La
migración transfronteriza de mexicanos originarios de asentamientos y
localidades rurales hacia Estados Unidos es un fenómeno social de
carácter centenario que incluye variadas regiones de México y que hunde
sus remotos orígenes entre fines del siglo XIX y principios del XX, en
el marco de la demanda de “mano de obra” por parte de los grupos y
élites socio-económicas del suroeste norteamericano con miras al
desarrollo económico de ese país y en el contexto del éxodo de
mexicanos que se desplazaban hacia la frontera norte en busca de
trabajo y huyendo de la violencia del periodo armado de la Revolución
mexicana de 1910.
Sin embargo, a raíz de los cambios económicos y
políticos de finales del siglo XX estimulados por el Estado mexicano a
fin de “incorporar” al país en el sistema económico globalizado, se
produjó un abrupto y desmedido crecimiento e intensificación de este
complejo proceso migratorio; los campesinos, ante la ausencia de
derechos sociales por parte del Estado (trabajo, servicios médicos,
educación) que les garantizaran una vida digna, buscaron opciones por
si mismos y encontraron en la migración y las remesas los recursos
necesarios para ellos y sus hogares.
En este tenor, con el arribo de
los grupos y élites de tecnócratas a la dirección del Estado mexicano
(cuyos inicios se remontan al gobierno De la Madrid, pero cuyo punto
más álgido y de mayor profundización fue el salinismo), hubo un radical
viraje en las políticas estatales hacia el campo y el agro mexicano, lo
cual generó un severo y sostenido deterioro de las economías campesinas
de gran parte de las localidades y comunidades rurales de México. Si ya
antes, debido a la desigualdad tolerada y fomentada por las
instituciones oficiales durante gran parte del siglo XX, la pobreza
extrema y las carencias de servicios médicos y educativos en México se
focalizaban en el zonas rurales (especialmente aquellas con población
indígena), a partir de los gobiernos neoliberales aumentó
considerablemente la precarización de las condiciones de vida de los
campesinos y los grupos étnicos; a la exclusión histórico estructural
que se gestó durante el Estado nacional capitalista mexicano de gran
parte del siglo XX, se añadió la deliberada tendencia neoliberal de
desplazar a un segundo término al agro mexicano.
Los cambios orientados
y dirigidos por la política estatal que generaron esta situación fueron
de diversa índole:
(1) Se redujeron sustancialmente los subsidios
destinados a los campesinos, como parte de estas medidas comenzó un
acelerado desmantelamiento de la CONASUPO y otras empresas
paraestatales.
(2) También hubo un decrecimiento sustancial a los
apoyos económicos (préstamos, créditos, etc.) destinados a la
producción agrícola campesina, ejemplo de esto fue el decrecimiento de
la actividad de BANRURAL y su posterior y constante adelgazamiento.
(3)
De no menor trascendencia e impacto fue la reforma del artículo 27
constitucional en 1992, reforma salinista que, además de concluir con
el proceso de reparto agrario, abría de facto la puerta a la
privatización de las tierras ejidales y comunales, así como allanaba el
camino para el despojo de los campesinos e indígenas.
(4) Aunado a la
anterior, hubo también una caída sostenida de los recursos financieros
estatales orientados al mantenimiento y creación de infraestructura y
servicios destinados a la producción y circulación agrícola campesina.
Frente al panorama de un campo abandonado y sin el respaldo necesario
para la recapitalización de la agricultura, muchos campesinos buscaron
fuera de sus comunidades y localidades de origen y por sus propios
medios los mecanismos para generar los recursos económicos para la
satisfacción de sus necesidades y la reproducción de sus condiciones de
vida y las de sus familiares; uno de los mecanismos más socorridos fue
la migración al norte.
Sin embargo, también se presentaron
diversos eventos que no sólo competían a la relación entre las
instituciones estatales y los campesinos y que también impactaron
drásticamente las economías agrícolas mexicanas y, de paso, estimularon
la migración. El primero de ellos estuvo vinculado a la caída de los
precios de los cultivos destinados al intercambio mercantil que tenían
los campesinos (como por ejemplo el café); través de la venta de las
cosechas de estos cultivos los campesinos obtenían el dinero que
necesitaban para comprar todos aquellos artículos que no producían por
ellos mismos. Si las cosechas valían menos debido a la volatilidad de
los mercados internacionales y nacionales, era menor el dinero obtenido
y se acentuaba la escasez en los hogares rurales.
Otro factor que ha
contribuido a mermar la obtención de recursos monetarios en las
economías campesinas es la disminución de las cosechas (para venta y
autoconsumo) debido al cambio climático y el calentamiento global,
efectos del desarrollo del capitalismo industrial y su concomitante
consecuencia la contaminación; la escasez o sobreabundancia de lluvias
relacionadas con el cambio climático y el calentamiento global han
mermado la producción agrícola reduciendo las cosechas. Por otra parte
y de manera paralela, como consecuencia de las múltiples crisis
económicas nacionales (finales de 1994 y 2008) e internacionales
(finales de 2008) y de la inflación a ellas vinculadas, los campesinos
han experimentado en las últimas décadas del siglo XX y las primera del
XXI el creciente incremento del valor económico de los artículos que
necesitan para su vida diaria.
Al mismo tiempo que los campesinos ganan
cada vez menos dinero con la agricultura y la venta de sus cosechas,
las cosas cada vez cuestan más, generándose una espiral de pobreza que
los obliga a buscar fuentes alternas de dinero, donde el Estado elude
por completo sus responsabilidad para con sus ciudadanos de las zonas
rurales. El campo cada vez produce menos y, al mismo tiempo, cada año
es más necesario el dinero y en mayores cantidades. En este escenario
la migración al norte, proceso ya conocido ampliamente en varias
regiones rurales, se vuelve una estrategia temporal pero claramente
viable y socorrida. Los dórales ganados con sudor y sangre de los
campesinos-migrantes mexicanos en Estados Unidos rinden mucho más en
México. Lo previamente descrito nos lleva a una lectura distinta y
mucho más compleja de la migración. Si bien es cierto que la migración
puede proveer de recursos económicos a los campesinos y sus hogares, no
es menos cierto que también es resultado de la ausencia
histórico-estructural de los derechos sociales constitucionales y que
es resultado de la incapacidad del Estado para garantizar a los
habitantes de las zonas rurales empleos dignos y bien remunerados,
servicios de salud eficientes y escuelas para sus hijos.
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