En México, la trata de personas tiene dos rostros: uno es el de una mujer joven y bella, que es sometida a explotación sexual; el otro es el rostro de un hombre indígena, que es obligado a realizar trabajos forzados.
En México, la trata de personas tiene dos rostros: uno es el de
una mujer joven y bella, que es sometida a explotación sexual; el otro
es el rostro de un hombre indígena, que es obligado a realizar trabajos
forzados. Ambos, él y ella, son pobres y sus estudios son nulos o escasos.
Tomando como base las estadísticas
delictivas tanto de las procuradurías de justicia estatales, como de la
PGR, así como 150 estudios nacionales en la materia, la Oficina de las
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito elaboró su más reciente Diagnóstico nacional sobre la situación de trata de personas en México, según
el cual 93% de las víctimas detectadas entre 2007 y 2012 fueron
mujeres, la gran mayoría sometidas a explotación sexual. De ellas, 45%
tenían entre 13 y 17 años, 15% entre 0 y 12 años, además de que 22%
eran extranjeras.
En el rubro de trata con fines de explotación sexual, destaca el estudio de la ONU, las
víctimas fueron elegidas por su sexo, edad y escolaridad, factores que,
además, se potenciaron con aspectos tales como la “belleza física”
–convirtiéndose ésta en una “condición de vulnerabilidad” al cumplir
las víctimas con “los criterios establecidos por la demanda de
determinado mercado sexual”–, y para engancharlas, los grupos
criminales se aprovecharon de condiciones específicas tales como su
pobreza y su condición de soltería –al no contar con una
pareja o familia “que las pueda proteger”–, así como su situación de
madres, ya que sus hijos suelen “ser utilizados para coaccionarlas”.
Los principales mercados para la trata con fines de explotación sexual, según la ONU, son
Chiapas, el Distrito Federal y Tlaxcala, seguidos del Estado de México,
Puebla, Quintana Roo, Baja California, Oaxaca, Jalisco, Veracruz,
Yucatán, Campeche, Chihuahua y Nuevo León.
Además, destaca el estudio de
Naciones Unidas, entre las extranjeras que fueron sometidas a trata con
fines de explotación sexual en México, se detectó que provienen
principalmente de Guatemala, Honduras, El Salvador, y en menor
medida de Belice, Nicaragua, Costa Rica, Argentina y Cuba, aunque
también se detectaron víctimas provenientes de China, India, Bangladesh
y diversos países africanos.
Con base en esta información, la ONU trazó un “Perfil general de las víctimas de trata de personas con fines de explotación sexual“, que incluye a: mujeres menores de edad y adultas
(ambas tienen características que fomentan su condición de
vulnerabilidad, pero las niñas y adolescentes están incluso en mayor
riesgo), con bajos niveles de escolaridad o analfabetas; en
situación de pobreza, desempleadas o con empleos precarios; con
antecedentes familiares de violencia física o sexual; con hijos o
dependientes económicos; con un estado civil general de soltería (aunque el esposo puede ser el explotador); con adicciones, en algunos casos; y con otros factores como belleza, estatus legal y antecedentes de violencia.
Trabajos forzados
En México, la segunda modalidad más
recurrente de la trata de personas, luego de la que se realiza con
fines de explotación sexual, es aquella que busca someter a la
víctima a trabajos forzados o servidumbre y, según el Diagnóstico de la
ONU, afecta principalmente a “hombres jóvenes y adultos que son
explotados en el trabajo agrícola, el sector comercial, bares y en la
industria de la construcción“.
Las principales características de este tipo de víctimas es
su pertenencia a grupos indígenas, su situación de pobreza, baja o nula
instrucción académica, provenientes de familias numerosas y, en algunos
casos, son migrantes (especialmente hombres y niños).
“Los estados sobre los cuales existe
mayor documentación en materia de trata de personas en su modalidad de
trabajos forzados y otras formas de trata con los indicados fines
incluyen a Quintana Roo, Chiapas y Tabasco, y en menor medida
se ha localizado este fenómeno delictivo en el Distrito Federal, Estado
de México, Coahuila, Oaxaca y Campeche“, así como en Yucatán, según el estudio de Naciones Unidas.
Además, los estados de Chiapas y Quintana Roo destacan por ser “polos de atracción para el trabajo agrícola, la mendicidad, el trabajo doméstico, la construcción y el sector comercial informal“, mientras que en Chihuahua se han detectado casos de servidumbre forzada, y en el DF y Nayarit se ha documentado trabajos forzados en la industria de la pirotecnia.
Por último, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito reconoce también el reclutamiento forzado a las filas del crimen organizado como una variante de la trata con fines de explotación laboral, principalmente de menores de edad, que son “usados como halcones, mulas, sicarios o secuestradores“,
así como “polleritos” –guías para migrantes ilegales–, fenómeno “cada
vez más común en algunos estados del norte del país y en áreas
suburbanas de alta marginación en el oriente de la Ciudad de México y
en otras urbes de menor tamaño”.
En el actual contexto de violencia
en México, remata la ONU, “la posibilidad de unirse a estos grupos se
convierte en una opción tentadora, y en otros casos, el reclutamiento
se da de manera forzada, pero en ambos casos las
organizaciones del narcotráfico se aprovechan de la situación de
desamparo en la que se encuentra esta población y los explota
económicamente“.
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