3/01/2009

Periodistas pal cafe...............



Columnas
José Agustín Ortiz Pinchetti: El despertar
Ahí viene la cargada: empresarios de diversos volúmenes, líderes políticos de todos los colores, académicos (a punto de dar la cabriola), propietarios de sindicatos coinciden en cantar réquiem al neoliberalismo, aunque casi todos lo sirvieron y se sirvieron de él. Y tienen razón. La economía está estancada hace 28 años. La corrupción rompe récords, el crimen organizado pone en duda la gobernabilidad. La desigualdad tiene a 40 millones de mexicanos con dos dólares al día. La macroeconomía empieza a resquebrajarse.
La propuesta fanática de los neoliberales: dejar todo en manos del mercado, no era original ni sincera. El grupúsculo de neoconservadores educados en las universidades estadunidenses que se apoderó del mando al principio de los ochenta copió a detalle el esquema del país vecino, con altísimo costo para el pueblo de México, aceptando que habría destrucción temporal del bienestar para después entrar al primer mundo. Estos tecnócratas fueron unos falsarios: desmantelaron el Estado y sus empresas, pero no en favor del mercado, sino de los grupos de interés. No aprovecharon la bonanza petrolera ni el auge de Estados Unidos.
Destruyeron la doctrina liberal: aumentaron el tamaño del gobierno, sus gastos y despilfarros. Estimularon la concentración monopólica. Realizaron privatizaciones apresuradas y corruptas. Rescates financieros masivos en favor de los más ricos. Abandonaron el medio rural, eliminaron los subsidios agrícolas por subsidios populistas. Convirtieron a México en un protectorado, desquiciaron, corrompieron, desarticularon el fuerte Estado mexicano. Asociados el PAN y el PRI durante el plazo de dos generaciones han mantenido el principio de impunidad e intangibilidad de los peores grupos. ¿Qué tiene de liberal todo eso?
¿Y qué propone ahora la nueva sabiduría convencional? Además de condenar la política neoliberal, quiere volver a regular las instituciones financieras e impedir sus excesos. Ceñir las operaciones bancarias al interés público. Rescatar la intervención del Estado, no sólo para impedir el desorden del mercado, sino para recuperarlo, es decir, para aumentar la competitividad de las empresas e impulsar de nuevo el crecimiento. Reducir las cargas fiscales para las pequeñas y medianas empresas y hacerlas efectivas para los macrogrupos. Propone salir del estancamiento y redistribuir el ingreso.
Resulta que ése es el centro de la propuesta de AMLO: volver a crecer y empezar a distribuir fue el alma de su campaña y hoy es su victoria cultural. El Proyecto Alternativo no era un peligro para México y hoy es la única esperanza frente a la decadencia.
jaorpin@yahoo.com.mx

Alfredo Jalife-Rahme: Bajo la Lupa
i Hongmei, del People’s Daily (24/2/09), muy cercano al gobierno chino, decreta el fin de la hegemonía de Estados Unidos y el inicio de la era multipolar global.
El inapelable dictamen geoestratégico es proferido dos días después del periplo asiático y de la visita a China de Hillary Clinton, la poderosa secretaria de Estado de la administración Obama (ver Bajo la Lupa, 22 y 25/2/09).
China solía expresar usualmente, con mayor preferencia junto a Rusia (en especial durante las cumbres del Grupo de Shanghai), su anhelo por un nuevo orden multipolar, en el contexto de un planeta más armónico, propio de su cosmogonía, pero, hasta donde hemos detectado, nunca habían atravesado el Rubicón semántico hasta llegar a sentenciar tanto el fin de la hegemonía de Estados Unidos como el advenimiento del nuevo orden multipolar, por cierto, dicho sea con humildad de rigor, dos tesis ya muy vistas de Bajo la Lupa desde hace por lo menos seis años, y asentadas en nuestros recientes dos libros premonitorios Fin de una era (Editorial del Zorzal, Buenos Aires, 2007) y Hacia la desglobalización (Editorial Jorale, México, 2007).
El artículo de Li Hongmei es relevantemente estratégico por el lugar de su edición (China), sus vínculos gubernamentales y su fecha: dos días después de la visita de Hillary y prácticamente un mes antes de la cumbre del G-20 el 2 de abril en Londres, que representa la última oportunidad para que básicamente el G-7 y el BRIC (Brasil, Rusia, India y China), primero, limiten los daños de la hecatombe tanto del dolarcentrismo unipolar como de la hegemonía anglosajona del putrefacto sistema financiero internacional hecho pedazos y, luego, rehagan el mundo conforme a la nueva realidad multipolar geopolítica y geoeconómica.
El autor chino ha de poseer mejores y mayores datos, que seguramente detectaron y/o reafirmaron las autoridades durante la visita de Hillary, que las muy simplistas dos gráficas contrastantes que cita del FMI –cuando en el lapso de cinco años Estados Unidos declina a 25 por ciento del PIB global, mientras las economías emergentes surgen a 32 por ciento en 2008– para emitir una sentencia tan perentoriamente definitiva sobre la caída unipolar de Estados Unidos y el ascenso multipolar, cuyo diagnóstico es más contundente con el abordaje multidimensional (geopolítico, geoeconómico, geofinanciero y geoenergético).
Según las dos gráficas del FMI, en cinco años el porcentaje del PIB global de Estados Unidos se desplomó 7 por ciento, al pasar de 32 a 25 por ciento. ¡Y lo que falta!
A lo que hace eco Li Hongmei: “si la ‘reversión dramática’ de Estados Unidos ‘ocurrió en cinco años’, ¿cuánto más cambiará en los próximos cinco o 10 años?”
Como aportación complementaria de Bajo la Lupa al autor chino, del 32 por ciento del PIB global de las economías emergentes, 13 por ciento, un poco menos de la tercera parte, pertenece al BRIC. Por alguna razón escamotea que la Unión Europea (UE) ostenta 31 por ciento del PIB global, 6 por ciento por encima de Estados Unidos. Más allá del BRIC, ¿como definirá Li Hongmei a las economías emergentes que han rebasado a Estados Unidos y a la UE?
El autor chino cita un extracto del artículo Despidiendo la hegemonía de Parag Khanna en un suplemento sabatino de The New York Times (27/1/09): “Ahora competimos –y perdemos– en un mercado (sic) geopolítico con las otras superpotencias mundiales: la UE y China”.
¿Dónde dejaron a Rusia, India y Brasil? Es patético el ultrarreduccionismo que practica Estados Unidos, que intenta eclipsar la realidad mediante su perturbadora negación mental.
Li Hongmei conjetura que Estados Unidos hubiera sido el rey de la colina de la unipolaridad de no haber sido golpeado por los ataques terroristas del 11/9. La guerra contra el terrorismo global, que siempre expusimos como un montaje hollywoodense, fue interpretada por la comunidad internacional como un camuflaje (¡súper-sic!) usado (sic) por Estados Unidos para ocultar su intención de recuperar su monopolio sobre el globo entero. Esta es la aseveración más severa de Li Hongmei, quien deja entrever muchas cosas detrás del camuflaje de la guerra contra el terror global que los neoconservadores straussianos, muy cercanos a Israel, le endosaron demencialmente al Islam.
Fustiga sin piedad al típico sistema financiero capitalista liberal de Estados Unidos cuando la hegemonía de Estados Unidos se encuentra al borde (sic) del colapso. ¿Al borde?
Aduce que “hoy, por primera vez en la historia, la competencia (nota: no la delirante competitividad economicista) es global, multicivilizatoria y multipolar, con una exhibición de poder inteligente. Para ser el vencedor, se debe buscar más la cooperación que la confrontación”.
¿Podrá transformar Estados Unidos su sique consustancialmente bélica?
Estados Unidos no es más el rey de la colina conforme la nueva fase de la estructura de poder mundial multipolar se asienta en 2009 y el orden internacional sea reajustado en forma correspondiente.
Reconoce que en estos momentos la estructura del poder internacional es todavía indiscernible (sic), cuando Irán ha emergido como potencia regional; Latinoamérica redobla sus esfuerzos para liberarse de la órbita de EU y la UE no puede proseguir su expansión, y cuyos tres principales jugadores, Gran Bretaña, Alemania y Francia, exhiben su propio declive económico.
En referencia a Rusia señala que enfrenta una ardua tarea para reducir su pesada dependencia en sus exportaciones gaseras y en reconstruir una propia industria manufacturera moderna. Con todo respeto a Li Hongmei, pero los problemas de Rusia no son los señalados, sino otros (v.gr. su demografía declinante y su subdesarrollo financiero; al contrario, el gas ha sido su bendición y el asunto manufacturero, para una superpotencia tecnológica, tampoco es una ardua tarea).
Expone en forma muy optimista el prodigioso ascenso de China como nuevo jugador superpesado, pero oculta sus conspicuas vulnerabilidades.
A nuestro juicio, es probable que el incipiente orden multipolar se deba más a las vulnerabilidades (v.gr. materias primas; en particular, los hidrocarburos) que a las complementariedades (v.gr. el espejismo exportador, con o sin valor agregado) cuando, desde el punto de vista multidimensional (nuclear, geoeconómico, geofinanciero y geoenergético), ninguna de las nuevas y añejas superpotencias (Estados Unidos, UE, BRIC y hasta Japón) es autosuficiente.
En paralelo y sincronía al declive de Estados Unidos, el México neoliberal, con los disfuncionales panistas Fox y Calderón, se desplomó seis lugares en ocho años al pasar su PIB del noveno al decimoquinto del ranking mundial (¡más lo que sigue!). Es notorio el suicidio neoliberal de México al haber ligado su suerte a la unipolaridad de Estados Unidos, lo que resalta más cuando el restante de las economías emergentes creció vigorosamente en el mismo lapso. Lo que no alcanza a entender el hilarante Congreso mexicano, con todo y sus cartuchos quemados invitados al delirante debate (sic) ¿Qué hacer (¡súper-sic!) para crecer (sic)?
Está bien que Gamboa Patrón no entienda nada, pero ¿no son, acaso,economistas Beltrones y Labastida, quienes hacen y deshacen en el Congreso, en particular cuando entregaron insensatamente el petróleo de las aguas profundas del Golfo de México, lo cual demostramos en nuestro libro por salir La desnacionalización de Pemex, que cuenta con el invaluable prólogo de Andrés Manuel López Obrador?

León García Soler: A la mitad del foro

Cristina Pacheco: Mar de Historias

Leonardo Páez: ¿La Fiesta en Paz?

Frontera norte: violencia y descomposición social
Con el telón de fondo de la denominada guerra contra el narcotráfico que ha emprendido el gobierno federal, se han recrudecido las expresiones de violencia en distintas localidades de la frontera norte del país –Reynosa y Nuevo Laredo, en Tamaulipas; Ciudad Juárez, en Chihuahua, y Tijuana, en Baja California, por mencionar sólo algunas– y se ha profundizado el clima de creciente tensión e ingobernabilidad que prevalece en esa región.
Ante un escenario dominado por las cuotas diarias de ejecuciones, levantones y balaceras –ya sea entre las bandas criminales o entre éstas y elementos de la fuerza pública–, el calderonismo no ha podido o no ha querido ensayar una respuesta diferente que el mantenimiento de la misma política de supuesta seguridad que ha seguido desde hace más de dos años, y la defensa de un discurso cuya premisa fundamental es la necesidad de confrontar, cada vez de forma más violenta, a los cárteles de las drogas. Es ilustrativa, al respecto, la decisión oficial de enviar otros 5 mil militares a Ciudad Juárez, apenas unos días después del atentado en contra del gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza.
No puede pasarse por alto, en cambio, que la crisis de seguridad que se vive en esa región difícilmente se podrá contrarrestar con medidas exclusivamente policiales o con el despliegue de efectivos militares, pues tal deterioro es saldo de una profunda descomposición del entramado social a lo largo de toda la franja fronteriza, entre cuyas causas destacan el desempleo, la pobreza, el abandono del campo, la migración económica, la desigualdad y la indiferencia e incapacidad del Estado mexicano para hacer frente y resolver estos problemas. Estos elementos, en conjunto, han hecho de la frontera norte un caldo de cultivo idóneo para el despegue y el desarrollo de expresiones delictivas como el narcotráfico, actividad extraordinariamente rentable que, hasta donde puede verse, ha ampliado su influencia más allá del traslado de estupefacientes ilícitos. Baste mencionar, como botón de muestra, la enorme influencia que el cártel del Golfo tiene en un porcentaje importante de los procesos productivos y los negocios de Tamaulipas, bastión de esa organización criminal, y los indicios de que ha logrado establecer una basta red económica en la que se cuentan el cobro de cuotas a empresarios y a la población en general a cambio de protección, y el control y operación de bandas dedicadas al tráfico de indocumentados.
Es sabido que el narcotráfico posee, además de un enorme poder de fuego, recursos y capacidad para infiltrar a las corporaciones de seguridad pública y a la institucionalidad política del país. En los últimos años, por añadidura, esa actividad ha adquirido una importante dimensión económica tanto en la frontera norte como en el resto del territorio nacional –los cárteles de la droga emplean a medio millón de personas en el país, según cifras de la Secretaría de la Defensa Nacional–, y no puede descartarse, por desgracia, que otro tanto esté ocurriendo en el ámbito social y que las protestas recientes en contra del Ejército sean impulsadas de manera subrepticia por esas organizaciones. Tales escenarios, por indeseables que resulten, deben ser considerados y analizados por las autoridades, si lo que se quiere es evitar que se consoliden o profundicen.
No puede negarse que el gobierno tiene la obligación de vigilar el cumplimiento de la legalidad y el estado de derecho, así como de garantizar la seguridad pública al conjunto de la población, y que la existencia de expresiones criminales como el narco constituyen lastres para la plena realización de esas tareas. Sin embargo, las autoridades deben actuar con sensibilidad e inteligencia, reconocer las distintas dimensiones de esos fenómenos –la policial, la política, la económica, la social– y atender, en consecuencia, los factores que se encuentran en la base de su surgimiento y desarrollo.

Arnaldo Córdova: El trabajador en la Constitución y en el derecho
El derecho del trabajo es una rama o un sistema del ordenamiento jurídico, como lo son el derecho civil, el mercantil, el penal y todos los demás. Lograr que fuera concebido así costó mucho esfuerzo y, entre nosotros, el verdadero hacedor de la obra fue el maestro Mario de la Cueva. En 1938 publicó el primer tomo de su monumental Derecho mexicano del trabajo. Le dio título definitivo a la materia. Antes se le denominaba derecho obrero, derecho industrial y cosas así. De la Cueva hizo notar que no se trataba de un derecho de clase (de la clase obrera) como muchos demagogos sostenían, pero que tampoco era una simple derivación del derecho privado (hasta entonces una buena mayoría de los regímenes laborales del mundo incluían en la legislación civil las relaciones laborales).
Gustav Radbruch, el gran filósofo del derecho alemán que ya he mencionado aquí, había postulado que entre el derecho privado y el derecho público, ya en pleno siglo XX, había proliferado una nueva especie de derechos (como sistemas jurídicos) que no eran ni lo uno ni lo otro. Entre ellos mencionaba el derecho agrario, el derecho económico y, por supuesto, el derecho del trabajo. A estos derechos los denominó derechos sociales. Eso destruyó la geometría perfecta del antiguo derecho que dividía al mundo jurídico en sólo público y privado. De la Cueva lo hizo notar, pero aprovechó el viaje para fijar la peculiaridad del derecho del trabajo. Ya en la pequeña exposición del plan de su obra, escribió: La aplicación del derecho del trabajo supone la existencia del contrato del trabajo, esto es, entre un trabajador y un patrono, y todas sus disposiciones tienden, en última instancia, a garantizar a cada obrero un mínimo de vida (edición de 1938, p. 7).
Ello supondría que, en efecto, se trata de una contratación entre privados. Con una erudición asombrosa, el maestro muestra que la privatización del derecho del trabajo condujo a las mayores iniquidades, porque muy pronto se descubrió que esos privados que son el trabajador y el patrono pueden ser calificados como libres, pero su libertad no es igual. Si se deja al trabajador sin la protección de la sociedad (del Estado que la representa), su libertad no vale nada en las relaciones de desigualdad con su patrono y éste siempre se impondrá. No puede haber una justicia igual en la que tratan iguales, sino una justicia conmutativa (Aristóteles decía que consistía en tratar desigualmente a los desiguales). En el derecho del trabajo, el Estado debe proteger al trabajador hasta hacerlo igual a su contrincante jurídico, su patrono.
De la Cueva siempre luchó porque se entendiera que el derecho del trabajo era una regimentación de intereses contrastantes, pero que se necesitaban el uno al otro: “…la más elemental justicia exige que se fijen los derechos mínimos de uno y de otro –escribía–, que fundamentalmente son, respecto al trabajo, un determinado nivel social para cada trabajador y una defensa de su salud y de su vida, y para el capital, el respeto de la propiedad privada y el derecho a percibir una utilidad” (p. 188). El capital sólo puede subsistir si se protege el trabajo, aunque ahora muchos estúpidamente piensen que se puede hacer a menos del trabajador. Al empresario empleador hay que protegerlo porque hace su inversión que procura el empleo; pero al trabajador hay que protegerlo como un bien de la nación porque sin él no hay producción. Ese no es el caso del empresario.
Más adelante, el maestro insiste en el concepto: “Tiene el derecho del trabajo como finalidad primera… proteger la salud y vida del trabajador y garantizarle determinado nivel social” (p.191). Y no se hacía ilusiones. El capitalismo individualista busca devorar y destruir al trabajador para hacer su ganancia. El derecho busca proteger al trabajador para hacer posible la producción de la riqueza nacional. El dilema está claro: o se protege y se preserva al trabajador o se le destruye en aras del enriquecimiento personal. De la Cueva remata su razonamiento así: “En realidad, todo el problema del derecho del trabajo gira alrededor de la relación del trabajo, puesto que la finalidad mediata [a largo plazo]… es una tendencia susceptible de revestir las más variadas formas, que no siempre conducen a la destrucción del asalariado como sistema de producción” (p. 191).
El artículo 123 de la Constitución entraña exactamente lo que el maestro explicaba: el objetivo de esta rama del derecho es hacer procedente la producción de riqueza para la sociedad, pero no a costa del aniquilamiento del asalariado. En este artículo se instituyen (se establecen) los derechos de los trabajadores que deben quedar incluidos en cualquier relación o contrato laboral y son innegociables. No son un máximo, sino un mínimo. Todo lo que el trabajador pueda negociar a su favor va por encima de ese mínimo. El empleador no puede negarse a satisfacer ese mínimo. Jornada máxima de trabajo (y horas extras), salario mínimo, protección de las mujeres y los menores trabajadores, vivienda para ellos cuando la empresa esté en condiciones de proporcionarla, seguridad y previsión social para los trabajadores como responsabilidad compartida por trabajadores, empresarios y Estado; protección en trabajos riesgosos, indemnización o reinstalación y otros más.
En la legislación derivada (Ley Federal del Trabajo), empero, se da pie para que esos derechos básicos de los trabajadores, que en la doctrina del 123 miran a proteger su vida y la preservación de la fuerza de trabajo como un bien de la nación, sean regateados o disminuidos o incumplidos por los empresarios. Siempre ha habido diferencias notables entre el 123 y la legislación reglamentaria (desde la primera ley de 1931). Toda la legislación del trabajo se ha hecho siempre para limitar, poner a negociación o, incluso, negar los derechos básicos establecidos en el 123. Siempre se ha dicho, pero nadie ha hecho nada, ni los sindicatos, que ya sabemos lo que son. La nueva propuesta de la Secretaría del Trabajo, mantenida al oculto por Don Roque y que ni siquiera tiene la forma de un proyecto de decreto, va a un extremo jamás visto antes.
Mi próxima entrega estará dedicada a ese nuevo intento de conculcación de los derechos laborales. Todos los derechos básicos, innegociables e inatacables del 123, ahora no sólo son negociables, sino que ya ni se mencionan o, de plano, se dejan de parte. Como todos los bienes de la nación, para los panistas, también nuestra fuerza de trabajo está a la venta.
Guillermo Almeyra: ¿Y China, para cuándo?

Es fácil decir que la recuperación empieza en este verano. Pero luego nadie les cree. Esta afirmación sigue a otra serie, que dicen que en 2009 el producto interno bruto (PIB) va a bajar sólo uno por ciento, otros sostienen que un poquito más.
No fue necesario esperar al verano para tener una probadita de la realidad: una institución oficial, el Inegi, reporta que en el cuarto y último trimestre de 2008 el PIB bajó 1.6 por ciento. Como indican muchas cifras parciales, como es la baja de 31.5 por ciento en las exportaciones frente al mismo mes del año anterior, esto siguió de bajada en enero. ¿Cómo se sostiene lo de la baja anual de uno por ciento o por ahí? ¡Recuperación en verano! Así, si en el primer trimestre la baja fuera de 2 o 3 por ciento, y poco menos en el segundo, con esta recuperación a lo mejor se salva ese promedio anual, a pesar de la caída de finales de 2008.
Pero sale otra probadita de la realidad. El presidente de la Reserva Federal estadunidense (FED, por sus siglas en inglés) dice que podría ser hasta 2010 cuando las acciones del gobierno de ese país se traduzcan en recuperación, y eso sólo si se puede restaurar una cierta estabilidad financiera. Agregamos: si no hay recuperación allá, acá menos. Ya vimos con el ejemplo de la industria automotriz la tremenda baja en la producción y, sobre todo, de las exportaciones. Si allá no se compran más coches, acá tampoco se van a exportar más.
Entonces, lo de la recuperación en verano aquí no se sostiene. Veamos algo en relación con las medidas para contrarrestar la crisis.
Un ejemplo muy claro: el gobierno anuncia que va a apoyar a empresas que tengan que pagar deudas en dólares o hacer pagos relacionados en el comercio exterior. Además de que no hay apoyo a la gente, especialmente a las multitudes, que pudieran mejorar el mercado interno y restablecer las caídas de ventas por acá y por allá, ese anuncio tiene sus problemas. No hay inversión que pudiera incidir en una recuperación económica. Sólo se evita o retrasa el cierre de las empresas beneficiadas, pues no se han eliminado las causas de su difícil situación.
Un caso que se anunció con mucha propaganda, que sí implica inversión, es el dinero para la nueva refinería. Pero no quieren anunciar el sitio, comprar el terreno y empezar la obra civil. Quieren dejar las inversiones para dentro de un año, en especial la obra que implicaría empezar a ejercer la inversión en una cantidad que se note. Por lo pronto, han sido puras palabras, para variar.
Ya citamos un ejemplo de que esto es posible: una de las cinco refinerías del plan de cinco años de Petrobras, que se anunció hace poco en Brasil, la de Río de Janeiro, que además es parte de un complejo petroquímico, ya inició los primeros concursos que incluyen la destilación primaria, y anuncia la terminación de las obras de aplanado del terreno y conexas para fines de este mismo año.
Pero hay otro elemento que debería tener todo plan de recuperación: de dónde va a salir el dinero. El gobierno de Obama está trabajando en el plan para reducir el déficit, en concreto, reducir gastos y aumentar ingresos. Una de las reducciones de gastos viene del retiro de tropas de Irak. Uno de los principales ingresos adicionales, de aumentar impuestos a las personas de muy altos ingresos. Expresamente no se aumentan los impuestos a las empresas para no frenar la recuperación sino a los individuos, aunque éstos sean dueños, accionistas o altos funcionarios de las empresas. Otro ingreso adicional viene de eliminar exenciones de impuestos a las compañías petroleras y gaseras, que gobiernos propetroleros anteriores les hayan concedido.
Aquí, en México, López Obrador ha presentado desde hace tiempo un programa de reducción de los gastos del gobierno de 200 mil millones de pesos, para que de ahí salgan medidas contra la crisis y en defensa de los más afectados por ella. Esto incluye la reducción, en algunos casos drástica, de los ingresos de altos funcionarios de los tres poderes. También la eliminación o reducción de gastos superfluos, y otros.
Los altos funcionarios prefieren voltear hacia otro lado. No se oye. No sólo rechazan en los hechos las propuestas de López Obrador, tampoco les hacen gracia los posibles precedentes en Estados Unidos. ¿Los soldados a sus cuarteles de nuevo? ¡Jamás! ¿Que en ese país se hizo, por las autoridades civiles, una operación contra el cártel de Sinaloa, de 21 meses, 755 detenidos y grandes cantidades de dinero y bienes capturados? No nos pidan hacer algo así, podrá decir alguien cercano al gobierno; aquí, antes de dos meses ya lo saben todo.
¿Más impuestos a los multimillonarios? Y reflexiona el cercano: ni siquiera los hacemos cumplir con los impuestos que ya deberían estar pagando. Y todavía, sigue reflexionando, de allá nos dicen que aquí hay corrupción e impunidad en todos los niveles de gobierno. ¡Tan bien que iban las cosas con Bush!
El hecho es que el gobierno federal no plantea de dónde va a salir el dinero para una recuperación que no se ve que aquí se vaya a impulsar de manera real. Da la impresión de que esperan a que venga la recuperación en Estados Unidos y que rebote aquí. Pero, ¿cuándo y cómo? Si Estados Unidos negocia, por ejemplo, con China, que le preste más dinero para la recuperación (ya es el mayor propietario en el mundo de bonos del Tesoro del vecino país), ¿eso va a incluir comprarle más automóviles y otros bienes? A ver si los discursos resuelven esa situación.

Rolando Cordera Campos: Obama en Anáhuac

José Emilio Pacheco: Ciudad de la memoria
C como Cuaresma, c como crisis
Según el calendario litúrgico católico, acabamos de pasar el Miércoles de Ceniza para entrar en el tiempo de la Cuaresma, periodo de 40 días de penitencia y oraciones que precede la Semana Santa, conmemoración de la muerte y resurrección de Jesucristo. Desde el siglo IV los cristianos vienen recordando en esa forma los 40 días de ayuno de Jesús en el desierto y las tres tentaciones que le presentó el Astuto. Hasta hace poco los cristianos ayunaban, cada quien a su manera, liviana o rigorosa, pero el sentido de la penitencia debería ayudarnos a enfrentar la crisis.
De la seriedad de la crisis ¿quién dudaría? A los dirigentes políticos y económicos se les puede reprochar muchas cosas, menos la de maquillar la situación, de minimizar la crisis.
El presidente Obama, a la vista de las últimas estadísticas sobre la economía de su país, declara que “el desastre continúa (…) la economía es cada día más enferma (…) y bien podría hundirse en una crisis que podría revelarse como imposible de sanar”; el presidente Sarkozy promete a los franceses “la crisis del siglo, sin precedentes, de una brutalidad total”; su colega inglés dice que la crisis actual “es mucho más grave y seria que la de los años 1930”.
Un taxista me decía que nuestros dirigentes, la prensa, la radio y la televisión deberían bajar el tono en lugar de empujarnos a la depresión sicológica y, por lo mismo, a una gran depresión económica; hay que saber que mi taxista era un ingeniero que acababa de perder su trabajo en una pequeña compañía a punto de quebrar. Además argumentaba que el ultrapesimismo de los políticos y de los empresarios es una manera de defenderse, de no aceptar su responsabilidad en la situación actual.
Ahora bien, los hechos son duros y reales: hay crisis, es muy grave y parece que nadie sabe qué hacer. El historiador tiene la impresión, falsa posiblemente, pero irresistible, de hojear una Historia de las crisis, siglos XIX y XX. No solamente de las crisis, sino del ciclo completo en tres etapas: prosperidad, crisis, liquidación para volver a entrar en una fase positiva, etcétera…
Así la crisis presente no ofrece nada nuevo, sino su dimensión, como se puede leer en el número de marzo —acaba de salir— que la revista ISTOR dedica a las crisis en la historia. Su dimensión mundial hace más difícil encontrar la salida que en otros tiempos porque su manejo tiene que ser colectivo, cuando no existe el gobierno internacional que daría la impulsión y realizaría la maniobra.
Lo que nos devuelve al tema de la Cuaresma. Quien dice Cuaresma dice penitencia, lo cual implica conocer, reconocer sus errores —pecados—, y arrepentirse; luego viene el sacrificio, tradicionalmente en forma de ayuno, prolongado por una conversión: lo que se ahorra ayunando se da a los pobres y hay que cambiar de vida.
Bueno, ¿por qué no dar gracias a la crisis, si no hay mal que por bien no venga? Decrecimiento, frugalidad, defensa del medio ambiente, cambio de nuestras relaciones con la naturaleza. Todo esto nos remite al arrepentimiento de nuestros pecados (después del diagnóstico-examen de conciencia), ayuno y conversión a una nueva conducta. El ayuno cuaresmal sería el fin del hiperconsumo, de consumir por consumir. No cabe duda de que la recesión nos llama rudamente la atención y nos dice de cambiar nuestro modo de vida fundado sobre el crédito fácil y el consumismo.
¿Estamos dispuestos al arrepentimiento, ayuno y conversión para construir una sociedad más justa, a conservar lo que queda de la naturaleza, a preparar un mundo decente para las futuras generaciones? El Christian Science Monitor de Boston escribe que “resistiendo al llamado del comercio y de los economistas que los empujan a comprar, algunos americanos renuncian a los excesos, reevalúan sus prioridades y sienten así un sentimiento bienvenido de libertad”.
Cada uno de nosotros podría así “ser parte de la solución, en lugar de ser parte del problema”. La crisis nos obliga a preguntar cuál es el sentido de un “progreso” automático e incesante desprovisto de finalidad alguna, sin ningún tipo de proyecto común, hacia algo mejor.
Tenemos la capacidad tecnológica de destruir toda la Tierra, pero no tenemos la menor idea de adónde vamos. Los jefes de Estado y de las empresas parecen impotentes frente a la evolución del mundo; ¡ojalá y su parálisis pesimista lleve a una movilización general de los mejores espíritus y de todos los medios para encontrar el camino! Para eso hay que entrar primero en Cuaresma.
jean.meyer@cide.edu
Profesor investigador del CIDE


Carlos Monsiváis
Pedro Infante. Las leyes del querer

Uno, en tanto autor de crónicas biográficas, siempre está sujeto a las jerarquizaciones. En cualquier idea que se tenga más que de la cultura popular de lo ahora llamado imaginario colectivo, Pedro Infante se mueve y se instala en los primeros lugares. En esa medida es un reto. ¿En dónde radica lo principal del desafío? En la permanencia en primer lugar. Infante desde Nosotros los pobres es un eje de las visiones perdurables y esto no ha cesado así varíe la perspectiva de cada generación.
También es un desafío el examen filmográfico. Infante supo elegir y, también, fracasó en varias de sus selecciones fílmicas. Pero cuando acierta es deslumbrante. En el desafío no incluyo de manera central su biografía porque ésta ha sido objeto de las memorias de las mujeres de las que estuvo enamorado y que le correspondieron con denuedo. También se sabe de su ascenso, de las dificultades en el manejo de la voz, de las fortunas que ganó y se desvanecieron. Es parte de la cultura oral su afición por la aeronáutica y continúa siendo motivo de interpretación. Su ingreso a la mitología a partir del accidente en Mérida en 1957. Por todo esto me parecía importante enfrentarme a la figura, la leyenda, el mito, la unidad legendaria de Pedro Infante.
El principal culpable de la educación sentimental de los mexicanos y las mexicanas en las últimas décadas es la sucesión de círculos de la desigualdad. Ismael Rodríguez, constructor aduo del mito de Pedro Infante, fue un cultor del melodrama que practicó con fortuna la comedia, pero su madre patria fue el melodrama sin duda alguna y este género, aunque admite excepcionalmente culebrones como Los ricos también lloran, tiene que ver con la desposesión, las limitaciones educativas y económicas y las sensaciones de naufragio, todas vinculadas de una forma u otra a la desigualdad.
La educación sentimental de México ya en lo más específico se le debe al cine, a la radio, a las telenovelas y a las canciones. En este sentido Ismael Rodríguez iría a la par de José Alfredo Jiménez, Tomás Mendez, Agustín Lara, Gabriel Ruiz, Álvaro Carrillo, Armando Manzanero y el catecismo del padre Ripalda. Respecto a éste último, ¿quién no llora sabiéndose inexistente desde el punto de vista teológico? “Polvo eres y en polvo te convertirás”, dice el texto sagrado, aunque Quevedo contradice esta anulación del ser: “polvo serás, más polvo enamorado”. Esta podría ser una de las definciones de Pedro Infante.
Si algo es ajeno a El laberinto de la soledad, una muestra del gran virtuosismo prosístico, intelectual y de construcción simbólica es Nosotros los pobres. No hay en la película nada parecido a la soledad del Altiplano, no hay la vergüenza de ser distinto, no hay una diosa nodriza como la chingada. En Nosotros los pobres lo que destaca es el modo en que la solidaridad sobrevive a la pobreza. La carencia de recursos nunca se remedia pero las sensaciones de familia ampliada en este caso una vecindad sí son el gran amparo en las tribulaciones y la pareja que en Octavio Paz está presente en Piedra del Sol, no en el Laberinto, es esencial en Nosotros los pobres. Para las creencias de la época, en pleno desarrollo del desarrollismo que Miguel Alemán llevaría a la categoría de deidad, la pareja es el punto de partida, en cada hogar Adán y Eva ponen el nacimiento.
¿Los mexicanos amamos como amó Pedro Infante? Como amó Pedro Infante en sus películas, la mayoría seguramente no. Esa idea de que el amor nos conduce a la muerte está un tanto devaluada por la intromisión de los sentimientos de seguridad personal. En lo tocante a los afectos familiares, a la noción de pertenencia a una célula indestructible, y si no interviene la disputa por las herencias, el amor vehemente si se conserva, y esto es uno de los grandes refugios en épocas de crisis. Basta ver las reacciones familiares en casos de secuestro o de enfermedad. Nadie se tirará al abismo con la mujer en brazos, pero sí se esforzará desmedidamente por salvar a un ser querido.
Con todo respeto, una expresión que siempre anuncia la discrepancia, Negrete no es una de mis preferencias. Su voz es magnífica pero su entrenamiento como actor lo obtuvo observando las estatuas del Paseo de la Reforma. Ahora situaría a Infante, en el caso de interpretes masculinos del cine mexicano a lado del excelso Joaquín Pardavé que es un coreógrafo de sí mismo, apabullante, a lado de Tin Tan Tan moderno que no sé cómo no es disck jockey en el zócalo y de Cantinflas que al inventar una fórmula melódica del disparate nos legó un criterio para oir el discurso político.
Sin duda, Pedro Infante es un ejemplo, no desmedido pero sí sintomático del machismo; como lo ha sido la mayoría de los ejercitadores de la mentalidad patriarcal. No me parece en sus películas el ejemplo más destacado en la medida en que él está al servicio de la conquista del público, algo para él más absorbente que la seducción de sus alrededores en donde desde luego se incluyan las mujeres. ¿Quién entonces no era un ejemplo del machismo, de los presidentes de la República para abajo o para arriba según su criterio político? ¿Quién no decía con las variantes del caso: “la mujer en casa y con la pata rota”? ¿Quién no estaba seguro que el sentido de la familia se iniciaba en la obediencia al patriarca. Y también, en materia de borracheras, quién no llegó a la cantina exigiendo su tequila y exigiendo su canción o su sinfonola? Esto no es una disculpa, sino un señalamiento de época. En tanto emblema del machismo, nadie puede ser ejemplar. En cuanto a representación de las inmensas limitaciones de una época, trabajadas con enorme soltura y simpatía, si se puede ser ejemplar.
No soy sociólogo y eso casi a cancelado todas mis explicaciones sobre cualquier tema. También hubiera podido ser sicólogo social y no lo fui, ni antropólogo ni entnógrafo. Despojado de credenciales sólo puedo aludir al gusto colectivo y a sus ramificaciones, sin que esto me transforme en gustológo, profesión que ya debe estar muy concurrida. Aventuro una hipótesis: Pedro Infante se mantiene en el hit parade de las idolatrías del espectáculo porque sigue siendo una imagen real y una entidad simbólica o una combinación de ambas. Si sólo fuera un símbolo, sólo se aludiría a su figura el día de los símbolos que en México tengo entendido sólo se celebra el 29 de febrero. Si sólo fuera algo que aconteció estrictamente en la realidad, sólo tendría cabida en el recuerdo cuando se hicieran las ceremonias de “los mexicanos que nos devolvió la crisis”, al ser Infante desmedidamente popular. Si esto no es una explicación, por lo menos es un ofrecimiento de disculpas a quien hizo la pregunta.
¿Qué me motiva a escribir sobre Pedro Infante y no, por ejemplo, sobre Isaac Newton? Sobre el científico no escribo porque todas las veces que he descansado al pie de un árbol no me cayó una manzana, aunque esos fueron mis deseos de parafísico. Tampoco escribí porque si algo alcanza niveles de indigencia son, y sin propósito de rima, mis conocimientos de la ciencia.
Mi trabajo básico y permanente consiste en el ejercicio de la crónica, lo que no me exime de modo alguno de puntos de vista ideológicos y políticos. En las Herencias Ocultas me propuse examinar y rendirle tributo a la generación liberal de la Reforma, muy en especial a don Benito Juárez y don Ignacio Ramírez. Esto lo escribí con el propósito evidente de contrastar lo que fue esa inteligencia coletiva, esos diversos talentos individuales y esa entrega generosa a la idea de construir un país con la cerrazón de los conservadores, decididos a asfixiar o cancelar las libertades públicas y privadas. El Estado laico es una de las grandes conquistas del mundo, y quienes iniciaron con grandeza esa tarea me merecen el más profundo y sincero reconocimiento. Pedro Infante se mueve en una realidad distinta por entero, que también merece el examen y el reconocimiento debido.
La presentación del libro Pedro Infante. Las leyes del querer, quiero que sea breve y que se convierta en un homenaje a don Manuel Esperón, el gran compositor popular, un maestro de Pedro Infante y Jorge Negrete, y la institución melódica a la que le debemos entre otras muchas canciones “Amorcito corazón”, el bolero que consagro a una pareja que sustentó el romanticismo de una película y que le dio la acción de silbar el papel de gran complicidad.
Escritor

No hay comentarios.:

Publicar un comentario