Diego Petersen Farah
Nada ha sufrido tanto los embates de los primeros 100 días de
Gobierno de López Obrador como la agenda de igualdad de las mujeres. Dos
golpes letales: la cancelación de los programas de estancias infantiles
y el de refugios para mujeres violentadas fueron pésimas señales que
dejaron ver la falta de una visión del problema y perspectiva de género
en el Gobierno. Las intervenciones de dos de las candidatas a la Corte
son anécdotas que sólo confirman que no se trata de un problema de
comunicación sino de una agenda que, salvo contadas excepciones como la
Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, o la Diputada Tatiana
Clouthier, le es ajena al grupo gobernante.
La de López Obrador, lo hemos comentado antes, es una izquierda
conservadora. Nunca ha hecho suya la agenda de la ampliación de
libertades y tampoco cree en ella. En su concepción idealizada del
pueblo, bueno y sabio, no hay mejor guardería que la familia y la
violencia es una desviación moral. Lo que no ve o no le gusta ver es que
el pueblo no es una entelequia, sino que está compuesto de ciudadanos
de carne y hueso, capaces de salir a manifestarse para defender a un
huachicolero por 500 pesos; de violentar a las mujeres de su familia,
esposas e hijas; de corromperse y corromper. Que el machismo no es una
conducta aislada sino un problema estructural que todos, hombres y
mujeres, reproducimos incluso inconscientemente.
Combatir la corrupción es el mandato más claro del electorado y el
Presidente lo tiene clarísimo. Lo que no es mandato, sino ceguera, es
hacerlo retrocediendo en lo poco que habían ganado las mujeres en
políticas públicas por el hecho de que, en esos, como en todos los
programas sociales del país, hay corrupción. En este estilo personal que
tiene López Obrador de, como definió Jaime García Elías, “matar los
piojos a martillazos”, en ocasiones es más el daño que se causa que el
bien que se persigue. Los abuelos buenos y sabios jamás van a suplir el
trabajo profesional de una guardería, pero, sobre todo, nunca dará a las
mujeres que perdieron el derecho al espacio de libertad que tenían.
La agenda de equidad de género no es un gracioso favor de los hombres
a las mujeres sino una necesidad vital para el desarrollo de la
sociedad. Sólo estaremos completos en este país cuando todas las mujeres
tengan los mismos derechos y oportunidades, cuando dejemos de
preguntarnos por el género como una cuestión de igualdad. Mientras
tanto, el Estado y todos los ciudadanos tenemos la obligación de generar
políticas positivas para que esto suceda en el menor tiempo posible.
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