2/27/2016

Tu “piropo” es violencia; acoso callejero en la Ciudad de México


ACOSO CALLEJERO
   
(24 de febrero, 2016. Revolución TRESPUNTOCERO).- “No puedo usar vestidos, faldas,  ni blusas de tirantes. Mi papá tiene que pasarme a recoger todas las noches a la avenida. Si son más de las diez, me da miedo salir a la tienda, si es urgente, voy pero con  mi hermano porque, además, tengo que ir a la que está a tres cuadras. En la de aquí a la vuelta siempre están tomando unos señores y si una entra siente las miradas y a veces, entre ellos, empiezan a decir cosas sobre una, que me da pena decir. Pero me enoja, y me enoja que me dé pena a mí cuando ellos son quienes deberían sentir vergüenza de agredirme, no yo”
“Claro que he sufrido acoso en la calle y en el transporte más ¿quién no?, yo creo que todas y más de una vez. No importa si voy de pants o con sudaderas holgadas, siempre me topo con algún tipo que se me queda viendo, o me dice algo. Es horrible. Una amiga mía tuvo un intento de violación en el metro, como pudo se escapó. El miedo la hizo no denunciar. Yo me acuerdo que desde que iba a la secundaria me ha tocado que vienen a mi lado y comienzan a masturbarse o que de repente te agarran una nalga o ponen las manos sobre los tubos y te tocan los senos. Estás en un constante estado de alerta todo el tiempo, tienes que estarte cuidando, eso me ha creado mucha ansiedad y desesperación. Lo peor es que los espacios que son “exclusivos” para mujeres no los respetan. Parecen ciegos, o se hacen. Lo que sí, es que a veces las  mujeres  sacan violentamente a hombres que se meten en  los vagones exclusivos. Igual no es un acosador, pero lamentablemente una ya no sabe, y tiene que defenderse. Pero a ver, ¿estas divisiones significan entonces que el gobierno está dando por hecho que hay agresiones y que las mujeres tenemos que excluirnos para no ser violentadas? ¿Es tan obvio y tan natural el acoso sexual que se normativiza y entonces mejor  vamos separadas de los hombres porque sólo así nos dejan tranquilas?  Visto así, resulta espantoso”.
“Desde que recuerdo, he vivido el acoso callejero. No sólo eso, cuando era niña un señor en el metro frotó mi vagina.  Yo venía con mi mamá pero había mucha gente.  Me dio miedo decir algo, porque pensaba que nos iba a hacer algo. Y todos los días, en la calle, en el micro, en el metrobús, en el metro, es muy común verlo. Si no te lo hacen a ti, ves cómo ven a otras chicas o si les dicen algo. Siempre me he preguntado ¿qué sienten? Piensan que vas a voltear y decirles ‘hola, mira, te doy mi número, tu guarrada me acaba de enamorar’ ¿o qué? ¿Sabrán que nos están agrediendo? ¿o pensarán que nos ‘halagan’?  De verdad no sé. No sé cómo no se ponen a pensar que podríamos ser sus hijas, sus hermanas, sus madres. ¿Qué sentirían si se los dijeran a las mujeres de su familia?”.
Estos son testimonios de Ana Lilia, Verónica y Ximena. Tres mujeres habitantes de la Ciudad de México cuyas edades oscilan de entre los 17 a los 30 años. Lamentablemente, estos testimonios no resultan sorpresivos ni inusuales. Gran número de mujeres, y niñas, sufren todos los días algún tipo de violencia sexual en las calles y en el transporte público.
Desde la Declaración de la ONU sobre Eliminación de la Violencia contra las Mujeres -aprobada el 20 de Diciembre de 1993 por la Asamblea General de las Naciones Unidas- se utiliza el término “Violencia de Género o violencia contra las mujeres”, para referirse a “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada”.
Una mirada lasciva, insistente, recibir “expresiones” que aluden sexualmente a su cuerpo, ser testigos obligadas de masturbaciones, ser tocadas ‘accidental’ o deliberadamente, son situaciones a las que las mujeres en la ciudad se ven expuestas a diario.  Tal parece que esto llega a “naturalizarse” y entonces se vuelve “normal y entendible” que una mujer cambie sus rutas, su manera de vestir y que se sienta incómoda e insegura en el espacio que también le pertenece en tanto que es público.

Entrevistada por Revolución TRESPUNTOCERO, María Jacobo Pérez, psicóloga de Adivac, Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas A.C.  y  terapeuta en Círculo Psicológico Kolping explica detalladamente este fenómeno:
“El acoso callejero es una de las expresiones de la violencia sexual. Es importante no confundir nombrando estos eventos como ‘agresión”, ya que esta corresponde a un acto de sobrevivencia y de defensa ante una situación de peligro, en cambio, se trata de un acto violento debido a que es  deliberado, hay un abuso de poder que busca el sometimiento del género femenino. Este tipo de violencia tiene raíces estructurales  que la mantienen -como el trabajo doméstico no remunerado, el control limitado sobre los bienes y la propiedad-, lo cual ha brindado privilegios a los varones que se traducen en la forma en la que ellos han entendido cómo relacionarse con las mujeres y cómo viven su sexualidad.
Así, los piropos, el exhibicionismo y los frotamientos, no derivan de la atracción sexual, al contrario, lo que se pretende con estas acciones es someter a las mujeres invadiendo su cuerpo. Lo que se comunica es: el espacio público le pertenece a los varones y el cuerpo de las mujeres también o, sin tantos rodeos, las mujeres son un objeto sexual.
La reacción ante estos actos es distinta en cada mujer, ya sea de enojo, miedo, indignación  y ansiedad, lo cierto es que muchas mujeres se encuentran alertas al recorrer las calles, al viajar en transporte público, otras optan por modificar sus trayectos a casa para evitar ser violentadas o eligen cuidadosamente cómo vestir, en suma son muchos los cuidados y afectaciones al estilo de vida,  la salud y la relación que se tiene con el cuerpo.
Lo alarmante de esta problemática social es que se justifica o se minimiza el daño, es muy común escuchar expresiones como: ‘es que traía minifalda’ o ‘bien que quería’. No hay que soslayar que en estos casos únicamente se responsabiliza a las mujeres, con ello se manifiesta la creencia de que los varones viven una sexualidad descontrolada, ‘animal’ o ‘instintiva’.
En este contexto de justificación de la violencia contra la mujer en espacios públicos no ha de extrañarnos que estos eventos sean los precedentes de otros crímenes de odio contra las mujeres y que la respuesta ante ello sea nula. Pero, ante este escenario ¿qué se puede hacer? Por un lado tomar medidas de autocuidado entre mujeres como, crear redes de apoyo, asistir a talleres de defensa personal, denunciar y exponer estos eventos y por supuesto realizar talleres psicoeducativos para trabajar los mandatos sociales de género de hombres y mujeres”, explica.
Según datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares ENDIREH proporcionadas a este medio por el Instituto de las Mujeres de la Ciudad de México (Inmujeres), 50 de cada 100 mujeres declararon sufrir violencia comunitaria, estadística que refleja cómo las mujeres se exponen a actos de violencia tras salir de su casa, ya sea en el transporte o en las calles.
Es la Ciudad de México donde más mujeres son violentadas en el ámbito comunitario, seguido del Estado de México (43.2%), Baja California (35.6%), Jalisco (33.9%) y Chihuahua (33.0%). Las mujeres violentadas en el ámbito comunitario, declararon haber vivido hechos de violencia: 82 de cada 100 han sufrido intimidación, 60 de cada 100 han sufrido abuso sexual, 8 de cada 100 han sufrido agresiones físicas.
Al  73% les han dicho frases de carácter sexual que les molesten u ofendan; 58.2% las han tocado o manoseado sin su consentimiento 13.8 % las han hecho sentir miedo de ser atacadas o abusadas y al 9.6% les han hecho insinuaciones o propuestas para tener relaciones sexuales a cambio de algo. Los principales agresores son: 96.1% desconocidos, 6.6% vecino, 5.6% amigo, 3.0% otro (patrones o jefes, compañeros de trabajo o de la escuela, maestros u otras autoridades escolares, policías o militares.)
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Según la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, el acoso sexual es donde hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima. El acoso sexual está tipificado como delito en el artículo 179 del Código Penal del Distrito Federal y merece una pena de 1 a 6 años de prisión y multas que pueden ir de 4 mil a 10 mil pesos, conforme considere el juez. Este Código señala que el delito de abuso sexual se agrava cuando es cometido al encontrarse la víctima a bordo de un vehículo particular o de un servicio público.


Según información de Inmujeres, obtenida por Revolución TRESPUNTOCERO  entre las conductas de violencia sexual se encuentran: tocamientos, que son los manoseos en zonas sexuales del cuerpo; palabras obscenas, insinuaciones sobre tu cuerpo o apariencia; acosos, agresiones, intimidación o amenazas con fines sexuales; exhibición de genitales; miradas lascivas, permanentes e incómodas a tu cuerpo; expresiones corporales y/o verbales ofensivas hacia las mujeres y niñas; persecución y que tomen fotos o video a tu cuerpo sin tu consentimiento. Todas y cada una es violencia sexual. Todas son denunciables.
Es común que las víctimas de este tipo de violencia se sientan avergonzadas. Aún más, sientan temor al denunciar estas prácticas transgresoras de su integridad. Sin embargo, es necesario denunciar a los culpables, de lo contrario, seguirán haciéndolo sin encontrarse con consecuencias.
Según información del programa “Viajemos Seguras”, puesto en marcha en la Ciudad de México desde 2007, si una mujer sufre acoso en la calle o en el transporte público, puede pedir ayuda a cualquier elemento policial -todos están obligados a ayudarle- también puede llamar al 066 o al Instituto de las Mujeres (5512 2831) o dirigirse directamente a cualquiera de los módulos para que sea asesorada en ese momento. Esta institución brinda  asesoría jurídica y atención psicológica sin costo.
Si el ataque ocurre dentro vagón del metro, debe accionarse la palanca de seguridad. De esta manera, el personal de seguridad del STC o personal de la estación acudirán para brindar auxilio. El proceso de denuncia puede ser tardado, por lo que muchas mujeres a veces optan por desistir de la acusación, sin embargo, la denuncia es vital para frenar la ya cotidiana violencia.
No es normal, natural, ni permisible sentirse violentada en las calles, también son nuestras. Denunciar el acoso de una puede prevenir el de todas.

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