Leonardo García Tsao
Glen Close en la alfombra roja de The Wife, en el Festival de Cine de TorontoFoto Ap
Toronto. Una tendencia
muy marcada en este festival ha sido el cine estadunidense que acude a
la nota periodística como fuente de inspiración. No importa que el
asunto sea de hace décadas, se acude al recuerdo de los memoriosos para
evocar escándalos pasados.
Así, se estrenó aquí la película Chappaquidick, del
neoyorquino John Curran, que como podrá deducirse del título, trata
sobre el incidente trágico que, en 1969, hundió las aspiraciones
presidenciales de Edward Kennedy, el último sobreviviente varón del
famoso clan.
Curran recrea los incidentes de esa fatídica noche en la isla de
Chappaquidick, en que Ted (el australiano Jason Clarke, muy bien
caracterizado) sufre un accidente automovilístico en un angosto puente,
donde muere ahogada la secretaria Mary Jo Kopechne (Kate Mara). Lo grave
no fue tanto eso, sino que el senador abandonó la escena y no reportó
el incidente hasta horas después, después de haber acudido a sus
asesores.
Lo más válido de la película es la descripción de cómo entran en acción los spin doctors de
Washington para tratar de salvar la campaña y la reputación de Kennedy.
Pero es inútil. Según esto, Ted no era más que un cobarde y un tonto,
siempre acomplejado por sus hermanos y por las exigencias de su padre
Joseph (Bruce Dern). No recuerdo otro caso cinematográfico en que se
embarre de manera tan enfática a un miembro de la famosa familia.
Otro ejemplo en que se sacan los trapitos al sol de los famosos es el documental Scotty and the Secret History of Hollywood,
de Matt Tyrnauer, centrado en el hoy nonagenario Scotty Bowers, quien
puede describirse como el chichifo y alcahuete de las estrellas, pues, a
partir de la posguerra se dedicó a procurarle placeres sexuales,
entonces prohibidos, a diversas celebridades hollywoodenses. El
documental está basado en el libro confesional de Bowers, Full Service,
en el cual se dedicó a sacar del clóset a actores como Cary Grant,
Katharine Hepburn, Charles Laughton, Randolph Scott y Spencer Tracy,
entre varios otros.
Lástima que el documental está editado con las patas y carece
de estructura alguna. A pesar de su avanzada edad, Bowers es un hombre
animoso que vive en casas convertidas en chiqueros, de tanta basura
acumulada. Con reveladora inconciencia, él narra que fue abusado
sexualmente por un vecino y después a manos de veintenas de sacerdotes;
sin embargo, afirma que disfrutó la experiencia. Lo único que lo
conmueve es el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial y haber perdido a
su herm
ano en Iwo Jima.
Si un valor tiene el desordenado documental es el de testimoniar qué
tan reprimida estaba la homosexualidad en el Hollywood clásico, donde
galanes como Rock Hudson tenían que fingir romances heterosexuales para
no arruinar sus carreras. Y cómo los gays eran perseguidos por el
llamado escuadrón del vicio y chantajeados por pasquines como Confidential. Pero para Scotty, todo eso es nostalgia.
Twitter: @walyder
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