Su segundo problema del que estamos saliendo con determinación
es la crisis económica que, mientras no sea superada cabalmente en Estados Unidos, tampoco lo será en México, dada nuestra creciente dependencia de la economía de ese país. Pero tampoco será superada en nuestro país con las políticas que se han seguido hasta ahora. Los datos optimistas que nos presentan las autoridades económicas soslayan que sus comparaciones se basan en los primeros meses de 2009, es decir el año en que la actividad económica disminuyó casi 10 por ciento en relación con el mismo periodo de 2008. Por si no fuera suficiente, el empleo no eventual ha aumentado en cantidades minúsculas, en tanto que los precios de bienes y servicios han crecido y el costo de la canasta básica alimentaria subió a 156.76 pesos (La Jornada, 4/05/10). El consumo interno, por lo tanto, ha disminuido y cientos de pequeñas y medianas empresas se han visto obligadas a cerrar. A esto debe agregarse que las remesas de nuestros paisanos que trabajan en Estados Unidos también han disminuido.
En el campo las cosas no han estado mejor. La sequía y la disminución de créditos han depauperado a millones de mexicanos y nuestros productos agrícolas no han fluido con igual intensidad, dada la situación económica del vecino norteño y la disminución del poder adquisitivo de los mexicanos.
La actividad económica de México, sobre todo en el rubro del comercio establecido (que paga impuestos), también se ha visto afectada por la inseguridad y por el crecimiento de la economía informal (que evade impuestos), tanto en giros legales como ilegales (contrabando, por ejemplo). La guerra contra el crimen organizado ha cobrado más de 22 mil vidas y no se le ve salida a corto y mediano plazos. Del respeto a los derechos humanos, de la formación de grupos paramilitares, de la muerte de periodistas, de leyes restrictivas que invaden o tratan de invadir la esfera de lo privado, y más, mejor ya no hablamos: nunca, en los últimos 70 años, hemos estado peor que ahora, salvo el pequeñísimo porcentaje de empresarios que hace 40 años no habían soñado con tener las riquezas que tienen.
Bien señaló Pablo González Casanova (2/05/10) que es ingenuo pensar que el capitalismo respetará la democracia y la soberanía de los países más o menos subdesarrollados y las democracias; que acabará con el analfabetismo y la miseria, las pandemias y las epidemias, las hambrunas y los pueblos hambrientos, los enfermos sin médicos y sin medicinas, los jóvenes sin empleos y sin escuelas, las familias sin techos, sin servicios y sin basura
. Semejante apreciación es la de Michael Moore refiriéndose a Estados Unidos en su documental Capitalism: a love story (2009), en el que demuestra que el sistema en su país, el más poderoso del mundo, tampoco tiene salidas para las mayorías de su población, todo lo contrario.
En la esfera de la política las cosas no son mejores. Los partidos están dominados por grupos oligárquico-burocráticos que sólo ven para su santo, con independencia de posiciones ideológicas y políticas definidas y diferenciadas. Las elecciones locales de este año están demostrando lo que ya se suponía, que los partidos no existen, sólo sus dirigentes, y que éstos no tienen empacho en proponer como candidatos a quienes piensan que pueden ganar votos, no realizar propuestas en favor de la población.
El Congreso de la Unión no ha sido capaz, hasta ahora, de presentar y aprobar reformas necesarias y alternativas a las propuestas por el Ejecutivo en materia fiscal, laboral, de telecomunicaciones y medios en general, e incluso en el orden de la política y las instituciones. Como se decía antes, todo quedó en la congeladora (más de 700 iniciativas); y sólo se espera que no se vaya la luz, pues se echarán a perder. Para colmo, algunas iniciativas que fueron aprobadas en la Cámara de Diputados no fueron ratificadas en el Senado, y viceversa (en la primera cámara dominan los priístas, en la segunda los panistas).
¿Ante este panorama, será cierto, como dijo Calderón, que México está en excelente lugar para convertirse en una de las economías más competitivas del mundo? Yo no lo creo, ¿le habrán creído los empresarios a los que se dirigió en Berlín?
Los pronósticos formulados el pasado martes por el titular de la Secretaría de Gobernación, Fernando Gómez Mont, quien aseguró en Washington que el ciclo de la violencia en México
va a disminuir en algún momento del próximo mes, y que las cifras relacionadas con las actividades del crimen organizado bajarán
tal vez a finales de este año, fueron desmentidos ayer por funcionarios estadunidenses reunidos en el Capitolio: el subdirector de inteligencia de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), Anthony Placido, indicó que el gobierno de ese país espera un recrudecimiento de la violencia en México antes de que se alcance una pacificación duradera; en la misma tesitura, el director adjunto de la división de investigación criminal de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) Kevin Perkins, declaró que la
horripilante violencia en México podría empeorar antes de mejorar, en tanto que David Johnson, secretario de Estado adjunto para asuntos de lucha contra las drogas, señaló que
seguiremos viendo másviolencia en la medida que persista la estrategia de seguridad vigente.
Tal discordancia en torno a la violencia en nuestro país deja ver la improcedencia de elaborar pronósticos como los referidos: si bien cualquier bando beligerante debe planificar sus acciones en caso de un conflicto armado, la guerra en sí –y las autoridades nacionales califican como tal la confrontación en curso con los grupos delictivos– es, por su propia naturaleza, impredecible e imposible de planificar y de reducir a plazos.
En otro sentido, llama la atención el señalamiento del presidente Felipe Calderón, quien criticó ayer a quienes regatean los aportes, los logros y sacrificios de las fuerzas armadas o que ponen en duda su enorme contribución en la fortaleza de la República
.
Tales declaraciones son lamentables porque omiten los atropellos cometidos por efectivos castrenses y policiales contra civiles en el contexto de la cruzada antinarco, que en no pocas ocasiones han derivado en la muerte de personas inocentes, y porque con ello alimenta la percepción de que, para el gobierno en turno, esos decesos carecen de importancia o bien son consideradas daños colaterales
inevitables y hasta necesarios.
Por lo demás, los señalamientos críticos por la movilización policiaco-militar en curso y los llamados a devolver a los soldados a los cuarteles no evidencian intento alguno por negar o minimizar aportes, logros o sacrificios de las fuerzas armadas en beneficio del país, ni por regatearles arrojo, disciplina e institucionalidad. Tales expresiones, por el contrario, se han concentrado en señalar el despropósito y el carácter contraproducente de involucrar a las fuerzas armadas en tareas que les son constitucionalmente ajenas, y han ido principalmente dirigidas a los mandos civiles, que son los que dan las órdenes y en quienes recae, por tanto, la responsabilidad última por las violaciones a los derechos humanos cometidas por efectivos castrenses: al fin de cuentas, y sin pretender impunidad para los uniformados implicados en esos episodios, si algo ha distinguido a las fuerzas armadas nacionales ha sido, precisamente, su profesionalismo, su disciplina y su acatamiento de la autoridad política. No hay, en suma, un espíritu antimilitarista en las denuncias por violaciones a los derechos humanos cometidas por militares ni en las críticas por la indebida utilización de las instituciones castrenses en el combate a la delincuencia. Las objeciones y discordancias apuntan a un problema más hondo: una estrategia errada en materia de seguridad pública, y el fortalecimiento del estado de derecho.
Confieso que la pregunta me tomó por sorpresa. Sin embargo, recordé que le había pasado algo parecido a un profesor paraguayo, Daniel Mendonca, quien me había contado su propia respuesta. De ahí tomé la mía.
Le dije al personaje en cuestión que desde mi punto de vista no había uno, sino tres problemas fundamentales que debían ser atendidos por la próxima administración federal. Son los siguientes:
1. Combate a la pobreza. Hay evidencia empírica que demuestra que la democracia se vuelve casi indestructible cuando hay bienestar económico. Por encima de un cierto nivel de renta las posibilidades de que quiebre una democracia son muy escasas. La democracia sobrevive mejor cuando no hay pobreza. La primera tarea del próximo gobierno, sea del partido que sea, debe ser un plan agresivo para reducir la pobreza. La miseria en que viven millones de mexicanos es un lastre moralmente insoportable. Quizá sirva, para articular una buena política pública en este tema, voltear a ver la experiencia liderada por el presidente Lula para Brasil.
2. Combate a la corrupción. Todas las encuestas internacionales demuestran la omnipresencia de la corrupción en las relaciones entre ciudadanos y autoridades. La corrupción le cuesta muy caro a las familias mexicanas, sobre todo a las más pobres. Es el impuesto más regresivo que existe.
Hay que dar pasos mucho más decididos contra la corrupción, sobre todo a nivel estatal y municipal, en donde las prácticas corruptas abundan.
Esa lucha, de ser exitosa, nos ahorraría miles de millones de pesos, daría mayor certidumbre a las inversiones, permitiría un crecimiento económico más sostenido y además, indirectamente, disminuiría la delincuencia, al tener funcionarios más honestos y comprometidos con la ley.
3. Consolidación democrática. Las reformas en materia de democracia en los años recientes se pueden resumir en una: reforma electoral. Ha habido reformas a las elecciones de forma casi ininterrumpida desde 1977 y durante la década de los 90 hubo ajustes institucionales de la mayor importancia (IFE ciudadanizado, CNDH, Consejos de la Judicatura, reforma judicial, justicia agraria, etcétera).
Pero a partir de entonces parecen haberse agotado las energías reformadoras. El mejoramiento institucional ha sido muy precario en la última década, a partir de la alternancia. Los dos gobiernos federales del PAN han aportado solamente dos instituciones relevantes al Estado mexicano: el IFAI y el Conapred, en ambos casos bajo fuertes presiones de la sociedad civil y con grandes resistencia del gobierno. A eso habría que sumar apenas la autonomía constitucional del INEGI, una propuesta muy vieja.
La próxima administración federal debería dar pasos decididos para mejorar la institucionalidad democrática nacional y dejarla sólidamente asentada hacia el futuro. No se trata de la mera alternancia, sino de la hora de la consolidación democrática. Para ello haría falta una reforma integral de la Constitución mexicana, a partir de un gran pacto de Estado entre todos los partidos y todos los poderes.
El desayuno terminó en medio de una gran cordialidad, con el anfitrión luciendo las artes de la buena política, siempre seductora. Pero en el fondo de su rostro percibí un gesto de incredulidad. Como si le hubieran pintado enfrente una montaña y le acabaran de ordenar que tiene que subirla corriendo.
Le podrá gustar o no el diagnóstico a ese futuro candidato a algo, pero sinceramente creo que el futuro del país se juega en esas tres arenas principales: combate a la pobreza, lucha contra la corrupción y consolidación democrática. Esos son los retos que tendrán los que sigan, dada la manifiesta incapacidad de los que están ahora.
twitter: miguelcarbonell
Investigador del IIJ-UNAM
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