La organización
comunal religiosa, política y agraria, junto con la defensa jurídica y
la movilización social son una de las estrategias de lucha contra la
minería
San Miguel del Progreso, Malinaltepec. En la Montaña Alta de Guerrero, entre vastas barrancas y caminos sinuosos, habita la pequeña comunidad me´phaa Júba Wajíin o
San Miguel del Progreso. Sólo se puede acceder por la carretera
Tlapa-Marquelia o por Ayutla de los Libres. En medio del abandono
institucional en salud, educación, alimentación y servicios, se
encuentra la organización comunal me´phaa que ganó el segundo juicio de
amparo en contra del proyecto minero “Corazón de Tinieblas”.
El
Centro de Derechos Humanos de la Montaña (CDHM) Tlachinollan ha
documentado que existen 44 concesiones en la Costa Chica y Montaña, que
afectarían a 19 núcleos agrarios donde habitan 361 mil habitantes.
San Miguel del Progreso tuvo un largo recorrido jurídico, político y
organizativo, no solo contra la empresa minera Hoschschild Mining de capital británico, sino contra la Secretaria de Economía del gobierno federal, instancia que otorga las concesiones.
Persistente lucha de resistencia
En 2011 representantes de la empresa minera llegaron al territorio
comunitario. Fueron convocados a la Casa de Justicia de San Luis
Acatlán, perteneciente a la Coordinadora Regional de Autoridades
Comunitarias-Policía Comunitaria, donde informaron que realizaban
sobrevuelos de exploración. Las autoridades comunitarias, preocupadas
por la amenaza inminente en contra del territorio, convocaron a
asambleas informativas en las comunidades. Las radios comunitarias de la
CRAC-PC, estudiantes de la Universidad Intercultural del Sur (UNISUR) y
el equipo de comunicación del CDHM Tlachinollan emprendieron la campaña
informativa “A corazón abierto defendamos nuestra madre tierra”.
Durante un periodo largo muchas comunidades, preocupadas por la
emergencia de la fase de exploración en la que se encontraba la
iniciativa minera, realizaron asambleas, para después registrar
legalmente las actas de acuerdo en las que manifestaban su rechazo a la
explotación de minerales. Sin embargo, en la mayoría de los casos estas
actas fueron rechazadas por el Registro Agrario Nacional; solo
Zitlaltepec, Zapotitlán y San Miguel del Progreso lograron esta
acreditación.
En 2014 la comunidad de San Miguel del Progreso,
apoyada por el CDHM Tlachinollan, interpuso el primer amparo contra la
concesión minera y lo ganó apelando a que no fue respetado el derecho a
la consulta de la comunidad indígena. Esta sentencia fue impugnada por
la Secretaria de Economía, no por la empresa británica. Uno de los
argumentos esgrimidos por la SE fue que el pueblo Júba Wajíin o
San Miguel del Progreso no es indígena y por esto no puede reclamar el
derecho a la consulta. En noviembre del 2016 se publicó en el Diario Oficial de la Federación
la Libertad del Terrenos, lo cual significa que “el lote puede ser
ofertado a otra empresa”, explica Maribel González, abogada del CDHM
Tlachinollan.
Nuevamente no es la empresa la que defiende el
concepto de “libertad de terrenos”, sino la Secretaria de Economía del
gobierno mexicano. Por lo cual se interpone un segundo juicio de amparo
contra la Declaratoria de Libertad de Terrenos y la jueza ordenó que se
realizaran dos peritajes antropológicos.
Finalmente, el pasado
28 de julio 2017 la jueza de Distrito con sede en Chilpancingo, Estela
Platero Salgado, dictó sentencia dentro del juicio de amparo 429/2016,
donde otorga la protección de la Justicia Federal a la comunidad de San
Miguel del Progreso, y se acredita incumplimiento de la obligación
constitucional y convencional del Estado mexicano de respetar los
derechos de esta comunidad indígena y agraria.
Francisco López
Bárcenas, doctor en desarrollo rural y abogado indígena, enfatiza que
esta sentencia “ es importante porque se reconoce que la Declaratoria de
Libertad de Terrenos se hizo fuera de la ley, y un segundo aspecto
importante es que este hecho en sí mismo vulnera los derechos
territoriales de los pueblos, y tercero, que la estrategia que
plantearon el CDHM Tlachinollan y la comunidad va directamente a la
protección del territorio, y no a pedir consultas. Lo que se nota es que
existe una conciencia de los abogados de que la estrategia de consulta
ya es rebasada. Ya se sabe para qué el gobierno usa las consultas, ya se
sabe lo que quieren las empresas”.
López Bárcenas expone que
esta sentencia abarca otra estrategia: “ahora los pueblos están pidiendo
directamente la protección del territorio. Lo que se está viendo en
estos litigios es que el derecho también se va construyendo desde abajo,
desde las propias estrategias de los pueblos y abogados”. También
menciona que se pueden construir estándares jurídicos para la protección
de los territorios indígenas sin pasar por los diputados, y que “esto
solo lo podrá hacer los pueblos”.
Un mes antes de la sentencia
Un día sábado al medio día, sonó la campaña de la iglesia de San Miguel
del Progreso, y por las bocinas parlantes se escucha un llamado a
reunión que decía: Ajngium indo xí khamba xa ´a mago mamaña ´an,
“Compañeros, sólo unidos podemos aprender”. Era la voz del Comisariado
de Bienes Comunales Valerio Mauro Amado, que convocaba a discutir el
rumbo de la inagotable resistencia de la comunidad, que a la fecha
cumple 10 años.
Un llamado a reunirse para discutir lo que
sería la estrategia de defensa del territorio contra la minería que
amenaza la región Montaña. Palabras y acuerdos dan dirección a una de
las luchas más importantes de esta región, cientos de reuniones que
desde hace una década se vienen realizando para la apropiación del
territorio. Una pequeña iglesia dedicada a San Miguel Arcángel es la que
alberga las reuniones de indígenas de esta comunidad para elaborar el
plan de resistencia.
Todos los poderes de la organización
comunitaria se congregan en estas reuniones: el agrario, el
político-administrativo y el religioso; la asamblea comunitaria es
legítima y legitimada por toda la comunidad, y también por acompañantes
el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.
Se
discute que la defensa del territorio es integral; que lo político y
jurídico no van separados de lo cultural y de los aspectos religiosos.
La organización comunal: la estrategia
Un representante de las autoridades comunitarias explica: “la nación
somos nosotros, porque nosotros somos los que estamos viviendo aquí. ¿A
poco el gobierno, si tiene su casa, permitiría que sacaran oro? ¡claro
que no! Igual nosotros. ¿Con qué derecho viene el gobierno a quitarnos
lo que es nuestro? Nosotros somos la nación. El gobierno nos está
faltando el respeto”.
El Comisariado de Bienes Comunales,
el Comisario Municipal y los Principales son las autoridades de la
estructura comunitaria de San Miguel el Progreso, la asamblea
comunitaria es la que ordena y elige quien será el encargado a ocupar la
responsabilidad colectiva.
El Comisariado de Bienes Comunales es
la que se encarga de regular lo relativo a los bienes comunes como el
agua, la tierra. Concede permiso para el corte, levantamiento de leña,
caza, incendios al mismo tiempo que regula el acceso a la tierra por
medio de herencias. Está al tanto de que la tierra y el territorio estén
en completo orden para los habitantes de la comunidad. Actualmente la
comunidad es parte del Consejo Regional de Autoridades Agrarias en
Defensa de la Montaña y Costa Chica, que agrupa a 200 comunidades de 20
núcleos agrarios.
El Comisario Municipal y su gabinete se
encargan de los asuntos administrativos así como la gestión de proyectos
y programas, la relación con el presidente municipal o bien con otro
tipo de autoridades. Desde el año 2009 la comunidad está integrada a la
Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria,
(CRAC.PC), que incorporadas tiene 192 comunidades y los policías
comunitarios son elegidos también por la asamblea.
Los
Principales, rezanderos y mayordomos son la estructura religiosa,
realizan las ceremonias, rituales. Son los que se encargan que el apego a
la tierra y a la montaña no se olvide. Le rezan y bailan a la lluvia, a
los ríos y a los alimentos, mantienen el calendario agrícola y
religioso Al mismo tiempo que junto con los otros tres poderes
comunitarios se encargan de mantener las costumbres y tradición.
Tata Begó derrota a la minera Hoschschild Mining
En el cerro más grande suben los rezanderos, no sólo el pueblo de San
Miguel del Progreso, sino también de Iliatenco y Colombia de Guadalupe.
El 25 de abril en toda la Montaña se festeja San Marcos, el Señor del
Rayo o Tata Begó. Giovanna Gasparello, antropóloga, explica que “la
fiesta se realiza antes de que inicie la temporada de lluvias: se pide a
San Marcos o Tata Begó, que sea generoso con los pueblos y envíe
abundantes lluvias, pero que a la vez contenga la fuerza de los
aguaceros y de los rayos que podrían echar a perder los cultivos” (G.
Gasparello, Fiestas y danzas en la Montaña de Guerrero, INAH, en prensa).
Todos los habitantes de la región suben al cerro más alto, ofrendan y
rezan, bajan cada escalón de la montaña, se encuentran con otros
habitantes, comparten la comida, tocan música y rezan. Llegan a la
comunidad, peregrinan en la población, comparten la comida, entregan
ofrendas en una mojonera en la parte más abajo, huesos y símbolos, y
siguen rezando.
“Para los me´phaa, la celebración a Tata Begó
separa la estación de la estación de lluvias, es una etapa del ciclo
agrícola que continua con la fiesta de la Santa Cruz, que coincide con
la celebración del maíz, en los primeros días de mayo; la fiesta en
honor a San Miguel el 29 de septiembre, en la que se reciben los jilotes los primeros elotes y es cuando toman posesión las autoridades comunitarias” (G. Gasparello, Fiestas y danzas en la Montaña de Guerrero, INAH, en prensa).
Al caminar por veredas de la montaña del núcleo agrario de San Miguel
del Progreso, nos encontramos las huertas de frutas y los cafetales;
para cruzar de una zona de huertas a otra tenemos que cruzar ríos y
arroyos.
“Van a destruir los cerros si llega la mina, van
contaminar las aguas. Va a morir la gente y los animales, eso va hacer
daño”, explica un rezandero de San Miguel, que su comunidad se organiza
para que no pase.
Los rezanderos relatan que “nosotros rezamos
por todos, al gobierno federal y local. A todos para que se calmen. Al
agua para que nazca la hierba, a los animales y la gente”. Suben al
cerro, porque era de los antepasados, del abuelo, “ellos subieron la
música y pedían la gracia y la bendición para todos sus hijos”.
Gasparello afirma que “las geografías de los territorios indígenas son
cultural y simbólicamente marcadas: cerros, manantiales y parajes son
sitios sagrados en donde residen y se veneran a las fuerzas naturales,
dioses y santos que ordenan el mundo y dan sentido a la existencia de
los hombres; veredas y caminos son rutas de peregrinaciones transitadas
por muchas comunidades durante los rituales y las celebraciones” (G.
Gasparello, Entre la Montaña y Wirikuta, Argumentos 81, 2016).
Explica el rezandero de la comunidad: “Cuando le rezamos después viene
su bonita voz de Tata Begó, se riega la tierra. Y ahí se reproduce la
hierba con su semilla. Da buen fruto para el licenciado, ingeniero,
sacerdote, obrero, ganadero o maestro, por eso rezamos la gente grande
en la Montana”.
La Montaña es tierra, territorio y terruño,
como lo explica el antropólogo Andrés Aubry. “Tierra, terreno, terruño y
territorio y lo que contienen no se venden ni se compran ni se
confiscan porque son de los muchos que le deben su existencia colectiva,
histórica, cultural, un bien colectivo transgeneracional, la garantía
de la existencia futura de quienes los marcaron y los siguen marcando de
su sello per secula seculorum. Juntos son una herencia cósmica, un llamado histórico, una memoria activa” (A. Aubry, Tierra, terruño, territorio, La Jornada, 1 de junio de 2007).
Tata Begó, dios del rayo y del cerro; cuidador de la montaña y el
alimento, se encuentra en la punta de las montañas, en las orillas de
las comunidades, en los bordes de los ríos. La regulación del territorio
está a cargo de la asamblea comunitaria, que encomienda al Comisario
Municipal, al Comisariado de Bienes Comunales, y a los Principales y
rezanderos para luchar por el territorio. Comunidad de tradición y lucha
nos demuestra que solo juntos y participando podemos aprender.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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