El Salón Rojo
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En gran medida, Bryan Singer (The Usual Suspects/1995, Apt Pupil/1998) es responsable de la invasión anual que inunda las salas de cine de todo el orbe con películas basadas en cómics. Si bien el terreno ya habría sido fincado por el Superman de Richard Donner (1978) y por el Batman de Tim Burton (1989/1992), el triunfo (tanto económico como en críticas) de X-Men (Singer, 2000) fue uno de los detonantes para que la industria entendiera el potencial negocio que tenía en ciernes: la maquila interminable de cintas sobre héroes de papel.
Fueron dos los aciertos de Singer, por un lado demostrar que era posible hacer cine coral de superhéroes, con personajes bien escritos, estructurados, coloridos, siempre evitando que el caos se apoderara de la pantalla. El segundo acierto, la construcción del tándem Xavier (Patrick Stewart) – Magneto (Ian McKellen), por primera vez en una cinta de superhéroes la línea entre héroe y villano era difusa, o dicho de otra forma, el discurso de Magneto respecto al no permitir que los humanos segreguen a los mutantes (como lo hicieron con él cuando era un niño en los campos de concentración nazis) no solo generaba simpatías en el público sino que contaba con subtextos más interesantes que el simple plan malévolo de un villano de caricatura.
El punto álgido de esta fórmula se dio en la secuela, X2 (2003), donde la mezcla afortunada entre argumento, actuaciones y efectos especiales hace de aquella cinta, sin duda alguna, una de las películas que marcaron el canon del cómic hecho cine.
Luego de intentar repetir el truco para DC Cómics (en la fallida Superman Returns, 2006) y dar de tumbos entre el cine pretendidamente histórico (Valkiria, 2008) o la adaptación de otro tipo de historias infantiles (Jack the Giant Slayer, 2013), Singer decide regresar a lo único que parece hacer bien: dirigir películas sobre mutantes.
La cantidad de estrellas involucrada (este filme debe tener la nómina más abultada en la historia del cine de superhéroes) y lo intrincado de la trama hacían que X-Men: Days of Future Past pudiera derivar en caos, pero Bryan Singer resuelve el reto hasta con cierta elegancia: mantiene el equilibrio entre las decenas de personajes, logra que la trama fluya sin necesidad de elaboradas exposiciones o aburridos discursos, procura un buen ritmo y además se las ingenia para entregar al menos una secuencia de acción que permanecerá en la memoria por mucho tiempo (cuando la vean sabrán a lo que me refiero).
A diferencia del Avengers de Joss Whedon (2012), la espectacularidad de los efectos especiales no es aquí el fin último y aunque Singer se permite cierta complacencia hacia los fans (el llamado wow factor), sus mejores momentos siguen siendo los duelos verbales entre sus protagónicos, donde la rivalidad-amistad entre Magneto y Xavier siguen siendo el motor de ideas mucho más poderosas que un simple juego de entre “buenos” y “malos”. Si bien no supera a X2, Days of Future Past cuenta con suficientes méritos como para ser considerada en la lista de las mejores películas de superhéroes hoy en día.
Es de notarse la habilidad como director de Bryan Singer, pero no deja de ser un desperdicio que ese talento, al fin al cabo, siga al servicio de un puñado de personajes (e historias) destinados a servir como anzuelo en una cajita feliz.
X-MEN: Days of Future Past (Dir. Bryan Singer)
3 de 5 estrellas.
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