Por: Carolina Romero
(24 de febrero, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- “No puedo
usar vestidos, faldas, ni blusas de tirantes. Mi papá tiene que pasarme
a recoger todas las noches a la avenida. Si son más de las diez, me da
miedo salir a la tienda, si es urgente, voy pero con mi hermano porque,
además, tengo que ir a la que está a tres cuadras. En la de aquí a la
vuelta siempre están tomando unos señores y si una entra siente las
miradas y a veces, entre ellos, empiezan a decir cosas sobre una, que me
da pena decir. Pero me enoja, y me enoja que me dé pena a mí cuando
ellos son quienes deberían sentir vergüenza de agredirme, no yo”
“Claro que he sufrido acoso en la calle y en el transporte más
¿quién no?, yo creo que todas y más de una vez. No importa si voy de
pants o con sudaderas holgadas, siempre me topo con algún tipo que se me
queda viendo, o me dice algo. Es horrible. Una amiga mía tuvo un
intento de violación en el metro, como pudo se escapó. El miedo la hizo
no denunciar. Yo me acuerdo que desde que iba a la secundaria me ha
tocado que vienen a mi lado y comienzan a masturbarse o que de repente
te agarran una nalga o ponen las manos sobre los tubos y te tocan los
senos. Estás en un constante estado de alerta todo el tiempo, tienes que
estarte cuidando, eso me ha creado mucha ansiedad y desesperación. Lo
peor es que los espacios que son “exclusivos” para mujeres no los
respetan. Parecen ciegos, o se hacen. Lo que sí, es que a veces las
mujeres sacan violentamente a hombres que se meten en los vagones
exclusivos. Igual no es un acosador, pero lamentablemente una ya no
sabe, y tiene que defenderse. Pero a ver, ¿estas divisiones significan
entonces que el gobierno está dando por hecho que hay agresiones y que
las mujeres tenemos que excluirnos para no ser violentadas? ¿Es tan
obvio y tan natural el acoso sexual que se normativiza y entonces mejor
vamos separadas de los hombres porque sólo así nos dejan tranquilas?
Visto así, resulta espantoso”.
“Desde que recuerdo, he vivido el acoso callejero. No sólo eso,
cuando era niña un señor en el metro frotó mi vagina. Yo venía con mi
mamá pero había mucha gente. Me dio miedo decir algo, porque pensaba
que nos iba a hacer algo. Y todos los días, en la calle, en el micro, en
el metrobús, en el metro, es muy común verlo. Si no te lo hacen a ti,
ves cómo ven a otras chicas o si les dicen algo. Siempre me he
preguntado ¿qué sienten? Piensan que vas a voltear y decirles ‘hola,
mira, te doy mi número, tu guarrada me acaba de enamorar’ ¿o qué?
¿Sabrán que nos están agrediendo? ¿o pensarán que nos ‘halagan’? De
verdad no sé. No sé cómo no se ponen a pensar que podríamos ser sus
hijas, sus hermanas, sus madres. ¿Qué sentirían si se los dijeran a las
mujeres de su familia?”.
Estos son testimonios de Ana Lilia, Verónica y Ximena. Tres mujeres
habitantes de la Ciudad de México cuyas edades oscilan de entre los 17 a
los 30 años. Lamentablemente, estos testimonios no resultan sorpresivos
ni inusuales. Gran número de mujeres, y niñas, sufren todos los días
algún tipo de violencia sexual en las calles y en el transporte público.
Desde la Declaración de la ONU sobre Eliminación de la Violencia contra las Mujeres
-aprobada el 20 de Diciembre de 1993 por la Asamblea General de las
Naciones Unidas- se utiliza el término “Violencia de Género o violencia
contra las mujeres”, para referirse a “todo acto de violencia basado en
la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado
un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres,
inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o privación
arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o
privada”.
Una mirada lasciva, insistente, recibir “expresiones” que aluden
sexualmente a su cuerpo, ser testigos obligadas de masturbaciones, ser
tocadas ‘accidental’ o deliberadamente, son situaciones a las que las
mujeres en la ciudad se ven expuestas a diario. Tal parece que esto
llega a “naturalizarse” y entonces se vuelve “normal y entendible” que
una mujer cambie sus rutas, su manera de vestir y que se sienta incómoda
e insegura en el espacio que también le pertenece en tanto que es
público.
Entrevistada por Revolución TRESPUNTOCERO, María Jacobo Pérez,
psicóloga de Adivac, Asociación para el Desarrollo Integral de Personas
Violadas A.C. y terapeuta en Círculo Psicológico Kolping explica
detalladamente este fenómeno:
“El acoso callejero es una de las expresiones de la violencia sexual.
Es importante no confundir nombrando estos eventos como ‘agresión”, ya
que esta corresponde a un acto de sobrevivencia y de defensa ante una
situación de peligro, en cambio, se trata de un acto violento debido a
que es deliberado, hay un abuso de poder que busca el sometimiento del
género femenino. Este tipo de violencia tiene raíces estructurales que
la mantienen -como el trabajo doméstico no remunerado, el control
limitado sobre los bienes y la propiedad-, lo cual ha brindado
privilegios a los varones que se traducen en la forma en la que ellos
han entendido cómo relacionarse con las mujeres y cómo viven su
sexualidad.
Así, los piropos, el exhibicionismo y los frotamientos, no derivan de
la atracción sexual, al contrario, lo que se pretende con estas
acciones es someter a las mujeres invadiendo su cuerpo. Lo que se
comunica es: el espacio público le pertenece a los varones y el cuerpo
de las mujeres también o, sin tantos rodeos, las mujeres son un objeto
sexual.
La reacción ante estos actos es distinta en cada mujer, ya sea de
enojo, miedo, indignación y ansiedad, lo cierto es que muchas mujeres
se encuentran alertas al recorrer las calles, al viajar en transporte
público, otras optan por modificar sus trayectos a casa para evitar ser
violentadas o eligen cuidadosamente cómo vestir, en suma son muchos los
cuidados y afectaciones al estilo de vida, la salud y la relación que
se tiene con el cuerpo.
Lo alarmante de esta problemática social es que se justifica o se
minimiza el daño, es muy común escuchar expresiones como: ‘es que traía
minifalda’ o ‘bien que quería’. No hay que soslayar que en estos casos
únicamente se responsabiliza a las mujeres, con ello se manifiesta la
creencia de que los varones viven una sexualidad descontrolada, ‘animal’
o ‘instintiva’.
En este contexto de justificación de la violencia contra la mujer en
espacios públicos no ha de extrañarnos que estos eventos sean los
precedentes de otros crímenes de odio contra las mujeres y que la
respuesta ante ello sea nula. Pero, ante este escenario ¿qué se puede
hacer? Por un lado tomar medidas de autocuidado entre mujeres como,
crear redes de apoyo, asistir a talleres de defensa personal, denunciar y
exponer estos eventos y por supuesto realizar talleres psicoeducativos
para trabajar los mandatos sociales de género de hombres y mujeres”,
explica.
Según datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares ENDIREH proporcionadas
a este medio por el Instituto de las Mujeres de la Ciudad de México
(Inmujeres), 50 de cada 100 mujeres declararon sufrir violencia
comunitaria, estadística que refleja cómo las mujeres se exponen a actos
de violencia tras salir de su casa, ya sea en el transporte o en las
calles.
Es la Ciudad de México donde más mujeres son violentadas en el ámbito
comunitario, seguido del Estado de México (43.2%), Baja California
(35.6%), Jalisco (33.9%) y Chihuahua (33.0%). Las mujeres violentadas en
el ámbito comunitario, declararon haber vivido hechos de violencia: 82
de cada 100 han sufrido intimidación, 60 de cada 100 han sufrido abuso
sexual, 8 de cada 100 han sufrido agresiones físicas.
Al 73% les han dicho frases de carácter sexual que les molesten u ofendan; 58.2% las han tocado o manoseado
sin su consentimiento 13.8 % las han hecho sentir miedo de ser atacadas
o abusadas y al 9.6% les han hecho insinuaciones o propuestas para
tener relaciones sexuales a cambio de algo. Los principales agresores
son: 96.1% desconocidos, 6.6% vecino, 5.6% amigo, 3.0% otro (patrones o
jefes, compañeros de trabajo o de la escuela, maestros u otras
autoridades escolares, policías o militares.)
Según la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia,
el acoso sexual es donde hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva
a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima. El acoso sexual
está tipificado como delito en el artículo 179 del Código Penal del
Distrito Federal y merece una pena de 1 a 6 años de prisión y multas que
pueden ir de 4 mil a 10 mil pesos, conforme considere el juez. Este
Código señala que el delito de abuso sexual se agrava cuando es cometido
al encontrarse la víctima a bordo de un vehículo particular o de un
servicio público.
Según información de Inmujeres, obtenida por Revolución TRESPUNTOCERO entre las conductas de violencia sexual se encuentran: tocamientos, que son los manoseos
en zonas sexuales del cuerpo; palabras obscenas, insinuaciones sobre tu
cuerpo o apariencia; acosos, agresiones, intimidación o amenazas con
fines sexuales; exhibición de genitales; miradas lascivas, permanentes e
incómodas a tu cuerpo; expresiones corporales y/o verbales ofensivas
hacia las mujeres y niñas; persecución y que tomen fotos o video a tu
cuerpo sin tu consentimiento. Todas y cada una es violencia sexual.
Todas son denunciables.
Es común que las víctimas de este tipo de violencia se sientan
avergonzadas. Aún más, sientan temor al denunciar estas prácticas
transgresoras de su integridad. Sin embargo, es necesario denunciar a
los culpables, de lo contrario, seguirán haciéndolo sin encontrarse con
consecuencias.
Según información del programa “Viajemos Seguras”, puesto en marcha
en la Ciudad de México desde 2007, si una mujer sufre acoso en la calle o
en el transporte público, puede pedir ayuda a cualquier elemento
policial -todos están obligados a ayudarle- también puede llamar al 066 o
al Instituto de las Mujeres (5512 2831) o dirigirse directamente a
cualquiera de los módulos para que sea asesorada en ese momento. Esta
institución brinda asesoría jurídica y atención psicológica sin costo.
Si el ataque ocurre dentro vagón del metro, debe accionarse la
palanca de seguridad. De esta manera, el personal de seguridad del STC o
personal de la estación acudirán para brindar auxilio. El proceso de
denuncia puede ser tardado, por lo que muchas mujeres a veces optan por
desistir de la acusación, sin embargo, la denuncia es vital para frenar la ya cotidiana violencia.
No es normal, natural, ni permisible sentirse violentada en las
calles, también son nuestras. Denunciar el acoso de una puede prevenir
el de todas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario