1/15/2013

El año del pacto



Alberto Aziz Nassif
A la memoria de Mercedes Barquet y Daniel Cazés

Los resultados del 1° de julio dejaron un dato importante, el partido que ganó la Presidencia no se llevó la mayoría en el Congreso de la Unión. De alguna forma, esa fue la condición que llevó a la clase política a imaginar un escenario de negociación y acuerdos para enfrentar los problemas más importantes del país. En el periodo de transición entre los dos gobiernos se cocinó un acuerdo general —el Pacto por México— para cambiar la dinámica de confrontación. Sin el conjunto de compromisos que contiene este acuerdo, el regreso del PRI a Los Pinos sería una repetición de lo que han sido los gobiernos divididos desde 1997: una complicada rebatinga de intereses y una parálisis legislativa.

Los últimos 12 años de gobierno fueron una gran decepción en muchos sentidos, pero sobre todo en la falta de acuerdos y reformas. Se generó un enorme deterioro democrático. Sólo hay que ver la enumeración de compromisos que tiene el pacto para entender todo lo que le hace falta a México para tener una democracia mínima. La lastimada transición democrática no logró construir mejores instituciones y mayor bienestar, porque estos objetivos quedaron subordinados a los intereses particulares y al fortalecimiento de los poderes fácticos que han debilitado, de forma preocupante, la vida institucional del país. El regreso del PRI, que anunciaba un mayor deterioro democrático, ha empezado a construir, en estas primeras semanas del nuevo sexenio, un escenario de acuerdos y reformas. La novedad del pacto ha formado una coalición política amplia que promete enfrentar problemas estructurales. En cualquier momento se puede romper porque en política nada garantiza la permanencia, salvo la voluntad de los actores y el cumplimiento de los acuerdos.

Los dos sexenios anteriores pueden servir como un antecedente importante para no repetir la misma mecánica de confrontación de los gobiernos divididos. Si en México no tenemos instrumentos regulados para generar acuerdos frente a un gobierno dividido y un presidencialismo sin mayoría, como lo tienen otras democracias, el invento del pacto puede ser una vía para probar la eficacia de una coalición reformadora. Hay una mezcla de condiciones que han hecho posible el pacto: la necesidad de tener legitimidad en el regreso del PRI al poder; la urgencia de contar con resultados que generen un mayor apoyo ciudadano a la democracia; la exigencia de una mejor gobernabilidad para recuperar lo público ante el deterioro en el que se encuentra el Estado.

Otras de las condiciones que hacen posible la lógica del pacto se encuentran en la situación interna de los principales actores y partidos políticos. Tanto el partido gobernante que regresa como las oposiciones de izquierda y de derecha atraviesan por una extraña combinación de factores que ha hecho posible que hoy prevalezca una lógica de acuerdos. El PRI necesita probar que es más eficaz para gobernar y que puede impulsar cambios para acotar a los poderes fácticos con los que ha mantenido históricamente relaciones armónicas. La derecha panista está en una severa crisis de proyecto, de identidad y de pérdida de poder, lo cual la lleva a jugar con el discurso reformista que nunca practicó cuando tuvo el gobierno del país. La izquierda se ha partido y el ala moderada está urgida de una legitimidad que le permita enfrentar y desmentir al sector más radical que dice que el pacto es “una tomadura de pelo”.

En cada sector de la clase política hay grupos que se oponen a la lógica del pacto y, por supuesto, hay intereses poderosos como los poderes fácticos que harán todo lo posible para que las reformas fracasen o por lo menos que no se toquen de manera central sus intereses. El pacto abre un campo de disputa de intereses en donde la agenda de reformas y compromisos va a pasar por enormes debates, como vimos con la reforma laboral. La coalición reformista es un bloque muy heterogéneo y, por lo tanto, vulnerable ante los intereses fácticos. Este año será la prueba de fuego para el pacto y su viabilidad. En las próximas semanas y meses esta plataforma pasará del escenario legitimador de inicio sexenal a la operación compleja de los acuerdos y detalles finos de las reformas. En la mesa de negociación del primer semestre de 2013 estará, supuestamente, el futuro de la educación de calidad, el acceso equitativo a las telecomunicaciones, el desarrollo científico, la reforma energética, los acuerdos sobre seguridad y justicia, la transparencia y rendición de cuentas, los gobiernos de coalición y la reforma del Distrito Federal, ¿nada más? El reto es enorme, pero también las posibilidades de naufragar…

 @AzizNassif
Investigador del CIESAS

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