Gabriela Rodríguez*
En vísperas del 8 de
marzo, importa siempre recordar que la iniciativa para celebrar el Día
Internacional de la Mujer se originó en el seno del feminismo
internacional de izquierda. En la Segunda Conferencia Internacional de
Mujeres Socialistas, realizada en Copenhague en el año de 1910, fue
Clara Zetkin, gran amiga de Rosa de Luxemburgo, quien jugó un papel
clave en la historia del socialismo y de los derechos de las mujeres
trabajadoras, quien propuso hace 110 años que el día 8 de marzo se
instituyera como el Día Internacional de la Mujer.
Desde el Consejo Nacional de Población (Conapo) esta celebración nos
da pie para hablar de un asunto emergente y poco conocido en México: el
desplazamiento interno forzado, un rostro más de violencia contra las
mujeres.
Tuvo que llegar un gobierno de izquierda para dar reconocimiento a un
fenómeno que venía negándose por los gobernantes anteriores. De acuerdo
con los principios rectores de desplazamiento de Naciones Unidas, el
desplazamiento interno forzado se refiere a personas o grupos de
personas que se han visto obligadas a huir de su hogar habitual, como
resultado de situaciones de violencia generalizada, catástrofes
naturales o provocadas, conflicto armado o violaciones a derechos
humanos y que no han cruzado una frontera internacional.
Aunque no es un asunto nuevo para el país, ya que este fenómeno
empieza a documentarse en el Conapo, refiero aquí algunos de los
hallazgos del reciente trabajo de Raúl Romo V., Rubén Almejo H. y Diana
Villasana O. ( Perfil sociodemográfico de la población que cambió de vivienda o lugar de residencia para protegerse de la delincuencia, Segob/Conapo, septiembre de 2019).
Por décadas se han descrito desplazamientos ocurridos en zonas
indígenas del país, ya sea por motivos políticos, étnico-religiosos o
despojo de tierras, pero el tema cobra mayor vigencia en México por el
crecimiento de las oleadas de violencia que se acentuaron a partir del
año 2008, ligadas a las políticas para combatir el crimen organizado,
las cuales han acarreado pautas cualitativamente distintas en grados de
crueldad inenarrables, así como nuevas estrategias para afrontar la
crisis de inseguridad en algunos territorios específicos del país.
Aunque no existe cifra oficial sobre el número de desplazados
internos en nuestro país, la Encuesta Nacional de Victimización y
Percepción sobre Seguridad Pública, constituye una fuente de información
especializada con la cual es posible obtener un perfil sociodemográfico
general de la población que cambió de vivienda o lugar de residencia
para protegerse de la delincuencia (Envipe/Inegi, 2011).
Uno de los hallazgos del análisis documental es que las diferencias
por sexo entre las personas que se mueven y las que no lo hacen son
notables. Se observa que la proporción de hombres que se mueven es más
baja que sus contrapartes que no lo hacen, y lo opuesto sucede con las
mujeres. Las mujeres predominan entre las personas que se mueven para
protegerse de la delincuencia, y bien podría suponerse que esta
predominancia está relacionada con las diferencias de género, e
interpretar que ¿O las víctimas mujeres del delito son más numerosas? ¿O
son ellas, más que los hombres, quienes no quieren quedarse y prefieren
moverse? Hay también diferencias generacionales. Las personas que no se
movieron fueron de mayor edad, e invariablemente, la proporción de
hombres y mujeres jóvenes (18 a 29 años) que se movieron fue más alta
que quienes no lo hicieron; en 2019 la diferencia es de 8.1 por ciento
en los hombres y de 12.9 en las mujeres.
En cuanto a la jefatura según sexo de personas desplazadas, los
resultados indican que es más común la jefatura masculina, esto ocurre
tanto para quienes se mudaron como para los que no. En 2018, del total
de jefes y jefas que se cambiaron, 67.8 por ciento era del sexo
masculino y 32.2, del femenino. Por su parte, entre quienes no se
movieron las proporciones siguieron el mismo patrón y alcanzaron los
mismos niveles, pero el peso que representaron las mujeres fue
ligeramente mayor (34.8 por ciento) y, en consecuencia, el de los
hombres fue menor (65.2 por ciento). Probablemente esta clasificación es
producto de la pauta patriarcal que asigna la jefatura a los hombres,
aunque ellos no sean los proveedores ni quienes toman las decisiones
importantes.
En estos días, en que el feminicidio de Fátima estalló el dolor de
todas y de todos, desde el Conapo queremos transformar nuestra
indignación en acciones que redoblen los esfuerzos institucionales para
contribuir a desterrar las diversas formas de violencia machista.
Como madre y abuela, como feminista de izquierda, en honor al
movimiento de mujeres socialistas de 1910, y escuchando el llamado de
las compañeras que hoy se movilizan en las calles, me uno al paro
convocado para el 9 de marzo. Las trabajadoras del Conapo que se quieran
sumar pueden hacerlo sin ningún tipo de repercusión, e invito a
aquellos compañeros trabajadores que necesitan cuidar a alguien, no
vengan ese día a las oficinas y mejor se encarguen en casa del trabajo
de cuidados de enfermos/as, así como de personas menores, con
discapacidad y mayores con dependencia.
* Secretaria General del Conapo
Twitter: Gabrielarodr108
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