El ex secretario particular de Felipe Calderón en Los Pinos sí sabe cómo sacar raja electoral del petate porcino: ayer, en el centro comercial Parque Delta de la ciudad de México (en la esquina de Cuauhtémoc y Obrero Mundial), repartió sobres de alcohol en gel y folletos intitulados Acciones seguras para prevenir la influenza, con su nombre, César Nava, bien destacado, y los colores azul y naranja sobre la página blanca. No es, desde luego, el único caso de aprovechamiento explícito de las presuntas acciones heroicas de corte sideral de Felipe Salvador (el Mesías no viral) para apuntalar las campañas panistas. En otros lugares del país también está en curso la estrategia de sustitución de la contienda partidista abierta y masiva por los mecanismos cerrados y forzadamente disminuidos que al interés blanquiazul convienen. La expropiación de lo público pasa por el confinamiento individual, por el establecimiento de la distancia social tan francamente impuesta por la dictadura sanitaria.
El primer reto a esa pretensión de imponer en México un autocratismo de origen porcino se produjo ayer mismo en una población tabasqueña, Tamulté de las Sabanas, donde Andrés Manuel López Obrador infringió las disposiciones de aislamiento social que el felipismo desesperado trata de hacer valer por encima de la Constitución. El opositor que guardó silencio durante 12 días se dejó llevar a una plaza pública y a la oratoria por los habitantes de esa comunidad del municipio de Centro (adonde pertenece Villahermosa), a quienes oficialmente su tenaz paisano había ido a visitar casa por casa, para entregar volantes de apoyo a candidatos perredistas. Allí, frente a una multitud que no guardó las ridículas separaciones reglamentarias ni usó los tapabocas sabidamente ineficaces, se produjo la frase que dará material de linchamiento a los taquimecanógrafos electrónicos del calderonismo: Qué influenza ni qué nada ni qué ocho cuartos.
Lo cierto fue que en esa reunión se violaron los lineamientos de pánico y disgregación que el calderonismo y el miniteatro de marionetas llamado IFE han establecido como supuesta verdad bíblica cuyo mero descreimiento significa la condena al infierno de las histerias mediáticas amafiadas. Ya se verá si Calderón tiene la fuerza política y moral suficiente para cumplir con el inconstitucional decreto del pasado 24 de abril con el que se otorgó facultades para disolver reuniones públicas como las que seguramente se continuarán realizando al paso del precandidato presidencial (¿por el PRD, el PT y Convergencia, o sólo por los dos últimos? Eso sí: sólo una segunda candidatura. No más.) que así se estaría colocando nuevamente en el filo de las tentaciones ya no del desafuero, pues no tiene cargo público, pero sí de la sanción legal que supuestamente deberían imponerle el calderonato y el FelIFE por no cumplir con disposiciones de salud que evidentemente no pueden contravenir las garantías constitucionales.
Astillas
Gustavo Illades Sotelo advierte: Sería mejor que no le siguieran rascando al asunto de los chinos, porque nos pueden revirar diciéndonos que cuando Abelardo L. Rodríguez fue gobernador del territorio de Baja California deportó a miles de chinos con el pretexto de que se querían adueñar de toda la península. Interesado en el asunto, el tecleador encontró en www.bibliojuridica.org/libros/1/148/5.pdf un ensayo de Manuel González Oropeza denominado La discriminación en México: el caso de los nacionales chinos, que en su presentación dice: La discriminación china en México observó parámetros parecidos a la existente en Estados Unidos hacia los mexicanos. Surgió en la etapa revolucionaria de nuestro país, concretándose en políticas de carácter migratorio y complementándose con razones de salud pública y de política laboral con posterioridad. Se auspició la formación de asociaciones antichinas en diversas partes del norte de México y la división de la comunidad en facciones no facilitó la desaparición de la discriminación. Estas asociaciones, lejos de ser consideradas con fines ilícitos, fueron toleradas e incluso aceptadas por los presidentes Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. El mismo González Oropeza menciona capítulos de abierto racismo y verdaderas masacres, como la ocurrida en mayo de 1911 en Torreón, Coahuila, cuando un sector de las fuerzas rebeldes de Francisco Villa asesinó a entre 250 y 300 nacionales chinos, seguido del saqueo de sus comercios y casas... Es una dolorosa ironía que sucedan desgracias colectivas y abusos de poder en comunidades cuyos nombres aspiran a otras realidades. En Veracruz, La Gloria ha sido conocida a nivel mundial por las enfermedades masivas que ha provocado la cría industrial de puercos a cargo de una trasnacional castigada por contaminante en Estados Unidos. En Oaxaca, San José del Progreso ha saltado al escenario de la violencia gubernamental contra ciudadanos que defienden su medio ambiente de la plaga de las mineras canadienses que en varias partes del país, en complicidad con funcionarios federales, estatales y municipales de todos los partidos, realizan o tratan de realizar operaciones lesivas al interés público. En San José del Progreso, municipio de Ocotlán, hubo ayer por la mañana una operación conjunta de fuerzas federales y estatales para desalojar de la entrada de una mina a los pobladores que se oponen al funcionamiento de ese negocio trasnacional. Como se va haciendo costumbre, hubo allanamientos, golpizas, secuestros y encarcelamientos por decenas. La nueva represión generó solidaridad inmediata de la sección 22 magisterial y la APPO, una chispa de defensa social que podría volver a incendiar la pradera largamente seca de Oaxaca... Y, mientras Ebrard sigue jugando a los semaforitos (¡oh, ya bajamos a amarillo!), y los gringos se asombran ante el milagro de que la violencia en la frontera haya bajado en estos días, y Cananea sigue latente, ¡hasta mañana, con Peña Nieto defendiendo el uso del reservorio pectoral de gérmenes (según la SS federal): Quique Corbatón!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
El primer reto a esa pretensión de imponer en México un autocratismo de origen porcino se produjo ayer mismo en una población tabasqueña, Tamulté de las Sabanas, donde Andrés Manuel López Obrador infringió las disposiciones de aislamiento social que el felipismo desesperado trata de hacer valer por encima de la Constitución. El opositor que guardó silencio durante 12 días se dejó llevar a una plaza pública y a la oratoria por los habitantes de esa comunidad del municipio de Centro (adonde pertenece Villahermosa), a quienes oficialmente su tenaz paisano había ido a visitar casa por casa, para entregar volantes de apoyo a candidatos perredistas. Allí, frente a una multitud que no guardó las ridículas separaciones reglamentarias ni usó los tapabocas sabidamente ineficaces, se produjo la frase que dará material de linchamiento a los taquimecanógrafos electrónicos del calderonismo: Qué influenza ni qué nada ni qué ocho cuartos.
Lo cierto fue que en esa reunión se violaron los lineamientos de pánico y disgregación que el calderonismo y el miniteatro de marionetas llamado IFE han establecido como supuesta verdad bíblica cuyo mero descreimiento significa la condena al infierno de las histerias mediáticas amafiadas. Ya se verá si Calderón tiene la fuerza política y moral suficiente para cumplir con el inconstitucional decreto del pasado 24 de abril con el que se otorgó facultades para disolver reuniones públicas como las que seguramente se continuarán realizando al paso del precandidato presidencial (¿por el PRD, el PT y Convergencia, o sólo por los dos últimos? Eso sí: sólo una segunda candidatura. No más.) que así se estaría colocando nuevamente en el filo de las tentaciones ya no del desafuero, pues no tiene cargo público, pero sí de la sanción legal que supuestamente deberían imponerle el calderonato y el FelIFE por no cumplir con disposiciones de salud que evidentemente no pueden contravenir las garantías constitucionales.
Astillas
Gustavo Illades Sotelo advierte: Sería mejor que no le siguieran rascando al asunto de los chinos, porque nos pueden revirar diciéndonos que cuando Abelardo L. Rodríguez fue gobernador del territorio de Baja California deportó a miles de chinos con el pretexto de que se querían adueñar de toda la península. Interesado en el asunto, el tecleador encontró en www.bibliojuridica.org/libros/1/148/5.pdf un ensayo de Manuel González Oropeza denominado La discriminación en México: el caso de los nacionales chinos, que en su presentación dice: La discriminación china en México observó parámetros parecidos a la existente en Estados Unidos hacia los mexicanos. Surgió en la etapa revolucionaria de nuestro país, concretándose en políticas de carácter migratorio y complementándose con razones de salud pública y de política laboral con posterioridad. Se auspició la formación de asociaciones antichinas en diversas partes del norte de México y la división de la comunidad en facciones no facilitó la desaparición de la discriminación. Estas asociaciones, lejos de ser consideradas con fines ilícitos, fueron toleradas e incluso aceptadas por los presidentes Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. El mismo González Oropeza menciona capítulos de abierto racismo y verdaderas masacres, como la ocurrida en mayo de 1911 en Torreón, Coahuila, cuando un sector de las fuerzas rebeldes de Francisco Villa asesinó a entre 250 y 300 nacionales chinos, seguido del saqueo de sus comercios y casas... Es una dolorosa ironía que sucedan desgracias colectivas y abusos de poder en comunidades cuyos nombres aspiran a otras realidades. En Veracruz, La Gloria ha sido conocida a nivel mundial por las enfermedades masivas que ha provocado la cría industrial de puercos a cargo de una trasnacional castigada por contaminante en Estados Unidos. En Oaxaca, San José del Progreso ha saltado al escenario de la violencia gubernamental contra ciudadanos que defienden su medio ambiente de la plaga de las mineras canadienses que en varias partes del país, en complicidad con funcionarios federales, estatales y municipales de todos los partidos, realizan o tratan de realizar operaciones lesivas al interés público. En San José del Progreso, municipio de Ocotlán, hubo ayer por la mañana una operación conjunta de fuerzas federales y estatales para desalojar de la entrada de una mina a los pobladores que se oponen al funcionamiento de ese negocio trasnacional. Como se va haciendo costumbre, hubo allanamientos, golpizas, secuestros y encarcelamientos por decenas. La nueva represión generó solidaridad inmediata de la sección 22 magisterial y la APPO, una chispa de defensa social que podría volver a incendiar la pradera largamente seca de Oaxaca... Y, mientras Ebrard sigue jugando a los semaforitos (¡oh, ya bajamos a amarillo!), y los gringos se asombran ante el milagro de que la violencia en la frontera haya bajado en estos días, y Cananea sigue latente, ¡hasta mañana, con Peña Nieto defendiendo el uso del reservorio pectoral de gérmenes (según la SS federal): Quique Corbatón!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
La capital comenzó ayer el retorno a su cotidiana, agitada vida. Reabrieron los restaurantes con la limitación de atender sólo a la mitad de sus clientes. Era curioso ver una mesa ocupada y dos vacías a su alrededor. Meseros y galopines portaban cubrebocas y guantes –ésta es una buena medida, ojalá permanezca. En el resto de los estados de la República la gente sigue sin explicarse por qué adoptaron restricciones tan drásticas, allá sólo cerraron las oficinas de gobierno y las escuelas, pero no se afectó a las empresas. Ahora que repasamos lo que aconteció en los días más álgidos, nos podemos dar cuenta de que Felipe Calderón y dos de los aspirantes a sucederlo, Enrique Peña Nieto y Marcelo Ebrard –PAN, PRI y PRD–, se apoderaron del escenario televisivo y se liaron en una competencia por ver quién salvaba a la Patria. Peña Nieto –víctima previa de una cepa de virus aviar que los médicos identifican como gaviotetasis– negaba que su territorio estuviera afectado; Calderón enviaba al doctor Córdova a cerrar escuelas y oficinas públicas y Ebrard quiso ir más adelante y se le ocurrió cerrar también restaurantes, comercios, teatros, transporte, templos. Saldo: una capital infartada, daños graves al estado de México y perjuicios al resto del país. Lo peor de que no midieron las consecuencias: provocaron una reacción de rechazo de la comunidad internacional. Nos traen como lazo de cochino. Hay un sentimiento que excede la molestia y el enojo entre los empresarios. Están convencidos de que el gobierno causó más estragos que el virus. Calderón y Peña Nieto ya comenzaron a meter reversa. Sólo Ebrard sigue necio, insiste en impedir que los restaurantes funcionen normalmente el Día de las Madres. Le van a llover los 10 de mayo.
Costo y beneficio
El director de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, Richard E. Besser, explica por qué es una burrada cerrar escuelas y negocios: “Cuando escuchas las dificultades que trae consigo –niños encargados en las bibliotecas (o con la tía, la vecina o la abuelita en el caso de México) porque no hay guarderías suficientes, o gente que puede perder su empleo por no presentarse a trabajar–, uno tiene que considerar esos factores que son realmente reales, y nosotros necesitaríamos estar seguros de que la salud pública se beneficiaría aplicando esas medidas”. El presidente Obama dijo no a cerrar escuelas y negocios.
Ya andaba entre nosotros
Más datos siguen surgiendo que acreditan cómo se creó un problema desproporcionado del que los políticos esperaban sacar tajada. El virus ya pululaba en México desde septiembre del año pasado, así que las muertes (lamentables) que han ocurrido serían la mortalidad esperada en un brote de influenza más o menos normal. “Si el virus ha estado circulando en México por varios meses –dice Oliver G. Pybus, de la Universidad de Oxford, jefe de uno de los grupos de biólogos que lo estudian–, lo único que podemos presumir es que no mató a cada una de las personas que se infectaron”. Eso confirma un sospechosismo generalizado: no fallecieron por la enfermedad sino por la precariedad del sistema de salud pública. No había medicinas, ni camas, ni médicos. Y apenas el domingo anterior compraron un laboratorio apropiado.
e@Vox Populi
Asunto: el ridículo
No entiendo nada. Si la crisis sanitaria en nuestro país es sumamente grave y planetaria, como nos han dicho minuto a minuto y durante días, tanto los comentaristas afines al régimen como Felipe Calderón y sus funcionarios, ¿por qué entonces cuando los gobernantes de algunos países –Argentina, Cuba, China, Francia, Perú– toman las medidas que consideran convenientes para proteger a sus ciudadanos de un posible contagio, todos los mexicanos debemos sentirnos ofendidos por ellos? ¡Ah, ya entendí! Ni Calderón ni sus adláteres quieren aceptar que se puede engañar a parte de la gente un cierto tiempo, pero no a toda la gente todo el tiempo.
Elva Inés Vázquez/Distrito Federal
R: Todo se perdona menos el ridículo. Están haciendo un papelón intergaláctico.
Asunto: los salvadores
Te platico que algunas empresas, como el Sport World, obligaron a sus empleados a firmar los días que suspendieron labores a cuenta de vacaciones; si ves a alguna autoridad laboral no dejes de avisarme.
Carlos Lira/Distrito Federal
R: ¿Hay autoridades laborales?
Es una novedad.
Costo y beneficio
El director de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, Richard E. Besser, explica por qué es una burrada cerrar escuelas y negocios: “Cuando escuchas las dificultades que trae consigo –niños encargados en las bibliotecas (o con la tía, la vecina o la abuelita en el caso de México) porque no hay guarderías suficientes, o gente que puede perder su empleo por no presentarse a trabajar–, uno tiene que considerar esos factores que son realmente reales, y nosotros necesitaríamos estar seguros de que la salud pública se beneficiaría aplicando esas medidas”. El presidente Obama dijo no a cerrar escuelas y negocios.
Ya andaba entre nosotros
Más datos siguen surgiendo que acreditan cómo se creó un problema desproporcionado del que los políticos esperaban sacar tajada. El virus ya pululaba en México desde septiembre del año pasado, así que las muertes (lamentables) que han ocurrido serían la mortalidad esperada en un brote de influenza más o menos normal. “Si el virus ha estado circulando en México por varios meses –dice Oliver G. Pybus, de la Universidad de Oxford, jefe de uno de los grupos de biólogos que lo estudian–, lo único que podemos presumir es que no mató a cada una de las personas que se infectaron”. Eso confirma un sospechosismo generalizado: no fallecieron por la enfermedad sino por la precariedad del sistema de salud pública. No había medicinas, ni camas, ni médicos. Y apenas el domingo anterior compraron un laboratorio apropiado.
e@Vox Populi
Asunto: el ridículo
No entiendo nada. Si la crisis sanitaria en nuestro país es sumamente grave y planetaria, como nos han dicho minuto a minuto y durante días, tanto los comentaristas afines al régimen como Felipe Calderón y sus funcionarios, ¿por qué entonces cuando los gobernantes de algunos países –Argentina, Cuba, China, Francia, Perú– toman las medidas que consideran convenientes para proteger a sus ciudadanos de un posible contagio, todos los mexicanos debemos sentirnos ofendidos por ellos? ¡Ah, ya entendí! Ni Calderón ni sus adláteres quieren aceptar que se puede engañar a parte de la gente un cierto tiempo, pero no a toda la gente todo el tiempo.
Elva Inés Vázquez/Distrito Federal
R: Todo se perdona menos el ridículo. Están haciendo un papelón intergaláctico.
Asunto: los salvadores
Te platico que algunas empresas, como el Sport World, obligaron a sus empleados a firmar los días que suspendieron labores a cuenta de vacaciones; si ves a alguna autoridad laboral no dejes de avisarme.
Carlos Lira/Distrito Federal
R: ¿Hay autoridades laborales?
Es una novedad.
Del pánico absoluto el Fondo Monetario Internacional decidió pasar a un desbordado optimismo ramplón: América Latina y el Caribe está mejor preparada para superar la desaceleración y salir de la crisis financiera antes que las economías avanzadas”, o, lo que es lo mismo, la región “sufrirá menos” que en pasadas situaciones similares.
El organismo basa su eufórico pronóstico en “el hecho”, según dice, de que la economías latinoamericanas “se contraerán 1.5 por ciento en 2009 y experimentarán una tasa positiva de crecimiento de 1.6 por ciento en 2010”, lo que al final de cuentas en el bienio el crecimiento real sería de cero por ciento. Si eso es “positivo”, como lo asegura, entonces al FMI puede catalogársele como un organismo anti neoliberal.
Sonrisas ficticias aparte, un detallado análisis que sobre el mismo firma José Antonio Ocampo, ex secretario ejecutivo de la Cepal y ex ministro de Hacienda y Crédito Público de Colombia, concluye que si bien “las economías latinoamericanas llegan a la crisis actual con mayores fortalezas que en el pasado, ellas son más modestas de lo que se ha subrayado en algunos estudios optimistas sobre la gestión del auge económico reciente”. Los efectos negativos más generalizados para la región más desigual del planeta son “la caída del volumen de comercio internacional y el marcado deterioro de los términos de intercambio de los productos básicos. Además, queda por delante una etapa de financiamiento externo privado muy restringido”.
Así, la “fortaleza” cacareada por el Fondo Monetario Internacional se restringe “fundamentalmente al menor endeudamiento público externo y al elevado nivel de reservas internacionales, pero ello sólo servirá para mitigar en parte las repercusiones de la peor coyuntura económica mundial desde la gran depresión de los años treinta”. Pero ese es, precisamente, el detalle fino que tanta felicidad provoca al FMI: que aunque las economías regionales se paralicen, que los precios de sus productos de exportación se desplomen y que los latinoamericanos mueran de hambre es lo de menos, porque los gobiernos regionales no sólo deben menos, sino que tienen capacidad de pagar lo que adeudan.
De cualquier suerte, subraya Ocampo, “la economía mundial experimenta la peor crisis financiera que se haya producido desde la gran depresión de los años treinta del siglo XX. Aunque el mundo industrializado puede evitar una contracción de la actividad productiva tan profunda como la de ese entonces, también es evidente que atraviesa por la recesión más intensa desde la Segunda Guerra Mundial. Por lo demás, los límites entre una ‘recesión’ y una ‘depresión’ nunca se han aclarado del todo. La crisis está llegando a todos los rincones del planeta”.
En el caso latinoamericano, la coyuntura “marcadamente favorable” del periodo 2003-2007, basada en una combinación inusual de auge financiero, bonanza excepcional de precios de los productos básicos y nivel elevado de remesas de los trabajadores migrantes, también ha llegado a su fin. “Ya a lo largo de 2008 varias economías de la región experimentaron una desaceleración importante, entre ellas Colombia, México, República Bolivariana de Venezuela y casi todas las economías más pequeñas de Centroamérica y el Caribe. La abundancia de financiamiento se redujo desde el tercer trimestre de 2007, coincidiendo con la primera fase de la crisis financiera en Estados Unidos. A su vez, desde mediados de 2008 se inició la baja de precios de los productos básicos. Pero fue el colapso financiero mundial de mediados de septiembre de 2008 lo que desencadenó los cambios más profundos, al paralizar el crédito, elevar marcadamente los márgenes de riesgo, convertir la caída de los precios de los productos básicos en un desplome y desencadenar una profunda recesión en el mundo industrializado. Incluso las economías latinoamericanas que habían mantenido un alto y aún creciente dinamismo hasta el tercer trimestre de 2008, como Brasil y Perú, se estrellaron contra la pared”.
Visto en retrospectiva, apunta, “lo peculiar del mundo en desarrollo fue su relativa capacidad de aislarse de la primera fase de la crisis, gracias a la renovada bonanza de precios de los productos básicos, la relativa seguridad que representaba para los capitales externos el altísimo nivel de las reservas internacionales y el dinamismo persistente de las grandes economías asiáticas. Esto dio lugar a la tesis, difundida entre otros por el Fondo Monetario Internacional, de que el mundo en desarrollo se ‘desacoplaría’ de las tendencias adversas del mundo industrializado. Pero, ese ‘veranillo’ (Calvo dixit) fue sucedido por el ‘vendaval’ que desencadenó la crisis financiera mundial de septiembre de 2008. Entonces, se hizo evidente que la tesis del ‘desacople’ no era más que una ficción”, aunque no por ello el FMI deje de difundirla.
Para Estados Unidos ésta es la tercera crisis bancaria de las últimas décadas. “La primera fue la crisis latinoamericana de la deuda, hábilmente manejada a fin de que América Latina pagara los costos, e incluso no quedara registrada como lo que también fue: una quiebra de los principales bancos estadunidenses. La segunda fue la crisis del sistema de ahorro y crédito de Estados Unidos a fines de los años ochenta, y la tercera es la que se experimenta. A ello podrían agregarse los grandes colapsos bursátiles, incluidos el lunes negro de octubre de 1987 y el estallido de la burbuja de títulos tecnológicos de comienzos del actual decenio, así como tres episodios de marcada caída del dólar, el último de los cuales ya se venía registrando hasta que la crisis de septiembre invirtió el fenómeno de manera transitoria”.
En síntesis, la historia latinoamericana desde los años setenta está marcada no sólo por grandes perturbaciones externas, sino por “políticas macroeconómicas que tienden a reforzar en vez de atenuar los efectos de dichas conmociones en la actividad económica interna. La crisis internacional ha tenido los efectos previstos en América Latina. El auge económico sustentado en una combinación excepcional de condiciones externas favorables se detuvo, y todos los factores que lo nutrieron ahora operan en sentido inverso”.
Las rebanadas del pastel
Muy serio, Agustín Carstens asegura que “no son un engaño” las medidas fiscales y financieras por él anunciadas el pasado martes. Cierto: nadie duda de su credibilidad, sobre todo después del “catarrito” diagnosticado.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
El organismo basa su eufórico pronóstico en “el hecho”, según dice, de que la economías latinoamericanas “se contraerán 1.5 por ciento en 2009 y experimentarán una tasa positiva de crecimiento de 1.6 por ciento en 2010”, lo que al final de cuentas en el bienio el crecimiento real sería de cero por ciento. Si eso es “positivo”, como lo asegura, entonces al FMI puede catalogársele como un organismo anti neoliberal.
Sonrisas ficticias aparte, un detallado análisis que sobre el mismo firma José Antonio Ocampo, ex secretario ejecutivo de la Cepal y ex ministro de Hacienda y Crédito Público de Colombia, concluye que si bien “las economías latinoamericanas llegan a la crisis actual con mayores fortalezas que en el pasado, ellas son más modestas de lo que se ha subrayado en algunos estudios optimistas sobre la gestión del auge económico reciente”. Los efectos negativos más generalizados para la región más desigual del planeta son “la caída del volumen de comercio internacional y el marcado deterioro de los términos de intercambio de los productos básicos. Además, queda por delante una etapa de financiamiento externo privado muy restringido”.
Así, la “fortaleza” cacareada por el Fondo Monetario Internacional se restringe “fundamentalmente al menor endeudamiento público externo y al elevado nivel de reservas internacionales, pero ello sólo servirá para mitigar en parte las repercusiones de la peor coyuntura económica mundial desde la gran depresión de los años treinta”. Pero ese es, precisamente, el detalle fino que tanta felicidad provoca al FMI: que aunque las economías regionales se paralicen, que los precios de sus productos de exportación se desplomen y que los latinoamericanos mueran de hambre es lo de menos, porque los gobiernos regionales no sólo deben menos, sino que tienen capacidad de pagar lo que adeudan.
De cualquier suerte, subraya Ocampo, “la economía mundial experimenta la peor crisis financiera que se haya producido desde la gran depresión de los años treinta del siglo XX. Aunque el mundo industrializado puede evitar una contracción de la actividad productiva tan profunda como la de ese entonces, también es evidente que atraviesa por la recesión más intensa desde la Segunda Guerra Mundial. Por lo demás, los límites entre una ‘recesión’ y una ‘depresión’ nunca se han aclarado del todo. La crisis está llegando a todos los rincones del planeta”.
En el caso latinoamericano, la coyuntura “marcadamente favorable” del periodo 2003-2007, basada en una combinación inusual de auge financiero, bonanza excepcional de precios de los productos básicos y nivel elevado de remesas de los trabajadores migrantes, también ha llegado a su fin. “Ya a lo largo de 2008 varias economías de la región experimentaron una desaceleración importante, entre ellas Colombia, México, República Bolivariana de Venezuela y casi todas las economías más pequeñas de Centroamérica y el Caribe. La abundancia de financiamiento se redujo desde el tercer trimestre de 2007, coincidiendo con la primera fase de la crisis financiera en Estados Unidos. A su vez, desde mediados de 2008 se inició la baja de precios de los productos básicos. Pero fue el colapso financiero mundial de mediados de septiembre de 2008 lo que desencadenó los cambios más profundos, al paralizar el crédito, elevar marcadamente los márgenes de riesgo, convertir la caída de los precios de los productos básicos en un desplome y desencadenar una profunda recesión en el mundo industrializado. Incluso las economías latinoamericanas que habían mantenido un alto y aún creciente dinamismo hasta el tercer trimestre de 2008, como Brasil y Perú, se estrellaron contra la pared”.
Visto en retrospectiva, apunta, “lo peculiar del mundo en desarrollo fue su relativa capacidad de aislarse de la primera fase de la crisis, gracias a la renovada bonanza de precios de los productos básicos, la relativa seguridad que representaba para los capitales externos el altísimo nivel de las reservas internacionales y el dinamismo persistente de las grandes economías asiáticas. Esto dio lugar a la tesis, difundida entre otros por el Fondo Monetario Internacional, de que el mundo en desarrollo se ‘desacoplaría’ de las tendencias adversas del mundo industrializado. Pero, ese ‘veranillo’ (Calvo dixit) fue sucedido por el ‘vendaval’ que desencadenó la crisis financiera mundial de septiembre de 2008. Entonces, se hizo evidente que la tesis del ‘desacople’ no era más que una ficción”, aunque no por ello el FMI deje de difundirla.
Para Estados Unidos ésta es la tercera crisis bancaria de las últimas décadas. “La primera fue la crisis latinoamericana de la deuda, hábilmente manejada a fin de que América Latina pagara los costos, e incluso no quedara registrada como lo que también fue: una quiebra de los principales bancos estadunidenses. La segunda fue la crisis del sistema de ahorro y crédito de Estados Unidos a fines de los años ochenta, y la tercera es la que se experimenta. A ello podrían agregarse los grandes colapsos bursátiles, incluidos el lunes negro de octubre de 1987 y el estallido de la burbuja de títulos tecnológicos de comienzos del actual decenio, así como tres episodios de marcada caída del dólar, el último de los cuales ya se venía registrando hasta que la crisis de septiembre invirtió el fenómeno de manera transitoria”.
En síntesis, la historia latinoamericana desde los años setenta está marcada no sólo por grandes perturbaciones externas, sino por “políticas macroeconómicas que tienden a reforzar en vez de atenuar los efectos de dichas conmociones en la actividad económica interna. La crisis internacional ha tenido los efectos previstos en América Latina. El auge económico sustentado en una combinación excepcional de condiciones externas favorables se detuvo, y todos los factores que lo nutrieron ahora operan en sentido inverso”.
Las rebanadas del pastel
Muy serio, Agustín Carstens asegura que “no son un engaño” las medidas fiscales y financieras por él anunciadas el pasado martes. Cierto: nadie duda de su credibilidad, sobre todo después del “catarrito” diagnosticado.
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El monstruo se dirigió a Odiseo para preguntarle su nombre. Odiseo mintió y le respondió que se llamaba Nadie. En rigor, el recurso fue una simulación y una inmoralidad pero resultó utilísimo en los momentos de la fuga, luego que el intruso y sus compañeros hubieron clavado una estaca ardiente en el ojo único de Polifemo. A los gritos adoloridos y furibundos de éste, sus congéneres cíclopes inquirían: ¿Alguien te ha hecho daño? y Polifemo respondía: ¡Nadie me clavó un palo en el ojo! ¡Nadie me ha dejado ciego!, ante lo cual, convencidos de que el gigante estaba loco, volvieron a sus casas muy confiados y no obstaculizaron de manera alguna el escape de los aventureros. Desde entonces, o más probablemente desde antes, la humanidad se ha pasado las tardes rindiendo culto a los mañosos, mientras que por las mañanas adora a los veraces.
Uno que recorrió los dos caminos –fue claridoso e implacable en la defensa de sus ideas, pero recurrió a la mentira en momentos críticos– fue Galileo Galilei, quien era, además de genial, un gran provocador: usó sus descubrimientos astronómicos para sacar conclusiones que contradecían a la Biblia, les mentó la madre a amigos y a enemigos –entre ellos, al propio papa Urbano VII, quien era su protector y admirador– y terminó frente a los brutos del Santo Oficio. Con tal de salvarse de la chamusquina que le tenían preparada el sabio pisano se resignó a pronunciar la fórmula de abjuración de cuanto había dicho y escrito hasta entonces. Al parecer, en el curso del proceso el hombre jamás murmuró e pur si muove, en referencia a que nuestro planeta no estaba fijo sino que se movía alrededor del Sol, y la frasecita fue un invento de alguien en siglos posteriores. El hecho es que se salvó de correr la misma suerte que Giordano Bruno, o mínimo una cadena perpetua, y que fue sentenciado a rezar una vez por semana, durante tres años, los siete salmos penitenciales, y a no alejarse mucho de su casa de Arcetri.
Pero no hay que caricaturizar demasiado: las cosas fueron más complejas y el episodio referido ocurrió en el contexto de una tórrida discusión científico-teológica-filosófica entre los sistemas copernicano (heliocentrista) y tolemaico (geocentrista) que estaba haciendo pedazos lo que hasta entonces se consideraba verdades inamovibles, y no sólo postulados sacados de la Biblia sino también afirmaciones de Aristóteles que resultaron falsísimas.
Un ejemplo terrible de la verdad a toda costa es el de la mártir Perpetua, una mujer acomodada de la Cartago romana que murió en el circo en 203 de esta era. Tenía 22 años y un bebé recién nacido cuando los policías del emperador Severo se la llevaron presa por cristiana. En la cárcel, el procurador Hilariano le rogaba que dejara la religión de Cristo, pero Perpetua proclamó que estaba resuelta a permanecer en ella hasta la muerte. Entonces llegó su padre (el único de la familia que no era cristiano) y de rodillas le rogaba y le suplicaba que, por amor a su hijo, depusiera su actitud. Señalando una vasija, Perpetua le replicó: Padre, ¿cómo se llama esa vasija? Pues una vasija, respondió él. “Entonces –reviró ella–: a esa vasija hay que llamarla vasija y no pocillo ni cuchara; y yo, que soy cristiana, no me puedo llamar pagana, ni de ninguna otra religión”. A la mañana siguiente los soldados del emperador llevaron a Perpetua y a sus sirvientes, así como a otros cristianos, al circo. A los hombres los enfrentaron a un oso y un leopardo, y a las mujeres les aventaron una vaca furiosa.
En épocas más recientes podemos encontrar un montón de ejemplos de ambas actitudes en todos los bandos políticos e ideológicos y en casi todas las personas. Una infinidad de individuos abominan de la verdad en toda circunstancia, pero ha de haber poquísimos humanos que, siendo fundamentalmente veraces, se hayan abstenido de tomarle el pelo a alguien. No hay, a fin de cuentas, una carga moral intrínseca en ninguno de esos extremos: el mañoso puede ser execrable o héroe y el claridoso, santo o estúpido. Tan mal visto es engañar al amigo como sincerarse con el enemigo, y tan encomiable defender la verdad, como recurrir a la mentira en defensa de la patria o de los próximos.
* * *
Otro tema: una anécdota que ilustra el grado de degradación al que ha sido llevado el sistema de salud pública del país por la combinación de insensibilidad burocrática proverbial, de astringencia de recursos neoliberal y de típico desgobierno felipista, es la historia de horror que vivió mi amiga Martha Helena Montoya el pasado lunes 27 de abril en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, del que es paciente desde hace más de 17 años, y en el que tantos ciudadanos hemos tenido experiencias de espléndida atención, ya sea en carne propia o en la de personas cercanas. Tras recibir el buen trato que es tradicional en consulta externa, Martha Helena acudió a la institución para someterse a una intervención quirúrgica relacionada con un quiste en un ovario. Desde la mañana de ese día percibió una total descoordinación entre consulta externa y quirófano, al grado de que nadie estaba al tanto de los estudios previos de la paciente. Le practicaron un electrocardiograma en ocho ocasiones porque el equipo estaba defectuoso, le insertaron una sonda para la anestesia pero el aparato dosificador estaba descompuesto y el dispositivo que debiera marcar la temperatura interna tampoco funcionaba. Finalmente, fue operada y trasladada al área de estancia corta, en donde se enfrentó con un injustificable despotismo por parte de las enfermeras: ¿Ya orinó? Pues apúrese a orinar, que si no, la sondeamos, y eso sí que es doloroso, además de que se va a infectar.
Lo peor llegó a las 9:30 de la noche, cuando al área de estancia corta, en la que las camas de los pacientes se encuentran en cubículos individualizados con cortinas, entró un tropel de soldadores y electricistas (cinco o seis) con taladros, tanques de gas, sopletes de acetileno y otras herramientas. Procedieron a quitar, trabajando sobre los propios enfermos, las lámparas del plafón, que estaban cubiertas de polvo, y a taladrar, perforar y soldar. La explicación fue que debían instalar unas tuberías nuevas para el oxígeno, como parte de los preparativos para recibir allí a los contagiados de AH1N1. Los trabajadores caminaron sobre el plafón, del que cayeron polvo y cucarachas. Recién salida del quirófano, Martha Helena se dirigió a una de las enfermeras para pedirle que la sacaran de ahí y le explicó que el polvo la afecta gravemente, porque es asmática. Pues póngase un cubrebocas, le espetó la empleada con mal gesto, y luego recurrió al pretexto de la emergencia sanitaria como justificación para el maltrato, el desdén y el atropello.
* * *
Ya que el mundo no acaba de terminarse, aprovecho el tiempo suplementario para agradecer los mensajes de Marcela Capdevila, Raúl G. Enríquez, Manuel Servín Massieu, Jorge Moch, Alberto Lazcano, Alejandro Gastélum, Mariana Sáiz, Antonio Morfín, Silvana Rabinovich, Luis Rojo, José Luis Anguiano y Chamu Coral. Abrazos a todos, y los links, en el blog.
navegaciones@yahoo.com • http://navegaciones.blogspot.com
Uno que recorrió los dos caminos –fue claridoso e implacable en la defensa de sus ideas, pero recurrió a la mentira en momentos críticos– fue Galileo Galilei, quien era, además de genial, un gran provocador: usó sus descubrimientos astronómicos para sacar conclusiones que contradecían a la Biblia, les mentó la madre a amigos y a enemigos –entre ellos, al propio papa Urbano VII, quien era su protector y admirador– y terminó frente a los brutos del Santo Oficio. Con tal de salvarse de la chamusquina que le tenían preparada el sabio pisano se resignó a pronunciar la fórmula de abjuración de cuanto había dicho y escrito hasta entonces. Al parecer, en el curso del proceso el hombre jamás murmuró e pur si muove, en referencia a que nuestro planeta no estaba fijo sino que se movía alrededor del Sol, y la frasecita fue un invento de alguien en siglos posteriores. El hecho es que se salvó de correr la misma suerte que Giordano Bruno, o mínimo una cadena perpetua, y que fue sentenciado a rezar una vez por semana, durante tres años, los siete salmos penitenciales, y a no alejarse mucho de su casa de Arcetri.
Pero no hay que caricaturizar demasiado: las cosas fueron más complejas y el episodio referido ocurrió en el contexto de una tórrida discusión científico-teológica-filosófica entre los sistemas copernicano (heliocentrista) y tolemaico (geocentrista) que estaba haciendo pedazos lo que hasta entonces se consideraba verdades inamovibles, y no sólo postulados sacados de la Biblia sino también afirmaciones de Aristóteles que resultaron falsísimas.
Un ejemplo terrible de la verdad a toda costa es el de la mártir Perpetua, una mujer acomodada de la Cartago romana que murió en el circo en 203 de esta era. Tenía 22 años y un bebé recién nacido cuando los policías del emperador Severo se la llevaron presa por cristiana. En la cárcel, el procurador Hilariano le rogaba que dejara la religión de Cristo, pero Perpetua proclamó que estaba resuelta a permanecer en ella hasta la muerte. Entonces llegó su padre (el único de la familia que no era cristiano) y de rodillas le rogaba y le suplicaba que, por amor a su hijo, depusiera su actitud. Señalando una vasija, Perpetua le replicó: Padre, ¿cómo se llama esa vasija? Pues una vasija, respondió él. “Entonces –reviró ella–: a esa vasija hay que llamarla vasija y no pocillo ni cuchara; y yo, que soy cristiana, no me puedo llamar pagana, ni de ninguna otra religión”. A la mañana siguiente los soldados del emperador llevaron a Perpetua y a sus sirvientes, así como a otros cristianos, al circo. A los hombres los enfrentaron a un oso y un leopardo, y a las mujeres les aventaron una vaca furiosa.
En épocas más recientes podemos encontrar un montón de ejemplos de ambas actitudes en todos los bandos políticos e ideológicos y en casi todas las personas. Una infinidad de individuos abominan de la verdad en toda circunstancia, pero ha de haber poquísimos humanos que, siendo fundamentalmente veraces, se hayan abstenido de tomarle el pelo a alguien. No hay, a fin de cuentas, una carga moral intrínseca en ninguno de esos extremos: el mañoso puede ser execrable o héroe y el claridoso, santo o estúpido. Tan mal visto es engañar al amigo como sincerarse con el enemigo, y tan encomiable defender la verdad, como recurrir a la mentira en defensa de la patria o de los próximos.
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Otro tema: una anécdota que ilustra el grado de degradación al que ha sido llevado el sistema de salud pública del país por la combinación de insensibilidad burocrática proverbial, de astringencia de recursos neoliberal y de típico desgobierno felipista, es la historia de horror que vivió mi amiga Martha Helena Montoya el pasado lunes 27 de abril en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, del que es paciente desde hace más de 17 años, y en el que tantos ciudadanos hemos tenido experiencias de espléndida atención, ya sea en carne propia o en la de personas cercanas. Tras recibir el buen trato que es tradicional en consulta externa, Martha Helena acudió a la institución para someterse a una intervención quirúrgica relacionada con un quiste en un ovario. Desde la mañana de ese día percibió una total descoordinación entre consulta externa y quirófano, al grado de que nadie estaba al tanto de los estudios previos de la paciente. Le practicaron un electrocardiograma en ocho ocasiones porque el equipo estaba defectuoso, le insertaron una sonda para la anestesia pero el aparato dosificador estaba descompuesto y el dispositivo que debiera marcar la temperatura interna tampoco funcionaba. Finalmente, fue operada y trasladada al área de estancia corta, en donde se enfrentó con un injustificable despotismo por parte de las enfermeras: ¿Ya orinó? Pues apúrese a orinar, que si no, la sondeamos, y eso sí que es doloroso, además de que se va a infectar.
Lo peor llegó a las 9:30 de la noche, cuando al área de estancia corta, en la que las camas de los pacientes se encuentran en cubículos individualizados con cortinas, entró un tropel de soldadores y electricistas (cinco o seis) con taladros, tanques de gas, sopletes de acetileno y otras herramientas. Procedieron a quitar, trabajando sobre los propios enfermos, las lámparas del plafón, que estaban cubiertas de polvo, y a taladrar, perforar y soldar. La explicación fue que debían instalar unas tuberías nuevas para el oxígeno, como parte de los preparativos para recibir allí a los contagiados de AH1N1. Los trabajadores caminaron sobre el plafón, del que cayeron polvo y cucarachas. Recién salida del quirófano, Martha Helena se dirigió a una de las enfermeras para pedirle que la sacaran de ahí y le explicó que el polvo la afecta gravemente, porque es asmática. Pues póngase un cubrebocas, le espetó la empleada con mal gesto, y luego recurrió al pretexto de la emergencia sanitaria como justificación para el maltrato, el desdén y el atropello.
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Ya que el mundo no acaba de terminarse, aprovecho el tiempo suplementario para agradecer los mensajes de Marcela Capdevila, Raúl G. Enríquez, Manuel Servín Massieu, Jorge Moch, Alberto Lazcano, Alejandro Gastélum, Mariana Sáiz, Antonio Morfín, Silvana Rabinovich, Luis Rojo, José Luis Anguiano y Chamu Coral. Abrazos a todos, y los links, en el blog.
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Opinión
AAfganistán: poner fin a la ocupación
Un ataque aéreo de las fuerzas de ocupación europeas y estadunidenses en la provincia occidental de Farah, en Afganistán, lanzado en contra de insurgentes talibanes entre el lunes y el martes, dejó como saldo decenas de civiles muertos y un número indeterminado de heridos, según lo informó el Comité Internacional de la Cruz Roja y lo confirmaron posteriormente las autoridades de la nación centroasiática. La titular del Departamento de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, señaló ayer que lamentaba profundamente” estas muertes y aseguró que se llevarán a cabo las investigaciones correspondientes para determinar las responsabilidades en torno a estos sucesos. Por su parte, el mandatario estadunidense, Barack Obama, luego de una reunión en Washington con sus homólogos de Pakistán, Asif Zardari, y de Afganistán, Hamid Karzai, señaló que su gobierno realizará “todos los esfuerzos posibles para evitar bajas civiles” en la lucha en contra del integrismo sunita.
No bastan las disculpas. La masacre de civiles de esta semana es sólo una más entre muchas de las que han perpetrado las fuerzas ocupantes en la infortunada nación centroasiática, y exhibe de nueva cuenta lo insostenible de la presencia militar que las fuerzas occidentales, encabezadas por Estados Unidos, mantienen en Afganistán desde hace casi ocho años. A lo que puede verse, el gobierno de Barack Obama, si bien ha impreso un giro perceptible en la política exterior de Estados Unidos, ha decidido preservar la incursión militar de su país en suelo afgano, al parecer como una concesión a los halcones de Washington, a los sectores más conservadores e imperialistas de la sociedad estadunidense y a los representantes del complejo militar-industrial de ese país, el cual constituye, cabe recordarlo, un importante poder fáctico en la nación vecina.
La invasión que Estados Unidos y sus aliados mantienen en Afganistán desde octubre de 2001 es un atropello colonialista similar al cometido en Irak; pero, a diferencia de la aventura bélica que el gobierno de George W. Bush emprendió en contra del régimen de Saddam Hussein en 2003, y que enfrentó, desde un principio, la desaprobación de la comunidad internacional y muestras masivas de repudio de la opinión pública, la ocupación del país centroasiático se efectuó sin gran oposición aparente e incluso gozó de cierta legitimidad por el respaldo de la ONU y de la OTAN, y por los probados vínculos entre el régimen talibán –hoy depuesto– y la red terrorista Al Qaeda, organización que, de acuerdo con la información disponible, planeó y ejecutó los atentados del 11 de septiembre en Washington y Nueva York.
No obstante estas consideraciones, la presencia militar estadunidense en suelo afgano constituye una agresión criminal e injustificable que ha significado cuotas adicionales de sufrimiento y zozobra para la población de ese país. Por añadidura, lejos de lograr la pacificación y la normalización de la vida institucional de Afganistán, la ocupación ha agudizado los problemas que enfrenta esa nación desde hace décadas: en los pasados ocho años se ha acentuado la violencia tribal interna, se ha disparado la producción de amapola –planta de donde se obtienen opio y heroína– y no se ha contrarrestado en forma significativa, para colmo, el fundamentalismo imperante en la sociedad afgana: baste mencionar, como botón de muestra, el entorno de violencia, discriminación y maltrato que continúan enfrentando las mujeres en ese país con el consentimiento de la población y del propio gobierno títere presidido por Hamid Karzai.
Pero lo más exasperante de la ocupación militar es la propensión de las tropas extranjeras a perpetrar masacres de población civil como la ocurrida a inicios de esta semana en la provincia de Farah. De acuerdo con la Misión de Naciones Unidas en Afganistán, tan sólo en 2008 el número de no combatientes muertos en ese país llegó a 2 mil 118, un crecimiento de 40 por ciento con respecto al año anterior. A diferencia de las matanzas de civiles inocentes ocurridas en otras partes del mundo, que tienden a ser condenadas y repudiadas, la sangría cotidiana de la nación centroasiática suele ser vista casi con normalidad, y los mandos castrenses y civiles de occidente se limitan a considerar a los muertos como “bajas colaterales”, y cancelan la posibilidad de fincar responsabilidad penal en contra de los autores intelectuales y materiales de esos asesinatos.
Ante estos hechos, es necesario que los gobiernos occidentales, empezando por el de Washington, entiendan que la presencia de sus tropas representa, en la circunstancia actual, un lastre fundamental para lograr la pacificación en Afganistán, que realicen las investigaciones necesarias para esclarecer y sancionar los crímenes contra la población, que emprendan a la brevedad el retiro de sus fuerzas del país centroasiático y que transfieran al ámbito civil la tarea de pacificar el territorio afgano.
AAfganistán: poner fin a la ocupación
Un ataque aéreo de las fuerzas de ocupación europeas y estadunidenses en la provincia occidental de Farah, en Afganistán, lanzado en contra de insurgentes talibanes entre el lunes y el martes, dejó como saldo decenas de civiles muertos y un número indeterminado de heridos, según lo informó el Comité Internacional de la Cruz Roja y lo confirmaron posteriormente las autoridades de la nación centroasiática. La titular del Departamento de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, señaló ayer que lamentaba profundamente” estas muertes y aseguró que se llevarán a cabo las investigaciones correspondientes para determinar las responsabilidades en torno a estos sucesos. Por su parte, el mandatario estadunidense, Barack Obama, luego de una reunión en Washington con sus homólogos de Pakistán, Asif Zardari, y de Afganistán, Hamid Karzai, señaló que su gobierno realizará “todos los esfuerzos posibles para evitar bajas civiles” en la lucha en contra del integrismo sunita.
No bastan las disculpas. La masacre de civiles de esta semana es sólo una más entre muchas de las que han perpetrado las fuerzas ocupantes en la infortunada nación centroasiática, y exhibe de nueva cuenta lo insostenible de la presencia militar que las fuerzas occidentales, encabezadas por Estados Unidos, mantienen en Afganistán desde hace casi ocho años. A lo que puede verse, el gobierno de Barack Obama, si bien ha impreso un giro perceptible en la política exterior de Estados Unidos, ha decidido preservar la incursión militar de su país en suelo afgano, al parecer como una concesión a los halcones de Washington, a los sectores más conservadores e imperialistas de la sociedad estadunidense y a los representantes del complejo militar-industrial de ese país, el cual constituye, cabe recordarlo, un importante poder fáctico en la nación vecina.
La invasión que Estados Unidos y sus aliados mantienen en Afganistán desde octubre de 2001 es un atropello colonialista similar al cometido en Irak; pero, a diferencia de la aventura bélica que el gobierno de George W. Bush emprendió en contra del régimen de Saddam Hussein en 2003, y que enfrentó, desde un principio, la desaprobación de la comunidad internacional y muestras masivas de repudio de la opinión pública, la ocupación del país centroasiático se efectuó sin gran oposición aparente e incluso gozó de cierta legitimidad por el respaldo de la ONU y de la OTAN, y por los probados vínculos entre el régimen talibán –hoy depuesto– y la red terrorista Al Qaeda, organización que, de acuerdo con la información disponible, planeó y ejecutó los atentados del 11 de septiembre en Washington y Nueva York.
No obstante estas consideraciones, la presencia militar estadunidense en suelo afgano constituye una agresión criminal e injustificable que ha significado cuotas adicionales de sufrimiento y zozobra para la población de ese país. Por añadidura, lejos de lograr la pacificación y la normalización de la vida institucional de Afganistán, la ocupación ha agudizado los problemas que enfrenta esa nación desde hace décadas: en los pasados ocho años se ha acentuado la violencia tribal interna, se ha disparado la producción de amapola –planta de donde se obtienen opio y heroína– y no se ha contrarrestado en forma significativa, para colmo, el fundamentalismo imperante en la sociedad afgana: baste mencionar, como botón de muestra, el entorno de violencia, discriminación y maltrato que continúan enfrentando las mujeres en ese país con el consentimiento de la población y del propio gobierno títere presidido por Hamid Karzai.
Pero lo más exasperante de la ocupación militar es la propensión de las tropas extranjeras a perpetrar masacres de población civil como la ocurrida a inicios de esta semana en la provincia de Farah. De acuerdo con la Misión de Naciones Unidas en Afganistán, tan sólo en 2008 el número de no combatientes muertos en ese país llegó a 2 mil 118, un crecimiento de 40 por ciento con respecto al año anterior. A diferencia de las matanzas de civiles inocentes ocurridas en otras partes del mundo, que tienden a ser condenadas y repudiadas, la sangría cotidiana de la nación centroasiática suele ser vista casi con normalidad, y los mandos castrenses y civiles de occidente se limitan a considerar a los muertos como “bajas colaterales”, y cancelan la posibilidad de fincar responsabilidad penal en contra de los autores intelectuales y materiales de esos asesinatos.
Ante estos hechos, es necesario que los gobiernos occidentales, empezando por el de Washington, entiendan que la presencia de sus tropas representa, en la circunstancia actual, un lastre fundamental para lograr la pacificación en Afganistán, que realicen las investigaciones necesarias para esclarecer y sancionar los crímenes contra la población, que emprendan a la brevedad el retiro de sus fuerzas del país centroasiático y que transfieran al ámbito civil la tarea de pacificar el territorio afgano.
Barack Obama anunció un nuevo comienzo” en las relaciones con Cuba. A partir de entonces, el inquilino de la Casa Blanca, la secretaria de Estado Clinton y sus voceros no hacen más que pedir “gestos” al gobierno cubano, como si la tibia medida autorizando los viajes y remesas de los cubanos residentes en ese país bastara para borrar el expediente delictivo de Washington hacia La Habana. ¿Habrán pensado que era suficiente con levantar la detestable prohibición de Bush para hacer creíble el supuesto “nuevo comienzo”?
Porque el bloqueo –condenado por la abrumadora mayoría de los miembros de Naciones Unidas y los asistentes a la cumbre de Puerto España, quienes pidieron a Obama levantarlo– sigue intacto y hasta continúa la prohibición de intercambio cultural y académico bilateral, una ventanita abierta por decreto presidencial de Bill Clinton, también cerrada por Bush, que Obama bien pudo haber abierto de nuevo, ya que ni tenía que pedir autorización al Congreso. En este contexto se inscribe la inflexible negación de la visa al cantautor Silvio Rodríguez para participar en el homenaje al legendario compositor de música folk Pete Seeger. La Casa Blanca pudo al menos haber hecho una excepción, cargada de simbolismo en este caso, como muestra del “nuevo comienzo” y permitir el encuentro entre las dos culturas en las personas de dos de sus más grandes y admirados bardos, justo en ocasión del 90 cumpleaños del segundo, de quien se afirma que Obama es admirador. De nada valieron las gestiones de la familia Seeger ante las autoridades estadunidenses ni la intervención de un miembro del Congreso ante el Departamento de Estado.
Si de veras existiera el deseo de dar un nuevo enfoque a las relaciones bilaterales ya sería hora de que Obama hubiese dado una respuesta clara y sin evasivas a la reiterada disposición expresada por Raúl Castro de “discutirlo todo” entre ambas partes, una actitud de buena voluntad y total apertura por el presidente de un pequeño país al que Estados Unidos no ha hecho más que hostigar, agredir e intentar asfixiar económicamente. ¿O es que temen discutir cara a cara con Cuba? ¿Y más lo temen por la que Raúl planteara como única base de la discusión: “en igualdad de condiciones, sin la más mínima sombra a nuestra soberanía y sin la más mínima violación al derecho de autodeterminación del pueblo cubano”? El presidente de Cuba no tardó en responderles que no es al agredido y bloqueado al que corresponde hacer gesto alguno.
Confundieron sus magnánimas palabras con debilidad y desde entonces han machacado sin cesar pidiendo la liberación de algunos miembros de su quinta columna puestos a buen recaudo en la isla y reclamando por el respeto a los derechos humanos en Cuba, cuando no los observan en su propio territorio ni en ninguna parte del mundo. Para colmo, y al parecer con el ánimo de no dejar dudas de en qué consiste el “nuevo comienzo” con Cuba, el departamento a cargo de la señora Clinton vuelve a incluir a la isla en la lista de países patrocinadores del terrorismo. No hay mejor respuesta a este acto de arrogante hipocresía que las palabras del canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, citadas por Fidel en una reciente Reflexión, aquí sintetizadas:
“…no reconocemos ninguna autoridad política ni moral al gobierno de Estados Unidos para hacer lista alguna (…) El gobierno de Bush fue ‘certificado’ por la opinión pública mundial como… violador del derecho internacional, agresivo, guerrerista (…) Bush ha sido el único presidente… que creó un campo de concentración donde se tortura en la porción de territorio que usurpa a… Cuba (…) El gobierno de Estados Unidos históricamente ha tenido un largo expediente de acciones de terrorismo de Estado, no sólo contra Cuba (…) El gobierno de Estados Unidos realizó un proceso amañado contra los cinco jóvenes luchadores antiterroristas cubanos que hoy permanecen como presos políticos en sus cárceles (…) Estados Unidos ampara actos de terrorismo de Estado, cometidos por Israel, contra el pueblo palestino y los pueblos árabes. Guardó silencio ante los crímenes ocurridos en la franja de Gaza (…) A Estados Unidos no habría que reconocerle la menor autoridad moral y… creo que nadie hace caso ni lee esos documentos, entre otras cosas, porque su autor es un delincuente internacional en muchos de los temas que critica”.
Cabe esperar que el “nuevo comienzo” de Obama con Cuba sea más que una promesa.
aguerra_123@yahoo.com.mx
Porque el bloqueo –condenado por la abrumadora mayoría de los miembros de Naciones Unidas y los asistentes a la cumbre de Puerto España, quienes pidieron a Obama levantarlo– sigue intacto y hasta continúa la prohibición de intercambio cultural y académico bilateral, una ventanita abierta por decreto presidencial de Bill Clinton, también cerrada por Bush, que Obama bien pudo haber abierto de nuevo, ya que ni tenía que pedir autorización al Congreso. En este contexto se inscribe la inflexible negación de la visa al cantautor Silvio Rodríguez para participar en el homenaje al legendario compositor de música folk Pete Seeger. La Casa Blanca pudo al menos haber hecho una excepción, cargada de simbolismo en este caso, como muestra del “nuevo comienzo” y permitir el encuentro entre las dos culturas en las personas de dos de sus más grandes y admirados bardos, justo en ocasión del 90 cumpleaños del segundo, de quien se afirma que Obama es admirador. De nada valieron las gestiones de la familia Seeger ante las autoridades estadunidenses ni la intervención de un miembro del Congreso ante el Departamento de Estado.
Si de veras existiera el deseo de dar un nuevo enfoque a las relaciones bilaterales ya sería hora de que Obama hubiese dado una respuesta clara y sin evasivas a la reiterada disposición expresada por Raúl Castro de “discutirlo todo” entre ambas partes, una actitud de buena voluntad y total apertura por el presidente de un pequeño país al que Estados Unidos no ha hecho más que hostigar, agredir e intentar asfixiar económicamente. ¿O es que temen discutir cara a cara con Cuba? ¿Y más lo temen por la que Raúl planteara como única base de la discusión: “en igualdad de condiciones, sin la más mínima sombra a nuestra soberanía y sin la más mínima violación al derecho de autodeterminación del pueblo cubano”? El presidente de Cuba no tardó en responderles que no es al agredido y bloqueado al que corresponde hacer gesto alguno.
Confundieron sus magnánimas palabras con debilidad y desde entonces han machacado sin cesar pidiendo la liberación de algunos miembros de su quinta columna puestos a buen recaudo en la isla y reclamando por el respeto a los derechos humanos en Cuba, cuando no los observan en su propio territorio ni en ninguna parte del mundo. Para colmo, y al parecer con el ánimo de no dejar dudas de en qué consiste el “nuevo comienzo” con Cuba, el departamento a cargo de la señora Clinton vuelve a incluir a la isla en la lista de países patrocinadores del terrorismo. No hay mejor respuesta a este acto de arrogante hipocresía que las palabras del canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, citadas por Fidel en una reciente Reflexión, aquí sintetizadas:
“…no reconocemos ninguna autoridad política ni moral al gobierno de Estados Unidos para hacer lista alguna (…) El gobierno de Bush fue ‘certificado’ por la opinión pública mundial como… violador del derecho internacional, agresivo, guerrerista (…) Bush ha sido el único presidente… que creó un campo de concentración donde se tortura en la porción de territorio que usurpa a… Cuba (…) El gobierno de Estados Unidos históricamente ha tenido un largo expediente de acciones de terrorismo de Estado, no sólo contra Cuba (…) El gobierno de Estados Unidos realizó un proceso amañado contra los cinco jóvenes luchadores antiterroristas cubanos que hoy permanecen como presos políticos en sus cárceles (…) Estados Unidos ampara actos de terrorismo de Estado, cometidos por Israel, contra el pueblo palestino y los pueblos árabes. Guardó silencio ante los crímenes ocurridos en la franja de Gaza (…) A Estados Unidos no habría que reconocerle la menor autoridad moral y… creo que nadie hace caso ni lee esos documentos, entre otras cosas, porque su autor es un delincuente internacional en muchos de los temas que critica”.
Cabe esperar que el “nuevo comienzo” de Obama con Cuba sea más que una promesa.
aguerra_123@yahoo.com.mx
John Saxe-Fernández: La geoestrategia del terror
Ante el embate de la crisis se agudiza la discrepancia entre una realidad signada por el desempleo, cierre de empresas, bancos y aseguradoras y la retórica a favor del free trade y las privatizaciones: hace poco, cuando Luis A. Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), censuró “el estatismo y el populismo” de algunos gobiernos, parecía una insólita crítica a los colosales rescates bancario-empresariales y al dirigismo de la Casa Blanca de Barack Obama que por esos días forzaba la renuncia del CEO de General Motors. Digo “insólita” porque el BID junto al Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, es parte y parcela, con el Pentágono (DdD), la CIA, AID y la DEA, de los instrumentos disponibles al Ejecutivo de EU al sur del Bravo.
Pero no. Moreno dirigía su “crítica” a Venezuela, Bolivia y Ecuador, que, por su “estatismo y populismo”, fueron colocadas por el almirante Dennis Blair, director de la Inteligencia Nacional, en la categoría de “amenazas” a la seguridad estadunidense en la región, junto a Cuba, China, Irán y Rusia. Blair apunta su dedo acusador desde la coordinación de espionaje de la mayor burocracia estatal-militar de la era moderna, cuyo presupuesto rebasa el billón (trillion) de dólares y que opera la “geopolítica del terror”, con dos campos de prueba: el Plan Colombia y su extensión en la Iniciativa Mérida (IM).
A más de una década del Plan Colombia, existe evidencia ad nauseam de atrocidades y crímenes de lesa humanidad para exigir su enjuiciamiento-supresión y conjurar su clonación en la IM: el reciente informe Impunidad uniformada, de Human Rights Watch sobre el uso indebido de la justicia militar en México para investigar abusos cometidos durante operativos contra el narcotráfico y la seguridad pública, es una fuerte llamada de atención. Al respecto son abrumadores los documentos, reflexiones y testimonios ofrecidos por Hernando Calvo Ospina (Terrorismo de Estado en Colombia, el Perro y la Rana, Venezuela, 2007) sobre el patrocinio y participación del DdD en el uso del terror por medio de las Fuerzas Armadas colombianas (FA) y de unidades “paramilitares”, el brazo clandestino del Estado –estadunidense y colombiano–, en la ejecución de crímenes de guerra contra una población inerme. Ello “como estrategia de control territorial y poblacional permanente y complementario de la política contrainsurgente”, según informe de 1997 de la alta comisionada de la ONU.
Hasta 1994 las FA eran responsables de la mayoría de las masacres. Para evitar el hundimiento de la actuación e imagen del principal aliado militar de EU en América del Sur y con el aval de los gobiernos de Bush padre y de Clinton, se desplegó una campaña para hacer lucir al paramilitarismo como “un tercer actor” en el conflicto interno. Washington y Bogotá se esforzaron por presentar esa aberración como “un electrón libre”, cuya violencia no podía ser controlada: “el Estado pasaba a mostrarse como víctima de los violentos, tanto como la población” (p. 257). Los paramilitares se convirtieron “en el brazo ilegal de la fuerza pública para la que ejecutan el trabajo sucio”. Según el Congreso del Defensor del Pueblo es una nueva forma de ejercer la represión ilegal sin cortapisas que algunos llaman “la violencia por delegación”.
Los hechos muestran la activa acción de las Fuerzas Especiales y contratistas-mercenarios de EU en el esquema mientras que, de manera sistemática, las FA no se movilizan para evitar las matanzas, sino que aportan a su realización como se asume en los esquemas de dominio geoestratégico del Pentágono y su Comando Sur. Lo esencial de la geoestrategia del terror, de acuerdo con un documento del Departamento de Estado, está en el dominio sobre zonas ricas y estratégicas que, como la de Urabá, “no sólo produce 60 por ciento del banano, sino que contiene gigantescas reservas madereras, pesqueras, oro, plata, platino, cobre, titanio, cobalto radiactivo, gigantescos recursos petroleros, y una biodiversidad casi sin igual en el mundo” (p.188).
http://jsaxef.blogspot.com
Hugo Gutiérrez Vega: Una filípica
El desaliento, el desasosiego y la rabia no son buenos consejeros para escribir una columna sobre el actual calvario mexicano. Sin embargo, debo hacerlo para descargar el dolor y para proponer una serie de reflexiones sobre el destino de nuestro pobre, depauperado, explotado, humillado y adolorido país.
Viendo las calles vacías de una ciudad que mezcla el skyline de cualquier capital con el hacinamiento, la mugre, la pobreza extrema y la insalubridad de las más desamparadas ciudades del tercer mundo, se me encogió el corazón y me comenzó a hervir la sangre.
Nuestro panorama es desolador: epidemia, crisis económica, mal gobierno, persistencia del neoliberalismo, aumento geométrico de la pobreza extrema, incompetencia de los sistemas de salubridad, corrupción, violencia, secuestros, guerras entre narcos, policías y soldados (todos los días el narco mata más personas que la influenza), desprecio internacional, discriminación por parte de China, Cuba, Argentina, Perú y Ecuador (es un riesgo de confinamiento viajar con pasaporte mexicano), descubrimientos de rapiñas y torpezas de los últimos gobiernos del país: Salinas desmanteló los laboratorios públicos para favorecer a los privados; Fox hizo caso omiso de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se lanzó en contra de los remanentes de nuestra seguridad social que, en épocas pasadas, fue la mejor de Iberoamérica; los actuales funcionarios del sector salud carecen de laboratorios eficaces para detectar nuevos ataques virales (Ontario y Atlanta acudieron en auxilio de la miserable Secretaría de Salud); el brincoteo de las cifras fue la mejor prueba de nuestras deficiencias estructurales; los que manejan la televisión privada se lanzaron a un frenesí de informaciones contradictorias, la gente reaccionó con disciplina y tanto la información oficial como las medidas de emergencia (seamos justos) fueron acertadas, a pesar de los titubeos de un secretario de Salud que carecía de los medios científicos para hacer las cuentas de los fallecidos, de los contagiados y de los muertos por causas ajenas al nuevo virus.
Llevo ya dos días instalado en la rabia y en la tristeza. Estos sentimientos deberían obligarme al silencio, pero debo decir lo que pienso y, de antemano, pido perdón por entregar estas desalentadas reflexiones. Hablé con un amigo de la Secretaría de Relaciones Exteriores y me contó todo lo que están pasando nuestros paisanos en el extranjero. Me describió el barracón disfrazado de hotel en el que encerraron a los mexicanos que tuvieron la desgracia de ir a China; me habló de aviones en cuarentena y de detenciones innecesarias.
Todo esto da rabia. Nuestro país ha sido lugar de asilo para todos los perseguidos de la Tierra. Recibimos a los españoles, a los judíos, a los argentinos, a los chilenos, peruanos y ecuatorianos, la literatura guatemalteca se escribió en México; antes de Fox nuestro apoyo a Cuba fue firme y nos causó problemas con el imperio... en fin ... no nos merecemos estos tratos discriminatorios y estas vejaciones producto del prejuicio y de la desinformación médica. Lo más grave es que todo esto se ha hecho en contra de las recomendaciones de la OMS.
Vi una vez al Presidente de mi país acumular lugares comunes de la demagogia tradicional, ocultar fallas y deficiencias de nuestro sistema de salud y omitir el reconocimiento de nuestros errores y de la tragedia que nos golpea sin parar (hasta un temblor vino a sumarse a nuestras calamidades).
Estaba sentado en su jardín de Los Pinos y hablaba con Adriana Pérez Cañedo, locutora del ahora zarandeado Canal 11. Me dio pena constatar que, para colmo de nuestras desgracias, tenemos un Presidente que desde un principio ha carecido de credibilidad. Sería absurdo echarle la culpa de todos nuestros males, pero es claro que no ha encabezado la defensa de la humanidad, ni es la persona adecuada para guiar nuestra deteriorada nave por los mares procelosos que un destino despiadado hace cada día más embravecidos y fatales.
El desaliento, el desasosiego y la rabia no son buenos consejeros para escribir una columna sobre el actual calvario mexicano. Sin embargo, debo hacerlo para descargar el dolor y para proponer una serie de reflexiones sobre el destino de nuestro pobre, depauperado, explotado, humillado y adolorido país.
Viendo las calles vacías de una ciudad que mezcla el skyline de cualquier capital con el hacinamiento, la mugre, la pobreza extrema y la insalubridad de las más desamparadas ciudades del tercer mundo, se me encogió el corazón y me comenzó a hervir la sangre.
Nuestro panorama es desolador: epidemia, crisis económica, mal gobierno, persistencia del neoliberalismo, aumento geométrico de la pobreza extrema, incompetencia de los sistemas de salubridad, corrupción, violencia, secuestros, guerras entre narcos, policías y soldados (todos los días el narco mata más personas que la influenza), desprecio internacional, discriminación por parte de China, Cuba, Argentina, Perú y Ecuador (es un riesgo de confinamiento viajar con pasaporte mexicano), descubrimientos de rapiñas y torpezas de los últimos gobiernos del país: Salinas desmanteló los laboratorios públicos para favorecer a los privados; Fox hizo caso omiso de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se lanzó en contra de los remanentes de nuestra seguridad social que, en épocas pasadas, fue la mejor de Iberoamérica; los actuales funcionarios del sector salud carecen de laboratorios eficaces para detectar nuevos ataques virales (Ontario y Atlanta acudieron en auxilio de la miserable Secretaría de Salud); el brincoteo de las cifras fue la mejor prueba de nuestras deficiencias estructurales; los que manejan la televisión privada se lanzaron a un frenesí de informaciones contradictorias, la gente reaccionó con disciplina y tanto la información oficial como las medidas de emergencia (seamos justos) fueron acertadas, a pesar de los titubeos de un secretario de Salud que carecía de los medios científicos para hacer las cuentas de los fallecidos, de los contagiados y de los muertos por causas ajenas al nuevo virus.
Llevo ya dos días instalado en la rabia y en la tristeza. Estos sentimientos deberían obligarme al silencio, pero debo decir lo que pienso y, de antemano, pido perdón por entregar estas desalentadas reflexiones. Hablé con un amigo de la Secretaría de Relaciones Exteriores y me contó todo lo que están pasando nuestros paisanos en el extranjero. Me describió el barracón disfrazado de hotel en el que encerraron a los mexicanos que tuvieron la desgracia de ir a China; me habló de aviones en cuarentena y de detenciones innecesarias.
Todo esto da rabia. Nuestro país ha sido lugar de asilo para todos los perseguidos de la Tierra. Recibimos a los españoles, a los judíos, a los argentinos, a los chilenos, peruanos y ecuatorianos, la literatura guatemalteca se escribió en México; antes de Fox nuestro apoyo a Cuba fue firme y nos causó problemas con el imperio... en fin ... no nos merecemos estos tratos discriminatorios y estas vejaciones producto del prejuicio y de la desinformación médica. Lo más grave es que todo esto se ha hecho en contra de las recomendaciones de la OMS.
Vi una vez al Presidente de mi país acumular lugares comunes de la demagogia tradicional, ocultar fallas y deficiencias de nuestro sistema de salud y omitir el reconocimiento de nuestros errores y de la tragedia que nos golpea sin parar (hasta un temblor vino a sumarse a nuestras calamidades).
Estaba sentado en su jardín de Los Pinos y hablaba con Adriana Pérez Cañedo, locutora del ahora zarandeado Canal 11. Me dio pena constatar que, para colmo de nuestras desgracias, tenemos un Presidente que desde un principio ha carecido de credibilidad. Sería absurdo echarle la culpa de todos nuestros males, pero es claro que no ha encabezado la defensa de la humanidad, ni es la persona adecuada para guiar nuestra deteriorada nave por los mares procelosos que un destino despiadado hace cada día más embravecidos y fatales.
Víctor M. Toledo: La gran pandemia: influenza, pesticidas y transgénicos
Hoy, como en el pasado, la humanidad se enfrenta a una nueva pandemia de microrganismos, la cual, sin embargo, no es sino una fracción de otra que podríamos llamar suprema o estelar. La gran pandemia” es sin duda la que no-sotros mismos, como especie biológica, hemos provocado en los últimos tiempos. La especie humana no solamente desafió las leyes de los ecosistemas, sino que se extendió por buena parte del planeta y en el último siglo incrementó su población a tasas cada vez más altas y en periodos cada vez más cortos.
De los algo más de mil millones de seres humanos que existían en 1900 se pasó a los 6 mil millones en esta década. ¿Qué planeta puede soportar esta insólita expansión? Desde el punto de vista ecológico, mantener esta gigantesca población significa librar permanentemente durísimas batallas contra los organismos que buscan aprovechar esta situación anómala y, especialmente contra la gama conocida de microrganismos: hongos, bacterias, virus, retrovirus, viroides y priones.
La “gran pandemia” no es, sin embargo, solamente demográfica, también atañe a lo que podemos llamar la “matriz civilizatoria industrial” e incluye desde la visión moderna del mundo hasta los diseños tecnológicos y los mecanismos de acumulación implícitos al desarrollo del capitalismo.
No se puede solamente recurrir a Malthus sin invocar a Marx. El mundo de hoy necesita detener tanto el crecimiento descomunal de la población humana como transformar radicalmente el modelo de civilización. Hoy el riesgo no proviene únicamente de “fuera”. La influenza estacional que cada año brota en los inviernos de los dos hemisferios quita la vida a entre 250 mil y 500 mil individuos, es verdad, pero el auto mata anualmente a un millón de personas y los accidentes automovilísticos dejan entre 25 y 30 millones de heridos al año. Si el sida mantiene infectada a una población estimada en 33 millones, de las cuales anualmente mueren 2 millones, los pesticidas, creados en los laboratorios químicos, afectan, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a 2 millones de personas y matan anualmente a 200 mil.
Cada día se hace más difícil distinguir entre las muertes provocadas por “agentes naturales externos” y las muertes generadas en el “interior” de la sociedad industrial. Las influenzas, por ejemplo, son ya enfermedades generadas por virus que son creaciones naturales e industriales. Los virus de la gripe son el resultado de la combinación endiablada de formas que han ido de los humanos a las aves y a los cerdos, del movimiento entre estos últimos, y del retorno a los humanos en ciclos dominados por el azar (las mutaciones) que se repiten silenciosa y peligrosamente por todo el planeta.
Este fenómeno se ve promovido y acentuado por la existencia de los gigantescos confinamientos mediante los cuales la producción industrial genera los alimentos cárnicos (de aves, cerdos, bovinos, etcétera). Los “campos de concentración animal”, que son cada vez más la base de la maquinaria industrial productora de alimentos, que concentran miles y cientos de miles de animales para su sacrificio, son verdaderos focos para la incubación, mutación y recombinación de virus como el de la influenza.
Y las cifras son impresionantes. La especie humana mantiene alrededor de 2 mil millones de cerdos, 85 por ciento de los cuales están en China, Europa y Estados Unidos. Cada semana las bocas humanas consumen 23 millones de cerdos, buena parte de los cuales provienen de confinamientos masivos. Monopolios y monocultivos son dos formulaciones fuertemente emparentadas desde el surgimiento del capitalismo. Los cocteles para la gestación de nuevas formas virales están, pues, a la luz del día en las granjas industrializadas del mundo, no solamente las de cerdos, sino las de las aves (la influenza aviar) y las de los bovinos (recuérdese el mal de las vacas locas).
El riesgo de enfermedades no solamente está ligado con las cadenas alimenticias (y de ahí la necesidad de crear y extender sistemas agroecológicos de producción de alimentos sanos). Las diferentes ramas industriales generan sustancias tóxicas (solamente en Europa se han inventariado 40 mil) que se está demostrando son la causa, o parte de ella, de nuevos males, como ciertos tipos de cáncer, alergias y estado de depresión inmunológica. De ellos destacan los pesticidas, utilizados principalmente en los extensos y monótonos campos de cultivo agroindustrial.
Se define un pesticida como toda aquella sustancia que sirve para combatir los parásitos y las enfermedades de cultivos, ganado, animales domésticos, y del mismo ser humano. Los pesticidas surgieron a partir de la Segunda Guerra Mundial y son compuestos químicos (DDT, organoclorados, organofosforados y carbamatos) elaborados para exterminar plagas y enfermedades que afectan las grandes concentraciones humanas y las de sus plantas y animales domesticados. No obstante, los pesticidas no solamente afectan la salud humana, también generan impactos sobre los ciclos naturales y las especies. La extraña extinción de las abejas en extensas regiones de Estados Unidos y China al parecer ha sido provocada por estas sustancias.
El último diseño ligado a los extensos campos de cultivo agroindustriales son los organismos genéticamente modificados (alimentos transgénicos), que son creaciones derivadas de la biotecnología y de la genómica. Aunque no está aún demostrado que causen daño a quienes los consumen, su peligrosidad potencial radica en un nuevo tipo de contaminación: la genética, cuyos efectos son mucho más dificiles de detectar y controlar. En esta ocasión el ser humano, no Dios, juega con los dados de la vida misma al introducir al mundo de la naturaleza organismos que pueden provocar cambios inesperados sobre las poblaciones de las especies domesticadas y silvestres. En México el caso del maíz transgénico es un caso clave y dramático.
Los seres humanos estamos atrapados dentro de una encrucijada, en una vorágine de riesgos, que es el resultado del tamaño descomunal de la población, a la cual intenta alimentarse mediante formas (agroindustriales) que facilitan, a su vez, la proliferación de patógenos, que contaminan y afectan la salud humana y que amenazan con provocar transformaciones nunca antes vistas en la estructura genética de los organismos (transgénicos). Todo ello es parte de esta “gran pandemia” a la cual siempre terminaremos llegando. ¿Cuál es la curación posible a las infinitas pandemias en que han muerto millones?
vtoledo@oikos.unam.mx
Hoy, como en el pasado, la humanidad se enfrenta a una nueva pandemia de microrganismos, la cual, sin embargo, no es sino una fracción de otra que podríamos llamar suprema o estelar. La gran pandemia” es sin duda la que no-sotros mismos, como especie biológica, hemos provocado en los últimos tiempos. La especie humana no solamente desafió las leyes de los ecosistemas, sino que se extendió por buena parte del planeta y en el último siglo incrementó su población a tasas cada vez más altas y en periodos cada vez más cortos.
De los algo más de mil millones de seres humanos que existían en 1900 se pasó a los 6 mil millones en esta década. ¿Qué planeta puede soportar esta insólita expansión? Desde el punto de vista ecológico, mantener esta gigantesca población significa librar permanentemente durísimas batallas contra los organismos que buscan aprovechar esta situación anómala y, especialmente contra la gama conocida de microrganismos: hongos, bacterias, virus, retrovirus, viroides y priones.
La “gran pandemia” no es, sin embargo, solamente demográfica, también atañe a lo que podemos llamar la “matriz civilizatoria industrial” e incluye desde la visión moderna del mundo hasta los diseños tecnológicos y los mecanismos de acumulación implícitos al desarrollo del capitalismo.
No se puede solamente recurrir a Malthus sin invocar a Marx. El mundo de hoy necesita detener tanto el crecimiento descomunal de la población humana como transformar radicalmente el modelo de civilización. Hoy el riesgo no proviene únicamente de “fuera”. La influenza estacional que cada año brota en los inviernos de los dos hemisferios quita la vida a entre 250 mil y 500 mil individuos, es verdad, pero el auto mata anualmente a un millón de personas y los accidentes automovilísticos dejan entre 25 y 30 millones de heridos al año. Si el sida mantiene infectada a una población estimada en 33 millones, de las cuales anualmente mueren 2 millones, los pesticidas, creados en los laboratorios químicos, afectan, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a 2 millones de personas y matan anualmente a 200 mil.
Cada día se hace más difícil distinguir entre las muertes provocadas por “agentes naturales externos” y las muertes generadas en el “interior” de la sociedad industrial. Las influenzas, por ejemplo, son ya enfermedades generadas por virus que son creaciones naturales e industriales. Los virus de la gripe son el resultado de la combinación endiablada de formas que han ido de los humanos a las aves y a los cerdos, del movimiento entre estos últimos, y del retorno a los humanos en ciclos dominados por el azar (las mutaciones) que se repiten silenciosa y peligrosamente por todo el planeta.
Este fenómeno se ve promovido y acentuado por la existencia de los gigantescos confinamientos mediante los cuales la producción industrial genera los alimentos cárnicos (de aves, cerdos, bovinos, etcétera). Los “campos de concentración animal”, que son cada vez más la base de la maquinaria industrial productora de alimentos, que concentran miles y cientos de miles de animales para su sacrificio, son verdaderos focos para la incubación, mutación y recombinación de virus como el de la influenza.
Y las cifras son impresionantes. La especie humana mantiene alrededor de 2 mil millones de cerdos, 85 por ciento de los cuales están en China, Europa y Estados Unidos. Cada semana las bocas humanas consumen 23 millones de cerdos, buena parte de los cuales provienen de confinamientos masivos. Monopolios y monocultivos son dos formulaciones fuertemente emparentadas desde el surgimiento del capitalismo. Los cocteles para la gestación de nuevas formas virales están, pues, a la luz del día en las granjas industrializadas del mundo, no solamente las de cerdos, sino las de las aves (la influenza aviar) y las de los bovinos (recuérdese el mal de las vacas locas).
El riesgo de enfermedades no solamente está ligado con las cadenas alimenticias (y de ahí la necesidad de crear y extender sistemas agroecológicos de producción de alimentos sanos). Las diferentes ramas industriales generan sustancias tóxicas (solamente en Europa se han inventariado 40 mil) que se está demostrando son la causa, o parte de ella, de nuevos males, como ciertos tipos de cáncer, alergias y estado de depresión inmunológica. De ellos destacan los pesticidas, utilizados principalmente en los extensos y monótonos campos de cultivo agroindustrial.
Se define un pesticida como toda aquella sustancia que sirve para combatir los parásitos y las enfermedades de cultivos, ganado, animales domésticos, y del mismo ser humano. Los pesticidas surgieron a partir de la Segunda Guerra Mundial y son compuestos químicos (DDT, organoclorados, organofosforados y carbamatos) elaborados para exterminar plagas y enfermedades que afectan las grandes concentraciones humanas y las de sus plantas y animales domesticados. No obstante, los pesticidas no solamente afectan la salud humana, también generan impactos sobre los ciclos naturales y las especies. La extraña extinción de las abejas en extensas regiones de Estados Unidos y China al parecer ha sido provocada por estas sustancias.
El último diseño ligado a los extensos campos de cultivo agroindustriales son los organismos genéticamente modificados (alimentos transgénicos), que son creaciones derivadas de la biotecnología y de la genómica. Aunque no está aún demostrado que causen daño a quienes los consumen, su peligrosidad potencial radica en un nuevo tipo de contaminación: la genética, cuyos efectos son mucho más dificiles de detectar y controlar. En esta ocasión el ser humano, no Dios, juega con los dados de la vida misma al introducir al mundo de la naturaleza organismos que pueden provocar cambios inesperados sobre las poblaciones de las especies domesticadas y silvestres. En México el caso del maíz transgénico es un caso clave y dramático.
Los seres humanos estamos atrapados dentro de una encrucijada, en una vorágine de riesgos, que es el resultado del tamaño descomunal de la población, a la cual intenta alimentarse mediante formas (agroindustriales) que facilitan, a su vez, la proliferación de patógenos, que contaminan y afectan la salud humana y que amenazan con provocar transformaciones nunca antes vistas en la estructura genética de los organismos (transgénicos). Todo ello es parte de esta “gran pandemia” a la cual siempre terminaremos llegando. ¿Cuál es la curación posible a las infinitas pandemias en que han muerto millones?
vtoledo@oikos.unam.mx
Octavio Rodríguez Araujo: Una paradoja, muchas preguntas
n este tema de la influenza A/H1N1 hay una paradoja: nunca sabremos si las medidas profilácticas adoptadas por los gobiernos de México, comenzando por el del Distrito Federal, fueron correctas o exageradas.
Decidieron cerrar lugares públicos (escuelas, cines, teatros, restaurantes, puestos callejeros de comida –una barbaridad, pues el virus, según dijeron expertos, no prospera al aire libre–, algunas oficinas y hasta talleres, pero no bancos ni transportes cerrados con o sin aire acondicionado, ni otros lugares, donde, de acuerdo con las justificaciones sanitarias, podía haberse propagado el virus. Se resolvió abrir las escuelas de enseñanza media superior y superior el día 6 y las de primaria y secundaria a partir del 11 de mayo, cuando se había dicho que los más vulnerables eran jóvenes entre 20 y 45 años (rango de edades que luego cambió).
Se decretó alarma general cuando los diagnósticos médicos aún eran equivocados (81, 103, 149 y 159 casos mortales entre el 25 y 28 de abril), siendo que habían fallecido por el A/H1N1 menos de 20 personas, y en promedio 236 por neumonía en el mismo lapso, ya que anualmente mueren por esta infección alrededor de 21 mil 500 personas. En Estados Unidos mueren 36 mil personas cada año sólo de gripe, seguramente porque no han sido atendidas correctamente y se les convirtió en algo más grave (quizá neumonía).
La alarma cundió de tal manera que centenas de miles de defeños, si no millones, se encerraron en su casa o salieron a ciudades turísticas a hacer lo que se les prohibía en el Distrito Federal: ir a restaurantes, bares, antros, almacenes (que, sobre todo los supermercados, casi fueron saqueados en compras de pánico), en lugar de evitar que aquellos que pudieran estar contagiados propagaran el virus a otros estados de la República. Digamos que les dieron vacaciones salvo a los trabajadores cuyos centros laborales fueron obligados a cerrar (en la ciudad de México les dieron, a algunos, un salario mínimo para que su justificada molestia fuera mitigada, aunque poco). Los pobres, que son mayoría, y que según la Secretaría de Salud son los más vulnerables al contagio, no tienen casa de fin de semana en Cuernavaca ni dinero para abarrotar hoteles playeros. Los pusieron a ver televisión, con programación especial para que los niños no se aburrieran, porque también cerraron, junto con guarderías y escuelas, los lugares donde en vacaciones normales suelen llevarlos sus padres. Los cubrebocas, que sirven de poco, se acabaron y tuvieron que fabricar más; sin embargo, el domingo pasado la gente dejó de usarlos una vez que comenzó a entender que la voz de alarma no se correspondía con los casos certificados de contagio (el sábado los empleados de algunos supermercados que los portaban dejaron de llevarlos el domingo).
En el momento de escribir estas líneas aún no se sabe qué tan peligroso es el virus multicitado ni mucho menos por qué los fallecimientos se han dado principalmente en México cuando que en otros países, como Estados Unidos (con tres veces más habitantes que nuestro país), sólo se han cerrado temporalmente las escuelas donde se ha sospechado que podría haber contagio, y hasta ahora, sólo han muerto dos peronas. La Organización Mundial de la Salud, poco confiable en sus alarmas, pues con algo tiene que justificar su costoso mantenimiento (su presupuesto, pagado por casi 200 países, era de 842 mil 654 millones de dólares estadunidenses en el bienio 2002-2003), no ha ayudado gran cosa, salvo en propagar una especie de sicosis paranoica a la influenza que, ni de lejos, se parece a los casos anteriores después de que se descubrieron los antivirales (que mucha gente, lamentablemente, confunde con los antibióticos).
No suelo hacerme eco de las interpretaciones basadas en conspiraciones, pues éstas casi siempre son muy difíciles de probar, pero no logro entender por qué una gripe (toda influenza es una gripe), que ha resultado menos mortal que las que no han provocado alarmas, fue declarada epidemia y, en consecuencia, medidas en mi opinión exageradas que no sólo han afectado la economía del país (por lo menos perdimos medio punto del ya muy deteriorado PIB), sino a cientos de miles de personas. ¿Por qué no se aisló el virus cuando apareció en Perote, Veracruz, o donde se haya iniciado? Nunca sabremos si las medidas adoptadas por los gobiernos federal y varios estatales fueron correctas o no, ni tampoco si gracias a ellas es que pasean por el país miles de personas con buena salud o contagiando a otras. En 2000 y 2008 se habló de gripe australiana, fuimos contagiados muchos (yo en Europa en 2000), y no se denominó pandemia ni se declaró alarma de fase 5 o algo por el estilo. Como ocurre con las enfermedades virales, los virus cambian, a veces de un año a otro y esta vez se echó la culpa a los cerdos (aunque en Canadá, según se lee en La Jornada del 4 de mayo, una persona contagió a un cerdo) y hasta a las corbatas (Magister Córdova dixit).
Como era lógico, la epidemia se extendió y de dos o tres entidades federativas, al principio, pasó a 26 el lunes pasado. En un hospital, cuando ingresa un paciente altamente contagioso, se le aísla. En México, en lugar de aislar las ciudades e incluso los estados o regiones de éstos donde ya se había detectado el virus, se cerraron los lugares a donde podía ir la gente sin tomar en cuenta que es precisamente la gente la que contagia a los demás (llevara o no un puerquito en su maleta).
El 24 de abril se decretó que en 10 días, que se convirtieron en 12 (al 5 de mayo en la noche), ya no serían necesarias las medidas profilácticas. ¿Por qué un día antes sí? ¿Ya no se contagiará nadie? ¿Ya no morirá nadie por influenza A/H1N1? ¿Fue correcto lo que se hizo? ¿Cómo saber qué hubiera pasado si no se hubieran tomado las medidas que se impusieron? Imposible. Los hubiera no existen. Tendremos que quedarnos con esos 10-12 días de confusión y seguir como si nada hubiera pasado.
n este tema de la influenza A/H1N1 hay una paradoja: nunca sabremos si las medidas profilácticas adoptadas por los gobiernos de México, comenzando por el del Distrito Federal, fueron correctas o exageradas.
Decidieron cerrar lugares públicos (escuelas, cines, teatros, restaurantes, puestos callejeros de comida –una barbaridad, pues el virus, según dijeron expertos, no prospera al aire libre–, algunas oficinas y hasta talleres, pero no bancos ni transportes cerrados con o sin aire acondicionado, ni otros lugares, donde, de acuerdo con las justificaciones sanitarias, podía haberse propagado el virus. Se resolvió abrir las escuelas de enseñanza media superior y superior el día 6 y las de primaria y secundaria a partir del 11 de mayo, cuando se había dicho que los más vulnerables eran jóvenes entre 20 y 45 años (rango de edades que luego cambió).
Se decretó alarma general cuando los diagnósticos médicos aún eran equivocados (81, 103, 149 y 159 casos mortales entre el 25 y 28 de abril), siendo que habían fallecido por el A/H1N1 menos de 20 personas, y en promedio 236 por neumonía en el mismo lapso, ya que anualmente mueren por esta infección alrededor de 21 mil 500 personas. En Estados Unidos mueren 36 mil personas cada año sólo de gripe, seguramente porque no han sido atendidas correctamente y se les convirtió en algo más grave (quizá neumonía).
La alarma cundió de tal manera que centenas de miles de defeños, si no millones, se encerraron en su casa o salieron a ciudades turísticas a hacer lo que se les prohibía en el Distrito Federal: ir a restaurantes, bares, antros, almacenes (que, sobre todo los supermercados, casi fueron saqueados en compras de pánico), en lugar de evitar que aquellos que pudieran estar contagiados propagaran el virus a otros estados de la República. Digamos que les dieron vacaciones salvo a los trabajadores cuyos centros laborales fueron obligados a cerrar (en la ciudad de México les dieron, a algunos, un salario mínimo para que su justificada molestia fuera mitigada, aunque poco). Los pobres, que son mayoría, y que según la Secretaría de Salud son los más vulnerables al contagio, no tienen casa de fin de semana en Cuernavaca ni dinero para abarrotar hoteles playeros. Los pusieron a ver televisión, con programación especial para que los niños no se aburrieran, porque también cerraron, junto con guarderías y escuelas, los lugares donde en vacaciones normales suelen llevarlos sus padres. Los cubrebocas, que sirven de poco, se acabaron y tuvieron que fabricar más; sin embargo, el domingo pasado la gente dejó de usarlos una vez que comenzó a entender que la voz de alarma no se correspondía con los casos certificados de contagio (el sábado los empleados de algunos supermercados que los portaban dejaron de llevarlos el domingo).
En el momento de escribir estas líneas aún no se sabe qué tan peligroso es el virus multicitado ni mucho menos por qué los fallecimientos se han dado principalmente en México cuando que en otros países, como Estados Unidos (con tres veces más habitantes que nuestro país), sólo se han cerrado temporalmente las escuelas donde se ha sospechado que podría haber contagio, y hasta ahora, sólo han muerto dos peronas. La Organización Mundial de la Salud, poco confiable en sus alarmas, pues con algo tiene que justificar su costoso mantenimiento (su presupuesto, pagado por casi 200 países, era de 842 mil 654 millones de dólares estadunidenses en el bienio 2002-2003), no ha ayudado gran cosa, salvo en propagar una especie de sicosis paranoica a la influenza que, ni de lejos, se parece a los casos anteriores después de que se descubrieron los antivirales (que mucha gente, lamentablemente, confunde con los antibióticos).
No suelo hacerme eco de las interpretaciones basadas en conspiraciones, pues éstas casi siempre son muy difíciles de probar, pero no logro entender por qué una gripe (toda influenza es una gripe), que ha resultado menos mortal que las que no han provocado alarmas, fue declarada epidemia y, en consecuencia, medidas en mi opinión exageradas que no sólo han afectado la economía del país (por lo menos perdimos medio punto del ya muy deteriorado PIB), sino a cientos de miles de personas. ¿Por qué no se aisló el virus cuando apareció en Perote, Veracruz, o donde se haya iniciado? Nunca sabremos si las medidas adoptadas por los gobiernos federal y varios estatales fueron correctas o no, ni tampoco si gracias a ellas es que pasean por el país miles de personas con buena salud o contagiando a otras. En 2000 y 2008 se habló de gripe australiana, fuimos contagiados muchos (yo en Europa en 2000), y no se denominó pandemia ni se declaró alarma de fase 5 o algo por el estilo. Como ocurre con las enfermedades virales, los virus cambian, a veces de un año a otro y esta vez se echó la culpa a los cerdos (aunque en Canadá, según se lee en La Jornada del 4 de mayo, una persona contagió a un cerdo) y hasta a las corbatas (Magister Córdova dixit).
Como era lógico, la epidemia se extendió y de dos o tres entidades federativas, al principio, pasó a 26 el lunes pasado. En un hospital, cuando ingresa un paciente altamente contagioso, se le aísla. En México, en lugar de aislar las ciudades e incluso los estados o regiones de éstos donde ya se había detectado el virus, se cerraron los lugares a donde podía ir la gente sin tomar en cuenta que es precisamente la gente la que contagia a los demás (llevara o no un puerquito en su maleta).
El 24 de abril se decretó que en 10 días, que se convirtieron en 12 (al 5 de mayo en la noche), ya no serían necesarias las medidas profilácticas. ¿Por qué un día antes sí? ¿Ya no se contagiará nadie? ¿Ya no morirá nadie por influenza A/H1N1? ¿Fue correcto lo que se hizo? ¿Cómo saber qué hubiera pasado si no se hubieran tomado las medidas que se impusieron? Imposible. Los hubiera no existen. Tendremos que quedarnos con esos 10-12 días de confusión y seguir como si nada hubiera pasado.
Adolfo Sánchez Rebolledo: Siempre Cananea
Este primero de mayo nos quedamos sin desfile obrero. Ni los sindicatos oficialistas ni los independientes. Nada. Qué diferencia con aquellos tiempos cuando las grandes centrales pagaban costosas páginas enteras para felicitar al presidente de turno y abarrotaban los zócalos con las masas proletarias. Ya no.
Perdidas entre la danza de los números de la epidemia, se esconden las declaraciones huidizas de los líderes de Congreso del Trabajo, liberados de la obligación de hablar del empleo, los salarios, las carencias en materia de salud o cualquier otro tema alusivo a la fecha, cuya memoria se va como el agua por la coladera. Sólo unos pocos, esa minoría clasista que en México representa la dignidad obrera, capturan la resonancia simbólica del momento: Por primera vez desde 1913 en este primero de mayo de 2009 los trabajadores de la ciudad, del campo y los ciudadanos, en solidaridad con la situación de emergencia que padece la sociedad mexicana, no marcharemos, declara en un manifiesto el Movimiento Nacional por la Soberanía Alimentaria y Energética, los Derechos de los Trabajadores y las Libertades Democráticas.
La medida –no manifestarse– se toma con responsabilidad ante el justificado temor creado por la crisis sanitaria, pero sin concesiones a la paranoia que recorre los corrillos y las páginas de Internet. La vida es primero, en efecto, pero la situación de emergencia no puede ser pretexto para soslayar las injusticias no resueltas, afirman en el manifiesto con toda la razón. Y éstas se concentran en un nombre: Cananea:
“A casi 99 años del inicio de la primera revolución social del siglo XX, de la que los mineros de Cananea fueron precursores destacados, el gobierno federal ha escogido esta lucha minera por la libertad, la democracia y la autonomía sindical, como el escenario para una nueva agresión en contra del ejercicio del derecho de huelga de los trabajadores mexicanos.
La aberrante decisión de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje de dar por terminadas las relaciones de trabajo, tanto individuales como colectivas en la empresa Mexicana de Cananea, SA de CV, a pesar de la existencia de una huelga legal no resuelta, representa la continuación de una estrategia gubernamental orientada a golpear y someter al sindicalismo en general y al minero en particular, para favorecer los intereses de sus aliados empresariales, en este caso, el Grupo Industrial Minera México.
Después de 21 meses cumplidos de resistir todas las formas de agresión de la empresa, en clara connivencia con algunas autoridades del Trabajo, para los sindicalistas minerometalúricos es inocultable la existencia de un arreglo oligárquico entre los patrones y la autoridad política: “Nos hemos preguntado repetidas veces a qué obedece el empecinamiento en la embestida antisindical y antiminera de estos gobiernos de la derecha –escribe el primero de mayo el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMRM)–.
La respuesta parece obvia. El gobierno cómplice defiende a las empresas poderosas más retrógradas y más carentes de responsabilidad social, especialmente aquellas que aportaron fondos económicos para sus respectivas campañas electorales o para sus promociones. Con ello el gobierno pretende abrir una brecha en la política sindical mexicana, y echar adelante su contrarreforma patronal de la Ley Federal del Trabajo, que ya han anunciado como favorecedora de la clase patronal y enemiga de las garantías obreras fundamentales, como el derecho a la huelga, la autonomía y la libertad sindical, y la contratación colectiva. Quieren poner de rodillas a la clase trabajadora mexicana ante los dictados del gran capital.
En su declaración del Día del Trabajo, el Movimiento por la Soberanía Alimentaria y Energética coincide con otras fuerzas sociales que exigen un inmediato viraje en la política económica, dejando atrás los fallidos sueños de grandeza que nuestras realidades cotidianas se encargan de disipar. Causa irritación, en ese contexto, que el gobierno festeje la generación de 4 mil empleos, en el mes de marzo, cuando los empleos perdidos en el último semestre superan los 800 mil.
Anular al sindicato minero es parte de la estrategia de cero resistencia aplicada para contener los efectos sociales de la crisis. Al viejo panismo le repugnaba el viejo corporativismo sindical; al de hoy le importa oficiar como patrón sustituto en la tarea política de pastorear a los líderes hacia su propio redil azul. Está visto que el gobierno prefiere la flexibilidad de los sindicatos que le arriman el hombro, asi éstos claudiquen de su razón de ser, como viene ocurriendo con el poderoso SNTE, cuya actuación en la emergencia se limitó a prometer la recuperación de las clases perdidas y a solicitar la programación en radio y televisión de una barra educativa infantil y juvenil. A su manera, ésa es también una forma de decir: ¡gracias, señor Presidente!
P.D. La emergencia sanitaria no ha terminado. Hay lecciones muy positivas que deben subrayarse, pero salta a la vista la debilidad estructural de los sistemas de salud. Urge la universalización de la atención médica, la vuelta a la investigación científica y una gran labor educativa en todos los frentes.
Este primero de mayo nos quedamos sin desfile obrero. Ni los sindicatos oficialistas ni los independientes. Nada. Qué diferencia con aquellos tiempos cuando las grandes centrales pagaban costosas páginas enteras para felicitar al presidente de turno y abarrotaban los zócalos con las masas proletarias. Ya no.
Perdidas entre la danza de los números de la epidemia, se esconden las declaraciones huidizas de los líderes de Congreso del Trabajo, liberados de la obligación de hablar del empleo, los salarios, las carencias en materia de salud o cualquier otro tema alusivo a la fecha, cuya memoria se va como el agua por la coladera. Sólo unos pocos, esa minoría clasista que en México representa la dignidad obrera, capturan la resonancia simbólica del momento: Por primera vez desde 1913 en este primero de mayo de 2009 los trabajadores de la ciudad, del campo y los ciudadanos, en solidaridad con la situación de emergencia que padece la sociedad mexicana, no marcharemos, declara en un manifiesto el Movimiento Nacional por la Soberanía Alimentaria y Energética, los Derechos de los Trabajadores y las Libertades Democráticas.
La medida –no manifestarse– se toma con responsabilidad ante el justificado temor creado por la crisis sanitaria, pero sin concesiones a la paranoia que recorre los corrillos y las páginas de Internet. La vida es primero, en efecto, pero la situación de emergencia no puede ser pretexto para soslayar las injusticias no resueltas, afirman en el manifiesto con toda la razón. Y éstas se concentran en un nombre: Cananea:
“A casi 99 años del inicio de la primera revolución social del siglo XX, de la que los mineros de Cananea fueron precursores destacados, el gobierno federal ha escogido esta lucha minera por la libertad, la democracia y la autonomía sindical, como el escenario para una nueva agresión en contra del ejercicio del derecho de huelga de los trabajadores mexicanos.
La aberrante decisión de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje de dar por terminadas las relaciones de trabajo, tanto individuales como colectivas en la empresa Mexicana de Cananea, SA de CV, a pesar de la existencia de una huelga legal no resuelta, representa la continuación de una estrategia gubernamental orientada a golpear y someter al sindicalismo en general y al minero en particular, para favorecer los intereses de sus aliados empresariales, en este caso, el Grupo Industrial Minera México.
Después de 21 meses cumplidos de resistir todas las formas de agresión de la empresa, en clara connivencia con algunas autoridades del Trabajo, para los sindicalistas minerometalúricos es inocultable la existencia de un arreglo oligárquico entre los patrones y la autoridad política: “Nos hemos preguntado repetidas veces a qué obedece el empecinamiento en la embestida antisindical y antiminera de estos gobiernos de la derecha –escribe el primero de mayo el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMRM)–.
La respuesta parece obvia. El gobierno cómplice defiende a las empresas poderosas más retrógradas y más carentes de responsabilidad social, especialmente aquellas que aportaron fondos económicos para sus respectivas campañas electorales o para sus promociones. Con ello el gobierno pretende abrir una brecha en la política sindical mexicana, y echar adelante su contrarreforma patronal de la Ley Federal del Trabajo, que ya han anunciado como favorecedora de la clase patronal y enemiga de las garantías obreras fundamentales, como el derecho a la huelga, la autonomía y la libertad sindical, y la contratación colectiva. Quieren poner de rodillas a la clase trabajadora mexicana ante los dictados del gran capital.
En su declaración del Día del Trabajo, el Movimiento por la Soberanía Alimentaria y Energética coincide con otras fuerzas sociales que exigen un inmediato viraje en la política económica, dejando atrás los fallidos sueños de grandeza que nuestras realidades cotidianas se encargan de disipar. Causa irritación, en ese contexto, que el gobierno festeje la generación de 4 mil empleos, en el mes de marzo, cuando los empleos perdidos en el último semestre superan los 800 mil.
Anular al sindicato minero es parte de la estrategia de cero resistencia aplicada para contener los efectos sociales de la crisis. Al viejo panismo le repugnaba el viejo corporativismo sindical; al de hoy le importa oficiar como patrón sustituto en la tarea política de pastorear a los líderes hacia su propio redil azul. Está visto que el gobierno prefiere la flexibilidad de los sindicatos que le arriman el hombro, asi éstos claudiquen de su razón de ser, como viene ocurriendo con el poderoso SNTE, cuya actuación en la emergencia se limitó a prometer la recuperación de las clases perdidas y a solicitar la programación en radio y televisión de una barra educativa infantil y juvenil. A su manera, ésa es también una forma de decir: ¡gracias, señor Presidente!
P.D. La emergencia sanitaria no ha terminado. Hay lecciones muy positivas que deben subrayarse, pero salta a la vista la debilidad estructural de los sistemas de salud. Urge la universalización de la atención médica, la vuelta a la investigación científica y una gran labor educativa en todos los frentes.
Asa Cristina Laurell: Sistema de Salud e inseguridad Sanitaria
La concepción, organización y financiamiento de los sistemas de salud repercuten directamente en el nivel de seguridad sanitaria de un país y en la protección de su pueblo. Esta seguridad se construye desde abajo, con un sistema integrado de servicios de salud, así como con la producción e incorporación de los avances científicos requeridos.
Para alcanzar un alto grado de seguridad sanitaria es necesario fomentar una cultura de salud, basada en un proceso diario de educación de la población y de difusión para que la gente sepa qué es normal, qué medidas tomar y cuándo recurrir a los servicios de salud. Éstos, a su vez, deben registrar y vigilar sistemáticamente qué ocurre en su territorio de responsabilidad con el propósito de tomar medidas oportunas e informar y orientar a las personas, así como a los propios trabajadores del sector.
Es también preciso que existan mecanismos para ofrecer la atención médica necesaria de la complejidad requerida sin ningún obstáculo económico, geográfico o burocrático. Con ello se logra la óptima interacción entre la institución de salud y los ciudadanos que es la única base para construir una relación de confianza, la cual contrarresta eficazmente el miedo o el pánico ante lo desconocido.
Todo esto parece obvio, pero pocos sistemas de salud lo logran justamente por su concepción, organización y financiamiento. En rigor, sólo el sistema público único de salud cumple todos los aspectos señalados, mientras las reformas de salud bajo la lógica mercantil y de competencia crean una lógica institucional que tiende a desmontar esos elementos necesarios.
Al concebir un sistema que se centra en la atención del individuo y en el cual el dinero sigue al enfermo a la institución, pública o privada, donde se atiende, estamos ante un incentivo perverso. Su primera víctima es la salud colectiva, la de la comunidad y con ello la seguridad sanitaria del pueblo.
En 1983 se inició un grave desfinanciamiento de todas las instituciones públicas, incluyendo las de seguridad social, como resultado de la política neoliberal de ajuste y cambio estructural adoptado por México con la crisis de 1982. Resultó en un deterioro institucional creciente y la destrucción del tejido sanitario. Luego la concepción mercantil y de competencia del sistema público de salud se impuso, primero, con la reforma de la Ley del Seguro Social en 1995, culminó con el Seguro Popular, creado en 2004, y se completó con la reforma de la Ley del ISSSTE en 2007.
La Secretaría de Salud (Ssa) federal es la autoridad sanitaria nacional, con la coadyuvancia de los sistemas estatalesen la materia, y la responsable de la vigilancia epidemiológica, así como de tomar las medidas necesarias para controlar brotes epidémicos. Para ello cuenta con protocolos y planes establecidos como en el caso de la influenza, particularmente de las nuevas cepas. El punto de arranque es siempre el reporte de un caso sospechoso. Si las personas no tienen dónde atenderse o no lo hacen por falta de dinero, o no son diagnosticados correctamente o acuden a un médico privado, los casos índice nunca se descubren y no pasa nada mientras no haya un brote inocultable. La falta de atención y los errores diagnósticos ponen además en riesgo a la persona enferma y su entorno.
El Seguro Popular (SP) incrementó los recursos financieros públicos para salud, pero la lógica de asignación del nuevo dinero es darlo según el número de personas inscritas y utilizarlo en su atención. Además se prepara la transferencia de parte de los fondos a prestadores privados en aras de la competencia. Esto ha causado un desgarramiento de la base misma de la protección sanitaria que descansa en el personal de los centros de salud y las jurisdicciones sanitarias. Se premia la atención médica y se relega el andamiaje sanitario: búsqueda activa de casos, revisión de expedientes, reporte oportuno de casos, estudio de los contactos para su aislamiento y tratamiento, así como cercos epidemiológicos necesarios, acciones que se realizan por enfermeras de campo, trabajadoras sociales y médicos.
Aún existe un gran número de personas que no pueden pagar el servicio. Incluso Lancet en su edición online acaba de publicar (8/4/09) que los asegurados del SP no reciben más servicios que los no asegurados, al contrario de lo que sucede en el resto del mundo, donde la abolición del pago directo incrementa la demanda y el acceso (Bulletin WHO, 86:839–848, 2008).
Otra evidencia de la disfuncionalidad del SP es que se tuvo que hacer un decreto especial para incluir a la influenza A/H1N1 entre las pocas enfermedades de gasto catastrófico reconocidas, con la finalidad de eximir a los contactos y los enfermos del pago de sus pruebas de laboratorio y el tratamiento, incluyendo el profiláctico.
salud@gobiernolegitimo.org
La concepción, organización y financiamiento de los sistemas de salud repercuten directamente en el nivel de seguridad sanitaria de un país y en la protección de su pueblo. Esta seguridad se construye desde abajo, con un sistema integrado de servicios de salud, así como con la producción e incorporación de los avances científicos requeridos.
Para alcanzar un alto grado de seguridad sanitaria es necesario fomentar una cultura de salud, basada en un proceso diario de educación de la población y de difusión para que la gente sepa qué es normal, qué medidas tomar y cuándo recurrir a los servicios de salud. Éstos, a su vez, deben registrar y vigilar sistemáticamente qué ocurre en su territorio de responsabilidad con el propósito de tomar medidas oportunas e informar y orientar a las personas, así como a los propios trabajadores del sector.
Es también preciso que existan mecanismos para ofrecer la atención médica necesaria de la complejidad requerida sin ningún obstáculo económico, geográfico o burocrático. Con ello se logra la óptima interacción entre la institución de salud y los ciudadanos que es la única base para construir una relación de confianza, la cual contrarresta eficazmente el miedo o el pánico ante lo desconocido.
Todo esto parece obvio, pero pocos sistemas de salud lo logran justamente por su concepción, organización y financiamiento. En rigor, sólo el sistema público único de salud cumple todos los aspectos señalados, mientras las reformas de salud bajo la lógica mercantil y de competencia crean una lógica institucional que tiende a desmontar esos elementos necesarios.
Al concebir un sistema que se centra en la atención del individuo y en el cual el dinero sigue al enfermo a la institución, pública o privada, donde se atiende, estamos ante un incentivo perverso. Su primera víctima es la salud colectiva, la de la comunidad y con ello la seguridad sanitaria del pueblo.
En 1983 se inició un grave desfinanciamiento de todas las instituciones públicas, incluyendo las de seguridad social, como resultado de la política neoliberal de ajuste y cambio estructural adoptado por México con la crisis de 1982. Resultó en un deterioro institucional creciente y la destrucción del tejido sanitario. Luego la concepción mercantil y de competencia del sistema público de salud se impuso, primero, con la reforma de la Ley del Seguro Social en 1995, culminó con el Seguro Popular, creado en 2004, y se completó con la reforma de la Ley del ISSSTE en 2007.
La Secretaría de Salud (Ssa) federal es la autoridad sanitaria nacional, con la coadyuvancia de los sistemas estatalesen la materia, y la responsable de la vigilancia epidemiológica, así como de tomar las medidas necesarias para controlar brotes epidémicos. Para ello cuenta con protocolos y planes establecidos como en el caso de la influenza, particularmente de las nuevas cepas. El punto de arranque es siempre el reporte de un caso sospechoso. Si las personas no tienen dónde atenderse o no lo hacen por falta de dinero, o no son diagnosticados correctamente o acuden a un médico privado, los casos índice nunca se descubren y no pasa nada mientras no haya un brote inocultable. La falta de atención y los errores diagnósticos ponen además en riesgo a la persona enferma y su entorno.
El Seguro Popular (SP) incrementó los recursos financieros públicos para salud, pero la lógica de asignación del nuevo dinero es darlo según el número de personas inscritas y utilizarlo en su atención. Además se prepara la transferencia de parte de los fondos a prestadores privados en aras de la competencia. Esto ha causado un desgarramiento de la base misma de la protección sanitaria que descansa en el personal de los centros de salud y las jurisdicciones sanitarias. Se premia la atención médica y se relega el andamiaje sanitario: búsqueda activa de casos, revisión de expedientes, reporte oportuno de casos, estudio de los contactos para su aislamiento y tratamiento, así como cercos epidemiológicos necesarios, acciones que se realizan por enfermeras de campo, trabajadoras sociales y médicos.
Aún existe un gran número de personas que no pueden pagar el servicio. Incluso Lancet en su edición online acaba de publicar (8/4/09) que los asegurados del SP no reciben más servicios que los no asegurados, al contrario de lo que sucede en el resto del mundo, donde la abolición del pago directo incrementa la demanda y el acceso (Bulletin WHO, 86:839–848, 2008).
Otra evidencia de la disfuncionalidad del SP es que se tuvo que hacer un decreto especial para incluir a la influenza A/H1N1 entre las pocas enfermedades de gasto catastrófico reconocidas, con la finalidad de eximir a los contactos y los enfermos del pago de sus pruebas de laboratorio y el tratamiento, incluyendo el profiláctico.
salud@gobiernolegitimo.org
Mauricio Valero
Recluidos aunque no estamos enfermos
Es largo el relato de todo lo que nos ha sucedido a Rita, mi esposa, y a mí. Llegamos a Tokio el 1 de mayo, procedentes de la ciudad de México, con mucha ilusión por conocer parte de Asia.
El 5 de mayo tomamos el avión para Beijing, no sin antes conocer la situación dentro de China. Un sobrino nuestro trabaja precisamente en Beijing y su esposa nació allá. Nos dijeron que no habría mayor inconveniente, que únicamente nos tomarían la temperatura al bajar del avión. Y así... no fue.
Nos bajaron del avión fuera de plataforma como si de veras tuviéramos algo maligno. Nos subieron a mi esposa y a mí en una camioneta y llegamos a un lugar que me imagino es la enfermería del aeropuerto. Nos hicieron muchísimas preguntas y llenaron cuestionarios e informes. Nos ofrecieron agua y después de dos horas de estar en ese lugar nos dijeron en inglés que nos llevarían a un hotel para cumplir con una cuarentena. Nuestro corazón palpitaba más en cada momento por la incapacidad ya no de salir de ahí, sino de transmitir ideas y de que nos pudieran entender.
Llegamos a un hotel que se llama Guomen, a 20 minutos del aeropuerto. Nos tuvieron dentro de una ambulancia cerca de dos horas con un calor tremendo. Finalmente hicieron que nos bajáramos y nos llevaron a una habitación, con su ventana hacia un jardín, donde no hay nada. No tenemos aire acondicionado; la comida ha sido... no sé si mala, pero no a la que estamos acostumbrados: sin sabor. Cada vez que tocan la puerta sufrimos un sobresalto, no porque nos hayan tratado mal sino porque no sabemos el próximo episodio. Lo que sí puedo contar es que llegamos en perfectas condiciones de salud y continuamos hasta este momento recluidos, sin más.
Estamos angustiados y más molestos por este confinamiento, del cual desconocemos la razón ya que estamos en perfectas condiciones de salud. Se nos viene a la cabeza pensar: ¿qué sucedería si enfermamos por cualquier razón? Más por el estrés que traemos ya puesto de camisa. Queremos salir de aquí, eso es lo que pensamos a cada momento.
Este confinamiento nos ha servido a Rita y a mí para unirnos, platicar de todo pero, sobre todo, ver lo bueno de lo bueno. Nuestra actitud es positiva y seguirá siendo así hasta que podamos regresar a nuestro México. Hay muchos detalles que estoy escribiendo para poder recordar, después de aprender algo aunque sea de esta manera. Nos han tratado bien, pero quienes mejores han sido son las personas de la embajada de México en Beijing.
Nuestro cónsul ,Tadeo Berjón, y Alberto Limas han ayudando a los que nos encontramos en China. Nos han dado alimentos y algunas cosas que hemos necesitado.
Ciudadano mexicano en China
El 5 de mayo tomamos el avión para Beijing, no sin antes conocer la situación dentro de China. Un sobrino nuestro trabaja precisamente en Beijing y su esposa nació allá. Nos dijeron que no habría mayor inconveniente, que únicamente nos tomarían la temperatura al bajar del avión. Y así... no fue.
Nos bajaron del avión fuera de plataforma como si de veras tuviéramos algo maligno. Nos subieron a mi esposa y a mí en una camioneta y llegamos a un lugar que me imagino es la enfermería del aeropuerto. Nos hicieron muchísimas preguntas y llenaron cuestionarios e informes. Nos ofrecieron agua y después de dos horas de estar en ese lugar nos dijeron en inglés que nos llevarían a un hotel para cumplir con una cuarentena. Nuestro corazón palpitaba más en cada momento por la incapacidad ya no de salir de ahí, sino de transmitir ideas y de que nos pudieran entender.
Llegamos a un hotel que se llama Guomen, a 20 minutos del aeropuerto. Nos tuvieron dentro de una ambulancia cerca de dos horas con un calor tremendo. Finalmente hicieron que nos bajáramos y nos llevaron a una habitación, con su ventana hacia un jardín, donde no hay nada. No tenemos aire acondicionado; la comida ha sido... no sé si mala, pero no a la que estamos acostumbrados: sin sabor. Cada vez que tocan la puerta sufrimos un sobresalto, no porque nos hayan tratado mal sino porque no sabemos el próximo episodio. Lo que sí puedo contar es que llegamos en perfectas condiciones de salud y continuamos hasta este momento recluidos, sin más.
Estamos angustiados y más molestos por este confinamiento, del cual desconocemos la razón ya que estamos en perfectas condiciones de salud. Se nos viene a la cabeza pensar: ¿qué sucedería si enfermamos por cualquier razón? Más por el estrés que traemos ya puesto de camisa. Queremos salir de aquí, eso es lo que pensamos a cada momento.
Este confinamiento nos ha servido a Rita y a mí para unirnos, platicar de todo pero, sobre todo, ver lo bueno de lo bueno. Nuestra actitud es positiva y seguirá siendo así hasta que podamos regresar a nuestro México. Hay muchos detalles que estoy escribiendo para poder recordar, después de aprender algo aunque sea de esta manera. Nos han tratado bien, pero quienes mejores han sido son las personas de la embajada de México en Beijing.
Nuestro cónsul ,Tadeo Berjón, y Alberto Limas han ayudando a los que nos encontramos en China. Nos han dado alimentos y algunas cosas que hemos necesitado.
Ciudadano mexicano en China
Miguel Carbonell
Miedo
La sensación de inseguridad, de temor, de miedo nos rodea. Vivir en México ya implica, en condiciones “normales”, estar expuesto a una buena cantidad de riesgos, pero la emergencia sanitaria de las últimas semanas ha acentuado nuestra vulnerabilidad.
Lo que la influenza ha traído es un riesgo de cierta forma nuevo, porque el peligro es difuso. No sabemos dónde está el virus. Sospechamos del vecino que en el Metro estornuda. O del familiar que de pronto se queja de malestar en las articulaciones. Uno mismo se empieza a preguntar si el dolor de cabeza que siente es normal o si ya se está prolongando más de lo razonable.
Por eso la sensación de miedo se incrementa, porque le tememos a algo desconocido, algo que está difuso, disperso, que es poco claro. Sabemos de la amenaza pero no podemos verla. Sospechamos que se puede colar en nuestra vivienda, en el coche, en el carrito del supermercado.
Fue Ulrich Beck, el destacado sociólogo alemán, quien en los 80 del siglo pasado comenzó a hablar de la “sociedad del riesgo”. Años después, perfeccionando su tesis, se refirió a la sociedad del “riesgo global”. Y esa es la otra novedad (al menos para México) de la epidemia de influenza: la capacidad de globalización de los gérmenes. Un virus puede trasladarse en días por todo el planeta, dejando a su paso una estela de zozobra y miedo incalculables. Por eso Zygmunt Bauman, el prestigioso profesor polaco, habla de miedo líquido, el que se filtra por los intersticios de nuestra vida, que impregna nuestra existencia desde todos los flancos que vamos dejando abiertos.
Lo curioso de todo es que la capacidad mortífera de nuevos riesgos no es nada fácil de precisar. Hay datos que aseguran que cada día mueren 41 personas en México por enfermedades respiratorias (gripes, neumonías, etcétera). Es decir, la influenza no ha traído un aumento alarmante o estratosférico de la mortalidad. Cada día en nuestro país se cometen 24 homicidios en promedio, según la cifra acumulada en los últimos 10 años. Nadie parece sorprenderse por eso, pese a que es un dato que supera el número de muertos que hubo en los atentados de las torres gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
Sin embargo, nuestra reacción frente a la influenza, nuestra sensación de miedo, el estrés que ha provocado y la cobertura mediática a su alrededor han sido muy altas debido a la sensación de desconocimiento. No sabíamos a ciencia cierta de qué se trataba. Hubo rumores de desabasto de medicinas, de hospitales con cientos de muertos en sus puertas, de una expansión incontrolada en las escuelas. Nada de eso fue cierto, pero la sensación de temor ya nadie nos la puede quitar.
Por si fuera poco, durante los primeros días de la epidemia se hablaba de un nuevo corte del suministro de agua en el DF; hubo apagones de luz en varias colonias de la ciudad; un temblor de casi seis grados en la escala de Richter. Todo parecía conjugarse en nuestra contra.
Hay quien sospecha del origen de la epidemia, lanzando ideas sobre un complot político. No ha faltado quien recuerde que de lo que se trata es de lanzar amenazas como una forma de estimular el consumo de ciertos productos o alentar los prejuicios contra cierto país o contra cierto destino turístico. Cientos de personas piensan: ¿si ya nos han mentido anteriormente cómo sabemos que no nos están mintiendo ahora?
Y todavía falta un buen trecho para ver la luz al final del túnel. La pregunta que nadie quiere hacerse es: ¿cuándo podrán las cosas volver a su absoluta normalidad? ¿Será que el virus llegó para quedarse y durante meses no podremos saludar de mano o dar besos a nuestras amistades? ¿Cuándo podremos ir tranquilamente, como lo solíamos hacer, al cine, al teatro o al restaurante, sin sospechar que quien se sienta junto a nosotros puede transmitirnos el virus si estornuda?
La buena noticia es que el gobierno de la ciudad ha ordenado que se ponga en marcha un proceso de limpieza intensiva de los espacios públicos en la ciudad. En buena hora. Lo podrían haber hecho hace años y a lo mejor nos hubieran ahorrado muchas muertes. No estaremos seguros del todo, pero al menos estaremos un poco más limpios que antes. Algo es algo.
www.miguelcarbonell.com
Investigador del IIJ-UNAM
Lo que la influenza ha traído es un riesgo de cierta forma nuevo, porque el peligro es difuso. No sabemos dónde está el virus. Sospechamos del vecino que en el Metro estornuda. O del familiar que de pronto se queja de malestar en las articulaciones. Uno mismo se empieza a preguntar si el dolor de cabeza que siente es normal o si ya se está prolongando más de lo razonable.
Por eso la sensación de miedo se incrementa, porque le tememos a algo desconocido, algo que está difuso, disperso, que es poco claro. Sabemos de la amenaza pero no podemos verla. Sospechamos que se puede colar en nuestra vivienda, en el coche, en el carrito del supermercado.
Fue Ulrich Beck, el destacado sociólogo alemán, quien en los 80 del siglo pasado comenzó a hablar de la “sociedad del riesgo”. Años después, perfeccionando su tesis, se refirió a la sociedad del “riesgo global”. Y esa es la otra novedad (al menos para México) de la epidemia de influenza: la capacidad de globalización de los gérmenes. Un virus puede trasladarse en días por todo el planeta, dejando a su paso una estela de zozobra y miedo incalculables. Por eso Zygmunt Bauman, el prestigioso profesor polaco, habla de miedo líquido, el que se filtra por los intersticios de nuestra vida, que impregna nuestra existencia desde todos los flancos que vamos dejando abiertos.
Lo curioso de todo es que la capacidad mortífera de nuevos riesgos no es nada fácil de precisar. Hay datos que aseguran que cada día mueren 41 personas en México por enfermedades respiratorias (gripes, neumonías, etcétera). Es decir, la influenza no ha traído un aumento alarmante o estratosférico de la mortalidad. Cada día en nuestro país se cometen 24 homicidios en promedio, según la cifra acumulada en los últimos 10 años. Nadie parece sorprenderse por eso, pese a que es un dato que supera el número de muertos que hubo en los atentados de las torres gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
Sin embargo, nuestra reacción frente a la influenza, nuestra sensación de miedo, el estrés que ha provocado y la cobertura mediática a su alrededor han sido muy altas debido a la sensación de desconocimiento. No sabíamos a ciencia cierta de qué se trataba. Hubo rumores de desabasto de medicinas, de hospitales con cientos de muertos en sus puertas, de una expansión incontrolada en las escuelas. Nada de eso fue cierto, pero la sensación de temor ya nadie nos la puede quitar.
Por si fuera poco, durante los primeros días de la epidemia se hablaba de un nuevo corte del suministro de agua en el DF; hubo apagones de luz en varias colonias de la ciudad; un temblor de casi seis grados en la escala de Richter. Todo parecía conjugarse en nuestra contra.
Hay quien sospecha del origen de la epidemia, lanzando ideas sobre un complot político. No ha faltado quien recuerde que de lo que se trata es de lanzar amenazas como una forma de estimular el consumo de ciertos productos o alentar los prejuicios contra cierto país o contra cierto destino turístico. Cientos de personas piensan: ¿si ya nos han mentido anteriormente cómo sabemos que no nos están mintiendo ahora?
Y todavía falta un buen trecho para ver la luz al final del túnel. La pregunta que nadie quiere hacerse es: ¿cuándo podrán las cosas volver a su absoluta normalidad? ¿Será que el virus llegó para quedarse y durante meses no podremos saludar de mano o dar besos a nuestras amistades? ¿Cuándo podremos ir tranquilamente, como lo solíamos hacer, al cine, al teatro o al restaurante, sin sospechar que quien se sienta junto a nosotros puede transmitirnos el virus si estornuda?
La buena noticia es que el gobierno de la ciudad ha ordenado que se ponga en marcha un proceso de limpieza intensiva de los espacios públicos en la ciudad. En buena hora. Lo podrían haber hecho hace años y a lo mejor nos hubieran ahorrado muchas muertes. No estaremos seguros del todo, pero al menos estaremos un poco más limpios que antes. Algo es algo.
www.miguelcarbonell.com
Investigador del IIJ-UNAM
Rosario Ibarra
¿Día de las Madres?
El pueblo mexicano, el noble y generoso pueblo mexicano, se pregunta (me consta) que de quién o de quiénes fueron las ideas de dedicar un día del año a la bandera, otro al soldado, otro al maestro, uno más al padre, otro al niño y (¡claro!), entre los del resto del año (todos ocupados con dedicatorias), no podía quedar fuera la madre...
Algunos de los días fueron marcados en el calendario por hechos gloriosos, por batallas libertarias, por sacrificios sublimes, por acciones dignas de cantares de gesta, y muchos porque señalan el inicio de la vida de algún prócer o la tristeza de su ocaso.
En esas fechas, me comentaba un joven estudiante, “la verdad, da pena ajena”, y seguía su dolorido relato de lo frustrante que ha sido para él y para muchos de sus condiscípulos la obligación de asistir a actos oficiales en los que “se rinden honores” a personajes históricos, a quienes los encaramados en el poder aborrecen porque jamás podrán hacerse merecedores del cariño y de la admiración que a aquéllos prodiga el pueblo, a pesar del tiempo transcurrido desde su muerte, pero —sobre todo— porque dejaron sus huellas justicieras en leyes y en actos señeros que los nuevos “mercantilistas” nunca llegarán a hacer. Qué es el Día de la Madre sino un espacio enorme del mercantilismo más voraz, decía el joven estudiante. Y agregaba: “¡Ay, Jesús, hacen falta tu látigo y tu indeclinable vocación por el bien!”.
Charlamos un poco más y me maravilló su temprana madurez y su aversión a la codicia, a la trapacería “vigente” (recalcó) y a la mentira. Sus palabras y su preocupación por los desvalidos, por los pobres, por los explotados de siempre, sacó del archivo de mi memoria la página siempre presente ante la injusticia de todos los años no tan lejanos, en los que muchos jóvenes como él soñaron y lucharon por un mundo mejor, por una patria digna, con hombres y mujeres libres y felices, pero que los malos gobiernos, sordos y ensoberbecidos, atacaron con saña monstruosa y los encerraron en los sótanos de las instalaciones del Ejército y en las bases navales de la Armada… y sus rostros y sus nombres desfilaron en mi mente, siempre presentes, siempre cercanos, siempre la razón natural de la lucha de todas las que como yo son o fueron sus madres… porque algunas ya partieron por la senda que no tiene retorno.
Vi alejarse al joven estudiante y me quedé pensando en mis hermanas, en mis compañeras de lucha, en las que aún están aquí y en las que antes de morir nos pidieron que siguiéramos luchando por rescatar a sus hijos.
En imágenes clarísimas, como si fueran enormes fotografías, se aposentaron en mi mente todas ellas: Delia, Lichita, Laura, la doña Corral, Alicia, Elenita, doña Thelma, Chuyita… pero un nudo en la garganta y un río de lágrimas que quemaban mi rostro me detuvieron en aquel recuento terrible de dolor y de rabia mal contenida.
Sequé mi llanto, apacigüe mi dolor y me puse a leer cuanto tenía pendiente, que se apilaba en una enorme maleta que traje a Monterrey, para no dejar sin atender solicitud alguna de atención y de apoyo, de los cientos que llegan a mi oficina.
Era ya noche cuando terminé y el viento cálido de la tarde se iba tornando de una frescura deliciosa. Salí a la acera y contemplé la enhiesta figura del cerro de la Silla, el cielo oscuro salpicado de estrellas y una luna “turca” brillante, esplendorosa… tantas veces, durante muchos años contemplada por mí al lado de los míos.
Una nostalgia enorme por los años felices me fue llenando y un nuevo llanto apacible, lento, saturado del frescor del viento, corrió por mis mejillas. Sonaron las campanas en la iglesia vecina y, como en otros días, volví los ojos hacia la plaza aledaña y en el recuerdo que no muere del hijo que siempre reclamo, en mi mente lo vi como entonces, caminando a grandes pasos, con el rostro bañado de sonrisa y la mirada brillante de juventud y de dicha.
Así lo guardo siempre en los recuerdos, y adolorida y tenaz lucho por su vida y por su libertad, todos los días del año, porque mis compañeras y yo siempre somos madres…. Por eso preguntamos a los mercaderes: ¿Día de las Madres?
Dirigente del comité ¡Eureka!
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