Enrique Calderón Alzati
Alo largo de la historia,
la soberanía y la supervivencia de las naciones ha estado condicionada a
la existencia y capacidad de una serie de elementos, los cuales han
venido cambiando con el tiempo y con el desarrollo mundial. En el mundo
capitalista en el que hoy vivimos, la soberanía y la supervivencia de
las naciones están condicionadas por el aseguramiento de los recursos
estratégicos que poseen; para un país con las dimensiones y
características del nuestro, tales recursos incluyen necesariamente la
energía, el agua, la alimentación, la balanza comercial y la educación.
La energía con sus fuentes de abastecimiento y sistemas de
distribución, necesaria para asegurar las diversas actividades de la
población, así como de sus industrias e instituciones públicas. El agua
necesaria para la vida y la higiene de los seres humanos, así como para
la agricultura, la ganadería y la industria, incluyendo sus fuentes y
sus redes de distribución. La autosuficiencia alimentaria de su
población, conformada ésta por sus productos agrícolas, ganaderos y
pesqueros, así como por su capacidad de transformación, almacenamiento y
distribución. La educación de sus nuevas generaciones necesaria para
asegurar la conservación de sus raíces, de su cultura y de los valores
que conforman su identidad; al igual que para mantener y desarrollar sus
capacidades productivas y transformadoras, que le aseguren un mayor
nivel de competitividad económica y de bienestar social. No es este el
caso actual de nuestro país; durante los últimos 30 años los sucesivos
gobiernos de la República lejos de hacerse responsables del cuidado de
estos recursos, se han dedicado a enajenarlos, configurando actos de
irresponsabilidad y de traición a la patria con diversos agravantes.
La balanza comercial es igualmente importante en la actualidad, en
cuanto que ella nos indica directamente la salud de la economía
nacional, así como el nivel de dependencia de otras naciones, y en
nuestro caso particularmente de Estados Unidos. En este sentido la
contribución de los migrantes mexicanos que año con año hacen
importantes envíos de remesas, se han constituido paradójicamente en un
factor fundamental de dicha balanza, que es hoy amenazada por el actual
gobierno estadunidense, tanto ante la construcción de un muro divisorio,
como por el incremento de sus medidas orientadas a la expulsión de
miles de migrantes mexicanos, siendo este el escenario en el que se
pretende
renegociarel tratado de libre comercio que México tiene con esa nación vecina y a la vez distante e imperial.
El modelo de país que nos ha sido impuesto desde el exterior, durante
los últimos 35 años, en los que sucesivos regímenes priístas y panistas
han actuado como gobiernos de ocupación al servicio de intereses
extranjeros, ha estado orientado a enajenar precisamente tres de estos
recursos estratégicos mencionados (la energía, el agua y la educación,
si bien en este último caso, han fracasado gracias a la heroica
resistencia de los maestros).
Durante el gobierno de Carlos Salinas, las alteraciones realizadas a
la Constitución para permitir la enajenación de las tierra de cultivo
amparadas por el régimen ejidal y la desaparición del Banco Nacional de
Crédito Rural pusieron en riesgo la autosuficiencia alimentaria,
agravándolo con la negociación del TLC, que si bien hizo posible en un
principio el abaratamiento de los productos agrícolas, facilitó la
compra de grandes extensiones de tierra por parte de empresas
particulares, muchas de ellas de origen estadunidense.
Durante el presente sexenio caracterizado ya de manera pública
por los niveles de corrupción generalizada y ejemplificada por los más
altos funcionarios del gobierno, tres de los recursos estratégicos de la
nación han sido formalmente enajenados mediante verdaderos actos de
traición imputables directamente al Presidente de la República, y a los
miembros del Congreso que aprobó, a espaldas de la nación, las llamadas
reformas estratégicas.
Recientemente se hizo público el hallazgo de un importante yacimiento
petrolero en las aguas territoriales mexicanas cercanas al puerto de
Dos Bocas en el estado de Tabasco, por parte de dos empresas asociadas,
una estadunidense y una mexicana. No deja de llamar la atención que
entre los socios de la empresa mexicana, estén familiares de Carlos
Salinas, sobre todo al saber que la existencia de ese yacimiento podía
inferirse de la información geológica que es propiedad de Petróleos
Mexicanos, y que ésta debió ser conocida por los miembros del Consejo
Nacional de Hidrocarburos, ente regulador de las zonas o bloques a
licitar, de manera que el enajenamiento de ese yacimiento conforma un
ejemplo de lo que está sucediendo con los recursos de la nación, como
consecuencia de la reforma energética impuesta por Peña Nieto
para impulsar la economía nacional.
Que podemos esperar de las negociaciones del TLC con el gobierno de
Estados Unidos, cuyas intenciones son conocidas desde ahora, cuando los
intereses de México sean representados por funcionarios de la actual
administración, que hoy carece de la confianza de la mayor parte de la
población mexicana, debido entre otras cosas a su escaso compromiso con
la nación, así como las conductas serviles exhibidas por Peña Nieto y su
secretario de Relaciones Exteriores ante el presidente estadunidense.
¿Sería posible exigir el retraso de tales negociaciones hasta las
elecciones del año próximo, de manera que sea el nuevo gobierno mexicano
el responsable de realizarlas?
De no ser esto posible, será necesario que el Congreso de la Unión
discuta públicamente los temas del TLC que habrán de revisarse e imponga
a los funcionarios del gobierno mexicano las políticas y medidas que
éstos habrán de negociar con el gobierno estadunidense, así como el
mandato de hacer públicos los acuerdos logrados.
Ciertamente el Congreso de la Unión en el presente, está formado por
individuos diferentes a los que aceptaron y convalidaron el llamado
Pacto por México, y aunque una buena parte de los congresistas hayan
sido impuestos por el partido del Presidente, ellos tienen hoy la
oportunidad de mostrar su compromiso con la nación, impidiendo que el
gobierno en un acto más de sumisión y entrega, a cambio de beneficios y
salvoconductos futuros para los altos funcionarios, entreguen también lo
que queda aún de la autosuficiencia alimentaria y con ello la soberanía
nacional, con su consecuente deterioro de nuestra balanza comercial y
nuestra economía en general.
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