9/20/2013

15 de Septiembre en México: Gritos arriba y abajo





México vive hoy como la de España hace un año o dos, y Grecia un poco antes. La imposición de las fracasadas medidas neoliberales para tratar de parar una crisis imparable del sistema capitalista, y que han demostrado ser absolutamente nocivas para los países que las adoptan, nos tiene en una situación de creciente tensión social. El autoritarismo que caracterizó a los regímenes priistas por décadas ha vuelto a escena, de la mano de un esquema de ocupación narco-paramilitar del territorio nacional. En este contexto, se aceleran los intentos de despojo de comunidades indígenas y campesinas para brindarlos a transnacionales mineras que solo dejan desolación y muerte; se allana el camino para la privatización de los servicios educativos y de salud; se prepara la entrega de los recursos energéticos, antes considerados atinadamente estratégicos y hoy tomados por simples mercancías, a las potencias colonialistas que arrebatan estos recursos en el mundo entero mediante guerras genocidas; se hacen arreglos legaloides para garantizar a los dueños de los medios de manipulación masiva el control de las telecomunicaciones, negando, simultáneamente, a los pueblos el derecho de contar con sus propios medios de comunicación; se intensifica la aplicación injusta de la ley, liberando a verdaderos criminales y conservando altos niveles de impunidad, mientras se mantiene en prisión a Alberto Patishtán, cuyos únicos graves delitos son ser maestro, ser indígena, ser pobre y ser digno; se eleva el nivel de frivolidad de la política, al grado de imponer a un presidente groseramente ignorante, al cual deben ponerle los textos que debe leer en cada acto al que se presenta, o bien, colocarle audífonos para dictarle dichos textos.

Ese es el México de 2013, el que celebró 203 años del inicio de la gesta independentista. El panorama parece poco esperanzador, especialmente si nos ceñimos al marco de la lucha electoral, pues nos han demostrado con creces que todas las fuerzas políticas electorales son igualmente corruptas, falaces y faltas de representatividad, además de no ofrecer, ninguna, una vía alterna que posibilite un rumbo más digno para reconstruir la Patria.

En estas condiciones, y ante una exasperante pasividad del grueso de la población que no reacciona organizadamente ante las medidas neoliberales impuestas, los maestros de la disidente Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) dieron la cara en defensa de la educación de todos los mexicanos. La campaña mediática de linchamiento los dibuja como unos irresponsables y poco aptos que se niegan a ser evaluados pues saben que no son competentes. Sin embargo, la realidad es otra. Ellos no se niegan a ser evaluados. Se niegan a la imposición de las medidas que no aportan nada en favor de la educación, sino son únicamente una reforma laboral específica para el sector educativo y que forma parte de un plan mayor de privatización de los servicios educativos. Ellos han preparado, luego de muchas consultas y foros, una propuesta alterna de reforma educativa que sí incida en la calidad de la enseñanza y, sobre todo, sea más igualitaria. La respuesta ha sido negarles voz, satanizarlos y, finalmente, luego de preparar el terreno con ayuda de los medios de comunicación, reprimirlos. El pretexto final fue “limpiar” el Zócalo capitalino para poder conmemorar el tradicional grito de independencia. Sin embargo, mucha gente se pregunta: ¿Qué nos queda para poder celebrar?

Luego de reprimir a los maestros y ocupar militarmente el Zócalo, tuvieron que llevar decenas de autobuses repletos de acarreados, a quienes les ofrecieron $350.00 más comida y cena para que presenciaran la ceremonia y vitorearan al torpe Peña Nieto (que tuvo que leer las pocas líneas que se dicen en esta ceremonia). Al no llenar la plaza ni a un 50%, tuvieron que llevar a cientos de militares vestidos de civil. Finalmente, dejaron entrar a unos pocos ciudadanos, luego de revisarlos exhaustivamente. Así, finalmente, se realizó la celebración oficial del Grito de Independencia, la cual no estuvo libre de abucheos e improperios hacia la (des)figura presidencial. A diferencia de los años previos, esta no fue una fiesta del pueblo, ni para el pueblo. Fue para los dueños de las voluntades presidenciales.

Pero el pueblo no se quedó sin celebrar. Aunque esta celebración fue, antes que nada, un grito para despertar y sumar voluntades y resistencias. El resultado de la represión del día 13 se pudo apreciar en la masiva marcha que culminó en la conmemoración del Otro Grito. Esta celebración sí se convirtió en una verdadera verbena popular e hizo concurrir a diferentes organizaciones y movimientos que, al parecer, encuentran ahora un camino común, una serie de causas comunes. No estuvieron presentes los partidos políticos, ni fueron invitados. Hubo, sí, militantes partidistas, pero no acudieron a nombre de su(s) partido(s). Parece ser que el pueblo por fin se ha dado cuenta que debe organizarse y luchar por defender sus derechos. Parece que se terminó el tiempo de los políticos y los caudillos mesiánicos. Parece asomarse el horizonte.

Entre tanto, el gobierno federal y el fascista gobierno local, mantienen cerrada y ocupada militarmente el Zócalo y violan cotidianamente uno de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución mexicana: el libre tránsito. En efecto, dejan pasar a unos pocos ciudadanos, luego de revisar su documentación, lo que constituye un acto anticonstitucional. Mancera (el fascista gobernante local, destacado por sus actos represivos) ha manifestado que los maestros no volverán al Zócalo. Lo que no dijo fue que aprovecharían este pretexto para militarizar la capital, sueño que tenían desde hace tiempo.

En resumen, el 15 de Septiembre atestiguó dos celebraciones. Una torpe y desangelada ceremonia oficial con unos pocos ciudadanos presentes por ánimo propio (los que fueron a gritar consignas contra el régimen) y muchos acarreados, que luego cerraron algunas calles porque no les pagaron. La otra, espontánea, alegre, concurrida y que terminó en un festival cultural y político. Así, se dibujan los dos Méxicos de hoy: el de la simulación, la injusticia, el crimen, los partidos políticos y las televisoras, por una parte, o sea, el México de arriba; y el de los maestros, estudiantes, campesinos, obreros, intelectuales, vendedores, artistas, etc., por el otro, es decir, el México de abajo. Toca a este México de abajo consolidarse y renacerse, recuperando la dignidad nacional, la soberanía, la paz y alcanzando una verdadera independencia.

¿Con cual grito se queda el lector?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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