DESDE LA LUNA DE VALENCIA
Por: Teresa Mollá Castells*
Esta
semana hemos tenido que asistir a una serie de espectáculos que llegan a
avergonzar a cualquiera que tenga dignidad. Y que conste que no hablo
sólo de los desencadenados por la corrupción política y económica.
Me refiero a la vergüenza que sentí cuando vi a Rita Maestre declarar ante el juez. La sensación de pérdida de libertades que me invadió fue atroz.
Que la derechona política y mediática más rancia se está cebando en las personas que están intentando cambiar las instituciones por dentro, no es ninguna novedad. Lo llevan haciendo desde el primer día que perdieron ayuntamientos como Madrid, Valencia, Barcelona u otros. Buscan la paja en el ojo ajeno para esconder sus propias vergüenzas.
Pero es muy curioso en cómo se ceban con las mujeres que están en esos equipos de gobierno. Con Manuela Carmena la ofensiva no ha cejado desde el primer día, igual que a Ada Colau y como en Valencia quien gobierna es un Joan Ribó, las críticas, aunque persistentes son menos feroces.
Pero a las “tres magas del invierno” recibidas por Joan Ribó las pusieron del color del perejil precisamente por ser mujeres valientes de izquierdas y que se atrevieron a encarnar valores democráticos como lo son la libertad, la fraternidad y la igualdad.
Cuando las mujeres actuamos e intentamos apropiarnos de nuestros cuerpos la maquinaria patriarcal al completo se pone en marcha. Y por supuesto los de faldas largas y negras a la cabeza de todo lo que signifique el control de los cuerpos femeninos.
Ni una palabra les he escuchado decir sobre la corrupción propia y extraña. Ni una sola condena ante el expolio de millones y millones de euros de las arcas públicas. Ni una sola palabra de retirar la comunión por ejemplo a gente corrupta e incluso encarcelada. O de excomulgar a los asesinos de mujeres. O a los violadores. O a los pederastas. Nada. Silencio total en estos casos.
Claro se trata de hombres y el pacto entre ellos funciona. Pero cuando de mujeres se trata saltan de golpe todos ellos para que la maquinaria opresora contra nosotras se ponga en marcha de inmediato utilizando, insisto, todos los resortes a su alcance.
Que las religiones son extremadamente patriarcales e incluso misóginas es algo que muchas de nosotras tenemos claro. Que su influencia llega mucho más allá de los templos y se infiltra en la política para seguir imponiendo sus dictados en nuestras vidas privadas, es algo que comprobamos hace algo más de dos años cuando intentaron a través del dimitido ministro de Justicia español, Alberto Ruiz-Gallardón, modificar la vigente ley de aborto.
Es cierto que aquello lo pudimos parar. Pero yo me pregunto: ¿Cómo podremos parar la continua injerencia en nuestras cotidianeidades de esa influencia cada día más sibilina, pero también más contundente?
Y lo que están haciendo con Rita Maestre y las otras dos mujeres activistas, es una muestra de lo que quiero decir. ¿Acaso si quienes se quitaron las camisetas en lugar de mujeres hubieran sido hombres la reacción hubiera sido la misma? Estoy segura de que no.
El cuerpo de las mujeres como tabú. El cuerpo de las mujeres como máquina reproductiva que no nos pertenece y sobre el cual se pretende que ni siquiera podamos decidir. El cuerpo de las mujeres como arma incluso de guerra. El cuerpo de las mujeres sobre el cual librar batallas para infligir dolor. Pero, paradójicamente, siempre intentando que esos cuerpos no nos pertenezcan.
El hecho de que estén juzgando a estas mujeres por mostrar sus torsos semidesnudos en una capilla es un claro ejemplo de ese poder todavía presente. El hecho de que los procesos judiciales contra algunos curas pederastas estén tan retrasados, es otra muestra de lo que digo.
Otro caso que demuestra lo que expongo es cómo se ha descontextualizado el poema que leyó la poeta Dolors Miquel en la entrega de los premios Ciutat de Barcelona, y que provocaron la salida de un escandalizado Alberto Fernández Díaz, concejal del oficialista Partido Popular (PP) del salón donde se recitó dicho poema.
Los abogados cristianos ya han anunciado que van llevar a los tribunales a Ada Colau y a la poeta por diversos “ataques” a sus creencias. El Obispo de Terrassa también ha tildado el poema de blasfemo y en un tuit se preguntó “¿Hasta cuándo aguantará la paciencia de los católicos?”. Y yo me pregunto: ¿Hasta cuándo aguantará la paciencia de las mujeres con sus mensajes misóginos?
Reivindicar nuestros cuerpos libres, nuestra maternidad libre y saltar todas las alarmas patriarcales, y desatarse ofensivas patriarcales de inmediato, como estamos viendo, es todo uno e inmediato.
Cuando nos asesinan por ser mujeres, silencio. Cuando ocupamos espacios públicos y ejercemos poder democrático, críticas feroces a nuestra gestión. Cuando existe corrupción continuada y sistemática, se mira a la bancada de enfrente.
Así funciona al patriarcado. Así nos sigue machacando el patriarcado.
A Rita Maestre, a Ada Colau, a Manuela Carmena, a Celia Mayer y a tantas otras mujeres que están en primera fila política, raro es el día que algún hombre de la política o de los medios de comunicación no les piden la dimisión.
A quienes están demostrando que son corruptos y que han hecho desaparecer millones y millones de euros de los fondos públicos, y que han inundado de corrupción y de mala gobernanza las instituciones de todo tipo, honores y parabienes durante años y años. Ese es el modelo que siguen defendiendo tantos y tantos hombres y mujeres que sustentan al patriarcado con sus reglas.
Reivindican que caiga todo el peso de la ley contra mujeres víctimas de violencias machistas que impiden que sus maltratadores sigan ejerciendo violencia contra sus hijas e hijos, pero se callan e incluso justifican las violencias estructurales que día a día son ejercidas contra todas las mujeres, porque son parte del sistema, de su sistema patriarcal.
La ofensiva patriarcal puesta en marcha cada vez que las mujeres ejercemos algún tipo de poder político o pretendemos ejercerlo sobre nuestros propios cuerpos, es una maquinaria compleja y muchas veces invisible pero muy potente.
Se camufla de muchas maneras. Se ejerce desde muchos frentes. Se naturaliza dentro de nuestras vidas para acabar siendo invisible y de ese modo seguir ejerciéndose impunemente.
Esa ofensiva patriarcal forma parte de algo todavía peor por invisible y naturalizado a lo largo de siglos y siglos, y se llama violencia estructural y es el arma más potente que utiliza el patriarcado para subsistir.
Afortunadamente sabemos que existe y somos muchas voces las que reclamamos cambios y las que damos soporte a Rita, Manuela, Ada, Celia, Dolors, Rosa, Manola, Llum y tantas otras mujeres que están dejándose la piel por cambiar las cosas y plantando cara al patriarcado pese a las ofensivas a las que éste las somete.
A todas ellas, las nombradas y las no nombradas pero englobadas en estos nombres, todo mi respeto, admiración y reconocimiento.
Somos muchas más de las que algunos se creen y plantaremos cara porque, cada vez que nos atacan de cualquier manera a una de nosotras, lo hacen con todas. Y estoy segura de que ahí estaremos para decir ¡¡¡basta!!!
tmolla@telefonica.net
*Corresponsal en España. Comunicadora de Ontinyent.
CIMACFoto: César Martínez LópezCimacnoticias | España.- 23/02/2016
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