9/21/2013

Guatemala: las consecuencias de la injusticia


 

En Guatemala –el segundo país de América Latina con más alto índice de feminicidios luego de El Salvador, fue anulada en marzo del 2013 una sentencia contra el ex dictador Ríos Montt en la que se lo responsabilizaba de la masacre de 1326 víctimas asesinadas de la etnia ixil, en el contexto de una de las dictaduras más conservadoras de América Latina, que dejó 200 mil personas muertas, 50 mil desaparecidas y un millón de refugiadas. Las mujeres de esta etnia fueron “testigas” privilegiadas del juicio, con el relato de los abusos sexuales y violaciones a que fueron sometidas por el ejército guatemalteco. ¿Cómo es hoy la vida de esas mujeres y de la sociedad de Guatemala? Luego de que las violaciones de derechos humanos se hayan hecho públicas y nadie pague por ellas.

flor1Por Florencia Goldsman

COMUNICAR IGUALDAD- El último mes de marzo se dio un quiebre en la historia de la justicia de Mesoamérica. El 19 de marzo de 2013 el ex general Efraín Ríos Montt se presentó como acusado en el primer juicio local en el mundo por los crímenes de genocidio. La acusación concreta fue por la masacre por las 1326 víctimas asesinadas en el área ixil, situada en el noroccidente del país.

Ríos Montt, hoy de 86 años de edad, dio un golpe de Estado en Guatemala el 23 de marzo de 1982. Su asalto al poder reforzó el plan de destrucción de la población maya con el apoyo velado de una alianza militar-empresarial local.  Este enclave de poder, que duró desde fines de los 50 hasta mediados de los 90, resultó en una de las dictaduras más conservadoras de América Latina, responsable de los 200 mil muertos, 50 mil desaparecidos y un millón de refugiados. Cifras monstruosas en un país que en ese momento histórico contaba una población de siete millones de habitantes.

Este juicio contó con las testigos indígenas ixiles en el centro de la escena. Ellas narraron en su propio idioma, acompañadas de un traductor al español, las violaciones sexuales a las que fueron sometidas por el ejército guatemalteco.  Compartieron sus experiencias de vejación frente a un tribunal local en uno de los 23 idiomas indígenas que aún se hablan en este país.  Evidenciaron que en Guatemala la violencia sexual fue una de las principales armas del ejército.

El periodista Oswaldo Hernández del periódico Plaza Pública resalta, no obstante, que este fenómeno histórico es una búsqueda que lleva más de diez años: “Al inicio muchas de las

flor2 mujeres eran una persona más buscando a sus familiares desaparecidos durante la guerra. Muchas de ellas con un secreto. Y dentro de sus comunidades, un secreto como estigma. Habían sido abusadas sexualmente y eso las había marcado. De las cuestiones culturales, como la culpa o del dedo que las señalaba como que ´se habían dejado´, que ´así lo quisieron´, han modificado su pensamiento y decidir que realmente todo fue la fuerza. Saber, luego, que tienen derechos, que son ‘sujetas’ y que pueden pedir justicia”.

La violencia sexual contra las mujeres de todas las edades fue el eje para llevar adelante el plan de genocidio y estrategia de eliminación a la población indígena maya. En palabras de la perito española Paloma Soria Ibañez, que declaró durante el juicio, fue una “muestra grave de absoluta deshumanización”.

La sentencia que responsabiliza a Ríos Montt como actor principal en la cadena de mando de las masacres, y que le asignaba 80 años de prisión, fue anulada el 20 de mayo por la Corte de Constitucionalidad, instancia sospechada de haber recibido presiones de las entidades empresariales y de derecha conocidas como CACIF (Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras) y la Fundación Antiterrorismo de Guatemala.

El cuerpo como territorio
Pasar de víctimas a actoras de la transformación. Tal es la vivencia de muchas mujeres indígenas que están reclamando que #SíHuboGenocidio (así fue la tendencia en redes sociales) y revelando la culpabilización a las que se las sometió en sus propias comunidades. “Hoy ellas mismas hablan de justicia de género” remarca Hernández, quien cubrió el día a día del juicio y sigue las minucias de los avances y traspiés del caso. El juicio fue una instancia clave para “que pudieran repasar cómo ellas habían ejercido su rol de mujer luego de la guerra y los abusos. Liberarse de los señalamientos”.

flor3Liduvina Méndez es una de las co-directoras de la colectiva Actoras de Cambio y coordina desde hace varios años diversos programas de trabajo en red y sanación de mujeres indígenas sobrevivientes de violencia sexual. “Desde Actoras hemos acompañado a las mujeres ixiles de AJR (Asociación Justicia y Reconciliación) en procesos de sanación, respetando su decisión de emprender este camino, que por supuesto ha sido súper importante para nosotras. Estuvimos en el juicio y el 10 de mayo estuvimos ahí en la Corte esperando la sentencia. Y lo celebramos, lloramos, nos abrazamos  porque ver a las mujeres y a nosotras mismas en la consecución de esto… Cuando la Corte de Constitucionalidad paró todo el proceso, fue muy fuerte. Porque nosotras trabajamos en sanación con las mujeres y lo que más nos costó sanar era esto de preguntarnos ´¿pero por qué nos trataron con esta saña?´ ´¿por qué nos trataron peor que a animales?´.” Más allá de la anulación del juicio, aparece la amargura, el descreimiento, pero dicen las mujeres que no logran vencer la potencia de lo juzgado. “Las ixiles fueron como las representantes en el juicio, pero estábamos todas a la expectativa y nos sentíamos dignificadas”.

Desde esta colectiva buscan formas de justicia que sean acordes con las exploraciones de las mujeres que están trabajando en red para denunciar la violencia y que en Guatemala sufren el mayor nivel de impunidad de los crímenes (después de El Salvador tiene la tasa más elevada de femicidios así como de crímenes impunes). “Cuando la sentencia da marcha para atrás, de nuevo tenemos que hacer uso de nuestros recursos para la resistencia, para la sobrevivencia y consensuamos que ´ya la sentencia está dada´. Volvemos a decir junto con las mujeres ´lo que digan aquellos es su palabra, pero nuestra palabra es lo más importante´. Por eso es que hacemos un acto en el Parque Central, porque era  fundamental quedarnos en la postura de  que nosotras les creemos y nos creemos que esto sucedió. Lo que queremos es sanar y que no se repita explica Mendez.

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Guatemala en la alborada

A partir de nombrar lo indecible, de visibilizar actoras y actores indígenas en la lucha por sus derechos, el clima social en Guatemala sacude a la, a veces, confortable desesperanza. “Las consecuencias son una de las cuestiones que estamos investigando. En Guatemala hay un panorama reconfigurado a partir de este proceso. Se han ventilado algunas cosas. El silencio es grande todavía pero hay pequeñas voces de reflexión sobre el pasado. Los verdaderos espacios de acción, sin embargo, los vemos a nivel político, y también a nivel de la élite económica. Una élite que se sabe implicada en la guerra pero que ha guardado silencio por mucho tiempo y que además articula, desde su poder mediático, el pensamiento de la clase media urbana en favor de sus propios planteamientos sobre la guerra, sobre el proceso y la acusación de genocidio”, reflexiona Hernández.

Andrea Carrillo Samayoa, periodista de la revista feminista La Cuerda, cree que aunque la sentencia fue revocada por la Corte “fortaleció en algunas personas esa idea de que es 
flor4posible. Es posible hacer cambios, hacer cosas, es posible lograr justicia. Cierto la sentencia se revocó pero es parte del proceso.” El proceso judicial abrió el debate a retrucar la creencia de que la “mano dura soluciona el tema de la violencia y de la inseguridad” y destaca la necesidad de apoyar a las mujeres que testimoniaron “porque ellas vinieron, dieron su testimonio y ya se regresaron a sus condiciones jodidas de vida. Hay que trabajar con esas mujeres y con lo que les significó haber contado frente a un chingo de gente que fueron violadas, esto debe haber tenido repercusiones emocionales para ellas. Creo que la justicia debe ser para todos y todas, en ese sentido hay que juzgar a todas y todos, porque no fue únicamente Ríos Montt el responsable de las masacres”.
Ahora resta dar una batalla política en el  terreno de justicia. “La élite jugará esta carta, si lo harán abiertamente o con su característico bajo perfil, todavía no se sabe” detalla el cronista de Plaza Pública y agrega que en los últimos años “la Justicia había logrado cierta independencia de los actores que siempre han intervenido detrás de ella.  Eso causa una molestia enorme. Hoy hay una marcada intención por investigar casos sobre derechos humanos”. El enigma está de cara al futuro cercano: ¿quién y cómo representará a la Justicia en Guatemala en los próximos años? “Ese será el tablero de acción para comprender cómo seguirá este proceso contra Ríos Montt y sus soldados”.

Actores y actoras políticas remueven en la tierra, en las raíces de la opaca memoria que se aclara a través de hacer visibles las violaciones a las mujeres. Se trata de rearmar y fortalecer una memoria histórica guatemalteca. Que tenga en cuenta las heridas de la guerra y su vínculo con el violento presente.
Fotos: Cristina Chiquin, Mujeres ixchel

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