Sara Sefchovich
Los que siguen son algunos sucesos recientes de un país que se considera democrático y que todo el tiempo en su discurso público habla de la igualdad, los derechos humanos y la búsqueda de la justicia:
Uno: El Tribunal de lo contencioso administrativo del Distrito Federal se recetó a sí mismo un doble aguinaldo. La razón que dio el titular del organismo es “que este año los magistrados tuvieron exceso de trabajo”. Como si los demás mexicanos no trabajáramos.
Pero ya lo hemos visto con jueces, comisionados, legisladores: ellos mismos presentan la propuesta, ellos mismos la aprueban, ellos mismos la cobran. Cada rato se regalan aumentos de sueldo, aguinaldos, seguros, primas vacacionales, fondos de ahorro, gastos de representación, autos y equipos, ayudantes y secretarias.Y mientras tanto, un día los obreros de una fábrica textil de la colonia Granjas México de esta ciudad se presentaron a trabajar, y se encontraron con que la empresa ya no existía.
Después de 10, 15 o 20 años de trabajo se habían quedado en la calle. Eso sí, allí están las leyes preciosas que obligan al patrón a darles tres meses más 20 días por año y la parte proporcional del aguinaldo y las vacaciones, pero el dueño había desaparecido y lo único que podían hacer, en caso de que ganaran la larga batalla judicial para abrir la puerta y entrar al local, era quedarse con algunos muebles y equipos viejos.
Dos: Por tercera ocasión en lo que va del actual periodo de sesiones, la Cámara de Diputados levantó su sesión ordinaria por falta de quórum. Para dar oportunidad a que llegaran más legisladores, el presidente de la mesa directiva decretó un receso de 15 minutos, en los que ocurrió lo contrario: 46 de los presentes se fueron. Y no volverán hasta después del descanso que ellos mismos se autorizaron: “un puente de cinco días”.
Y mientras tanto, más de mil trabajadores del Poder Judicial de Michoacán pararon labores en protesta porque “se les imponen multas y se los amonesta por faltas justificadas” dijo el líder del gremio, a lo que el Consejo del Poder Judicial del estado respondió anunciando que se les descontará un día de sueldo a quienes participaron en la protesta.¿Por qué pueden suceder estas cosas? La respuesta me la dio hace algunas semanas el profesor Narayan Desai, rector vitalicio de la Universidad que fundó Mahatma Gandhi en 1920.
En un curso que dio en el ciclo Grandes Maestros, que organiza la Universidad Nacional, explicó lo que para el líder indio significaba el concepto de ciudadanía: que uno no solamente se siente con derechos, sino también con obligaciones y deberes para con los demás.Esto que suena muy sencillo es algo que muy pocos entienden. Y entre esos muy pocos no está nuestra clase política, no están nuestros funcionarios, jueces y burócratas, autoridades. Y tampoco estamos la mayoría de los demás, particularmente los que por ser clase media ya se sienten de partida superiores a los demás.
Son ésos que se estacionan en doble fila, le gritonean a los policías, se saltan las colas, hablan en voz muy alta en los lugares públicos.Hace unos días le pregunté a un empresario de la construcción por qué hace edificios tan enormes sabiendo que no hay agua ni drenaje y que las vialidades son insuficientes y le pregunté de una vez por qué si ya los hace no realiza también alguna inversión para mejorar los servicios y la infraestructura del lugar. Su respuesta fue: es mi derecho.La moda es decir que “tengo derechos”, aunque en esa moda nunca entran los derechos que también tienen los demás.
Para nada. Como si sólo yo pudiera tenerlos. Por eso un magistrado puede sentir que como trabajó mucho tiene derecho a un doble aguinaldo y un diputado puede pensar que tiene derecho a ausentarse de su curul para tomarse unos días libres.El problema, sin embargo, es que cuando los derechos se toman así, sin concepto de ciudadanía, es siempre y a fuerza sobre los derechos de los demás.
Por ejemplo, el derecho del empresario a quebrar sin importarle el derecho del obrero a una indemnización. O el derecho de los trabajadores a poder tomarse algún día libre cuando lo necesitan.
Uno: El Tribunal de lo contencioso administrativo del Distrito Federal se recetó a sí mismo un doble aguinaldo. La razón que dio el titular del organismo es “que este año los magistrados tuvieron exceso de trabajo”. Como si los demás mexicanos no trabajáramos.
Pero ya lo hemos visto con jueces, comisionados, legisladores: ellos mismos presentan la propuesta, ellos mismos la aprueban, ellos mismos la cobran. Cada rato se regalan aumentos de sueldo, aguinaldos, seguros, primas vacacionales, fondos de ahorro, gastos de representación, autos y equipos, ayudantes y secretarias.Y mientras tanto, un día los obreros de una fábrica textil de la colonia Granjas México de esta ciudad se presentaron a trabajar, y se encontraron con que la empresa ya no existía.
Después de 10, 15 o 20 años de trabajo se habían quedado en la calle. Eso sí, allí están las leyes preciosas que obligan al patrón a darles tres meses más 20 días por año y la parte proporcional del aguinaldo y las vacaciones, pero el dueño había desaparecido y lo único que podían hacer, en caso de que ganaran la larga batalla judicial para abrir la puerta y entrar al local, era quedarse con algunos muebles y equipos viejos.
Dos: Por tercera ocasión en lo que va del actual periodo de sesiones, la Cámara de Diputados levantó su sesión ordinaria por falta de quórum. Para dar oportunidad a que llegaran más legisladores, el presidente de la mesa directiva decretó un receso de 15 minutos, en los que ocurrió lo contrario: 46 de los presentes se fueron. Y no volverán hasta después del descanso que ellos mismos se autorizaron: “un puente de cinco días”.
Y mientras tanto, más de mil trabajadores del Poder Judicial de Michoacán pararon labores en protesta porque “se les imponen multas y se los amonesta por faltas justificadas” dijo el líder del gremio, a lo que el Consejo del Poder Judicial del estado respondió anunciando que se les descontará un día de sueldo a quienes participaron en la protesta.¿Por qué pueden suceder estas cosas? La respuesta me la dio hace algunas semanas el profesor Narayan Desai, rector vitalicio de la Universidad que fundó Mahatma Gandhi en 1920.
En un curso que dio en el ciclo Grandes Maestros, que organiza la Universidad Nacional, explicó lo que para el líder indio significaba el concepto de ciudadanía: que uno no solamente se siente con derechos, sino también con obligaciones y deberes para con los demás.Esto que suena muy sencillo es algo que muy pocos entienden. Y entre esos muy pocos no está nuestra clase política, no están nuestros funcionarios, jueces y burócratas, autoridades. Y tampoco estamos la mayoría de los demás, particularmente los que por ser clase media ya se sienten de partida superiores a los demás.
Son ésos que se estacionan en doble fila, le gritonean a los policías, se saltan las colas, hablan en voz muy alta en los lugares públicos.Hace unos días le pregunté a un empresario de la construcción por qué hace edificios tan enormes sabiendo que no hay agua ni drenaje y que las vialidades son insuficientes y le pregunté de una vez por qué si ya los hace no realiza también alguna inversión para mejorar los servicios y la infraestructura del lugar. Su respuesta fue: es mi derecho.La moda es decir que “tengo derechos”, aunque en esa moda nunca entran los derechos que también tienen los demás.
Para nada. Como si sólo yo pudiera tenerlos. Por eso un magistrado puede sentir que como trabajó mucho tiene derecho a un doble aguinaldo y un diputado puede pensar que tiene derecho a ausentarse de su curul para tomarse unos días libres.El problema, sin embargo, es que cuando los derechos se toman así, sin concepto de ciudadanía, es siempre y a fuerza sobre los derechos de los demás.
Por ejemplo, el derecho del empresario a quebrar sin importarle el derecho del obrero a una indemnización. O el derecho de los trabajadores a poder tomarse algún día libre cuando lo necesitan.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
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