9/17/2017

El seductor



Carlos Bonfil
La Jornada 
Foto
Fotograma de la cinta de Sofia Coppola

Doncellas hechizadas. Sofia Coppola, directora de Las virgenes suicidas (The suicide virgins, 1999) y Perdidos en Tokio (Lost in translation, 2003), propone en El seductor (The beguiled) un remake interesante de la cinta que con ese mismo título realizó Don Siegel en 1971 a partir de la novela homónima de Thomas Cullinan. Ambientado en los últimos meses de la guerra de secesión en Estados Unidos, el relato transcurre en una escuela para señoritas, el seminario Farnsworth, en el estado de Virginia, hasta donde llega, rescatado por la niña Amy (Oona Laurence), el caporal John Mc Burney (Colin Farrell), un soldado yankee herido. La llegada inesperada de este hombre apuesto y taciturno (en la película de Siegel el intérprete era Clint Eastwood) provoca en esa suerte de santuario de damiselas al abrigo de la brutalidad guerrera, un alboroto enorme. La también directora de María Antonieta (2006) toma una distancia prudente y muy hábil con los desbordamientos de histeria femenina presentes en la versión de los años 70, donde Burney, el petulante seductor decidido a ejercer un dominio tiránico sobre su providencial harem sureño, padecía un escarmiento ejemplar de sus pretendientes cautivas.
Lo esencial de la trama original se conserva en la versión nueva, pero la cineasta ha elegido suavizar el tono dramático en la primera parte del filme mediante la recreación de una atmósfera romántica a partir de una fotografía impresionista de Philippe Le Sourd con el halo casi onírico de un bosque en apariencia encantado. La cámara captura, además, el interior de la escuela en una oscuridad espectral apenas alumbrada por velas en candelabros, sugiriendo a cada instante que la historia de seducción inocente puede virar de pronto a una pesadilla de horror. En el exterior un paisaje bucólico muestra los rayos de sol filtrandose entre los árboles y una calma aparentemente absoluta que pareciera a su vez también amenazada. La barbarie está próxima, los estallidos de cañones se escuchan a lo lejos, pero en el refugio escolar todo es inmaculado y las faenas domésticas se suceden con un ritual imperturbable. Sofia Coppola recrea con habilidad una atmósfera de violencia soterrada tanto en el exterior de la campiña sureña como en la lóbrega mansión donde habitan olvidadas este grupo de doncellas rubias capturadas todas en el estilo manierista, cargado de erotismo núbil, del fotógrafo David Hamilton. Como se ve, todo el conjunto parece estar muy lejos de aquellas cargas de testosterona y del hembrismo brutal presente en la ríspida vieja cinta de Don Siegel.
El talento combinado del cinefotógrafo Le Sourd, de la diseñadora de arte Jennifer Dehgan y de la propia Coppola, toda esa elaboradísima recreación y apuesta estilística, languidecería en el recuerdo de muchos espectadores sin el evidente refuerzo dramático que aportan a la cinta las actrices Nicole Kidman (una imperiosa Miss Martha Fransworth), Kirsten Dunst (Edwina, la dócil profesora hechizada por Mc Burney) y Alicia (Elle Fanning, un motivo erótico de discordia). Las tres actrices aportan una complejidad y una sutileza dramática particularmente ausentes en su antecedente fílmico. El casting de Colin Farrell como un astuto diablo suelto en el convento es, de igual modo, todo un acierto. Su engañoso perfil bajo, la ambigüedad de sus propósitos (la indefensión como estrategia de dominio) y su vulnerabilidad como prenda valiosa para un asedio femenino, ofrecen ángulos más sugerentes que la reciedumbre unidimensional y canalla de Clint Eastwood. Rescatar El seductor de aquellos años setenta y exhibirlo en programa doble con la nueva versión de Sofia Coppola podría ser una experiencia atractiva. Por lo pronto, en una cartelera comercial carente de estímulos y sorpresas, esta nueva interpretación fílmica de la novela de Cullinan no es algo en absoluto desdeñable.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 13:30 y 20 horas, así como en salas comerciales.

Twitter: @Carlos.Bonfil1

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