4/02/2011

Fondo Semillas. Un puente entre mujeres


María Teresa Priego

El excluido es el encerrado afuera”. Paul Laurent Assoun

En 1990 la fotógrafa feminista Lucero González tuvo un sueño: crear en México un fondo de mujeres que trabajara y reuniera donativos, para apoyar los proyectos de otras mujeres en condiciones de marginalidad. Fondos como los que comenzaron a funcionar en Estados Unidos a partir de los 80, cuando las activistas tuvieron claro que, de los recursos económicos destinados por las asociaciones filantrópicas internacionales, sólo 35% llegaba a manos directas de las mujeres (datos Semillas).

Se reunió un grupo de feministas convocadas por Lucero. Las imagino allí, alrededor de una mesa preguntándose: ¿Por dónde comenzamos? ¿Acaso un sueño de tan largos alcances será posible? ¿Cómo reunir el dinero? ¿Cómo salir a buscar a las mujeres que necesitan financiamiento? Mujeres unidas y/o dispuestas a unirse en proyectos colectivos. Entre dos orillas remotas y reducidas a la ajeneidad: construir un puente.

Crearon la Sociedad Mexicana Pro Derechos de la Mujer. Su emblema es una sandía. La metáfora del color intenso, de la risa, de la semilla que estalla en fruto. La sandía —bien jugosa y bien roja— ha trabajado en 28 estados de la república y apoyado 554 proyectos de mujeres. “Semillas ha beneficiado a 479 mil 670 mujeres mexicanas de manera directa, y de manera indirecta a un millón 639 mil 405 mujeres, jóvenes y niñas más”. Así. A golpe de imaginar que era posible. Una mujer se organiza con otras mujeres de la comunidad. Solicitan apoyo. Un grupo de mujeres se organizan para recolectar fondos y se los ofrecen. Las búsquedas se encuentran.

A 20 años de fundada, Semillas recibió el premio a “Organizaciones Creativas y Efectivas” de la Fundación MacArthur. La doctora Blanca Rico (tan suavecita y empática) dirige Semillas, Carmen Gaitán (directora del Museo Nacional de San Carlos) es presidenta del Consejo. Con este reconocimiento de MacArthur nadie olvida (honor a quien tanto honor merece) los diez años de dirección —inteligente y comprometida— de Emileanne de León. El puente se construye. A golpe de empatía.

No siempre es fácil vivenciar el dolor ajeno y que, sin embargo, nos concierne. No siempre es fácil detenerse y dejarse “saber” lo que una sabe muy bien: millones de personas viven en México en situación de marginalidad y de pobreza. Luchando porque un día las campanas —por fin— doblen por ellas. Por sus hijos. Contra el alimento que escasea, los servicios de salud remotos e insuficientes, la escuela que se cae. Contra el espacio oscuro de la violencia. Excluidas. Encerradas en la imposibilidad. Entre los muros de la injusticia social. “Encerradas/os afuera”.

Se llama Marilú García, asesinaron a su hermana en Ciudad Juárez, pertenece a la Asociación Nuestras Hijas de Regreso a Casa. Se llama Reina Hernández Morales, y anhela conocer, y ejercer sus derechos, pertenece al Colectivo de Empleadas Domésticas de los Altos de Chiapas. Se llama Rosa Nicolás, y anhela ingresos estables para su familia, pertenece al Colectivo de Tejedoras de Yohocuaha, en Oaxaca. Colectivizaron su esfuerzo. Van juntas.

“En Oaxaca, Juana y su hija fueron subidas a una patrulla y llevadas a la Agencia del Ministerio Público. ‘Firme usted acá y se va a ir a su casa’. Ella —el chinanteco es su lengua, sin saber leer o escribir español y consciente de que no había hecho nada ilícito— puso sus huellas en papeles en blanco. Le dijeron iría al penal de Ixcotel. Fue engañada por los agentes del Ministerio Público. Sin ser leída la declaración, sin asesoría de un abogado, Juana aceptó haber cometido un delito, y era inocente. Su hija fue liberada. La violación a los derechos de defensa integral de ambas es innegable. Derecho a una asesoría, a un abogado, a un intérprete y a declarar en su lengua indígena”, testimonio de Verónica Hernández.

La defendió Verónica, abogada chinanteca del Centro de Atención y Apoyo Jurídico Integral, que capacita en derechos humanos y asesora a mujeres presas en Oaxaca. El Centro recibió un donativo de Semillas en 2006 para el proyecto “La realidad de mi proceso, conociendo mis derechos puedo exigir una adecuada defensa”. Juana fue absuelta.

Francisca es mujer de lengua amuzga, traductora al español. Avelina es mixteca, profesora de primaria. Coordinan la Casa de la Salud de la Mujer Indígena “Manos unidas”, y son lo que Semillas llama: “un puente intercultural entre los prestadores de servicios de salud y las mujeres indígenas embarazadas que solicitan atención médica”. En el estado con el más elevado índice de mortalidad. Sanan, acompañan, traducen, dan talleres de formación de parteras.

En una orilla están esas mujeres luchonas, deseosas y urgidas de salir adelante. Necesitan un apoyo económico para arrancar, talleres para reflexionar y discutir su relación con el mundo. Un seguimiento que les ayude a organizarse. Del otro lado del puente están las/os donadoras/es. Personas e instituciones que tienen los recursos para apoyarlas (www.semillas.org.mx). Y ya lo sabemos, quien ayuda a la otra, se ayuda a sí misma. La empatía. Es una piecita imprescindible de nuestra esperanza.

Escritora

No hay comentarios.:

Publicar un comentario