Lenguantes
Por: Cynthia Híjar Juárez*
El
día de ayer, domingo 17 de septiembre, miles de mujeres acudimos a una
manifestación nacional, convocadas por el dolor de saber que, una vez
más, México feminicida le arrebató la vida a una mujer de manera
espantosa.
Ella es Mara, el nombre que tocó profundamente nuestras heridas
abiertas, las llagas que no cicatrizan nunca, el dolor de sabernos en un
país donde diariamente hombres de todas las edades, etnias y clases
sociales asesinan, violan, esclavizan y desaparecen a niñas y mujeres. Y
concuerdo con el escozor de quien se escandalice y exclame “¡no todos
los hombres!” porque es terrible aceptarlo, pero es verdad: a pesar de
que el mundo insista en que no todos los hombres son iguales, nosotras
aprendemos de la forma más violenta, todos los días, que sí: todas las
mujeres hemos sido agredidas por hombres.
Dicho esto, pregunto a usted, lectora consciente y empática: ¿no cree
que sea normal que muchas mujeres deseemos compartir nuestros espacios
sólo con otras mujeres, al menos los espacios políticos, de activismo,
autocuidado o recreación? ¿le parece una medida extrema o violenta el
querer evitar sorpresas, acosos, incomodidades, violaciones o
feminicidios? ¿le parece una medida fascista decidir con quién queremos
estar? Usted y yo sabemos que no, que estamos hablando de nuestro
derecho a decir que no.
Las marchas feministas en México se convocan por una red organizada
de mujeres que trabajamos todos los días con y para otras mujeres.
Mujeres que, a pesar de nuestros debates y diferencias, estamos
dispuestas a hacer una pausa en nuestra vida si sabemos que otra
necesita nuestro apoyo.
Desde hace muchas marchas hemos hecho un consenso acerca de los
contingentes que encabezan nuestras manifestaciones: separatistas y
libres de potenciales agresores. Quien quiera marchar con hombres, puede
hacerlo en los contingentes mixtos que van en la parte de atrás. Los
periodistas varones pueden documentar desde fuera del contingente
separatista y en los contingentes mixtos. Sencillo y clarísimo para
cualquiera que se quiera enterar de la organización.
Lo que sucede con las marchas feministas, como pasó el #24A de 2016 y
el día de ayer, es muy claro: las marchas feministas convocan lo más
profundo del odio y los miedos misóginos porque nadie quiere ver a un
grupo de mujeres que se defienden y se auto-enuncian. La sociedad
mexicana, feminicida por excelencia, no soporta saber que el cuerpo de
las mujeres y su devenir colectivo como cuerpo político del feminismo:
una marcha de mujeres, decide por sí misma.
Es decir: la exigencia de que aceptemos marchar con hombres en toda
la marcha (al frente, a los lados, atrás) no se refiere a que incluyamos
o no hombres, sino a que no decidamos por nosotras mismas. Y esto,
sinceramente, nosotras ya lo sabemos pero de ninguna manera nos vamos a
retractar: después de tanto trabajo que se ha visto sometido al escarnio
una y otra vez por una sociedad que se asusta más por los feminismos
separatistas que por el feminicidio, es lógico que tengamos claro que
nuestras medidas de seguridad son necesarias.
Si hasta este punto de la lectura usted se siente enojada, permítame
hacer un parangón: exigirle a otra compañera que marche con quien no
quiere es como decirle a una niña que sonría y dé las gracias cada vez
que el señor de la tienda le dice que está muy bonita. Si no sonríes, si
no agradeces y no te muestras amable, eres una maleducada. Qué importa
si el comentario del señor, su acoso sexual, es inapropiado, qué importa
si te incomoda, qué importa si no le preguntaste qué opinaba sobre ti.
Tienes que agradecer y ser linda para que cuando crezcas, no corras al
hombre que se autoproclama tu aliado pero no ha hecho lo mínimo por
enterarse de qué va tu petición.
Los aliados van atrás, era claro. Si Jenaro Villamil fuese nuestro
aliado, ¿no debería comenzar por enterarse de cuáles son nuestras
medidas de seguridad en la marcha? Sí, quizás en su escala de valores
–patriarcal- somos unas maleducadas que no le sonreímos al hostigamiento
de un varón, pero tenemos claro que el género de Jenaro le impide darse
cuenta de esto, de la misma manera que a todas las personas que lo
defienden de este “puñado de feministas radicales” que sin embargo, son
quienes convocaron la marcha, quienes acompañan todos los días a otras
mujeres, quienes trabajan en crear una vida mejor para las mujeres que
vienen.
¿A qué me refiero, entonces, con el género de Jenaro? Es claro que no
sólo los hombres pueden ser machistas, y ha sido muy claro en este
debate, que hay mujeres dispuestas a atacar a otras mujeres para
defender a hombres como él de una simple petición de seguridad (los
aliados van atrás). Pues bien, me refiero a lo que he dicho desde el
principio de este texto: un hombre es siempre un potencial agresor en
las marchas de mujeres, aún cuando tenga la mejor intención de ser un
aliado.
En el caso de Jenaro, su presencia en el contingente separatista
devino agresión por no respetar, en primer lugar, los acuerdos de la
marcha: los aliados van atrás (lo escribo tantas veces como sea
necesario para dejar claro que ninguna marcha pretende excluir hombres
sino respetar la decisión de las mujeres de marchar libres de
agresiones). El hecho de presentarse en una manifestación organizada por
quienes enuncian su lugar en el mundo y querer hacer lo que se te dé la
gana desde un privilegio, es una agresión.
Aquí me imagino a una mujer blanca queriendo tomar el micrófono de
forma violenta en una manifestación zapatista ¿se imagina usted,
estimada lectora, la reacción de la sociedad? Imaginemos ahora un
militar, como mencionaba en sus redes sociales la politóloga Beatriz
Quesadas, tomando el protagónico en la marcha por los 43 de Ayotzinapa
para decir que “no todos los militares son iguales”, “no todos los
militares desaparecen estudiantes”.
Ahora imagíneme a mí peleando con los veteranos del 2 de octubre
diciéndoles que me agarren del brazo para la valla humana. Que tengo
derecho a estar ahí porque no se me da la gana marchar atrás como toda
la gente. ¿Qué dirían los tweets? ¿Alguien les diría fascistas por no
aceptar que alguien que no comparte el lugar de enunciación quiera
protagonizar una marcha, nada más para decir que es una buena aliada? Yo
lo dudo.
El papel de los hombres que quieren forzosamente estar en los
contingentes separatistas es violento porque además de generar tensión y
una sensación de acoso dentro de nuestros espacios, también incendian a
toda la misoginia mexicana para decir que las feministas somos las
culpables de que México no avance, de que haya feminicidios, de que las
cosas no mejoren. Vaya, una creería que los culpables son los
feminicidas, pero según las tendencias en redes sociales, no. Según su
forma –patriarcal- de ver la vida, somos las feministas las que tenemos
la culpa.
Ahora bien, si usted no entendió todo lo que en este y otros textos
se expone, vamos a ponerlo más fácil. Cada vez que quiera meterse a la
cama de una compañera, cada vez que desee tocar a una mujer, cada vez
que sienta la necesidad de dar una opinión que no fue solicitada, cada
vez que quiera exigirle a otra mujer que haga algo que ella no quiere
con un hombre, ya sea marchar, hablar o sonreír, por favor, recuerde: NO
es NO.
*Cynthia Híjar Juárez es educadora popular feminista. Actualmente
realiza estudios sobre creación e investigación dancística en el Centro
de Investigación Coreográfica del Instituto Nacional de Bellas Artes
CIMACFoto: Lucía Lagunes Huerta
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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