5/03/2009

Periodistas pal café.......


Las grandes epidemias han marcado la historia de México con crueldad. Durante la Colonia redujeron la población indígena de 20 millones a 3.5. En forma recurrente regresaron para aniquilar a miles y para detener el progreso. Durante la Revolución, la influenza española se llevó a millones en 1918 y los campesinos la vinculan con los desastres de la guerra. Hablan de los 4 jinetes del Apocalipsis. Hoy, la capital despoblada y temerosa respira penosamente como un enfermo bajo la canícula y el viento que arrastra el polvo. El costo sobre una economía maltrecha será grave. El gobierno intentará aprovechar para dar golpes mediáticos. Ha enviado un conjunto de iniciativas al Senado que no han provocado el repudio que se merecían. Se intenta militarizar el país y amenazar a quien desafíe el orden vigente aun por las vías pacíficas. Hay escasez de materiales preventivos y mal trato a los enfermos. El sistema de salud ha sido desarticulado por la política reaccionaria.
Lejos de todo esto, hemos regresado a trabajar a los comités municipales obradoristas en Puebla. Nuestros compañeros lo están haciendo en todo el país. A los que venimos de la ciudad de México contaminados por tantas calamidades, incluyendo las opiniones de los expertos, nos purifica este duro y fructífero trabajo en la base. Estamos tocando la mejor veta del pueblo de México.
Tengo amigos priístas y me siento orgulloso de su amistad. Algunos nos preguntan sobre nuestros métodos para constituir los comités. Se asombran que no ofrezcamos nada, sino trabajo, dignidad y capacitación. Muchos de ellos han formado comités municipales del priísmo. Lo han hecho con apoyo de los presidentes municipales y gobernadores priístas. Convocan a un pequeño grupo y reparten dinero a los que ven que tienen más agallas. Ellos serán los responsables del comité. El apoyo de las autoridades es inapreciable, les dan chamba a los miembros del comité y facilitan sus gestorías.
La partidocracia vigente supone que la gente no entiende sin incentivos. Que todos se acercan a la política para ver qué sacan. Lo contrario es quijotismo. Y según ellos no funciona. Las causas, los ideales, se diluyen. De ahí que los partidos realmente existentes se parezcan tanto entre sí y sean repudiados por la gente. Nosotros estamos comprobando que en México hay una corriente poderosa, aunque no mayoritaria, de gente patriota y desinteresada que no cuadra con la opinión escéptica y cínica. Suponemos que la convocatoria de Andrés Manuel López Obrador tiene, entre otras cosas, el poder de mover a los que están hartos de la politiquería. Son los indicios de una nueva clase política.
jaorpin@yahoo.com.mx
Antecedentes: los tan de moda Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (según su revista Emerging Infectious Diseases, vol. 12, núm. 1, enero 2006), detectaron el primer brote de influenza porcina AH1N1 en el fuerte militar Dix (Nueva Jersey, Estados Unidos) en 1976 (¡superextrasic!), donde 13 soldados padecieron una severa neumonía (uno falleció). El autor del estrujante documento, el galeno Joel C. Gaydos, pertenece a la Vigilancia de Infecciones Emergentes Globales y la Respuesta Sistémica, del Instituto de Investigación Walter Reed, del Pentágono.
Comenta que pese a los esfuerzos por definir los casos en el fuerte Dix, muchas preguntas permanecen sin responder (nota: ¡30 años después!), incluyendo las siguientes: ¿de dónde provino el virus?, ¿por qué se detuvo la transmisión?
Lo más macabro es que la vacunación forzada (supersic) de la población vecina por parte de Washington desembocó en mayores muertes, pero no por el AH1N1, sino por la vacuna.
Hechos: el gobierno de Calderón no goza de credibilidad global en materia sanitaria (ya no se diga electoral) y, en este sentido, se ha vuelto tan insalubre como el virus que pretende erradicar mediante la militarización de la salud –pese a las piruetas sofistas del anterior secretario de Salud foxiano, Julio José Frenk Mora (empleado de Microsoft y fanático de la globalización y sus intereses farmacológicos), en su colaboración espontánea al New York Times (1/5/09), muy liviana y endeble por su exagerada apología panista sin sustento.
A las feroces críticas que ha cosechado en el mundo el gobierno panista de Calderón, tanto por su pésimo manejo de la propagación del virus híbrido de la influenza como por su presunto ocultamiento inicial (y luego su extemporánea revelación simultánea al envío de enmiendas legislativas para una mayor militarización del país y la salud), se agrega la incredulidad de sus datos alegres que Stratfor (1/5/09), influyente portal estadunidense vinculado a sectores del Pentágono, tilda de nulamente confiables.
Por lo visto, los esclavos neoliberales de México no leen las instrucciones de sus amos del Foro Económico Mundial de Davos (Riesgos globales 2007) sobre el papel amplificador que juega la infodemia (infodemics), en el escenario A que titula La pandemia y sus descontentos (sic), y significa el rápido esparcimiento de inexacta o incompleta información puede amplificar los efectos del evento del riesgo nodal (Voces del Periodista, Los virus del ASPAN y el PAN, 1/5/09)
En este contexto de infodemia panista, desconcierta la ominosa declaración de Siti Fadilah Supari, ministra de Salud de Indonesia (que padeció los estragos del SARS y fue el más golpeado por la fiebre aviar en 2003), de que el letal virus de influenza porcina pudo haber sido manufacturado por el hombre (¡superextrasic!), Afp, 28/4/09.
Llama poderosamente la atención que la ministra indonesia haya rechazado compartir desde 2006 las muestras de la fiebre aviar con los investigadores de la OMS. ¿Cuál será la razón?
En el pasado, la ministra declaró que los gobiernos occidentales podrían estar fabricando y propagando los virus en el mundo en desarrollo para estimular las ganancias de las trasnacionales farmacéuticas. ¡Ah, caray! ¿Cómo puede existir tanta maldad de las trasnacionales neoliberales? ¿Este nuevo triple virus híbrido pudo haber sido producto de la ingeniería genética de los laboratorios mixtos militares y privados de EU?
Tampoco se puede soslayar el desmantelamiento de los sistemas de salud en México (antes, la Secretaría de Salud se llamaba de Salubridad y Asistencia que con la diarquía neoliberal de PRI y PAN ni es salubre ni mucho menos asistencial) debido al modelo neoliberal que beneficia a una plutocracia parasitaria (en especial, a Cemex) en detrimento de la salud pública de la nación entera.
¿Qué hicieron y para qué sirvieron los hospitales privados de México, volcados en el frenesí lucrativo, durante esta prepandemia viral?
Existen rubros inexpugnables de la biosfera y la vida común que por necesidad imperativa tienen que ser universal y localmente públicos: los bancos y los hospitales.
Ya vimos adónde llevó la privatización desregulada de la banca, otra pandemia invisible de unos cuantos y que afecta las vidas de más de 6 mil millones de habitantes del planeta. La pandemia neoliberal de la banca depredadora desembocó en la nacionalización invisible que deberá ser subsidiada por las víctimas.
Mientras la importante agencia británica Reuters (29/4/09) pregunta sarcásticamente ¿dónde se encuentra Calderón?, no proporciona confianza alguna el currículo médico nada edificante del desbrujulado panista José Ángel Córdova Villalobos (fue titular del instituto electoral de Guanajuato) para un puesto tan delicado que debe ser ocupado por los mejores galenos del país, que los hay, más allá de las primitivas cuotas electoreras.
Frente a la devastadora ausencia e ineptitud de las autoridades sanitarias panistas, que con justa razón han sido puestas bajo la picota global, no deseamos dudar del foco encontrado tardíamente, pero perturba la fuente: Biosurveillance, parte de Veratect, centro de reportes de epidemias vinculado a Wshington y al Pentágono (¡supersic!).
¿Se volvió la salud de los integrantes del ASPAN un asunto militar controlado por EU, específicamente por el Norad/NorthCom (por sus siglas en inglés): Comando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica y Comando Norte?
Pareciera que la agenda del Norad/NorthCom es más amplia de lo imaginable (ver Bajo la Lupa, “México, ¿primer cobayo de la guerra irregular del Pentágono?”, 15/4/09), si hacemos caso al artículo del polémico Matthew Rothschild (MR), quien levanta la probabilidad de que el Norad/NorthCom se haga cargo del brote de influenza porcina y se haya estado preparando en ejercicios (sic) ante la eventualidad de una pandemia de influenza en los recientes tres años (The Progressive, 24/4/09)”.
Señala en forma alarmante que el Comando Norte ha encargado para su tarea de combate antiviral desde hace seis meses (supersic) a la tercera división de infantería del ejército del equipo de combate de la primera brigada que en los recientes cinco años combatió en Irak.
El general Victor Renuart, jefe del Comando Norte, en una comparecencia en marzo (sic), notificó que estaba preparado para un brote de influenza desde México. ¡Qué omnisciencia!
Renuart declaró en entrevista a Heritage Foundation (de corte fascistoide) el pasado 20 de agosto que contaba con la colaboración de InfraGard, una célula (sic) del sector privado que agrupa a más de 30 mil (sic) empresarios que tienen acceso especial a la información confidencial de la FBI y que pueden ser encargados con tareas especiales (sic) y letales (sic) en tiempo de emergencia. ¿Se privatiza también la muerte?
Por cierto, InfraGard, apéndice de la FBI, participó en una conferencia hace casi tres años en Madison (Wisconsin) con el tema premonitorio: Sobrevivir la pandemia.
Tres años de injusticias
Hoy hace tres años, un operativo realizado en Texcoco, estado de México, para desalojar a un grupo de floricultores apoyados por el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, derivó en uno de los más vergonzosos episodios de represión y abuso de la violencia por parte del Estado de cuantos se registran en la historia reciente de nuestro país. A la madrugada siguiente, 4 de mayo de 2006, la brutalidad policiaca se abatió sobre los habitantes de San Salvador Atenco: más de tres mil miembros de las fuerzas de seguridad estatal y federal irrumpieron en esa localidad, apalearon salvajemente a decenas de pobladores –hombres y mujeres–, ingresaron ilegalmente a domicilios particulares y los saquearon, destrozaron cuanto encontraron a su paso y detuvieron de manera por demás arbitraria a decenas de personas. En los días posteriores, organismos de defensa de los derechos humanos, activistas sociales y pobladores de Atenco documentaron y denunciaron cientos de atropellos cometidos por las autoridades policiacas: golpizas, allanamientos, violaciones y otros abusos sexuales, incomunicaciones carcelarias, fabricación de delitos, tortura física y sicológica, y un posible homicidio.
La brutalidad exhibida en la localidad mexiquense terminó por evidenciar el carácter represor de los gobiernos de Vicente Fox y Enrique Peña Nieto, y mostró la proclividad del primero a erigirse en violador sistemático de los derechos humanos; así se había manifestado ya en la siderúrgica Sicartsa, en Lázaro Cárdenas, Michoacán, y se confirmó en las postrimerías del anterior sexenio en la capital oaxaqueña. Hoy prevalece la percepción generalizada de que la violencia en Atenco no fue un intento por restablecer el orden, como se pretendió en su momento, sino un acto de venganza política contra una población insumisa que entre 2001 y 2002 se opuso férrea y exitosamente al designio de construir un aeropuerto en sus tierras.
A tres años de estos acontecimientos, Atenco es una herida abierta que transpira impunidad. Hasta ahora, las instancias de procuración e impartición de justicia nada han hecho por sancionar a los responsables políticos, intelectuales y materiales de los graves atropellos sufridos por centenares de personas, miembros o no del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra: por el contrario, la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó, en febrero pasado, cerrar la discusión en torno al episodio de represión y barbarie en el poblado mexiquense y, por consiguiente, exculpó a Enrique Peña Nieto, gobernador del estado de México; Eduardo Medina Mora, secretario de Seguridad Pública federal en el foxismo y actual procurador general de la República; Wilfrido Robledo, entonces titular de la Agencia de Seguridad Estatal mexiquense; Abel Villicaña, ex procurador estatal, y Miguel Ángel Yunes, quien se desempeñaba como subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Seguridad Pública federal, entre otros integrantes de los gobiernos federal y estatal.
Este fallo del máximo tribunal contrasta con el encarnizamiento judicial de que han sido objeto algunos de los dirigentes e integrantes del movimiento atenquense, quienes han enfrentado procesos irregulares y han sido víctimas de un uso faccioso de la ley, como se refleja en la invención de aberraciones jurídicas en su contra, como el delito de secuestro equiparado, así como la aplicación, en algunos casos, de condenas excesivas y medidas de control carcelario como las que se aplican a homicidas y narcotraficantes. Los hechos de Atenco han venido a confirmar la continuidad de una línea –que data, al igual que la impunidad, desde tiempos del priísmo– de criminalización de la protesta social, ensañamiento contra disidentes y subordinación del Poder Judicial a los designios del Ejecutivo.
Sin embargo, a pesar de las intimidaciones y la persecución; de la represión y la fabricación de delitos; de la violencia y el hostigamiento, el movimiento atenquense sigue vivo, los habitantes de esa comunidad continúan reivindicando las demandas de libertad y justicia para sus presos políticos, y un amplio sector de la población mantiene vivo el repudio y la indignación que generaron los sucesos de mayo de 2006.
En los 36 meses recientes, la sociedad mexicana ha presenciado mediante la lente de Atenco el encumbramiento de la injusticia y la impunidad, el derrumbe de la credibilidad de las instituciones y la confirmación de un sistema político que brinda protección a los sospechosos más poderosos e influyentes; pero todo ello acabará, tarde o temprano, por pasar factura a un gobierno que se ha mostrado inoperante para desactivar conflictos sociales; insensible, represor y falto de capacidad o de voluntad para hacer valer la ley, la vigencia de las garantías individuales y el estado de derecho.
Arnaldo Córdova: La confusión como forma de gobierno
Ya se va volviendo una aburrida rutina ver actuar a los panistas en el gobierno (y también a sus socios priístas) ante situaciones de emergencia poseídos por la más ciega y desarmante confusión. Desde luego, dan muestras claras de que no saben ni por dónde les llegó el desastre y después balbucean de mil modos que no entienden de qué se trata y que los esperemos tantito para poder darnos alguna información. Eso se ha podido ver al brotar la epidemia de influenza porcina (la Organización Mundial de la Salud recomendó que se le llamara humana, para no ofender a los porcicultores).
Primero no supieron por qué en meses recientes estaban muriendo por neumonía muchas más personas que antes y algunas se consideraban saludables. Los afectados por toda clase de enfermedades respiratorias se incrementaron varias veces cuando no había razones aparentes que lo explicaran. En la OMS y en muchos centros de investigación epidemiológica se alertaba ya desde hace años sobre la posibilidad de que brotara en cualquier parte del planeta una pandemia de alguna forma de influenza que no necesariamente sería como las ya conocidas.
En México la prensa y algunos medios de comunicación informaban de ese incremento de las enfermedades respiratorias y comenzaron a sonar algunos casos raros que, como ocurría en ciertas regiones del país, se atribuían a fenómenos de contaminación ambiental. Uno tiene especial relevancia, no sólo por lo que ha resultado, sino por su historia. En el poblado de La Gloria, cerca de Perote y a 10 kilómetros de las granjas porcinas Carroll, desde hace años se organizó un movimiento cívico que tenía por objeto la denuncia de la contaminación que esas granjas ocasionaban y sus dañinos efectos sobre la salud de los pobladores. El pasado 9 de marzo apareció un raro brote de enfermedades respiratorias. Seiscientos pobladores (son en total 5 mil) se enfermaron, entre ellos el niño Édgar Hernández, el primero al que se le detectó la nueva influenza.
Ese asunto debió atenderlo en primera instancia el gobierno veracruzano y hacerlo del conocimiento del federal. No podía esperarse algo así, pues en La Gloria todo mundo recuerda que Fidel Herrera se opuso perrunamente al movimiento que denunciaba a las Granjas Carroll y hoy varios pobladores están sujetos a proceso por ataques a las vías generales de comunicación. De cualquier modo, el gobierno federal era el mayor obligado a atender este gravísimo caso de salud pública. Los servicios médicos locales enviaron muestras al único laboratorio de los llamados de nivel 3 que hay en México y cuya misión es precisamente la investigación de este tipo de enfermedades. Ese laboratorio se ubica, justo, en el puerto de Veracruz.
Después de mucho tiempo, demasiado para la contingencia, no se pudo saber en ese laboratorio de qué se trataba. Las muestras fueron enviadas a otro en Winnipeg, Canadá, que nos dio la mala nueva: estábamos en presencia de una nueva cepa a la que se llamó porcina y lo detectaron en primer lugar en la muestra del niño Hernández. Cuando el secretario Córdova fue informado de los resultados de los análisis debe haberse caído de alguna nube. Al día siguiente tronó la noticia: en México había brotado la epidemia y los muertos ya se contaban por más de un centenar. Algunos médicos eminentes trataron de llamar la atención de que las muertes eran, en general, por neumonía, pero no todas atribuibles al nuevo brote. Todavía el domingo pasado La Jornada informaba de 68 a 81 muertos en un día y de enfermos en números de mil 4 a mil 324.
Unos días después y ya apercibido de que no todos los muertos son iguales, aunque se parezcan, el secretario de Salud balbuceó que, en realidad, los muertos por el brote eran siete. Como no daba mayores explicaciones, los ciudadanos, empavorecidos e indignados, calificaron sus cuentas de una burla. El gobernador Herrera se alcanzó la puntada de afirmar, con cierta chacota, que la cepa había surgido en China. Lo que él busca, desde luego, es que a las Granjas Carroll no se las investigue (por cierto, esa compañía hace por sí misma sus evaluaciones, las cuales siempre se dan por ciertas). Todos los pobladores de La Gloria, en lucha desde 2004, han denunciado que las tinajas en tierra en las que se depositan los detritos y los restos de los animales no tienen ningún tratamiento y están expuestas al aire libre contaminando toda la región.
Ya se han dado más de tres mil casos de probables contagiados. Cuatro días después de que se dio la alerta se instaló un laboratorio para el análisis de muestras. Antes no se pensó en instalarlo. Se dice que otros cinco se instalarán. Se requeriría para un seguimiento eficaz de la enfermedad de un mínimo de 500 muestras diarias en el país. El que ahora funciona sólo es capaz de dar 15 de ellas. Tampoco hay existencia de medicamentos (en especial, antivirales) ni utensilios con los cuales curarse o protegerse. La de los tapabocas es ya una anécdota del folclor popular. De repente se esfumaron y se volvieron carísimos. No hay las reservas de medicamentos que desde hace años se estimó prudente tener para una eventualidad de este tipo. Ahora se nos dice que la vacuna contra este nuevo mal podrá estar lista hasta dentro de unos seis meses.
La imprevisión, la incuria, la improvisación, la desorganización y la estupidez se han vuelto los signos de las administraciones panistas y de sus aliados priístas. La población está asustada, desesperada por no saber qué es lo que puede y debe hacer para protegerse y de sus gobernantes derechistas espera cada vez menos pues siempre salen con la misma batea de babas. La epidemia, a un paso de volverse pandemia, ha castigado también a los negocios. El cierre de un restaurante por más de cinco días significa condenar a la quiebra a sus dueños. Los grandes tiburones siempre se las arreglan para salir bien librados, además cuentan con el apoyo servil y rastrero de los gobiernos de derecha.
El Estado existe para organizar y regular a la sociedad en sus múltiples actividades; para defenderla de sí misma cuando sus elementos comienzan a agredirse y a destruirse; para protegerla del exterior en cualquier circunstancia, no necesariamente en una guerra; para dirigirla en sus capacidades de autodefensa y de autorganización. El Estado de derecha que hoy gobierna a México ha demostrado que sólo sirve para amamantar a los que lo poseen todo, protegerlos contra su propia sociedad y salvarlos de la ruina a que sus propios excesos los exponen. La derecha es buena para saquear lo que es de todos, pero es inepta para gobernar.
Ya no se aguantó y frente a la portería, frente a los miles de espectadores que habían asistido a ver al espectáculo futbolístico que ni el virus porcino frenó y frente a las cámaras hambrientas de goles, el jugador del equipo tapatío de las Chivas soltó un escupido, un golpe de tos, y descargó su nariz encima de un jugador adversario del equipo chileno al que enfrentaban. En las mismas horas, una ciudadana mexicana que se encontraba en Roma, Italia, tuvo que renunciar a una cita de trabajo que tenía en la capital italiana. Se la habían cancelada.
Es interesantísimo admirar las reacciones del mundo frente a la epidemia porcina desatada desde México. Más allá de las reacciones gubernamentales que buscan, según ellos, contener al contagio, resulta sumamente didáctico observar las reacciones irracionales que acompañan al miedo generado en el mundo. Si algún mérito está teniendo este maléfico virus porcino es precisamente el de habernos enseñado que todos somos iguales. Y todos somos distintos al mismo tiempo. A diferencia del miedo generado por la violencia del narcotráfico –aquí en México– o del miedo generado en contra de los migrantes –allá en Europa– el temor que se ha generado en estos días en el país y en el mundo es tan transversal como lo es la posibilidad del contagio. Nadie está a salvo, todos podemos ser víctimas. Y así las cosas, si en la capital mexicana crecen la sospecha mutua, el temor ajeno, el miedo recíproco, la desconfianza bilateral, en el mundo comienzan a mirar hacia México como a un país de infestados, portadores del nuevo mal, pecadores castigados por quien sabe cual dios justiciero. Si la actuación gubernamental es puesta en entredicho por los medios de comunicación extranjeros, la reacción popular parece ser la condena de todo un pueblo. Los mexicanos ya somos los contagiados y hoy asomarse, en calidad de ciudadano de este país, en otras tierras implica recibir lo que se les reserva a diario a los migrantes.
En la Unión Europea, como en Estados Unidos, las facciones políticas y sociales más racistas siempre han utilizado, entre otros, el argumento que supone que los migrantes, sobre todo si tienen otro color de piel, si hablan un idioma tan diferente, hasta si huelen distinto, son portadores de enfermedades desconocidas, enfermedades atávicas, ya debeladas en los países receptores, peligrosas epidemias de quién sabe qué. El mismo enfoque, no hay que negarlo, se reproduce en este país hacia otras categorías sociales, como los son, por ejemplo, las poblaciones indígenas. Ahora, al contrario, este virus, que tenía que proceder desde un puerco para que nos acordáramos de nuestra intermitente naturaleza, nos puso a todos los mexicanos en el mismo barco: estamos contagiados y por esto mejor mantenernos alejados.
Las medidas restrictivas hacia México adoptadas por distintos países en el mundo hablan claro en este sentido. Hay quienes cierran vuelos procedentes de estas tierras. Hay quienes ya no importan cerdos desde aquí. Y hay quienes que, como lo hacen la mayoría de los medios de comunicación europeos, aíslan a México. Está claro, por ejemplo, que muchos medios comenzaron a contabilizar a los contagiados solamente cuando éstos aparecieron en Estados Unidos. Mientras aquí parecía que se moría con tal rapidez que nos obligó a encerrarnos a todos, los medios extranjeros casi ni consideraban a nuestros muertos. Tenía que morir una niña de 23 meses –¡claro, mexicana!, subrayaron todos los medios europeos– para que la atención se elevara. La misma petición de que la nueva influenza cambiara de nombre y se llamara mexicana despierta ciertas sospechas acerca de la voluntad de aislar al virus aquí, en México. Poco importa que se siga tratando de salvar del derrumbe a la industria –y no a los pequeños productores– agropecuaria nacional y trasnacional cuyo modelo es una de las principales causas de la epidemia que nos agita.
La frontera norte de nuestro país no se cierra. Por lo pronto. Pero habría que apostarle a que hoy cruzarla, ya sea legalmente, se convertirá en un infierno de miradas cruzadas por encima del hombro del funcionario en turno y bajo las sospechas de cualquier ciudadano que nos agarre en el intento. Y sin embargo, aún desconociendo el número preciso de las muertes por este letal virus porcino, habría que recordarles a los demás países del mundo que aquí en México y allá, desafortunadamente, el contagio es otro. No es el virus porcino, sino el virus de la indiferencia el que nos preocupa. Y muy poca gente está afectada. Los demás seguimos con las buenas costumbres solidarias que nos enseñaron. Ese virus de la indiferencia está matando mucho más que la temida fiebre porcina. Mata cada día a decenas de migrantes que con mucha dignidad buscan mejores opciones de vida en otras tierras.
Así las cosas la esperanza es que la actual influenza porcina nos pueda de una vez enseñar a los mexicanos, entre otras cosas, que somos más iguales de lo que muchos creen. Y que no hay que ser pobre, campesino, indígena, extranjero, moreno o negro para ser discriminado. Será suficiente ser contagiados por el miedo ajeno. Por esto, resulta ser una verdadera lástima que la cumbre en contra del racismo celebrada hace unas semanas en la Unión Europea no haya declarado también que está prohibido discriminar por enfermedad.

Ángeles González Gamio: Tristeza
Desde los aciagos días posteriores a los terremotos de 1985 no habíamos vuelto a ver tan triste a nuestra amada ciudad de México. Se siente un ambiente de desolación: las calles semivacías, los cafés, restaurantes, fondas y demás sitios de encuentro, cerrados, con improvisados letreros en las puertas que anuncian la medida, gente sin rostro, embozada con tapabocas y la mirada triste o angustiada.
Son los efectos del nuevo virus de influenza porcina, aunque ahora dicen que en realidad no viene del puerco, pero por lo pronto ya le cancelaron a México la compra de carne de cerdo en el extranjero. Las cifras del día que escribí esta crónica, jueves 30 de abril, son de un total de ocho muertos comprobados por la OMS, así es que el virus no parece ser tan letal. Según especialistas en la mayoría de los casos se cura sólo, como sucede con las gripas. Aunque todavía no hay vacuna, ya hay los medicamentos que lo alivian, lo cual sucede con gran rapidez. La eficaz actuación gubernamental ha sido reconocida en todo el mundo y la situación parece estar bajo control.
Los costos en muchos sentidos han sido terribles; las pérdidas económicas, incuantificables. La medida que tomó el gobierno capitalino de cerrar todos los sitios de comer o tomar un café, fue para muchos exagerada e innecesaria, ya que esos sitios tenían ya de por sí muy baja concurrencia, con lo que era inaplicable el argumento de las aglomeraciones; esto ha provocado pérdidas de alrededor de 150 millones de pesos diarios y pone en riesgo 450 mil empleos directos y 900 mil indirectos.
El comportamiento de la población ha sido ejemplar, al acatar las instrucciones que los medios difunden interminablemente; esta capacidad de comunicar masivamente y los avances de la medicina son dichas que nuestros antepasados no tuvieron y las epidemias los diezmaban despiadadamente.
Recordemos lo que dice el Calendario de Navarro de 1851, sobre la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de México un año antes: “Las calles silenciosas y desiertas en que resonaban a distancia los pasos precipitados de alguno que corría en pos de auxilio; las banderas amarillas, negras y blancas que servían de aviso de la enfermedad; las boticas apretadas de gente; los templos con las puertas abiertas de par en par con mil luces en los altares, la gente arrodillada con los brazos en cruz y derramando lágrimas... A gran distancia el chirrido lúgubre de carros que atravesaban llenos de cadáveres.
Los panteones de Tlaltelolco, San Lázaro, El Caballete y otros, rebozaban de cuerpos: de los accesos de terror, de los alaridos de duelo se pasaban en aquellos lugares a las alegrías locas y las escenas de escandalosa gritería, interrumpida por cantos lúgubres y por ceremonias religiosas. En el interior de las casas todo eran fumigaciones, riegos de vinagre y cloruro, calabazas con vinagre atrás de las puertas, la cazuela solitaria del arroz y la parrilla en el brasero, y frente a los santos, las velas encendidas.
El método curativo era casi peor que la enfermedad: Al primer síntoma de ataque, propine grandes locaciones sobre el espinazo, los riñones y el vientre alternativamente con aguardiente alcanforado y agua sedativa durante un cuarto de hora; en seguida friegas sobre las mismas partes con pomada alcanforada; al mismo tiempo se administrará al enfermo cinco gramos de acíbar en varias tomas con copitas de aguardiente alcanforado. Si ha tenido costumbre de tomar aguardiente, dese con un poco de alcanfor en un cocimiento de borraja y lúpulo o semen-contra, por partes iguales. Se le administrará un lavativa vermífuga. Se le aplicará sobre el vientre una cataplasma vermífuga haciéndole al mismo tiempo las friegas de pomada alcanforada sobre el espinazo. Si el mal resistiera a estos remedios, en último caso se le administrarán dos granos de calomelano en polvo, o 12 granos en pedacitos y en seguida aceite de ricino. Después.... descanse en paz ¿no cree usted?
gonzalezgamio@gmail.com
Mario Di Costanzo Armenta: La economía porcina
Durante los últimos días se ha difundido una amplia gama de información que va desde la que explica en qué consiste la llamada influenza porcina, su sintomatología, sus mecanismos de contagio, su detección y su tratamiento, pasando por la que califica las medidas adoptadas tanto por el gobierno federal como por autoridades estatales, hasta la que señala que ya algún laboratorio desde principios de abril había advertido de la aparición de este virus.
Más allá de debatir lo anterior, debemos preguntarnos por qué razón una enfermedad que no es mortal, si se detecta a tiempo, está matando gente en México.
De esta manera, lo primero que el sentido común nos dice es que o se carece de la infraestructura para detectarla a tiempo o bien no se cuenta con los medicamentos para combatirla, aunque en este último punto las diferentes autoridades han señalado que existe un abasto suficiente de retrovirales, los cuales se están administrando como medicamentos controlados, es decir, bajo estricta supervisión médica.
Luego entonces, algún inepto como yo se pregunta: ¿si tenemos los medicamentos y conocemos la sintomatología? el problema se reduce a detectar a tiempo la enfermedad, combatirla y evitar que ésta se propague.
Y lo que parece tan simple se complica por la sencilla razón de que, dentro del proceso descrito aparecen problemas para detectar dicha enfermedad o para que la gente tenga un acceso expedito y a tiempo al tratamiento de dicho padecimiento.
Así, me puse a revisar el presupuesto que se ha destinado a la Secretaría de Salud durante los últimos cuatro años. En un principio me emocioné cuando advertí que entre 2006 y 2009 el presupuesto de esta dependencia se incrementó en 42 mil 681 millones de pesos, al pasar de 42 mil 355 millones en 2006 a 85 mil 36 millones para 2009.
Entonces procedí a revisar en qué se había gastado tanto dinero de los contribuyentes. Lo primero que observé es que más de 60 por ciento de ese incremento, es decir, 28 mil 911 millones de pesos, se destinaron al llamado seguro popular que, como se ha venido sosteniendo ni es seguro (ya que nunca hay medicinas para los que recurren a él) ni mucho menos popular (ya que en muchos casos hay que pagar para tener acceso a sus servicios, además de que en gran parte de los casos, sobre todo en el sector rural, sus instalaciones se asemejan más a dispensarios médicos que a clínicas bien equipadas.)
Advertí que el pago de salarios se había incrementado durante el periodo mencionado en 5 mil 230 millones de pesos, y que la inversión física total (como pueden ser laboratorios para detectar enfermedades, hospitales, etcétera) representó entre esos cuatro años sólo 5 por ciento del presupuesto acumulado, y que prácticamente la totalidad de esta inversión fue aprobada para 2009, es decir, que apenas este año se va o se está realizando.
Pude observar que al Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades, durante los años 2006 y 2007 se le asignaron precarios presupuestos, de 314 y 450 millones de pesos respectivamente, y para 2008 su asignación presupuestaria ascendió a mil 329 millones de pesos, de los cuales 723.8 millones fueron destinados a un rubro denominado otros gastos corrientes y para 2009 se redujo su presupuesto a un mil 149 millones de los cuales sólo 14.8 millones fueron para inversión física.
Al ver estas cifras, me preocupé y pensé que una parte del problema no es de origen virulento, sino presupuestario.
Es decir, que un virus que en principio no es mortal, a decir de las autoridades, se ha vuelto mortal por razones de infraestructura, de ineficiencia en su detección, de falta de prontitud en la atención, de escasa cobertura y difícil acceso a servicios de salud.
Por ello, no deben sorprendernos las medidas sanitarias que hasta ahora se han tomado ante la emergencia, por lo que los ciudadanos, debemos atenderlas de manera estricta y responsable.
Esta hipótesis se fortalece si observamos que, por ejemplo, en las modificaciones que se han realizado tanto a la ley del ISSSTE como a la del IMSS, se han esgrimido argumentos financieros y no de atención, prevención, eficacia y eficiencia médica.
Es decir, que esta emergencia sanitaria es otra manifestación del fracaso absoluto de nuestra política de gasto, por ello, el origen del problema lo debemos encontrar en lo que hemos dejado de hacer, y no en la emergencia, ya que al menos en nuestro país, la crisis de la influenza porcina es resultado de una economía porcina, que ha buscado a través de la salud del pueblo, más resultados electorales, que seguridad, eficiencia y eficacia.
Antonio Gershenson: Técnicos y profesionistas de Pemex, hoy
El 18 de marzo de 2008 se constituyó, a partir de una asamblea nacional llevada a cabo en un auditorio de la Cámara de Diputados, la Unión Nacional de Trabajadores y Profesionistas Petroleros, UNTYPP. Este hecho casi coincidió con el inicio de la gran confrontación que se dio a partir del envío de la llamada reforma energética, en realidad iniciativas de reforma de varias leyes relacionadas con Pemex. En su momento escribimos en este espacio sobre el asunto. Objetivamente, la polémica nacional sobre el petróleo retrasó los principales golpes contra la unión por parte de los funcionarios de Pemex, y simplemente la solicitud de que se tomara nota de la existencia legal de la unión fue siendo diferida en la Secretaría del Trabajo.
Poco después de que terminó el proceso legislativo en las cámaras, a partir del 14 de noviembre de 2008, empezaron los ataques contra dirigentes y miembros de la unión. Fueron desalojados de sus centros de trabajo, con amenazas e incluso mediante la violencia, un número creciente de ellos. El 18 de noviembre la unión solicitó su registro, en vista de que había cumplido los requisitos legales y habían transcurrido los 60 días que la ley marca como límite, sin respuesta.
Los funcionarios de Pemex pretendieron usar la táctica de la zanahoria y el garrote, ofreciendo reinstalaciones a cambio de renuncias a la unión. Para seguir ganando tiempo, las autoridades de Trabajo pidieron una y otra aclaraciones. Ya terminado el periodo de sesiones de las cámaras legislativas y prácticamente durante las vacaciones de fin de año, el 19 de noviembre de 2008 la autoridad laboral negó el registro.
La unión tiene a su favor no sólo la Ley Federal del Trabajo, que defiende el derecho de asociación y fija con precisión las posibles causas para negar el registro, sino también tesis jurídicas de fallos anteriores y tratados y convenios internacionales suscritos por México. Todos estos elementos se usaron en la solicitud de amparo. A este respecto, recordamos que el asunto de los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez ahora ya está en un tribunal internacional, o sea que las autoridades mexicanas no necesariamente van a tener la última palabra. De modo que el amparo que se interpuso contra la negativa de registro, que está por ser resuelto en estos días, será un paso importante, pero no necesariamente el último. Y, claro, al difundir el problema tratamos de contribuir a una solución justa y de respeto al derecho de asociación de los trabajadores.
Esta parte del proceso laboral coincide, también, con un periodo en el que hay definiciones políticas y negocios dudosamente legales por parte de los funcionarios de Pemex. Ya cuando los contratos de servicios múltiples para el gas en la región de Burgos, la cual fue repartida entre seis empresas extranjeras, vimos, y vemos, la demanda de amparo por parte de una asociación de petroleros, contra el contrato de la trasnacional española Repsol, que tiene muchos otros negocios en México.
Pues ahora hay una nueva serie de contratos de servicios múltiples. En su documentación oficial en español Pemex no usa el término, pero fuentes de información en inglés sí lo usan, multiple service contracts. Este término sólo se aplica a los contratos de Chicontepec, y no a los de Cantarell y otras zonas. Reuniendo información de diferentes fuentes, y calculando el número de pozos en casos en que la fuente en cuestión no lo estima, hemos señalado los siguientes.
Primer contrato, otorgado a Schlumberger el 13 de junio de 2007, precio contratado a pagar por Pemex, mil 395 millones de dólares, duración cuatro años, aproximadamente mil pozos a perforar.
Segundo y tercero, otorgados a Weatherford el 25 de junio de 2008, precios contratados, el segundo contrato 612 millones de pesos más 357 millones de dólares, ambos más IVA; el tercero, 632 millones de pesos más 386 millones de dólares, ambos más IVA, tiempo de ejecución para ambos contratos, del primero de julio de 2008 al 31 de diciembre de 2009. Aproximadamente 300 pozos por cada contrato.
Cuarto contrato, adjudicado a Schlumberger el pasado 10 de marzo, precio 687 millones de dólares. Tiempo: del primero de abril de 2009 al 30 de junio de 2012. Prevé 500 pozos.
Quinto contrato, otorgado a Weatherford el 27 de marzo de 2009, precio 646 millones de dólares, tiempo de obra del 15 de abril pasado al 14 de julio de 2012. Incluye 500 pozos.
Hay que notar algunas cosas: este tipo de contratos se ha aplicado antes, durante y después del proceso legislativo, que supuestamente iba a fijar las reglas para los contratos, entre otras cosas. No les importó, ellos voy derecho y no me quito, con o sin reformas legales. El proceso lleva del orden de dos años, suma hasta el momento aproximadamente 2 mil 600 pozos contratados, mucho más que todo el resto de los iniciados, avanzados o terminados en todo el resto del país en esos periodos. Y los cinco contratos se han repartido entre sólo dos empresas trasnacionales.
La subsistencia y desarrollo de la UNTYPP implica una fuerza que tiene facultades legales, como parte afectada que son, de solicitar amparos contra esos y otros atropellos a Pemex. No está de por medio sólo el derecho de asociación, que es básico. También, un posible impugnador legal de estos contratos, como ya sucedió con otra organización petrolera en el caso de Repsol.
gershen@servidor.unam.mx
Rolando Cordera Campos: De la nueva anormalidad
C
atastrofemas de la semana: la economía de Estados Unidos se contrajo más de lo esperado y cayó en el primer trimestre del año en 6.1 por ciento a tasa anual, ligeramente menor al 6.3 por ciento registrado en el último trimestre de 2008, pero insuficiente para anunciar que la noche quedó atrás. Por su parte, la actividad económica de México registró un desplome anual en febrero de 10.8 por ciento, con caídas en la industria de 13.2 por ciento y de 9.6 por ciento en los servicios. Esta, nos recuerda Juan Antonio Zúñiga (La Jornada, 29/4/09, p. 45), es la reducción más aguda registrada por el Índice Global de la Actividad Económica, que en junio de 1995 tuvo una contracción de 9.78 por ciento.
A partir de estos y otros registros, el Banco de México revisó sus proyecciones para 2009 y pronostica que la producción podría contraerse hasta en 4.8 por ciento. México vive en medio de la más severa recesión desde la posguerra, advirtió el gobernador del banco central, y traerá consigo una pérdida de 450 mil empleos. De esta manera, Banxico rebasa por lo pesimista las proyecciones del Fondo Monetario Internacional, que días antes anunciaba una disminución anual de 3.7 por ciento, la más aguda de la región latinoamericana para el año (Roberto González Amador, La Jornada, 30/4/09, p. 46).
Estas y otras estimaciones nos remiten a territorio astronómico cuando las ponemos en números absolutos: miles de millones de dólares, cientos de miles de millones de pesos, centenas de miles de trabajos perdidos. Pero es esta última realidad la que podría hacernos poner los pies en la tierra y acercar nuestro entendimiento y sensibilidad a la gravedad de la situación por la que pasa nuestra sociedad, antes de la epidemia y después de ella, cuando las pérdidas atribuidas a ésta puedan estimarse con calma.
La relación que el Banco de México nos presenta entre la caída de la actividad y la pérdida de empleos puede ser conservadora, cuando no moderada; pero sin caer en catastrofismo alguno, del que ahora se encargan el banco y el fondo, hay que hablar no sólo de empleos perdidos, sino de empleos no creados, dado que cada año llegan a la edad de trabajar y necesitan hacerlo entre 800 mil y un millón de mexicanos. Así, el déficit de ocupaciones formales, que llegó a más de 5 millones en el sexenio anterior, no puede sino aumentar.
Este es el contexto social y económico donde se inscribe la alarma epidemiológica. Con ella, asomaron su nariz otras grietas de nuestro espíritu público: la desconfianza vuelta industria mediática; la aritmética revelada como falla mayor de críticos y opinadores; la frenética búsqueda de un chivo expiatorio como placebo para la incertidumbre de los profesionales de la noticia, agravada por la tranquilidad con que la mayoría de la población parece haber tomado las medidas de emergencia y la información, sin duda incompleta, ofrecida por la autoridad.
En medio, los ecos de la época que Obama decretó periclitada: un costo beneficio grotesco que lleva a enjuiciar a Ebrard por las pérdidas en que incurrirán los restaurantes, ¡cuando apenas se han registrado ocho muertes atribuidas al virus recién llegado! ¡Ah, la astucia de la razón contable!
El cuadro dibujado por el banco y el fondo puede servirnos para poner en perspectiva lo que viene: no la vuelta a la normalidad sino la entrada a una nueva anormalidad que sólo podremos soportar si rehacemos la agenda nacional: el empleo en el centro; la salud como derecho universal garantizado por un servicio nacional digno de tal nombre; la investigación biomédica y sanitaria como eje de nuestra seguridad humana; la recuperación pronta de capacidades perdidas, víctimas de la furia neoliberal, en materia de vacunas y otras variantes básicas y asequibles para una vida sana, etcétera.
Sin duda, la auditoría sobre el estado real de nuestro sistema de salud debe emprenderse ya, al paso de la urgente revisión de la economía y de la política económica punto menos que suicida en que parece empeñado el gobierno. Pero la situación es muy grave, y la tentación de confundir sensatez ciudadana con resignación ante un autoritarismo de nuevo corte pero viejo tufo oligárquico crece con los días. A la epidemia de ignorancia de que nos habló el doctor Sarukhán este viernes en El Universal puede suceder sin más una epidemia de arrogancia sin más fin que racionalizar lo absurdo.
La normalización que nos urge no puede basarse en las medias verdades, mucho menos en la autocelebración grandilocuente; pero tampoco en juicios sumarios inspirados en lo peor de la conspiración-ficción para la que tan buen terreno ofrecen la emergencia y el temor ante las señales profundas de nuestra realidad natural.
Bienvenidos a la N(ueva) A(normalidad).
Guillermo Almeyra: Ecuador: otra victoria de la Alba
R
afael Correa fue elegido presidente con una mayoría absoluta y casi seguramente tendrá también la misma mayoría en la Asamblea Nacional. La oposición de derecha, fragmentada, llega apenas al 40 por ciento si se suman los votos del gran magnate bananero y ex presidente Gustavo Noboa, en su feudo clientelar de Guayaquil (un poco más de 11 por ciento), con los de Lucio Gutiérrez, el militar proimperialista expulsado por un motín popular en 2005, que odia a Noboa y lo ha remplazado como eje de la oposición. Es verdad que los partidos de la Alianza País que respaldó a Correa tienen diferencias entre sí en importantes cuestiones pero, como bloque, coinciden con el antimperialismo del presidente y con la orientación de su política económica en defensa de la soberanía nacional sobre los recursos naturales y a favor de los sectores más pobres de la población. Además, apoyan su política integracionalista a nivel sudamericano y su opción por la Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), que ha llevado a Ecuador al rango de observador de la organización a la espera de poder ser miembro pleno.
El abrumador triunfo de Correa refuerza a la Alba y a la política del presidente triunfante (que personalmente cuenta con un nivel de respaldo popular casi 15 por ciento superior al de los votos de su coalición), lo cual le dará mayores márgenes de maniobra ante los efectos de la crisis mundial en el país. Ecuador, en efecto, depende fundamentalmente de la venta de petróleo y de las remesas de sus emigrantes. El precio del crudo ha caído abruptamente y también disminuyeron drásticamente las remesas y muchos ecuatorianos que perdieron su trabajo en España o en Estados Unidos vuelven a un país que enfrenta desde siempre una desocupación endémica y tiene muy bajos ingresos. Hay que agregar a esto que los gobiernos reaccionarios impusieron el dólar como patrón monetario y será difícil –aunque es indispensable– salir de esa trampa en plena crisis mundial, aunque entre las perspectivas de la misma figure el derrumbe del dólar, mientras la constitución de una moneda común de la Alba o de Unasur será un proceso lento y complicado.
Esos factores, así como la disminución de la renta petrolera de Venezuela, que es el eje de la Alba, amenazarán a los gobiernos de Quito, Caracas y de los otros países miembros del bloque antimperialista. Hasta ahora, los gobiernos del mismo, en vez de ponerse a la defensiva, han decidido radicalizar y profundizar sus políticas y sus triunfos electorales los legitiman y refuerzan. Pero la derecha cuenta con la crisis mundial para tratar de desestabilizarlos. De modo que los triunfos gubernamentales en las elecciones (como se vio en Bolivia o en Venezuela) sólo empujan a las clases dominantes a buscar la desestabilización por todos los medios –sin excluir ninguno– de los gobiernos constitucionales de Hugo Chávez, Evo Morales o Rafael Correa.
Se marcha así hacia una agudización del enfrentamiento entre las clases, en medio del sabotaje económico de los factores de poder a los gobiernos constitucionales. Los sectores populares ecuatorianos, como los ecologistas o el partido indígena Pachakutik (que sólo obtuvo un parlamentario), que tienen diferencias con Correa en torno a la protección de la selva ante la industria petrolera, quedaron aislados en la votación pues no supieron organizar claramente un apoyo crítico. Ahora, ante la nueva situación que se ha creado y ante la crisis, si no elevan su comprensión del proceso y del sentimiento popular para mantener su independencia crítica pero apoyar lo que merezca ser apoyado, podrían ser barridos por el mismo proceso que acabó con los partidos burgueses tradicionales y que no tolera las organizaciones que ponen sus intereses sectoriales por sobre los de la inmensa mayoría popular.
Una cosa es no ceder ante el caudillismo, que apoya ciegamente a un líder incluso en el error, y mantener el derecho a la crítica ante posiciones erróneas (como las de Correa sobre los derechos de las mujeres o sobre el mantenimiento de una concepción extractivista en cuanto a los recursos naturales, a pesar de que la Constitución por él promovida incluye a la naturaleza como sujeto de derechos) y otra es no comprender el sentimiento popular y aislarse de él (como las vacilaciones de Pachakutik frente al proceso constituyente). La izquierda que se orienta hacia el socialismo, o simplemente la izquierda social, tiene intereses comunes con el amplio movimiento nacionalista antimperialista dirigido por Correa. Para avanzar sin romper, para criticar sin caer en la oposición, sólo queda el camino de explicar y organizar cuáles deben ser las consecuencias anticapitalistas de los planteos y aspiraciones socialistas bienintencionados pero abstractos del líder carismático y luchar por la autorganización y la autogestión de los sectores populares para combatir la tendencia a la burocratización del aparato estatal y la centralización del poder.
Néstor de Buen: Dando vueltas por el mundo
M
e adelanto a escribir este artículo. Lo hago el sábado 25 de abril porque hoy por la noche viajaremos mi esposa y yo a Caracas y el próximo miércoles, a la Isla Margarita. En Caracas tendré alguna intervención que no me han precisado muy bien. En Isla Margarita, convocado por la Fundación Universitas, intervendremos Carlos de Buen y yo en un congreso que se organiza, curiosamente, en homenaje al profesor cubano Efrén Córdova y a mí mismo, en el que desarrollaré el tema no tan fácil de entender de la globalización.
Efrén vive desde hace muchos años en Estados Unidos. No recuerdo el nombre de la universidad, Pero sí su obra y su personalidad. Es un extraordinario exponente del derecho del trabajo y nos hemos encontrado en muchos congresos y reuniones académicas, algunas en México. Se merece de sobra un homenaje.
La globalización es un concepto difícil. Etimológicamente parece implicar la versión de una economía universal. Es el final, por ahora, de un proceso que se inicia al terminar la Segunda Guerra Mundial cuando aparece el concepto de grupo de empresas, vinculado estrechamente a la idea de la trasnacionalidad de las empresas, ahorradoras de costos de aduanas y con salarios más bajos, que se instalan en países de salarios bajos. Eso evolucionó hacia la multinacionalidad, que no es más que una multiplicación del mismo fenómeno. En la industria automotriz mundial es un dato permanente.
Allá por los años 90 surgió otra forma diferente. Las grandes empresas automotrices en Estados Unidos decidieron adquirir partes de sus vehículos para reducir su personal: diseños, motores, suspensión, llantas, defensas y cualquiera otra cosa. Ese es el verdadero outsourcing, que en México, con la mala fe habitual de nuestros empresarios y sus abogados patronales, han convertido en alquiler de trabajadores.
La economía mundial empezó a tomar cartas en el asunto. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional distribuyeron generosamente créditos en los países más pobres para incrementar las fábricas de partes y surgió la globalización, marcadora de precios y controladora del mercado. Si las cosas no iban bien, se abandonaban las instalaciones y a los trabajadores, y a otra cosa. O como en nuestros tiempos de maquiladoras, empresitas constituidas en la frontera que agregaban mano de obra barata al material temporalmente importado y que, al menor problema desaparecían trasladando sus instalaciones, con nocturnidad evidente y dejando plantados a sus trabajadores.
Un profesor catalán, Joan Ginebra, ha listado las características de la globalización: liberalización de los flujos de mercancías y de inversiones y flujos financieros; garantías soberanas a la inversión, reglas que otorguen estabilidad a la operación, libertad total de movimientos financieros a corto plazo, liberalización del mercado laboral, compresión de los costos salariales, cambio de las estructuras impositivas y privatización de las empresas estatales.
¿No les suena conocido?
Carlos Monsiváis
Definiciones en tiempo de cuarentena
Es frecuente redactar un artículo sin saber a dónde se quiere ir; es más inusual hacer un texto ignorando el punto de partida. Esta circularidad de las seguridades extraviadas es usual en estos días de asueto, cuando la información abunda en cierto sentido, pero es reiterativa y a momentos digna de la falta de confianza, algo no tan común y porque no es fácil hacerse digno de la falta de confianza, lo que antes era lo más sencillo. Dos imposibilidades a la hora de las estadísticas: inspirar confianza y garantizar la falta de confianza.
Se atraviesa por la fase 5 de una crisis de salud mundial, y por doquier se observan las medidas precautorias, los rostros de aflicción distendida de los altos funcionarios (una tregua de las preocupaciones urgentes), la confusión que desemboca en la pregunta cotidiana: “¿Me podrían decir qué está pasando?”. Todo tiende a la inmovilidad en el vértigo de las alteraciones sicológicas y todo conduce también a la autopsia de las declaraciones oficiales.
“Miré los muros de la patria mía/ si un tiempo fuertes ya desmoronados,/ de la carrera de la edad cansados,/ por quien caduca ya su valentía”. Versos magníficos, ¿pero qué tienen que ver? En rigor, muy poco; en esta temporada lo que tiene que ver con algo es una excentricidad porque, repito lo ya sabido, la amenaza de la pandemia es muy real, las medidas a seguir son prudentes y ni los muros de la patria se han desmoronado por entero ni hay en la experiencia reciente muros fuertes. ¿Qué le vamos a hacer? La población es disciplinada pero el manejo de la información es feudal.
Veamos momentos del caos. “¿Por qué en México sigue muriendo gente y en el resto de los países no se ha confirmado ningún fallecimiento?”. Responde el secretario de Salud, José Ángel Córdova: “Porque aquí siguen llegando tarde”. Miguel Ángel Lezana, director general de Vigilancia Epidemiológica, contradice al presidente Calderón: “De los 152 casos de muertes sospechosas de haber sido causadas por el virus de la influenza sólo existe la confirmación plena de siete, ni siquiera de 20, como también se había asegurado oficialmente. Y el resto. El resto sólo huele a influenza”. Sospecha que de las 152 muertes anunciadas sólo sean atribuibles a la influenza 10 o 20, y justifica “toda esta alarma mundial” porque “era la única manera de actuar; si no lo hubiésemos hecho así, en vez de 30 muertes podríamos haber tenido 3 mil”.
Las cifras no están enfermas sino convalecientes. Córdova se enreda, exige una ortodoxia clínica inaugural para reconocer cada caso de lo que fue “influenza porcina” y hoy es “influenza tipo A”. Las cifras son asistidas y reposan con discreción para volver a la carga en busca de seres persuasibles. ¿Cuántos muertos? ¿De qué murieron los que en esta ocasión no son muertos sino fallecidos? Cunden en cada hogar las sensaciones de espera, y todo indica que la población habita el espacio de los puntos suspensivos… y mientras lo hace intuye que lo que viene es peor, y la espera multiplica la falta de oportunidades mientras la vida continúa en la zona habitacional de los puntos suspensivos… Se siguen las noticias como si fueran crucigramas al revés, no sé lo que digo, se asumen las precauciones con incredulidad y disciplina. ¿Qué se hace? Como en los juegos infantiles de antaño, lo que informa la mano lo repite la tras. Y luego la tras se pasa el día entero quejándose de la falta de información.
* * *
Lo pidió el Presidente: las familias deben aprovechar la oportunidad única, podrán verse frente a frente y no aglomeradas frente a la tv, enviada por el demonio para impedir la convivialidad. Tiene razón, es hora de discutir los problemas de la vida, una familia es un conjunto de normas, preceptos, sesiones fotográficas, reuniones en torno a bodas y nacimientos, viajes al hospital en ocasiones infaustas… Es todo eso pero no ha sido el ámbito de reflexión como de ejercicios de Semana Santa. Si no aprovechamos la terrible oportunidad de la epidemia, quién sabe cuánto tiempo tardará para que las familias se enfrenten con su destino.
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Un gran riesgo de los asilados en casa es volverse “estatuas de sal”: desmoronarse al mirar hacia atrás o pensar retrospectivamente y querer recordar lo oído. Los diálogos son circulares: “No entendí lo que dijo el funcionario./ Es que le pusiste atención y es lo peor que se puede hacer./ Pero si no le pongo atención corro el riesgo de entenderlo./ Eso es lo que a él le molesta, que te fijes en lo que dice, que no es la función de los ciudadanos./ ¿Y él cómo sabe que me estoy fijando en lo que dice?/ ¿Y tú cómo puedes estar seguro de que no le entendiste?/ ¿Me estás acusando de calumniador?/ Te estoy acusando de extraer conclusiones en un momento en que eso no está a la orden del día./ ¿Y qué está a la orden del día?/ Ponerse a la disposición de las circunstancias”.
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Los tiempos cambian porque los virus mutan. ¿Cuándo se habían visto tales maromas? Se acabaron los sitios fijos; por eso, por cuidadoso que sea el desciframiento de los mensajes oficiales, sólo debe creerse en las cifras al instante de oírlas; luego, hay que recordarlas con cariño porque ya estuvieron en nuestro miedo o en nuestro alivio, que para el caso es lo mismo. Una cifra que se interpreta de múltiples maneras es una cifra que vale la pena. Al día siguiente o a las cuantas horas otra cifra la desplaza y nadie debe ofenderse. Recuérdese la canción: “Que duró solamente lo que dura una cifra”. Y si eso le pasa a los datos duros, o no tanto, ¿qué se puede decir de las interpretaciones? La información fluye pero no por los caminos habituales, sino por los de inducciones y deducciones. Allí, en la especulación, se halla la verdad y si ésta cambia de persona a persona, de medio informativo a medio informativo, y de funcionario a funcionario, tanto mejor. Una verdad sedentaria es ya puro anacronismo.
Escritor

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