Leonardo García Tsao
De
la llamada nueva ola del cine japonés de fines de los años 50, quizá
sea el recién fallecido Nagisa Oshima el representante más llamativo
por su rechazo total a las convenciones que hasta entonces dominaban en
la cinematografía de su país. Claramente influido por Jean-Luc Godard y
Luis Buñuel, Oshima se interesó primordialmente en la combinación de la
sexualidad y la política (o la política de la sexualidad) y en atacar
el viejo orden, representado por los rituales familiares y, en general,
todo los elementos sociales que él identificaba como derivados de una
mentalidad imperial.
Oshima estudió leyes, pero nunca ejerció la abogacía. Fue un apasionado de la política y, por lo mismo, jamás se afilió a un partido. Su entrada al cine fue desempeñando chambas –asistente de director, sobre todo– en la productora Shochiku.
Aunque esa fue la compañía que produjo sus primeros esfuerzos de director, pronto se independizó para no depender de las decisiones ajenas. Su opera prima fue Una ciudad de amor y esperanza, de 1959. (En algunos casos he usado la traducción literal del título, a su vez traducido del inglés).
Por desgracia, la mayor parte de su obra primera, la que marcó la ruptura con los cineastas que lo precedieron, no se exportó hacia occidente. Fue hasta 1968, con la nada concesiva Muerte en la horca, y 1969, con el singular Diario de un ladrón de Shinjuku y la dura Boy que el nombre de Oshima empezó a llamar la atención de este lado del mundo. Curiosamente, dentro de la escasa difusión que ha tenido el cine nipón en México, a partir de La ceremonia (1971), obra capital sobre la destrucción de una familia cimentada en el ritual, el resto de su filmografía se ha conocido de una forma u otra en nuestro país.
Así, Querida hermana del verano (1972) fue distribuida por la Universidad Nacional Autónoma de México. Su película más vista, El imperio de los sentidos
(1976), venció con retraso los prejuicios de la censura, entonces
dominante, y se mantuvo largo tiempo atrayendo morbosos a una sala de
la cadena Alatriste; su complemento, El imperio de la pasión
(1978), se comercializó hasta en video. Después siguieron los proyectos
con los que Oshima intentó internacionalizar su carrera: Furyo
(1983), curiosa exploración de la tensión homoerótica que surge entre
el comandante japonés de un campo de concentración y uno de sus presos
ingleses, y Max, mi amor (1986, programada años después en el
canal 22 por quien esto escribe), fallida colaboración con el guionista
buñueliano Jean-Claude Carrière, sobre el idilio entre una mujer y un
simio.
Debido a problemas de salud, Oshima se mantuvo alejado del cine, aunque no de los estudios televisivos.
Además de haber dirigido varios documentales para ese medio, también fungió de conductor. Su última realización fue Tabú (1999), una de sus raras incursiones en el género del jidai-geki, la primera y hasta donde sé la única película que ha tratado el tema del amor gay en el contexto de los guerreros samurai.
Gracias a Internet y a los videos no necesariamente legales, la perturbadora obra de Nagisa Oshima puede apreciarse aunque sea en la pantalla doméstica. Sin embargo, no estaría mal que alguno de los tantos festivales de cine que ahora abundan en México programara una retrospectiva completa, como lo hará el festival de San Sebastián este año.
Twitter:@walyder
Debido a problemas de salud, Oshima se mantuvo alejado del cine, aunque no de los estudios televisivos.
Además de haber dirigido varios documentales para ese medio, también fungió de conductor. Su última realización fue Tabú (1999), una de sus raras incursiones en el género del jidai-geki, la primera y hasta donde sé la única película que ha tratado el tema del amor gay en el contexto de los guerreros samurai.
Gracias a Internet y a los videos no necesariamente legales, la perturbadora obra de Nagisa Oshima puede apreciarse aunque sea en la pantalla doméstica. Sin embargo, no estaría mal que alguno de los tantos festivales de cine que ahora abundan en México programara una retrospectiva completa, como lo hará el festival de San Sebastián este año.
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