Felicidades a la Revista de la Universidad de México por una edición de tan apasionante e ilustradora lectura.
”Un acierto del grito me too lanzado en 2007 por Tarana Burke, fue que expresó la vivencia de millones de mujeres”, escribió Marta Lamas en su ensayo: “Acoso y el #MeToo” publicado en el número de marzo de la Revista de la Universidad de México. Con una editorial escrita por su directora, la escritora Guadalupe Nettel,
catorce textos de análisis y testimonio, un poema largo y sus
secciones: Arte, Panóptico y Crítica, la revista participa en los
rituales alrededor del 8 de marzo con un caleidoscopio de enfoques y
muchas interrogantes.
Guadalupe comienza con ese ultrasonido –¿es niña o niño?– a partir del cual se nos señala un sexo que nos asigna un género. “Este número recoge una conversación urgente y apasionante
que desde hace años recorre el espacio público”. Los responsables de la
revista se dieron a la tarea de invitar a especialistas, académicos,
escritores a responder a una serie de preguntas: ¿Qué está pasando
actualmente con los géneros? ¿A qué peligros se enfrentan las mujeres?
¿A quiénes incluye la lucha feminista? ¿Cuáles son los inconvenientes de
la masculinidad hoy en día? ¿Qué relación tiene el género con los derechos humanos y civiles?
Marta Lamas recuerda la irrupción del hashtag Mi primer acoso,
que a través de redes sociales convocó a la escritura de miles de
mujeres en el mundo. Por primera vez se atrevían a denunciar, a hacer
memoria en voz alta. Por primera vez se vivían como parte de una ola de
sororidad protectora. En palabras de Marta: “¡Basta ya de acoso!
en realidad es ¡Basta ya de desigualdad, basta ya de doble moral, basta
ya de machismo!” La manera en el que el espacio público se “ordena” y
se controla a través de la invasión del espacio de las mujeres, de
manera física, verbal o ambas. “Una parte del comportamiento masculino
aceptado socialmente es abusivo”, escribe.
Es esta normalización
de la agresión hacia las mujeres lo que dificulta o imposibilita las
denuncias. ¿Quién desea exponerse a una segunda invasión de su
intimidad? Marta cita a Duncan Kennedy: “Un esfuerzo serio para reducir
el abuso debe afrontar de un modo u otro el interés masculino por
perpetuarlo”. Sin embargo, la feminista y antropóloga se pregunta: “¿Qué
tipo de consecuencias sociales produce calificar toda expresión
sexualizada como acoso?”. Y manifiesta sus dudas con
respecto a una búsqueda de libertad que apele en exceso al castigo y a
la penalización en lugar de una sociedad que llame a la toma de
consciencia.
“La liberación gay surgió al calor de la movilización
juvenil y estudiantil de los años setenta para poner fin a la
persecución, los abusos policiacos y los chantajes a los que
homosexuales, lesbianas, travestis y transexuales que eran sometidos de
manera recurrente… buscaba dignificar las identidades no
herterosexuales…” escribe la historiadora feminista Gabriela Cano en su ensayo: “¿Qué hay detrás de las siglas LGBTTTIQ?”
Después
de un breve recorrido de Stonewall (NY) hacia los primeros grupos que
en México “rechazaron la visión patológica de la homosexualidad,
protestaron contra las redadas policiacas y exigieron respeto a los
derechos humanos de personas gay y lesbianas”, Gaby, más que definir,
nos explica a qué elecciones, pertenencias y reivindicaciones (muy
específicas) corresponde cada una de las iniciales.
Entrañables las “Memorias de un heterosexual” de Santiago Roncagliolo.
Santiago comienza con su educación en la ciudad de México en una
escuela pequeña, mixta y. claro. laica. Un espacio en donde niñas y
niños convivían en toda naturalidad y su trasplante a los diez años a un
colegio religioso sólo para varones en Perú.: “Más de dos mil cachorros
se amontonaban ahí, gruñéndose y lamiéndose las partes”. Allí aprendió
la palabra “cachar” cuyo significado –por largo tiempo– le pareció muy
misterioso. “Ante esas únicas dos sílabas, mi nueva jauría escolar
bullía, se agitaba, aullaba de placer, de dolor y de asombro”.
Que
pertenecía al “sexo masculino”, Santiago siempre lo supo, lo que no
sabía era los abismos brutales que pueden existir en las maneras de
concebir las masculinidades. Sus padres le ofrecieron libros para
entender “el proceso fisiológico de la concepción y las etapas de la
gestación humana”, lecturas que por supuesto lo dejaron informado e
inerme ante las reglas del gorilato: “Me perdí toda la parte del morbo,
el escándalo y la degeneración que en mi colegio era lo único que
importaba… Si se encontraba una mujer presente, cualquier mujer, aunque
pudiese ser tu abuela, era necesario escenificar ante los demás tu
voluntad de acostarte con ella”. Un hombre verdadero no puede sino estar
al borde de un acostón cada minuto de su vida. Ciego e indiscriminado.
Debe
ser muy fatigante, a Santiago se lo parecía, pero había aterrizado en
un mundo en el que: “Nunca eras lo suficientemente heterosexual. Nadie
lo era. La homosexualidad acechaba al menor descuido”. Aquellos tiempos
en los que aún en las parejas más “civilizadas”, ellos miraban el fútbol
y ellas servían las cervezas.
Sus búsquedas personales, la
certeza de que los hombres no hablan de emociones porque no conocen las
palabras. “Lo he visto miles de veces, cuando las parejas se divorcian.
Tras la ruptura mis amigas vienen a la casa y me cuentan cada segundo
del matrimonio con pelos y señales…Los varones, en cambio, vienen a mi
casa y ponen un partido”.
En los territorios –también- del intimismo: “Declaración náufraga” de Sandra Lorenzano: “No, quizá no sea de pieles en
plural de lo que quiero hablar, sino del deseo de la piel amada. Suave y
tibia. Y de pronto no podemos imaginar más hogar que ése. Es de mí de
quien estoy hablando, aunque me asuste. Es de mi propio deseo”… Perdí el
miedo, la sensación de ser distinta. La vergüenza de sentirme
diferente”.
El número nos ofrece dos entrevistas: Judith Butler en
conversación con Enrique Díaz Álvarez y Paul B. Preciado en
conversación con Georgina Carbajal y Cecilia Nuñez. El poema “Tetas
firmes” de Jimena González. “Baños públicos y el laberinto del sexo” de
Eva Alcántara. “La rendición” de Verónica Esposito. “Maricas y
mariquismos” de Diego Falconí Trávez. “Asilo político en la era de la
tolerancia cero” de Valeria Luiselli y Ana Puentes Flores. “Lo trans y
su sitio en la historia del feminismo” de Siobhan Guerrero McManus.
“Chueca” (escenas de una novela gráfica) de Miguel Navia. “El hétero
indeciso” de Francisco Carrillo. “Adiós a la homosexualidad” de
Wenceslao Bruciaga.
Felicidades a la Revista de la Universidad de México por una edición de tan apasionante e ilustradora lectura.
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