El Salón Rojo
El Justiciero
(Dir. Antoine Fuqua)
Bajo advertencia no hay engaño. Si uno da un rápido vistazo a la filmografía más reciente del estadunidense Antoine Fuqua (Olympus has Fallen, 2014; Shooter, 2007, King Arthur, 2004)verá
que estamos ante un director que, sin pudor alguno, se dedica a hacer
puros churros; bien hechos eso sí, pero churros al fin.
Una excepción sería Training Day (2001), cinta que diera a
Denzel Washington su segundo Oscar de la Academia y que pondría la
carrera de Fuqua bajo el radar mediático. Tal vez por ello, el regreso
de la dupla Denzel-Fuqua levantaba algo de entusiasmo ante la
posibilidad de que aquel truco se repitiera. Lo cierto es que Denzel no
desmerece en The Equalizer, incluso hasta pareciera que
disfruta el interpretar a este hombre sin pasado, sin dudas, sin miedo
y que en un día de furia decide hacer justicia por su propia mano,
revelando a un personaje imposiblemente infalible en aquello de dar
catorrazos.
De la misma forma que a sus 62 años Liam Neeson se ha convertido en
todo un héroe de acción, Denzel Washington a sus casi 60 busca aplicar
la misma fórmula del héroe crepuscular con este personaje salido de una
serie de televisión ochentera al parecer bastante popular (hasta el
papá de Jordan Belfort era acérrimo fanático, según vimos en The Wolf of Wall Street)
y que, al dejar abierta la posibilidad de una secuela, busca
convertirse en una nueva franquicia que haga competencia al propio
Neeson.
El Equalizer de Fuqua es una mezcla entre Batman, Bourne,
Rambo, el Sherlock Holmes de Benedict Cumberbatch (en la magnífica
serie homónima de la BBC) con un toque de cine blaxploitation de los años 70. Estamos, pues, ante una versión dominguera de aquella obra mayor de David Cronenberg llamada A History of Violence (2005) .
Robert McCall (Washington), un afable gerente de una cadena de ferreterías, tiene como ritual nocturno ir a un dinner de
24 horas a leer un buen libro y tomar té. En el lugar se da oportunidad
para charlar con Alina (Chloë Moretz), una joven prostituta controlada
por la mafia rusa. Cuando la chica sufre tremenda golpiza a mano de su
proxeneta, McCall irá tras ellos convertido en una sorprendente y
eficaz máquina de matar.
Extrañamente, Fuqua se toma su tiempo para desarrollar al personaje;
con un ritmo pausado, el director da espacio para que Denzel despliegue
sus habilidades al encarnar convincentemente a este individuo
enfermizamente metódico, siempre amable, sencillo y culto aunque,
conforme la cinta avanza, se torna francamente ridículo: ¿asaltaron la
ferretería? No hay problema, Denzel atrapará a los malos. ¿Tu proxeneta
te golpeó hasta cansarse? Denzel le dará una paliza. ¿Eres un gordito
que no puede bajar de peso? Denzel te pondrá a dieta y te hará sudar
esas llantitas, barrigón.
Quien termina por robarse la película es el neozelandés Marton
Csokas como el implacable matón de la mafia rusa que irá tras de
McCall. Con un peinado que lo hace ver cual clon de Kevin Spacey,
Csokas se convierte en el villano que una película de este estilo
necesita: cruel, enigmático, despiadado, aunque inevitablemente
caricaturizado.
Rumbo al final, tanto Fuqua como su guionista, Richard Wenk, ponen
la máquina en neutral, lanzando un alud de lugares comunes que hemos
visto cientos de veces en películas del género: ralentí del personaje
resistiendo una lluvia pertinaz, explosión de fondo mientras que el
héroe se aleja, batalla final con villano humillado. Aunque eso sí, en
esta época de corrección política atroz, Fuqua no duda en dotar a su
película con toda la sangre que se requiera.
Tan divertida como absurda, la película aguanta el palomazo
(con refrescote incluido) sin mayor dolor. Ojalá y en la secuela se
enfrentaran Denzel contra Liam. Eso no me lo perdería por nada.
The Equalizer
(Dir. Antoine Fuqua)
2 de 5 estrellas
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