, como la llamaba su padre, que fue un ilustre jurista y diplomático, amigo muy cercano de mi padre y mi maestro en el doctorado.
Conchita siempre fue bella. La recuerdo en un encuentro que tuvimos en Madrid, hace años, acompañada de su esposo, el doctor Ramiro Ruiz Durá, amigo mucho más joven que yo, desde los tiempos en que ambos hacíamos política del exilio en las Juventudes Socialistas Unificadas.
Son muertes que duelen. Y se hace uno a la idea de que ese factor de unidad que ha sido el exilio se está convirtiendo, simplemente, en el recuerdo. Le faltan ya muchos protagonistas.
Antonio Gershenson: G-20: primeros resultados
Felipe Remolina, magistrado notable del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, fue autor de obras muy importantes de derecho laboral. Mario de la Cueva confió en él para preparar un material sin antecedentes que presentaría en el tercer Congreso Iberoamericano de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social que se celebró en México. La obra de Felipe, resultado de una profunda investigación, nos dio a conocer los antecedentes del derecho del trabajo en México.
Tiempo después Felipe ocupó la dirección jurídica de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Algún día, en 1988, me presenté con él con unos papeles: “¿Ya me traes tus antecedentes?”, me preguntó con sonrisa picaresca. Efectivamente, así era. Le entregué mi petición para adquirir la nacionalidad mexicana. Me dio la orden de pago y me requirió para regresar un par de horas después.
Lo hice. Pasé a su privado. Con gran sentido del humor me enseñó las fotografías, me parece, de Hidalgo y de Morelos, y me preguntó, con tono de examen, si sabía quiénes eran. Pasé la prueba. Después me pidió que cantara el Himno Nacional, a lo que me opuse, porque carezco de la más elemental voz. Nos dimos un abrazo y me entregó el certificado correspondiente.
Subí a mi automóvil. Puse el radio. En ese momento oí el Concierto de Aranjuez. No fue escasa la emoción.
Nos veíamos frecuentemente. Hace unos días quedamos en ir a comer. Le fallé y lo dejé plantado por pura desorganización. Pocos días después, falleció. Me dolió en el alma.
La relación con Eulalio Ferrer fue, en principio, inadvertida. Viajamos en los mismos barcos, el Cuba y el Santo Domingo, en que llegamos a Coatzacoalcos el 26 de julio de 1940. Eulalio lo bautizó, lo supe muchos años después, como “El puerto de la esperanza”. Vaya que lo fue. Eulalio venía de los campos de concentración. Muy joven había ingresado al ejército republicano y había alcanzado el grado de oficial. En un campo de concentración un miliciano le canjeó un libro por una cajetilla de cigarros. Era El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Cambió su vida.
Muchos años después la amistad dio pie a una relación profesional hasta cierto punto efímera. Lo acompañé a la inauguración del Museo Iconográfico del Quijote, en Guanajuato. Estaban presentes los presidentes de México, Miguel de la Madrid, y el del gobierno español, Felipe González. Hubo algunos problemas con la donación que hizo al Estado de su hermosa colección de pinturas. Intervine por poco tiempo.
Eulalio había casado con una chica amiga nuestra, Rafaela Bohorques, lo que confirmó la relación personal entre nosotros. Ésta duró más que la profesional. Rafa murió hace poco tiempo.
La noticia de su muerte me la dio Nona, mi esposa. Se confundió porque creyó que había sido en Santander. No me dio tiempo de acudir a la agencia funeraria. Estaré presente en cualquier homenaje que se le hará. Fue un hombre extraordinario. Inteligente, serio, creativo, generoso. Ya lo extrañamos.
Conchita Ruiz Funes, la hija pequeña de don Mariano Ruiz Funes y doña Carmen Montesinos de Ruiz Funes, nació con el exilio, quiero recordar que en 1941. Jorge, mi hermano, y yo tomábamos clases de inglés en su casa con Carmen y Manola, sus dos bellas hermanas. Mariano, el más joven, no tenía demasiado interés en las clases. Nació Conchita, Cepcia, como la llamaba su padre, que fue un ilustre jurista y diplomático, amigo muy cercano de mi padre y mi maestro en el doctorado.
Conchita siempre fue bella. La recuerdo en un encuentro que tuvimos en Madrid, hace años, acompañada de su esposo, el doctor Ramiro Ruiz Durá, amigo mucho más joven que yo, desde los tiempos en que ambos hacíamos política del exilio en las Juventudes Socialistas Unificadas.
Son muertes que duelen. Y se hace uno a la idea de que ese factor de unidad que ha sido el exilio se está convirtiendo, simplemente, en el recuerdo. Le faltan ya muchos protagonistas.
Antonio Gershenson: G-20: primeros resultados
amos mal. Y no me refiero solamente a la cosa económica, que ciertamente es extraordinariamente importante, sino a algo más personal. Concretamente al fallecimiento de personas a las que uno ha querido y admirado.
Felipe Remolina, magistrado notable del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, fue autor de obras muy importantes de derecho laboral. Mario de la Cueva confió en él para preparar un material sin antecedentes que presentaría en el tercer Congreso Iberoamericano de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social que se celebró en México. La obra de Felipe, resultado de una profunda investigación, nos dio a conocer los antecedentes del derecho del trabajo en México.
Tiempo después Felipe ocupó la dirección jurídica de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Algún día, en 1988, me presenté con él con unos papeles: “¿Ya me traes tus antecedentes?”, me preguntó con sonrisa picaresca. Efectivamente, así era. Le entregué mi petición para adquirir la nacionalidad mexicana. Me dio la orden de pago y me requirió para regresar un par de horas después.
Lo hice. Pasé a su privado. Con gran sentido del humor me enseñó las fotografías, me parece, de Hidalgo y de Morelos, y me preguntó, con tono de examen, si sabía quiénes eran. Pasé la prueba. Después me pidió que cantara el Himno Nacional, a lo que me opuse, porque carezco de la más elemental voz. Nos dimos un abrazo y me entregó el certificado correspondiente.
Subí a mi automóvil. Puse el radio. En ese momento oí el Concierto de Aranjuez. No fue escasa la emoción.
Nos veíamos frecuentemente. Hace unos días quedamos en ir a comer. Le fallé y lo dejé plantado por pura desorganización. Pocos días después, falleció. Me dolió en el alma.
La relación con Eulalio Ferrer fue, en principio, inadvertida. Viajamos en los mismos barcos, el Cuba y el Santo Domingo, en que llegamos a Coatzacoalcos el 26 de julio de 1940. Eulalio lo bautizó, lo supe muchos años después, como “El puerto de la esperanza”. Vaya que lo fue. Eulalio venía de los campos de concentración. Muy joven había ingresado al ejército republicano y había alcanzado el grado de oficial. En un campo de concentración un miliciano le canjeó un libro por una cajetilla de cigarros. Era El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Cambió su vida.
Muchos años después la amistad dio pie a una relación profesional hasta cierto punto efímera. Lo acompañé a la inauguración del Museo Iconográfico del Quijote, en Guanajuato. Estaban presentes los presidentes de México, Miguel de la Madrid, y el del gobierno español, Felipe González. Hubo algunos problemas con la donación que hizo al Estado de su hermosa colección de pinturas. Intervine por poco tiempo.
Eulalio había casado con una chica amiga nuestra, Rafaela Bohorques, lo que confirmó la relación personal entre nosotros. Ésta duró más que la profesional. Rafa murió hace poco tiempo.
La noticia de su muerte me la dio Nona, mi esposa. Se confundió porque creyó que había sido en Santander. No me dio tiempo de acudir a la agencia funeraria. Estaré presente en cualquier homenaje que se le hará. Fue un hombre extraordinario. Inteligente, serio, creativo, generoso. Ya lo extrañamos.
Conchita Ruiz Funes, la hija pequeña de don Mariano Ruiz Funes y doña Carmen Montesinos de Ruiz Funes, nació con el exilio, quiero recordar que en 1941. Jorge, mi hermano, y yo tomábamos clases de inglés en su casa con Carmen y Manola, sus dos bellas hermanas. Mariano, el más joven, no tenía demasiado interés en las clases. Nació Conchita, Cepcia, como la llamaba su padre, que fue un ilustre jurista y diplomático, amigo muy cercano de mi padre y mi maestro en el doctorado.
Conchita siempre fue bella. La recuerdo en un encuentro que tuvimos en Madrid, hace años, acompañada de su esposo, el doctor Ramiro Ruiz Durá, amigo mucho más joven que yo, desde los tiempos en que ambos hacíamos política del exilio en las Juventudes Socialistas Unificadas.
Son muertes que duelen. Y se hace uno a la idea de que ese factor de unidad que ha sido el exilio se está convirtiendo, simplemente, en el recuerdo. Le faltan ya muchos protagonistas.
Rolando Cordera Campos: ¿Hacia una nueva grandeza?
Felipe Remolina, magistrado notable del Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje, fue autor de obras muy importantes de derecho laboral. Mario de la Cueva confió en él para preparar un material sin antecedentes que presentaría en el tercer Congreso Iberoamericano de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social que se celebró en México. La obra de Felipe, resultado de una profunda investigación, nos dio a conocer los antecedentes del derecho del trabajo en México.
Tiempo después Felipe ocupó la dirección jurídica de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Algún día, en 1988, me presenté con él con unos papeles: “¿Ya me traes tus antecedentes?”, me preguntó con sonrisa picaresca. Efectivamente, así era. Le entregué mi petición para adquirir la nacionalidad mexicana. Me dio la orden de pago y me requirió para regresar un par de horas después.
Lo hice. Pasé a su privado. Con gran sentido del humor me enseñó las fotografías, me parece, de Hidalgo y de Morelos, y me preguntó, con tono de examen, si sabía quiénes eran. Pasé la prueba. Después me pidió que cantara el Himno Nacional, a lo que me opuse, porque carezco de la más elemental voz. Nos dimos un abrazo y me entregó el certificado correspondiente.
Subí a mi automóvil. Puse el radio. En ese momento oí el Concierto de Aranjuez. No fue escasa la emoción.
Nos veíamos frecuentemente. Hace unos días quedamos en ir a comer. Le fallé y lo dejé plantado por pura desorganización. Pocos días después, falleció. Me dolió en el alma.
La relación con Eulalio Ferrer fue, en principio, inadvertida. Viajamos en los mismos barcos, el Cuba y el Santo Domingo, en que llegamos a Coatzacoalcos el 26 de julio de 1940. Eulalio lo bautizó, lo supe muchos años después, como “El puerto de la esperanza”. Vaya que lo fue. Eulalio venía de los campos de concentración. Muy joven había ingresado al ejército republicano y había alcanzado el grado de oficial. En un campo de concentración un miliciano le canjeó un libro por una cajetilla de cigarros. Era El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Cambió su vida.
Muchos años después la amistad dio pie a una relación profesional hasta cierto punto efímera. Lo acompañé a la inauguración del Museo Iconográfico del Quijote, en Guanajuato. Estaban presentes los presidentes de México, Miguel de la Madrid, y el del gobierno español, Felipe González. Hubo algunos problemas con la donación que hizo al Estado de su hermosa colección de pinturas. Intervine por poco tiempo.
Eulalio había casado con una chica amiga nuestra, Rafaela Bohorques, lo que confirmó la relación personal entre nosotros. Ésta duró más que la profesional. Rafa murió hace poco tiempo.
La noticia de su muerte me la dio Nona, mi esposa. Se confundió porque creyó que había sido en Santander. No me dio tiempo de acudir a la agencia funeraria. Estaré presente en cualquier homenaje que se le hará. Fue un hombre extraordinario. Inteligente, serio, creativo, generoso. Ya lo extrañamos.
Conchita Ruiz Funes, la hija pequeña de don Mariano Ruiz Funes y doña Carmen Montesinos de Ruiz Funes, nació con el exilio, quiero recordar que en 1941. Jorge, mi hermano, y yo tomábamos clases de inglés en su casa con Carmen y Manola, sus dos bellas hermanas. Mariano, el más joven, no tenía demasiado interés en las clases. Nació Conchita, Cepcia, como la llamaba su padre, que fue un ilustre jurista y diplomático, amigo muy cercano de mi padre y mi maestro en el doctorado.
Conchita siempre fue bella. La recuerdo en un encuentro que tuvimos en Madrid, hace años, acompañada de su esposo, el doctor Ramiro Ruiz Durá, amigo mucho más joven que yo, desde los tiempos en que ambos hacíamos política del exilio en las Juventudes Socialistas Unificadas.
Son muertes que duelen. Y se hace uno a la idea de que ese factor de unidad que ha sido el exilio se está convirtiendo, simplemente, en el recuerdo. Le faltan ya muchos protagonistas.
Rolando Cordera Campos: ¿Hacia una nueva grandeza?
n 1933 se reunieron los poderes del mundo de entonces en el antiguo Museo de Geología de Londres. Bajo la adusta mirada de los fósiles que ahí moraban, el presidente Franklin Delano Roosevelt reclamó a los dirigentes europeos dejar atrás las telarañas de la sabiduría convencional y afrontar la crisis en curso con el poder fiscal de los estados. No tuvo éxito y abandonó la sala para desplegar solo su Nuevo Trato.
Esta vez no ocurrió lo mismo, pero Obama advirtió con claridad las insuficiencias de lo acordado en la capital británica, bajo la tutela conservadora de la señora Merkel y del saltimbanqui Sarkozy. Para Gordon Brown sólo parece haber quedado celebrar el ocaso del Consenso de Washington y del arribo de un nuevo orden que no llega todavía a ser siquiera hipótesis de trabajo. Sin menoscabo de las medidas y recursos dispuestos para expandir el crédito a las zonas subdesarrolladas o emergentes y para ampliar las garantías para el comercio internacional, o de los compromisos sobre nuevas regulaciones de la alta finanza, la cumbre se quedó corta frente a las proyecciones ominosas y las expectativas a la baja en todo el mundo.
La celebración cupular no tiene desperdicio, pero sólo da cuenta por adelantado de lo que aquí nos espera con un gobierno declarado ejemplar y, como el alumno dedicado, merecedor de las nuevas líneas de crédito flexible, sin condicionalidad, del FMI destinadas a los bien portados. Vaya usted a saber qué pensaron realmente de todo esto los vecinos brasileños o argentinos, cuando no los sudafricanos, pero no hay duda de que tendremos fandango financiero oficial por un rato, hasta que la buena conducta premiada revele rezongona la mala educación económica que subyace a esta nueva proeza de la nación predilecta de la morenita.
No se trata de desdeñar los dones dispuestos a nuestro favor por el redivivo Fondo Monetario Internacional, pero sí de ponerlos en la perspectiva adecuada. Como línea de protección contra los especuladores tempranos y poco avezados puede operar, y a la vez coadyuvar a hacer menos oneroso el rescate de las empresas grandes mexicanas endeudadas en dólares y apabulladas por vencimientos inminentes. Junto con el crédito del Tesoro estadunidense puede posponer el ajuste que parecía inminente e inclemente con unas cuentas externas peligrosamente deficitarias. Pero esta es apenas la sinopsis de una historia que no debería dar pábulo, como lo fueron otras en el pasado no tan lejano, a que el país quede maniatado no tanto por la deuda contraída sino por el fortalecimiento irracional de unas conductas y condicionalidades autoimpuestas que lo llevaron al destructivo estancamiento estabilizador del último cuarto de siglo.
La buena conducta que nos ha hecho ejemplares se resume en una estabilidad que se come con los días las capacidades productivas, humanas y físicas, institucionales y políticas, que se pudieron salvar de los desplomes de fin de siglo o que, incluso, pudieron emerger entre tanto y tan desbocado cambio en pos de una globalidad hoy evanescente. La medallita londinense debería servir en todo caso para replantear la estrategia de desarrollo y la revisión inmediata de la política anticrisis, no para reforzar dogmas y supuestas sabidurías convencionales en Los Pinos y Hacienda, que no ofrecen sino más de lo mismo, leído ahora triunfalistamente como la clave de nuestra excepcionalidad.
Para el secretario de Hacienda, México se ha probado como líder en todos los frentes abiertos por la crisis internacional: en política anticíclica, coordinación financiera, etcétera. Todo ello gracias a que sus “fundamentales” están a punto y la casa en orden (El Universal, 3/4/09). Pero si se lee bien su desempeño en materia de (de)crecimiento económico, (des)empleo, comercio internacional o finanzas públicas con déficit al alza, lo que más bien le espera al país es un examen a título de suficiencia, pero con sinodales distintos a los que hoy desde el Fondo Monetario Internacional vuelven a expedirle certificados más que dudosos.
Guillermo Almeyra: Permítanme una nota de mal gusto
Esta vez no ocurrió lo mismo, pero Obama advirtió con claridad las insuficiencias de lo acordado en la capital británica, bajo la tutela conservadora de la señora Merkel y del saltimbanqui Sarkozy. Para Gordon Brown sólo parece haber quedado celebrar el ocaso del Consenso de Washington y del arribo de un nuevo orden que no llega todavía a ser siquiera hipótesis de trabajo. Sin menoscabo de las medidas y recursos dispuestos para expandir el crédito a las zonas subdesarrolladas o emergentes y para ampliar las garantías para el comercio internacional, o de los compromisos sobre nuevas regulaciones de la alta finanza, la cumbre se quedó corta frente a las proyecciones ominosas y las expectativas a la baja en todo el mundo.
La celebración cupular no tiene desperdicio, pero sólo da cuenta por adelantado de lo que aquí nos espera con un gobierno declarado ejemplar y, como el alumno dedicado, merecedor de las nuevas líneas de crédito flexible, sin condicionalidad, del FMI destinadas a los bien portados. Vaya usted a saber qué pensaron realmente de todo esto los vecinos brasileños o argentinos, cuando no los sudafricanos, pero no hay duda de que tendremos fandango financiero oficial por un rato, hasta que la buena conducta premiada revele rezongona la mala educación económica que subyace a esta nueva proeza de la nación predilecta de la morenita.
No se trata de desdeñar los dones dispuestos a nuestro favor por el redivivo Fondo Monetario Internacional, pero sí de ponerlos en la perspectiva adecuada. Como línea de protección contra los especuladores tempranos y poco avezados puede operar, y a la vez coadyuvar a hacer menos oneroso el rescate de las empresas grandes mexicanas endeudadas en dólares y apabulladas por vencimientos inminentes. Junto con el crédito del Tesoro estadunidense puede posponer el ajuste que parecía inminente e inclemente con unas cuentas externas peligrosamente deficitarias. Pero esta es apenas la sinopsis de una historia que no debería dar pábulo, como lo fueron otras en el pasado no tan lejano, a que el país quede maniatado no tanto por la deuda contraída sino por el fortalecimiento irracional de unas conductas y condicionalidades autoimpuestas que lo llevaron al destructivo estancamiento estabilizador del último cuarto de siglo.
La buena conducta que nos ha hecho ejemplares se resume en una estabilidad que se come con los días las capacidades productivas, humanas y físicas, institucionales y políticas, que se pudieron salvar de los desplomes de fin de siglo o que, incluso, pudieron emerger entre tanto y tan desbocado cambio en pos de una globalidad hoy evanescente. La medallita londinense debería servir en todo caso para replantear la estrategia de desarrollo y la revisión inmediata de la política anticrisis, no para reforzar dogmas y supuestas sabidurías convencionales en Los Pinos y Hacienda, que no ofrecen sino más de lo mismo, leído ahora triunfalistamente como la clave de nuestra excepcionalidad.
Para el secretario de Hacienda, México se ha probado como líder en todos los frentes abiertos por la crisis internacional: en política anticíclica, coordinación financiera, etcétera. Todo ello gracias a que sus “fundamentales” están a punto y la casa en orden (El Universal, 3/4/09). Pero si se lee bien su desempeño en materia de (de)crecimiento económico, (des)empleo, comercio internacional o finanzas públicas con déficit al alza, lo que más bien le espera al país es un examen a título de suficiencia, pero con sinodales distintos a los que hoy desde el Fondo Monetario Internacional vuelven a expedirle certificados más que dudosos.
Guillermo Almeyra: Permítanme una nota de mal gusto
n nuestros países, culturalmente bañados en un barniz de catolicismo, todos los muertos deben ser elogiados y nada se puede decir ni siquiera de los más negros pasados ni de las posiciones y actitudes más funestas que causaron enorme daño a los trabajadores. A riesgo de ser catalogado entre los monstruos morales más insensibles, creo que es indispensable rasgar ese velo hipócrita y decir la verdad a los contemporáneos, en vez de esperar cautamente una década para romper la complicidad con los miembros del establishment. Declaro, pues, que lamento la reciente muerte de Raúl Alfonsín, tan llorada por la derecha y por el gobierno en todos los medios posibles, únicamente porque hubiese esperado que éste tuviese la vergüenza necesaria para desaparecer a finales de los 80.
Alfonsín, en lo político, aunque era antiperonista “gorila” (o sea, por razones clasistas), pese a sus diferencias con Ricardo Balbín acató los pactos de éste con el senil Perón cuando la dictadura militar de 1955 comprobó que para mantenerse no le bastaban los fusilamientos, los asesinatos, las represiones, la ilegalización de las organizaciones obreras y fue obligada por movilizaciones seminsurreccionales como el cordobazo o el rosariazo a traer a Perón desde su dorado exilio en la España de Franco para que hiciese de bombero, conteniendo a los obreros. Mostró con eso contra quién se dirigía su antiperonismo, o sea, contra el peronismo obrero, y que no tenía objeciones de principios en aliarse con la derecha peronista en una llamada alianza nacional que garantizase el poder al bloque oligárquico-financiero-industrial.
Alfonsín era un liberal en lo político y no simpatizaba con los llamados “excesos antidemocráticos” (torturas, fusilamientos, desapariciones) de los militares ni con las posiciones oscurantistas que pretendía imponer la jerarquía eclesiástica a todos los gobiernos. Incluso defendió a Roberto Santucho y a presos políticos. Pero militaba en un partido –la Unión Cívica Radical– dirigido por gente que, desde el golpe militar de 1930 contra el presidente Hipólito Yrigoyen (que, para colmo, pertenecía a aquélla), había promovido todos los intentos de golpes de Estado junto con la Iglesia y había gobernado con las dictaduras fusiladoras aceptando que las mismas pusiesen fuera de la ley a las mayorías. Además, era socio y amigo de Albano Harguindeguy, ministro del Interior de la dictadura impuesta en marzo de 1976 y que, además de los 30 mil desaparecidos, demolió en pocos años el aparato productivo del país y quintuplicó su deuda externa.
Alfonsín no fue el “reconstructor de la democracia”, como pretenden el gobierno y la derecha. Una huelga general durante la dictadura obligó a ésta a inventar una maniobra diversionista –la criminal guerra de las Malvinas que, como no podía ser de otro modo, terminó en desastre– y la dictadura cayó sola, sin que nadie la derribase. En honor de Alfonsín, hay que decir que se opuso a esa aventura militar. Ante la caída de la dictadura, Alfonsín ganó las elecciones simplemente porque frente a él estaban los que habían formado parte del entorno de Isabel Martínez de Perón, la misma derecha peronista que había abierto el camino a la dictadura (el almirante Massera, ministro de Marina de la viuda de Perón, tenía condecoraciones peronistas) mientras él, en la UCR, aparecía ligado a la lucha por los derechos humanos. Las ganó porque a los votos de las clases medias no peronistas de todo tipo unió los de los sectores obreros y rurales que no querían ya el peronismo de las Isabel, los López Rega, los Rodrigo y la repudiada burocracia sindical colaboradora con la dictadura. Alfonsín intentó entonces quebrar el poder de esos burócratas sindicales (o sea, del eje del “partido” peronista) pero por la derecha, tratando de legalizar sindicatos paralelos, al mismo tiempo que reconocía el pago de la deuda externa y que mantenía la política neoliberal de la dictadura, con los efectos consiguientes: caída de la producción, derrumbe de los salarios reales, desnacionalización de la economía y sumisión al capital financiero. Los dirigentes sindicales reaccionaron organizando sucesivas huelgas generales para proteger sus privilegios y contaron con apoyo de masas porque la política alfonsinista era claramente antiobrera.
Alfonsín intentó una síntesis entre peronismo y radicalismo y decidió valientemente juzgar a los principales jefes de la dictadura, medida que fue un ejemplo mundial en un continente donde aún campeaba Pinochet. Entonces, por esos dos motivos, a la protesta popular se unió la de la derecha oligárquica clásica y aparecieron los golpes militares. Alfonsín quedó solo, capituló y amnistió a los asesinos que había empezado a juzgar y a detener. Además, de rodillas porque la hiperinflación de más de mil por ciento destruía los salarios y la producción nacional, renunció –derrotado en todos los campos– y negoció la continuidad con Carlos Menem, el peor de todos los presidentes en la trágica historia argentina, al cual elogió e idealizó. Después apoyó al presidente radical De la Rúa, que tuvo que huir en helicóptero en diciembre de 2001, vio casi desaparecer a su partido y expulsó del mismo a los radicales que, como el actual vicepresidente de la nación, Julio Cobos, apoyaron a Kirchner con su proyecto capitalista desarrollista contra Menem y el proyecto de la derecha peronista, la oligarquía, Estados Unidos y el capital financiero.
En el Gran Buenos Aires viven más de 15 millones de personas. Sin embargo, apenas unas 30 mil acompañaron su féretro, en un día no laborable, y los aullidos de los medios intentaron en vano llenar el vacío. El gobierno, por su parte, con los elogios desmesurados y las mentiras por omisión, buscó demostrar apertura política para separar, si fuera posible, a los radicales del resto de la derecha con vistas a las elecciones del 28 de junio. En vez de construir memoria colectiva, prefirió extraer algunos votos de un cadáver político que se sobrevivió por décadas.
Mario Di Costanzo Armenta: El que quiera azul celeste, que le cueste
Alfonsín, en lo político, aunque era antiperonista “gorila” (o sea, por razones clasistas), pese a sus diferencias con Ricardo Balbín acató los pactos de éste con el senil Perón cuando la dictadura militar de 1955 comprobó que para mantenerse no le bastaban los fusilamientos, los asesinatos, las represiones, la ilegalización de las organizaciones obreras y fue obligada por movilizaciones seminsurreccionales como el cordobazo o el rosariazo a traer a Perón desde su dorado exilio en la España de Franco para que hiciese de bombero, conteniendo a los obreros. Mostró con eso contra quién se dirigía su antiperonismo, o sea, contra el peronismo obrero, y que no tenía objeciones de principios en aliarse con la derecha peronista en una llamada alianza nacional que garantizase el poder al bloque oligárquico-financiero-industrial.
Alfonsín era un liberal en lo político y no simpatizaba con los llamados “excesos antidemocráticos” (torturas, fusilamientos, desapariciones) de los militares ni con las posiciones oscurantistas que pretendía imponer la jerarquía eclesiástica a todos los gobiernos. Incluso defendió a Roberto Santucho y a presos políticos. Pero militaba en un partido –la Unión Cívica Radical– dirigido por gente que, desde el golpe militar de 1930 contra el presidente Hipólito Yrigoyen (que, para colmo, pertenecía a aquélla), había promovido todos los intentos de golpes de Estado junto con la Iglesia y había gobernado con las dictaduras fusiladoras aceptando que las mismas pusiesen fuera de la ley a las mayorías. Además, era socio y amigo de Albano Harguindeguy, ministro del Interior de la dictadura impuesta en marzo de 1976 y que, además de los 30 mil desaparecidos, demolió en pocos años el aparato productivo del país y quintuplicó su deuda externa.
Alfonsín no fue el “reconstructor de la democracia”, como pretenden el gobierno y la derecha. Una huelga general durante la dictadura obligó a ésta a inventar una maniobra diversionista –la criminal guerra de las Malvinas que, como no podía ser de otro modo, terminó en desastre– y la dictadura cayó sola, sin que nadie la derribase. En honor de Alfonsín, hay que decir que se opuso a esa aventura militar. Ante la caída de la dictadura, Alfonsín ganó las elecciones simplemente porque frente a él estaban los que habían formado parte del entorno de Isabel Martínez de Perón, la misma derecha peronista que había abierto el camino a la dictadura (el almirante Massera, ministro de Marina de la viuda de Perón, tenía condecoraciones peronistas) mientras él, en la UCR, aparecía ligado a la lucha por los derechos humanos. Las ganó porque a los votos de las clases medias no peronistas de todo tipo unió los de los sectores obreros y rurales que no querían ya el peronismo de las Isabel, los López Rega, los Rodrigo y la repudiada burocracia sindical colaboradora con la dictadura. Alfonsín intentó entonces quebrar el poder de esos burócratas sindicales (o sea, del eje del “partido” peronista) pero por la derecha, tratando de legalizar sindicatos paralelos, al mismo tiempo que reconocía el pago de la deuda externa y que mantenía la política neoliberal de la dictadura, con los efectos consiguientes: caída de la producción, derrumbe de los salarios reales, desnacionalización de la economía y sumisión al capital financiero. Los dirigentes sindicales reaccionaron organizando sucesivas huelgas generales para proteger sus privilegios y contaron con apoyo de masas porque la política alfonsinista era claramente antiobrera.
Alfonsín intentó una síntesis entre peronismo y radicalismo y decidió valientemente juzgar a los principales jefes de la dictadura, medida que fue un ejemplo mundial en un continente donde aún campeaba Pinochet. Entonces, por esos dos motivos, a la protesta popular se unió la de la derecha oligárquica clásica y aparecieron los golpes militares. Alfonsín quedó solo, capituló y amnistió a los asesinos que había empezado a juzgar y a detener. Además, de rodillas porque la hiperinflación de más de mil por ciento destruía los salarios y la producción nacional, renunció –derrotado en todos los campos– y negoció la continuidad con Carlos Menem, el peor de todos los presidentes en la trágica historia argentina, al cual elogió e idealizó. Después apoyó al presidente radical De la Rúa, que tuvo que huir en helicóptero en diciembre de 2001, vio casi desaparecer a su partido y expulsó del mismo a los radicales que, como el actual vicepresidente de la nación, Julio Cobos, apoyaron a Kirchner con su proyecto capitalista desarrollista contra Menem y el proyecto de la derecha peronista, la oligarquía, Estados Unidos y el capital financiero.
En el Gran Buenos Aires viven más de 15 millones de personas. Sin embargo, apenas unas 30 mil acompañaron su féretro, en un día no laborable, y los aullidos de los medios intentaron en vano llenar el vacío. El gobierno, por su parte, con los elogios desmesurados y las mentiras por omisión, buscó demostrar apertura política para separar, si fuera posible, a los radicales del resto de la derecha con vistas a las elecciones del 28 de junio. En vez de construir memoria colectiva, prefirió extraer algunos votos de un cadáver político que se sobrevivió por décadas.
Mario Di Costanzo Armenta: El que quiera azul celeste, que le cueste
esulta una verdad irrefutable que nuestro país enfrenta ya una de las crisis económicas más fuertes de su historia y, paralelamente, las llamadas elecciones intermedias” están a la vuelta de la esquina.
De hecho, los tres principales partidos políticos se encuentran inmersos en verdaderas guerras internas –por la definición de candidaturas– y externas –por la difusión de espots televisivos y en Internet– en las que todos tratan de vender sus principales logros.
Sin embargo, y a pesar de lo que puedan decir en su propaganda, es un hecho que a poco más de ocho años de gestión panista los resultados obtenidos son alarmantemente graves: el poder adquisitivo de la gente se encuentra pulverizado y la economía se halla no sólo estancada, sino que durante el presente año se ha visto disminuida, mientras el desempleo es el más alto desde 2000.
De esta manera, con preocupación y coraje los mexicanos nos damos cuenta de que mientras en diciembre de 2000 un kilogramo de frijol nos costaba seis pesos, al mes de marzo del presente año debemos pagar por ese mismo kilo de frijol 22 pesos (y dicen que aumentará). O como en el caso de la tortilla, cuyo precio llegó a ser de 2.50 pesos por kilogramo y actualmente no se encuentra en menos de nueve pesos.
Esto es, que tan sólo estos dos alimentos esenciales en la dieta de los mexicanos han incrementado su precio en 266 por ciento y 260 por ciento, cada uno. Y no se diga otros productos, como el huevo, el arroz, el aceite o la gasolina, que durante ese mismo lapso han registrado incrementos de 223 por ciento, 104 por ciento, 213 por ciento y 46 por ciento, respectivamente.
Mientras tanto, el salario mínimo de un obrero se ha incrementado en sólo 44.6 por ciento, lo que en otras palabras nos dice que mientras en 2000 con un salario mínimo diario (37.90 pesos) un obrero podía adquirir un kilo de frijol, uno de arroz, otro de huevo, un litro de aceite y medio kilogramo de tortilla, para marzo de 2009 el salario mínimo diario (54.80 pesos) únicamente le permite adquirir la mitad de cada producto anteriormente señalado.
A esto hay que añadir que por concepto de “deuda pública”, en 2000 cada mexicano debía aproximadamente 23 mil 700 pesos y en la actualidad esa cifra es de 35 mil 000 pesos. Esto, sin contar los 47 mil millones de dólares (658 mil millones de pesos) que recibiremos como “apoyo o línea de crédito” del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del cual por cierto, aún no sabemos las condiciones, bajo las que fue otorgado y mucho menos se ha explicitado el destino que tendrá.
No olvidemos que hasta ahora, las señales que ha enviado el “gobierno de la estabilidad y el empleo” indican que si bien están decididos a rescatar al sector financiero de la economía, no son claras las intenciones de rescatar al sector de la economía real, aún y a pesar de los absurdos comerciales que han sacado en la televisión.
Señalo lo anterior ya que de materializarse el “apoyo” del FMI la deuda per cápita de los mexicanos se incrementará en aproximadamente seis mil pesos, para llegar a un total de 41 mil pesos, con lo que habrá crecido 73 por ciento en los últimos 8 años, es decir, que hasta la deuda per cápita se ha incrementado más que el salario mínimo.
Contrariamente, por ejemplo, el salario de los “presidentes” aumenta de manera importante, pues en los Decretos de Presupuesto se observa que dicho sueldo creció en 52.46 por ciento, al pasar de 100 mil pesos en 2000 a 152 mil 467 pesos para el presente año. A esto hay que agregar que el tipo de cambio era de 9.45 pesos por dólar y en la actualidad supera los 14 pesos; es decir, nuestra moneda valía 48 por ciento más que en la actualidad.
Desde luego, esto no quiere decir que antes de los panistas estábamos mejor. El propio Carlos Salinas de Gortari se ha referido a una etapa de los priistas como La década perdida. Y basta recordar a Zedillo, el Fobaproa y los Pidiregas; a Salinas, el Tratado de Libre Comercio y sus privatizaciones…
En suma: quizá no fue lo mismo, pero el resultado fue igual: pobreza, desigualdad y atraso.
Así, ahora vemos a un PRI tratando de olvidar su pasado, mezclando a “juniors a los que les sobra copete” con “viejos dinosaurios a los que ya les falta pelo”, pero con la misma idea: seguir protegiendo a los ricos y poderosos mediante un Estado que desde hace tiempo fue privatizado por los bancos y los grandes capitales.
Desafortunadamente, los revolucionarios democráticos bajo el mando de los Chuchos (Ortegas, Zambranos, Navarretes o Sotelos) no aseguran ser la opción que garantice que las cosas puedan cambiar. Baste señalar algunos capítulos de la reforma electoral o bien de la mal llamada reforma fiscal o la energética, en donde bajo la teoría “gatopardiana” se han modificado las cosas… para quedar igual.
Ante ello, los ciudadanos al menos debemos reflexionar y considerar otras opciones que representan la posibilidad de iniciar un nuevo proyecto de nación, mismo que está fundamentado en la liberación del Estado, en el rescate de sus instituciones y en el cambio del modelo económico.
Si bien estas opciones hoy, son relativamente pequeñas, - incluyendo algunas dentro de los propios revolucionarios democráticos -, se están consolidando como un valioso instrumento para llevar a cabo la transformación que este país urgentemente requiere.
Sin embargo, mientras reflexionamos sobre lo que ha sido nuestro pasado, lo que es nuestro presente y lo que será nuestro futuro, sólo me queda decir: el que quiera azul celeste, que le cueste.
Carlos Monsiváis
De hecho, los tres principales partidos políticos se encuentran inmersos en verdaderas guerras internas –por la definición de candidaturas– y externas –por la difusión de espots televisivos y en Internet– en las que todos tratan de vender sus principales logros.
Sin embargo, y a pesar de lo que puedan decir en su propaganda, es un hecho que a poco más de ocho años de gestión panista los resultados obtenidos son alarmantemente graves: el poder adquisitivo de la gente se encuentra pulverizado y la economía se halla no sólo estancada, sino que durante el presente año se ha visto disminuida, mientras el desempleo es el más alto desde 2000.
De esta manera, con preocupación y coraje los mexicanos nos damos cuenta de que mientras en diciembre de 2000 un kilogramo de frijol nos costaba seis pesos, al mes de marzo del presente año debemos pagar por ese mismo kilo de frijol 22 pesos (y dicen que aumentará). O como en el caso de la tortilla, cuyo precio llegó a ser de 2.50 pesos por kilogramo y actualmente no se encuentra en menos de nueve pesos.
Esto es, que tan sólo estos dos alimentos esenciales en la dieta de los mexicanos han incrementado su precio en 266 por ciento y 260 por ciento, cada uno. Y no se diga otros productos, como el huevo, el arroz, el aceite o la gasolina, que durante ese mismo lapso han registrado incrementos de 223 por ciento, 104 por ciento, 213 por ciento y 46 por ciento, respectivamente.
Mientras tanto, el salario mínimo de un obrero se ha incrementado en sólo 44.6 por ciento, lo que en otras palabras nos dice que mientras en 2000 con un salario mínimo diario (37.90 pesos) un obrero podía adquirir un kilo de frijol, uno de arroz, otro de huevo, un litro de aceite y medio kilogramo de tortilla, para marzo de 2009 el salario mínimo diario (54.80 pesos) únicamente le permite adquirir la mitad de cada producto anteriormente señalado.
A esto hay que añadir que por concepto de “deuda pública”, en 2000 cada mexicano debía aproximadamente 23 mil 700 pesos y en la actualidad esa cifra es de 35 mil 000 pesos. Esto, sin contar los 47 mil millones de dólares (658 mil millones de pesos) que recibiremos como “apoyo o línea de crédito” del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del cual por cierto, aún no sabemos las condiciones, bajo las que fue otorgado y mucho menos se ha explicitado el destino que tendrá.
No olvidemos que hasta ahora, las señales que ha enviado el “gobierno de la estabilidad y el empleo” indican que si bien están decididos a rescatar al sector financiero de la economía, no son claras las intenciones de rescatar al sector de la economía real, aún y a pesar de los absurdos comerciales que han sacado en la televisión.
Señalo lo anterior ya que de materializarse el “apoyo” del FMI la deuda per cápita de los mexicanos se incrementará en aproximadamente seis mil pesos, para llegar a un total de 41 mil pesos, con lo que habrá crecido 73 por ciento en los últimos 8 años, es decir, que hasta la deuda per cápita se ha incrementado más que el salario mínimo.
Contrariamente, por ejemplo, el salario de los “presidentes” aumenta de manera importante, pues en los Decretos de Presupuesto se observa que dicho sueldo creció en 52.46 por ciento, al pasar de 100 mil pesos en 2000 a 152 mil 467 pesos para el presente año. A esto hay que agregar que el tipo de cambio era de 9.45 pesos por dólar y en la actualidad supera los 14 pesos; es decir, nuestra moneda valía 48 por ciento más que en la actualidad.
Desde luego, esto no quiere decir que antes de los panistas estábamos mejor. El propio Carlos Salinas de Gortari se ha referido a una etapa de los priistas como La década perdida. Y basta recordar a Zedillo, el Fobaproa y los Pidiregas; a Salinas, el Tratado de Libre Comercio y sus privatizaciones…
En suma: quizá no fue lo mismo, pero el resultado fue igual: pobreza, desigualdad y atraso.
Así, ahora vemos a un PRI tratando de olvidar su pasado, mezclando a “juniors a los que les sobra copete” con “viejos dinosaurios a los que ya les falta pelo”, pero con la misma idea: seguir protegiendo a los ricos y poderosos mediante un Estado que desde hace tiempo fue privatizado por los bancos y los grandes capitales.
Desafortunadamente, los revolucionarios democráticos bajo el mando de los Chuchos (Ortegas, Zambranos, Navarretes o Sotelos) no aseguran ser la opción que garantice que las cosas puedan cambiar. Baste señalar algunos capítulos de la reforma electoral o bien de la mal llamada reforma fiscal o la energética, en donde bajo la teoría “gatopardiana” se han modificado las cosas… para quedar igual.
Ante ello, los ciudadanos al menos debemos reflexionar y considerar otras opciones que representan la posibilidad de iniciar un nuevo proyecto de nación, mismo que está fundamentado en la liberación del Estado, en el rescate de sus instituciones y en el cambio del modelo económico.
Si bien estas opciones hoy, son relativamente pequeñas, - incluyendo algunas dentro de los propios revolucionarios democráticos -, se están consolidando como un valioso instrumento para llevar a cabo la transformación que este país urgentemente requiere.
Sin embargo, mientras reflexionamos sobre lo que ha sido nuestro pasado, lo que es nuestro presente y lo que será nuestro futuro, sólo me queda decir: el que quiera azul celeste, que le cueste.
Carlos Monsiváis
Echeverría, el inocente profesional
El 21 de marzo de 2009 el Consejo de la Judicatura Federal informa: “Los magistrados Rosa Guadalupe Malvina Carmona Roig, María Eugenia Estela Martínez Cardiel y Manuel Bárcena Villanueva, al resolver el recurso de revisión 132/2007 interpuesto por el agente del Ministerio Público de la Federación y el quejoso Luis Echeverría Álvarez contra la sentencia dictada por el tercer tribunal unitario en materia penal del primer circuito, confirmó la resolución impugnada en la que se consideró que la acción penal no había prescrito, que se acreditó el cuerpo del delito de genocidio, no así la probable responsabilidad de Luis Echeverría Álvarez en su comisión”.
Así que sí hubo genocidio pero nadie lo cometió, o fueron asesinos invisibles o fuerzas del mal que por carecer de papeles migratorios no se dieron a conocer.
* * *
En 1968, Echeverría pronuncia palabras categóricas: “Las medidas extremas adoptadas se orientan a preservar la autonomía universitaria de los intereses mezquinos e ingenuos, muy ingenuos que pretenden desviar el camino ascendente de la Revolución Mexicana”.
* * *
En tiempos de Vicente Fox, que algunos recuerdan, Luis Echeverría comparece el 2 de julio de 2002 ante Ignacio Carrillo Prieto, fiscal especial para los delitos del pasado, y escucha algunas precisiones: en 1968, el secretario de Gobernación, segundo poder civil de la República, concentra información, discierne un buen número de aconteceres políticos y está al pendiente de los mínimos detalles. Junto al secretario de la Defensa y el procurador general de la República es el responsable de la seguridad del Estado, y —testifican la tradición del autoritarismo y los millones de personas al tanto de los procedimientos del PRI— sólo el presidente de la República dispone de mayor poder de decisión.
Se le interroga: “¿Recibía información de parte de inteligencia militar? ¿Esto era diario? ¿El Estado vio amenazada la tranquilidad social con el mitin convocado por los estudiantes? ¿Cuál fue su postura como secretario de Gobernación con la forma en que interviene el Ejército y demás autoridades en los hechos del 2 de octubre? ¿Se la externó al presidente? En caso afirmativo ¿qué instrucciones le dio el presidente al respecto?”.
Las preguntas acechan: “¿Les informaron al momento lo que sucedía en la tarde del 2 octubre? ¿Quién lo informaba? ¿Qué órdenes recibió usted como secretario de Gobernación para la solución del movimiento estudiantil del presidente Díaz Ordaz?”. En 1998, al anticipar este cáliz, Echeverría balbucea: “¡La matanza de Tlatelolco fue un exceso!”. El término es inconsistente (ningún crimen colectivo es un “exceso”)… La Fiscalía Especial insiste:
—¿Quién ordenó (la matanza), el presidente Díaz Ordaz?
—El presidente es el comandante supremo. Así lo ordena la Constitución, así lo consigna la ley. Yo lo fui, pero hasta el 1 de diciembre. Pero la cosa no es tan simple. Se acumularon muchos problemas y se complicaron muchísimo. Y los problemas que economistas y políticos no pueden resolver se tornan en violencia...
—¿Fue entonces el jefe del Ejército el que ordenó disparar?
—Fue una dirección del Comando Supremo de las Fuerzas Armadas, el presidente de la República.
—¿Fue Díaz Ordaz entonces?
—Pues sí.
—Pero, ¿él ordenó disparar?
—No, él no ordenó disparar...
“Los comunistas le prendieron fuego a Tenochtitlán confundiéndola con Roma”
El sentido de las preguntas se opone frontalmente a la versión del ex presidente, expresada por su abogado defensor Ricardo Cuéllar Salas (nota de Jorge Ramos Pérez, EL UNIVERSAL, 5 de julio de 2002). El licenciado Cuéllar desdeña la acusación de genocidio (“No tiene ningún sustento”), localiza un complot (“El gobierno de Fox utiliza políticamente el asunto... Yo no creo que haya sido coincidencia que se haya citado a Luis Echeverría el 2 de julio”) y razona a partir de su educación en la guerra fría:
—¿Eso (el movimiento empeñado en hacer la revolución en México) puso en riesgo la estabilidad del país?
—Lo pusieron en riesgo con todo un programa para desestabilizar al gobierno. En ese tiempo hubo guerrilla, asaltos, secuestros. Y esto lo vemos muy claramente narrado en un informe presidencial de Díaz Ordaz el 1 de septiembre de 1968. El presidente hace un llamado al pueblo a responder por la imagen de México que está en tela de juicio. Había interés en que no se llevaran a cabo los Juegos. Lo que sucedió, quiénes fueron, ahí está la parte importante de quiénes encaminaron a México a toda esta situación. Esos grupos tienen una dosis de participación que hay que poner en tela de juicio.
Y por eso se oye aún más hueca la explicación echeverrista del 2 de octubre a través de su abogado:
—La responsabilidad constitucional del gobierno era hacer prevalecer las instituciones, y todo esto seguramente dio origen a que se tomaran decisiones de que participaran los grupos de orden y evitar que hubiese una situación adversa. Se lleva a cabo una manifestación el 2 de octubre y no creo, de ninguna manera, que haya habido una orden de que se llevara a cabo ese acto como sucedió al final.
El abogado es uno de los encargados de destruir la lógica del licenciado Echeverría: ¿así que la matanza fue un acto? Del mismo modo, la declaración de inocencia es un ritual.
Escritor
Sara Sefchovich
El arte de entrevistar
Las entrevistas son consideradas el mejor testimonio de quién es, cómo vive, qué hace, piensa o desea el sujeto al que entrevistan o de sus conocimientos sobre algún tema que nos interesa comprender. Al menos eso es lo que esperamos que sea, el problema es que no es así.
Porque lo que vemos son entrevistadores que lo que quieren es hablar ellos. Y entonces allí está el pobre invitado, atrapado frente a las cámaras o detrás de los micrófonos, resistiendo con paciencia los comentarios, opiniones y saberes de quien lo invitó supuestamente para decir los suyos, pero que no suelta la palabra ni para respirar.
O vemos entrevistados que de plano convierten a Perogrullo en genio, como una importante funcionaria de un organismo internacional que apareció diciendo que “viene una época de vacas flacas” y que “la crisis va a tocar todos los ámbitos de la vida”. O como un senador que aseguró que “el presente cuenta mucho para el futuro”. ¿Qué haríamos sin los que saben y nos explican?
En los medios escritos las entrevistas se aderezan, editan y acomodan al gusto del entrevistador (a su capacidad o ideología). No en balde las secciones de correo de los diarios están llenas de quejas de “no dije eso” o “se sacaron de contexto mis palabras”.
Hay casos en que de plano se la inventa completita. Hace algunos años un periódico publicó una entrevista con un funcionario del IFE, y éste aseguró que jamás la había concedido. El supuesto entrevistador todavía se permitió responder furioso diciendo que “a él le habían contado que un señor con ese nombre había dicho lo que se publicó”.
A veces hasta se le puede hacer daño al entrevistado. Hace algunos días, en carta enviada a un diario de circulación nacional, una entrevistada se “deslindaba de cualquier responsabilidad por las opiniones, expresiones y juicios emitidos en los reportajes, en vista de que se hallan algo fuera del contexto en el que me entrevistó. La publicación se basa en recopilaciones de carácter periodístico con juicios emitidos por la entrevistadora”. Y aseguraba algo grave: que se dieron “datos y acusaciones que no puedo afirmar públicamente, ya sea porque no me consta la veracidad o porque aún siguen su curso en los juzgados correspondientes”.
Hasta hoy, no conozco casos de “usted disculpe”, “me equivoqué” o “siento mucho haberle hecho daño”. Cuando ya se dignan responder, los entrevistadores siempre se justifican. En el caso de la tremenda acusación que acabo de citar, la respuesta fue de un paternalismo ofensivo: la entrevistadora le declaró “su respeto” a la quejosa y le deseó que pronto supere sus heridas.
La pregunta es: ¿por qué, si se sabe que así es, las personas aceptan que se les entreviste?
Porque como bien dice la escritora española Rosa Montero, “ya se sabe que las cosas sólo existen si salen en las noticias”. Por eso cualquier convocado abre de par en par las puertas de su oficina o de su hogar para recibir a un periodista y corre a cualquier hora del día y la noche por la ciudad para una entrevista, así sea de tres minutos.
Un ejemplo que no tiene desperdicio sucedió recientemente cuando el presidente Obama nombró a la nueva secretaria de Trabajo. En una estación de radio, una locutora emocionada anunció una entrevista “exclusiva” con ella. Palabras más, palabras menos, la tal entrevista fue así:
—Muy buenas tardes, señora Hilda Solís, le llamamos desde México, estamos felices, contentos, entusiasmados, por su nombramiento.
—Gracias.
—Nos sentimos orgullosos, es un triunfo de todos nosotros los latinos, que han llegado a sitios cada vez más altos.
—Gracias.
—Me imagino que se va a ir a festejar, que se ve radiante, maravillosamente vestida y peinada, alegre, feliz, porque es un sueño hecho realidad.
—Gracias.
Y el broche de oro:
—No sé si quisiera agregar algo para nuestros radioescuchas.
—Gracias.
No conozco un mejor ejemplo para demostrar lo dicho: una entrevistadora que no deja hablar a su entrevistada y una entrevistada que, con tal de estar en los medios, acepta conceder una entrevista a cualquiera que se la pida.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
Porque lo que vemos son entrevistadores que lo que quieren es hablar ellos. Y entonces allí está el pobre invitado, atrapado frente a las cámaras o detrás de los micrófonos, resistiendo con paciencia los comentarios, opiniones y saberes de quien lo invitó supuestamente para decir los suyos, pero que no suelta la palabra ni para respirar.
O vemos entrevistados que de plano convierten a Perogrullo en genio, como una importante funcionaria de un organismo internacional que apareció diciendo que “viene una época de vacas flacas” y que “la crisis va a tocar todos los ámbitos de la vida”. O como un senador que aseguró que “el presente cuenta mucho para el futuro”. ¿Qué haríamos sin los que saben y nos explican?
En los medios escritos las entrevistas se aderezan, editan y acomodan al gusto del entrevistador (a su capacidad o ideología). No en balde las secciones de correo de los diarios están llenas de quejas de “no dije eso” o “se sacaron de contexto mis palabras”.
Hay casos en que de plano se la inventa completita. Hace algunos años un periódico publicó una entrevista con un funcionario del IFE, y éste aseguró que jamás la había concedido. El supuesto entrevistador todavía se permitió responder furioso diciendo que “a él le habían contado que un señor con ese nombre había dicho lo que se publicó”.
A veces hasta se le puede hacer daño al entrevistado. Hace algunos días, en carta enviada a un diario de circulación nacional, una entrevistada se “deslindaba de cualquier responsabilidad por las opiniones, expresiones y juicios emitidos en los reportajes, en vista de que se hallan algo fuera del contexto en el que me entrevistó. La publicación se basa en recopilaciones de carácter periodístico con juicios emitidos por la entrevistadora”. Y aseguraba algo grave: que se dieron “datos y acusaciones que no puedo afirmar públicamente, ya sea porque no me consta la veracidad o porque aún siguen su curso en los juzgados correspondientes”.
Hasta hoy, no conozco casos de “usted disculpe”, “me equivoqué” o “siento mucho haberle hecho daño”. Cuando ya se dignan responder, los entrevistadores siempre se justifican. En el caso de la tremenda acusación que acabo de citar, la respuesta fue de un paternalismo ofensivo: la entrevistadora le declaró “su respeto” a la quejosa y le deseó que pronto supere sus heridas.
La pregunta es: ¿por qué, si se sabe que así es, las personas aceptan que se les entreviste?
Porque como bien dice la escritora española Rosa Montero, “ya se sabe que las cosas sólo existen si salen en las noticias”. Por eso cualquier convocado abre de par en par las puertas de su oficina o de su hogar para recibir a un periodista y corre a cualquier hora del día y la noche por la ciudad para una entrevista, así sea de tres minutos.
Un ejemplo que no tiene desperdicio sucedió recientemente cuando el presidente Obama nombró a la nueva secretaria de Trabajo. En una estación de radio, una locutora emocionada anunció una entrevista “exclusiva” con ella. Palabras más, palabras menos, la tal entrevista fue así:
—Muy buenas tardes, señora Hilda Solís, le llamamos desde México, estamos felices, contentos, entusiasmados, por su nombramiento.
—Gracias.
—Nos sentimos orgullosos, es un triunfo de todos nosotros los latinos, que han llegado a sitios cada vez más altos.
—Gracias.
—Me imagino que se va a ir a festejar, que se ve radiante, maravillosamente vestida y peinada, alegre, feliz, porque es un sueño hecho realidad.
—Gracias.
Y el broche de oro:
—No sé si quisiera agregar algo para nuestros radioescuchas.
—Gracias.
No conozco un mejor ejemplo para demostrar lo dicho: una entrevistadora que no deja hablar a su entrevistada y una entrevistada que, con tal de estar en los medios, acepta conceder una entrevista a cualquiera que se la pida.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
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