Indiferencia de autoridades es una tortura: mujeres triquis
Por Soledad Jarquín Edgar/corresponsal
Oaxaca, Oax., 3 marzo 09 (CIMAC).- Son 20 meses de incertidumbre, de resistirse a creer que están muertas, preferimos pensar que volverán, dice Emelia Ortiz, prima de Daniela y Virginia Ortiz Ramírez, desaparecidas desde el 5 de julio de 2007.
Mientras que muchas personas piensan “en lo rápido que pasa el tiempo”, para nosotras como familia ha sido muy difícil cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, cada semana y cada mes, que ya suman 20 meses de una larga espera.
Emelia tiene razón, la cuenta se incrementa: son 52.5 millones de segundos ausencia, 875.5 minutos sin respuesta, 14 mil 592 horas de silencio, 608 días de incertidumbre, 80 semanas de dolor y 20 meses de un enorme vacío que se palpa en los rostros de las mujeres que conforman esta familia de origen triqui.
Las palabras de Emelia Ortiz, quien encabeza un comité de familiares, casi todas mujeres, de Daniela y Virginia en demanda de justicia, se escuchan una y otra vez, cada mes, cada día, incluso, su voz a veces es tan fuerte que se retoma en los medios, otras es parte de una historia común, que se hace costumbre y que para muchos deja de ser noticia.
Emelia Ortiz junto con su hermana Adriana, principalmente, “no bajan la guardia” siguen buscando caminos, tocando puertas y no dejan que la puerta de la esperanza se cierre, menos aún para Antonia, madre de Daniela y Virginia.
LA TORTURA DEL SILENCIO
La falta de respuesta de las autoridades es otra forma de tortura contra la familia, pero especialmente contra Antonia, explica Emelia.
Antonia hace tiempo que no viene a la ciudad de Oaxaca, está enferma, la tristeza la invade pero la esperanza de que sus hijas volverán la mantiene en pie, señala Emelia Ortiz.
Antonia Ramírez se quedó en Rastrojo, la pequeña comunidad de donde salieron sus hijas el 5 de julio de 2007 para recoger las pertenencias de Virginia, maestra bilingüe de 20 años, acompañaba a su hermana Daniela, de 14 años .
Sólo dos días después de ese 5 de julio, Antonia de poco más de 40 años de edad, supo que sus hijas estaban “en desgracia” cuando al no tener noticias de ellas, llamó al teléfono celular de Virginia. Primero le contestó una voz de hombre, Antonia se asustó y colgó.
Ayudada por otra de sus hijas volvió a marcar, esta vez respondió una mujer, en el fondo se escuchaba música de banda, la mujer que no dio su nombre dijo que no conocía a Virginia.
Ella, insistió en que era el teléfono de su hija, ya no tuvo mayor respuesta.
Fue el último rastro de sus hijas. Por personas que conocían a sus hijas, supo que llegaron a Putla, ahí descendieron del taxi que las trasladó de Rastrojo a la cabecera de ese distrito rentístico, luego ellas tendrían que tomar otro transporte para llegar a la comunidad de San Marcos Xinicuesta, donde Virginia recogería sus pertenencias, había logrado obtener su cambio a una comunidad más cerca de su casa.
Nunca llegaron a San Marcos Xinicuesta, “se perdieron en el camino”. La madre denunció los hechos en la Subprocuraduría de Juxtlahuaca donde se inició la averiguación 187/2007.
Entonces Emelia y Adriana Ortiz coincidieron en que ya no era posible callar tantas injusticias con las mujeres triquis, así que empezó a documentar los casos y junto con sus familiares empezaron a difundir los hechos.
Cuando desaparecieron, el 5 de julio pasado, Virginia Ramírez Ortiz, maestra de educación indígena de 20 años y su hermana Daniela de 14 años de edad y estudiante de secundaria, se dirigían a la población de San Marcos Xinicuesta para recoger sus pertenencias, pues había conseguido su clave para trabajar en La Luz, Llano Nopal, Copala, Juxtlahuaca, más cerca de Rastrojo, donde vive su familia.
LAS AMENAZAN CON MILITARIZAR ZONA
Buscando respuestas ante tanta incertidumbre una de las primeras actividades fue obtener una “audiencia” con el procurador del Estado, Evencio Nicolás Martínez Ramírez. La promesa de que habría una búsqueda pronto se terminó sin empezar.
Luego, vino la advertencia del Procurador: la única forma de encontrar a tus primas y poner paz en la zona triqui será militarizar la zona. Ellas, las mujeres triquis, dijeron de inmediato que no, el recuerdo de décadas pasadas está vigente. Esa fue una forma de intimidarnos, pero nunca obtuvimos una solución.
El procurador Martínez Ramírez declaró el 18 de enero de 2008 que el caso estaba cerrado, porque la familia había difundido rumores sobre el posible asesinato de las dos jóvenes. Se refieren a la información dada a conocer en diciembre de 2007 cuando Antonia dio a conocer una llamada telefónica anónima donde una persona le dice que sus hijas fueron asesinadas, pero Emelia sostiene que hasta en tanto no tenga sus cuerpos seguirá demandando justicia.
Emelia ha visto pasar el tiempo sin que la respuesta toque la puerta de las familias que han sido afectadas por la violencia sistemática que se ha instaurado en la zona triqui, donde existe un viejo conflicto interno que se adereza con la división del pueblo Triqui, el mismo conflicto que hace 11 meses terminó con la vida de Teresa Bautista y Felícitas Martínez, ambas comunicadoras de Radio Copala, La Voz que rompe el silencio.
LAS TRIQUIS TAMBIÉN SOMOS HUMANAS
Yo creo que las autoridades también son padres y madres, tienen hijas e hijos y que comprenden el dolor que padecemos, señala Emelia Ortiz quien no comprende el por qué las autoridades siguen sin mirar el dolor de su familia y de muchas otras familias de la zona Triqui, en especial de las mujeres que han sido despojadas, de las que viven amenazadas, de las niñas y adultas que han sido violadas sin que haya justicia para ellas, de las que como Felícitas y Teresa fueron asesinadas o como sus primas Daniela y Virginia que tienen 20 meses desaparecidas.
En una larga conversación periodística, Emelia Ortiz dice en un tono que dista de ser sarcástico, que ella como las otras mujeres también son seres humanas, ciudadanas mexicanas con los mismos derechos y obligaciones, sin embargo, la falta de resultados, la inacción de las autoridades y la indiferencia de muchas personas frente a la tragedia de las mujeres triquis hacen parecer todo lo contrario.
En tono severo, Emelia Ortiz apunta que “en estos momentos me atrevo a decir que los funcionarios pareciera que nos tienen asco y nos odian”, luego cuando vienen las campañas electorales volvemos a ser personas importantes para ellos, incluso nos reconocen el derecho a votar, luego volvemos a ser lo mismo en sus proyectos políticos: nada.
Las palabras de Emelia son duras, tiene rabia por la falta de justicia, porque han pasado 20 meses tocando todas las puertas sin encontrar muchas respuestas, sin saber nada de Virginia y Daniela.
Por eso ahora llama a las otras mujeres del mundo, para que “vean lo que está pasando con las triquis, que es muy parecida la violencia a la que viven otras mujeres indígenas y pobres, pero también las no indígenas y a veces hasta las que no son pobres, por eso tenemos que seguir exigiendo nuestros derechos, para que los políticos que eligen los pueblos cumplan sus proyectos, para que así sea menos pesada la carga de vivir de los impuestos del pueblo, dice a propósito del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
Yo, apunta Emelia Ortiz, como mis hermanas triquis, queremos tenemos derechos, gozar de las leyes que nos protegen, no queremos vivir más desgracias como si fuéramos culpables, las responsables de provocar tanta violencia. Las mujeres triquis queremos dejar de ser personas de “tercer calidad, creemos que merecemos más que estar en el hospital o en el panteón.
Se han ido 20 meses –reitera-- sin Daniela y sin Virginia, no están con nosotras, en nuestras casas, con nuestras familias, nos hemos perdido de muchas cosas, el domingo pasado se celebró el Día de la Familia pero la nuestra no está completa y el próximo sábado será el Día Internacional de la Mujer y las mujeres no tenemos justicia.
09/SJE/LAG/GG
Por Soledad Jarquín Edgar/corresponsal
Oaxaca, Oax., 3 marzo 09 (CIMAC).- Son 20 meses de incertidumbre, de resistirse a creer que están muertas, preferimos pensar que volverán, dice Emelia Ortiz, prima de Daniela y Virginia Ortiz Ramírez, desaparecidas desde el 5 de julio de 2007.
Mientras que muchas personas piensan “en lo rápido que pasa el tiempo”, para nosotras como familia ha sido muy difícil cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, cada semana y cada mes, que ya suman 20 meses de una larga espera.
Emelia tiene razón, la cuenta se incrementa: son 52.5 millones de segundos ausencia, 875.5 minutos sin respuesta, 14 mil 592 horas de silencio, 608 días de incertidumbre, 80 semanas de dolor y 20 meses de un enorme vacío que se palpa en los rostros de las mujeres que conforman esta familia de origen triqui.
Las palabras de Emelia Ortiz, quien encabeza un comité de familiares, casi todas mujeres, de Daniela y Virginia en demanda de justicia, se escuchan una y otra vez, cada mes, cada día, incluso, su voz a veces es tan fuerte que se retoma en los medios, otras es parte de una historia común, que se hace costumbre y que para muchos deja de ser noticia.
Emelia Ortiz junto con su hermana Adriana, principalmente, “no bajan la guardia” siguen buscando caminos, tocando puertas y no dejan que la puerta de la esperanza se cierre, menos aún para Antonia, madre de Daniela y Virginia.
LA TORTURA DEL SILENCIO
La falta de respuesta de las autoridades es otra forma de tortura contra la familia, pero especialmente contra Antonia, explica Emelia.
Antonia hace tiempo que no viene a la ciudad de Oaxaca, está enferma, la tristeza la invade pero la esperanza de que sus hijas volverán la mantiene en pie, señala Emelia Ortiz.
Antonia Ramírez se quedó en Rastrojo, la pequeña comunidad de donde salieron sus hijas el 5 de julio de 2007 para recoger las pertenencias de Virginia, maestra bilingüe de 20 años, acompañaba a su hermana Daniela, de 14 años .
Sólo dos días después de ese 5 de julio, Antonia de poco más de 40 años de edad, supo que sus hijas estaban “en desgracia” cuando al no tener noticias de ellas, llamó al teléfono celular de Virginia. Primero le contestó una voz de hombre, Antonia se asustó y colgó.
Ayudada por otra de sus hijas volvió a marcar, esta vez respondió una mujer, en el fondo se escuchaba música de banda, la mujer que no dio su nombre dijo que no conocía a Virginia.
Ella, insistió en que era el teléfono de su hija, ya no tuvo mayor respuesta.
Fue el último rastro de sus hijas. Por personas que conocían a sus hijas, supo que llegaron a Putla, ahí descendieron del taxi que las trasladó de Rastrojo a la cabecera de ese distrito rentístico, luego ellas tendrían que tomar otro transporte para llegar a la comunidad de San Marcos Xinicuesta, donde Virginia recogería sus pertenencias, había logrado obtener su cambio a una comunidad más cerca de su casa.
Nunca llegaron a San Marcos Xinicuesta, “se perdieron en el camino”. La madre denunció los hechos en la Subprocuraduría de Juxtlahuaca donde se inició la averiguación 187/2007.
Entonces Emelia y Adriana Ortiz coincidieron en que ya no era posible callar tantas injusticias con las mujeres triquis, así que empezó a documentar los casos y junto con sus familiares empezaron a difundir los hechos.
Cuando desaparecieron, el 5 de julio pasado, Virginia Ramírez Ortiz, maestra de educación indígena de 20 años y su hermana Daniela de 14 años de edad y estudiante de secundaria, se dirigían a la población de San Marcos Xinicuesta para recoger sus pertenencias, pues había conseguido su clave para trabajar en La Luz, Llano Nopal, Copala, Juxtlahuaca, más cerca de Rastrojo, donde vive su familia.
LAS AMENAZAN CON MILITARIZAR ZONA
Buscando respuestas ante tanta incertidumbre una de las primeras actividades fue obtener una “audiencia” con el procurador del Estado, Evencio Nicolás Martínez Ramírez. La promesa de que habría una búsqueda pronto se terminó sin empezar.
Luego, vino la advertencia del Procurador: la única forma de encontrar a tus primas y poner paz en la zona triqui será militarizar la zona. Ellas, las mujeres triquis, dijeron de inmediato que no, el recuerdo de décadas pasadas está vigente. Esa fue una forma de intimidarnos, pero nunca obtuvimos una solución.
El procurador Martínez Ramírez declaró el 18 de enero de 2008 que el caso estaba cerrado, porque la familia había difundido rumores sobre el posible asesinato de las dos jóvenes. Se refieren a la información dada a conocer en diciembre de 2007 cuando Antonia dio a conocer una llamada telefónica anónima donde una persona le dice que sus hijas fueron asesinadas, pero Emelia sostiene que hasta en tanto no tenga sus cuerpos seguirá demandando justicia.
Emelia ha visto pasar el tiempo sin que la respuesta toque la puerta de las familias que han sido afectadas por la violencia sistemática que se ha instaurado en la zona triqui, donde existe un viejo conflicto interno que se adereza con la división del pueblo Triqui, el mismo conflicto que hace 11 meses terminó con la vida de Teresa Bautista y Felícitas Martínez, ambas comunicadoras de Radio Copala, La Voz que rompe el silencio.
LAS TRIQUIS TAMBIÉN SOMOS HUMANAS
Yo creo que las autoridades también son padres y madres, tienen hijas e hijos y que comprenden el dolor que padecemos, señala Emelia Ortiz quien no comprende el por qué las autoridades siguen sin mirar el dolor de su familia y de muchas otras familias de la zona Triqui, en especial de las mujeres que han sido despojadas, de las que viven amenazadas, de las niñas y adultas que han sido violadas sin que haya justicia para ellas, de las que como Felícitas y Teresa fueron asesinadas o como sus primas Daniela y Virginia que tienen 20 meses desaparecidas.
En una larga conversación periodística, Emelia Ortiz dice en un tono que dista de ser sarcástico, que ella como las otras mujeres también son seres humanas, ciudadanas mexicanas con los mismos derechos y obligaciones, sin embargo, la falta de resultados, la inacción de las autoridades y la indiferencia de muchas personas frente a la tragedia de las mujeres triquis hacen parecer todo lo contrario.
En tono severo, Emelia Ortiz apunta que “en estos momentos me atrevo a decir que los funcionarios pareciera que nos tienen asco y nos odian”, luego cuando vienen las campañas electorales volvemos a ser personas importantes para ellos, incluso nos reconocen el derecho a votar, luego volvemos a ser lo mismo en sus proyectos políticos: nada.
Las palabras de Emelia son duras, tiene rabia por la falta de justicia, porque han pasado 20 meses tocando todas las puertas sin encontrar muchas respuestas, sin saber nada de Virginia y Daniela.
Por eso ahora llama a las otras mujeres del mundo, para que “vean lo que está pasando con las triquis, que es muy parecida la violencia a la que viven otras mujeres indígenas y pobres, pero también las no indígenas y a veces hasta las que no son pobres, por eso tenemos que seguir exigiendo nuestros derechos, para que los políticos que eligen los pueblos cumplan sus proyectos, para que así sea menos pesada la carga de vivir de los impuestos del pueblo, dice a propósito del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
Yo, apunta Emelia Ortiz, como mis hermanas triquis, queremos tenemos derechos, gozar de las leyes que nos protegen, no queremos vivir más desgracias como si fuéramos culpables, las responsables de provocar tanta violencia. Las mujeres triquis queremos dejar de ser personas de “tercer calidad, creemos que merecemos más que estar en el hospital o en el panteón.
Se han ido 20 meses –reitera-- sin Daniela y sin Virginia, no están con nosotras, en nuestras casas, con nuestras familias, nos hemos perdido de muchas cosas, el domingo pasado se celebró el Día de la Familia pero la nuestra no está completa y el próximo sábado será el Día Internacional de la Mujer y las mujeres no tenemos justicia.
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