5/28/2014

Resiliencia, la transformación del dolor



Alguna vez te has preguntado ¿cómo es que algunas personas (tú misma) logran recuperarse emocionalmente después de haber vivido una situación  adversa? o ¿por qué una o un integrante de una familia violenta logra salir adelante y no ser violento y otros no?

CIMACFoto: César Martínez López
Por: Alejandra Buggs Lomelí*
Cimacnoticias | México, DF.- 


 
Situaciones tan difíciles y terribles como la pérdida de una hija o un hijo, la desaparición de algún ser querido, los miles de casos de feminicidio en todo nuestro país, un secuestro, una situación de guerra, un abuso sexual o violación, la tortura propia o ser testigo de la tortura de otra persona incluyendo la posibilidad de ser una misma quien tenga que torturarle.

Lo cierto es que existen personas que logran no sólo sobrevivir ante estas situaciones sino que pueden acomodar los diferentes sentimientos y las heridas causadas por las tragedias vividas.

Cuando alguien es capaz de adaptarse ante una adversidad, trauma, tragedia, amenaza o fuente de tensión significativa, decimos que esa persona es resiliente porque tiene la posibilidad de enfrentar las situaciones difíciles y superarlas optimizando las experiencias vividas.

La palabra resiliencia tiene su origen en el latín, en el término resilio que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar.

La resiliencia es un término cada vez más estudiado y utilizado en psicoterapia, sin embargo es importante saber que el término resiliencia fue utilizado primero en la ingeniería, que se refiere a la resistencia o aguante de un cuerpo a los esfuerzos bruscos.

Posteriormente se empezó a utilizar el término en psicología para referirnos a la capacidad de algunas personas para sobreponerse a periodos de dolor emocional y a situaciones difíciles.

Cuando una persona o grupo tiene esta capacidad, decimos que esa persona o grupo es resiliente, es decir, que cuenta con la entereza y recursos internos suficientes para sobreponerse a contratiempos e incluso para fortalecerse durante el tiempo que dure esta situación.

La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, es decir, la capacidad para defender la propia integridad bajo presión, y por otro lado la capacidad para construir una conducta positiva y vital a pesar de las circunstancias.

Para Vanistendael (1994), la resiliencia también incluye la capacidad de una persona o sistema social para enfrentar adecuadamente las adversidades de una forma socialmente aceptable.

Algunos ejemplos de ello son Rosario Ibarra de Piedra, Nelson Mandela, Oprah Winfrey, Víctor Frankl, las madres de la Plaza de Mayo, Malcom X, las y los integrantes de Nuestras Hijas de Regreso a Casa de Ciudad Juárez, Frida Kahlo, entre otras y otros.

Estas historias de resiliencia muestran una serie de matices importantes; podemos hablar de una capacidad para sobreponerse a las dificultades y de crecer en la duración de las mismas.

Esta capacidad no se trata tanto de fuerza como de elementos positivos como la amistad, la solidaridad, la identificación ante la adversidad que permitan la construcción o la reconstrucción de la vida. También se presenta como un proceso de vida que se construye con otras personas y que puede ser variable.

Normalmente este proceso necesita la articulación de responsabilidades entre diferentes personas, grupos y niveles en la sociedad, y comprende la responsabilidad de la víctima con su propio futuro.

La resiliencia es un proceso de crecimiento, una evolución positiva a través de grandes dificultades, un crecimiento hacia una nueva etapa de vida, y no únicamente un simple rebote como el de un resorte que vuelve a su forma original. Lo más importante es que la resiliencia es un proceso orientado desde una profunda ética.

Por supuesto que el trasfondo cultural influirá de manera importante en la manera en que cada persona comunique sus sentimientos y se enfrente a la adversidad.

Contar con capacidad resiliente no implica que la persona esté libre de estrés, presión y conflictos, sino que puede salir airosa de sus problemas a medida que éstos van surgiendo, lo que quiere decir que cuenta con los recursos emocionales suficientes para hacer frente a la tragedia y aprender de ella.

La resiliencia no es privativa de un sexo, tanto algunas mujeres como algunos hombres tienen esta capacidad de resiliencia, sin embargo, algunas investigaciones como la realizada por la Universidad FedericoVillarreal, en Lima, Perú, arrojan que aunque no hay diferencias significativas en los puntajes totales de resiliencia, sí existen diferencias significativas en el área de interacción y creatividad.

Resultados que permiten comprender porque son casi siempre las mujeres quienes se unen a favor de alguna causa o son las primeras en estar presentes y al frente en muchas acciones o marchas, siendo acompañadas desde la segunda fila por los varones.

Por supuesto que al género se suma la historia familiar y por tanto, la estructura de personalidad, que determinarán si una persona puede o no ser resiliente.

Si bien la resiliencia es parte de algunas mujeres y hombres, he observado en mi práctica psicoterapéutica que son más las mujeres quienes superarán la adversidad ante una enfermedad manteniéndose como eje central de la familia, y enfrentando pruebas de vida muy duras que evidenciaban su capacidad de resistencia y aguante.

Pensando en aquellas mujeres consultantes que han tenido que sacar adelante a una hija o hijo enfermo sin desatender al resto de la familia, o aquellas que después de una separación y con la responsabilidad de las y los hijos a cuestas ante un futuro incierto logran salir adelante, o la mujer maltratada que se libera del círculo de la violencia, o aquella mujer que logra un futuro profesional exitoso a pesar de las dificultades.

Definitivamente la posibilidad de que existan más mujeres resilientes que hombres puede estar directamente relacionada con el mandato social de que las mujeres veamos por las y los otros, de tal forma que el proceso de resiliencia se convierte en algunas en una parte intrínseca de nuestro ser mujer en una sociedad patriarcal.

Sin embargo, es importante no dejar de lado que nuestra historia de vida que determina nuestra personalidad juega un papel decisivo para el desarrollo de la resiliencia, independientemente del sexo al que pertenezcamos.

En lo subjetivo, una persona resiliente genera bienestar psíquico, se siente capaz para superar la impotencia y ejercer control ante las situaciones difíciles, expresa sus sentimientos de angustia, lo que la alivia y le impide quedarse anclada al dolor.

Además ser resiliente implica darnos tiempo, saber descansar, reconocer nuestras necesidades, saber pedir ayuda, actuar de manera conjunta para generar empatía, y establecer vínculos afectivos que refuerzan el sentimiento de seguridad

Ser activas o activos repercutirá de manera importante en nuestra salud mental y es tan importante como sentir el apoyo y ayuda de las y los demás.

Y tú, ¿crees que eres resiliente? Si no lo sabes, te invito a que reflexiones en las experiencias dolorosas que has tenido que vivir y recuerda la forma en la que enfrentaste esas situaciones, ahora contéstate: ¿Has salido fortalecida de ellas?

En mi próxima columna trataré de responder a una pregunta que yo misma me he hecho y que seguramente tú lectora o lector también te has hecho: si no soy resiliente ¿es posible convertirme en resiliente?

www.saludmentalygenero.com.mx

*Psicoterapeuta humanista existencial, especialista en Estudios de Género, y directora del Centro de Salud Mental y Género.
 

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