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Pedro Miguel
Periódico La Jornada
Mañana, viernes, se cumplen
diecisiete meses, señores del poder, señores del poder municipal, del
poder estatal y del poder federal. Tal vez a estas alturas hacen cuentas
alegres y empiezan a pensar que ya la hicieron: en abril próximo vence
el convenio con el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, mengua el movimiento
de solidaridad con las víctimas y el maniquí que los preside a ustedes
ya hasta se da el lujo de pisar la sangre seca en el pavimento de Iguala
para entonar, por enésima vez, su versión personal del
y yo, por qué: hemos puesto todo de nuestra parte, hemos procurado justicia profunda y transparente, y no está bien que aquel incidente del que casi nadie se acuerda cause perjuicios a la industria turística de la ciudad. Vivimos en un país en el que cada voto cuenta (especialmente si es comprado) y tenemos finanzas públicas sanas: la prueba es que resisten las casitas en Las Lomas, las comisiones, las complacencias fiscales y las cenas con caviar en el extranjero hasta por un total de uno o 2 billones de pesos al año. ¿Qué más quieren? O sea. Ya supérenlo.
Ustedes piensan que el país es tan tonto que va a tragarse la
verdad históricade la hoguera en el basurero de Cocula y de unos malvadísimos narcos que no tienen nadita que ver con ustedes. A fin de cuentas recapturaron a El Chapo, ¿no? Total, están tan empeñados en combatir esa lacra que ya hasta están pensando –después de una guerra que ha costado decenas de miles de vidas y al calor de la cual muchos de ustedes han efectuado pingües negocios– en despenalizar la mariguana. En estos meses ya detuvieron e identificaron a más de un centenar de perpetradores del crimen y lograron que confesaran su participación en forma voluntaria y espontánea, sin recurrir a la tortura y sin fabricar culpables. Ustedes creen que basta con que sus aparatos mediáticos minimicen u omitan las pruebas duras que echan por tierra la invención de Murillo Karam; que Virgilio Andrade realice un pase de magia para desvanecer las groseras evidencias de enriquecimiento ilícito; que es suficiente con armar alianzas de saqueo y silencio dentro de la clase política para neutralizar cualquier sospecha de antidemocracia; con comprar un puñado de viejos priístas y de viejos opositores y reciclarlos como
independientespara asegurarse puntos de apoyo que les aseguren la vida eterna de pillaje, crimen, impunidad y simulación a la que están acostumbrados.
En estos diecisiete meses ustedes, dinosaurios y mirreyes,
se han valido de virreyes locales para dispersar su podredumbre y
desviar la indignación. Lo peor que puede pasar, calculan, es que en
determinado momento haya que sacrificar a alguno de los Moreira, de los
Moreno Valle, de los Duarte, de los Ramírez Garrido, de los Mancera, y
otros sátrapas que les acompañan en la dura tarea del ejercicio de
gobierno orientado a satisfacer las necesidades financieras personales
de ustedes mismos.
Piensan que ya la hicieron, pues; que cuando están a punto de cruzar
la línea de la mitad del sexenio han logrado, a pesar de todo, preservar
el pacto supremo de despojo nacional que plasmaron en el Pacto por
México y que han venido aplicando a rajatabla para transferir las
riquezas nacionales a sus socios del extranjero y del país. Y se frotan
las manos calculando cuántos barriles más podrán extraer de los ductos
de Pemex antes de rematarlos como fierro viejo, cuántos miles de
hectáreas podrán arrebatar a comuneros y ejidatarios bajo el manto de
sus reformas, cuántas obras públicas más –la del nuevo aeropuerto es una
genialidad, hay que admitirlo– para hincharse las bolsas de dinero,
cuántos acuerdos oscuros más de connivencia entre autoridades, mineras
chinas, petroleras gringas, constructoras españolas y criminalidad
organizada.
Creen que basta con mandar a alguno de sus sicarios de la
prensa para echar a rodar infundios contra dirigencias honestas, y
contra víctimas de la violencia de ustedes para desactivar la rabia y la
esperanza, el dolor y las convicciones de muchos miles. Una telenovela
más, una calumnia más, otra componenda para asegurar sumisiones
legislativas y constituyentes, un discurso más en cadena nacional, un
par de agitadores venadeados en algún camino agreste –luego inventan que
fue un crimen pasional– y habrán logrado una situación inmejorable para
robar sin cortapisas, para atropellar sin obstáculos, para que en los
próximos tres años nada ni nadie se interponga entre ustedes y su botín,
que es lo que queda del país: lo que sus antecesores dejaron. Y que
sigue siendo muchísimo.
Sólo falta que terminen de convencer al resto del país de que no hay
nada que hacer y nada por qué luchar, excepto, tal vez, la búsqueda de
una puerta de entrada al club selecto de los oligarcas. “Fumé mota
y llegué a ser secretario de Gobernación”, se jactó hace unos días uno
de sus compinches, un reaccionario que ahora se las da de liberal por
las necesidades políticas del momento. Omitió decir que ejerció tal
cargo en un régimen que mandó al cementerio (perdón: a las narcofosas) a decenas de miles con el pretexto, entre otros, de evitar que los jóvenes fumen mota. Moralinas aparte (porque aparte de los riesgos legales no hay gran diferencia entre un churro
y una lata de cerveza), ustedes han venido transmitiendo, durante
décadas, el mensaje de que la transgresión sí paga, y el mejor espécimen
de ese principio es el figurín hoy incrustado en la Presidencia. Ya lo
decía el viejo Fox: haz todos los chanchullos del mundo, pero asegúrate
de que se ajusten al marco legal.
“No hay más ruta que la nuestra –nos comunican ustedes con sus actos y
hasta con sus palabras–, y consiste en tirar los escrúpulos a la
basura. Si no pueden hacerlo destruyan comercios o agárrense a pedradas
con la policía, pero no vayan por ningún motivo a organizarse, a luchar
por sus derechos a la educación, a la salud y al trabajo, a vincularse
con las comunidades o a informar a sus barrios y, sobre todo, no vayan a
disputarnos el poder: recuerden que la única disciplina que vale la
pena es la fiscal, que toda autoridad resulta intrínsecamente
deleznable, que la política es una inmundicia, y el mejor ejemplo somos
nosotros.”
Lo que ustedes no alcanzan a ver es que cada nueva mentira, cada
nuevo despojo, cada nuevo atropello, cada exhibición de frivolidad
insultante –y vaya que se les da– es un manojo de semillas de cólera
lanzado a la tierra del país profundo. El crimen cometido hace 17 meses
en Iguala no es una marca indeleble en esa ciudad, sino en ustedes y en
su jefe. Así como Zedillo nunca podrá separar su nombre de Acteal, Fox
no podrá hacerlo de Atenco y Calderón ha quedado asociado para siempre a
toponimias lacerantes: Salvárcar, San Fernando, Allende, Cadereyta…
Ante la nación ustedes se apellidan Iguala, Tlatlaya, Tanhuato, Tierra
Blanca y Apatzingán. Aunque se echen encima litros de perfume, los
acompaña el hedor de las fosas. Se pondrán tapones en los oídos pero
escucharán siempre los gritos de los torturados y ajusticiados. Ustedes
no podrán encerrar en un expediente de la procu toda la fauna
cadavérica que pulula en este territorio. Es de ustedes. Es ustedes. Y
el país es eso, pero también es muchísmo más. Ya lo verán.
Mientras tanto, lo que sí pueden hacer es confesar –porque lo saben
perfectamente– qué hicieron a los 43 muchachos y dónde los tienen.
Háganlo ya. Tengan, en su infinita podredumbre, al menos un gesto de
humanidad.
Twitter: @navegaciones
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