extranjero ilegal, véase latino, y a partir de ello se les podrá aplicar medidas represivas como cárcel, deportación, etcétera.
La gobernadora de Arizona responsabilizó al gobierno federal por haber tomado esa medida como respuesta a la inacción y por las políticas mal guiadas de Washington que han creado una situación peligrosa e inaceptable
.
Al mismo tiempo, Barack Obama, presidente de Estados Unidos, responsabilizó a Arizona, pues mina las nociones básicas de justicia que apreciamos como estadunidenses
, aunque aceptó que hubo una ausencia de acción federal y, por lo tanto, esa irresponsabilidad dio lugar a la irresponsabilidad de otros.
La secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, por medio de una débil nota de protesta responsabilizó a las leyes del vecino país por la situación que empezarán a vivir los migrantes indocumentados dentro de 90 días, si no sucede ningún acontecimiento que pare este asunto.
Como vemos, las diferentes autoridades se van echando la pelotita
tratando de responsabilizarse unos a otros, pero nadie pone freno a una situación que vulnera terriblemente a los trabajadores, que verán afectados sus derechos civiles, humanos y laborales. Y esto es así porque de alguna forma todos ellos están utilizando al sector más débil de la sociedad para obtener sus propias ventajas.
En primer lugar tiene que ver con cuestiones electorales. Hay que recordar que 2010 es un año en el que, en muchos estados de la Unión Americana se van a llevar a cabo elecciones, y por supuesto que Arizona es uno de ellos. Se espera que las elecciones sean verdaderas batallas, pues el voto latino es sumamente importante y podría ganar ciertas curules que inclinarían la balanza política. Para evitar una situación como esta, no resulta extraño que se haya puesto en marcha una campaña antinmigrante y racista apoyada por importantes medios de comunicación. Lamentablemente hasta algunos latinos están cayendo en esa trampa y se manifiestan a favor de esta ley, pues sienten que los trabajadores indocumentados son una competencia para ellos, lo cual es absurdo, en primer lugar porque los nichos laborales son diferentes, pero además porque gracias a esos indocumentados se van creando nuevas oportunidades para los otros trabajadores, que pueden obtener mejores tipos de trabajo. Los indocumentados son un importante factor antinflacionario, porque sus salarios son muy bajos, consumen poco, pero producen mucho. Y no hay que olvidar que todos ellos pagan impuestos, a pesar de lo cual no reciben los beneficios que por lógica les corresponderían. Y si bien algunos reclaman que envían remesas, también esto resulta benéfico para Estados Unidos, pues gracias al dinero que reciben las comunidades se han incrementado las importaciones del país vecino, pues internamente la producción es insuficiente para satisfacer esas necesidades.
El presidente Barack Obama, que podría realmente detener el asunto, plantea un discurso, a pesar de todo, bastante débil, lo que se explicaría, en parte, por el hecho de que se está enfrentando a Wall Street y a Washington al culparlos por el derrumbe financiero y la recesión posterior, todo ello por su falta de responsabilidad. Por ello busca el apoyo de los republicanos y ponerse abiertamente del lado de los migrantes no abonaría en su favor.
Y qué decir de la debilidad del discurso del gobierno de Felipe Calderón, en gran parte responsable de que los migrantes sigan fluyendo al vecino país, dado el enorme fracaso del proyecto nacional, que hunde cada vez más al país en la inseguridad a todos los niveles. Pero además, no puede hacer demasiado ruido, pues tiene el peligro de que le recuerden el trato deleznable que reciben los migrantes que llegan por la frontera sur de nuestro país, situación en la que su gobierno no hace absolutamente nada.
Por donde se le vea, la ley SB 1070 resulta una absoluta aberración. La funcionalidad de los migrantes es evidente ya que favorece a ambas economías, se trata de un conjunto laboral al que lamentablemente es muy conveniente mantener en el limbo jurídico, pues es perfecto
para que el poder lo utilice como mejor le convenga.
¡Qué gran lección nos están dando todos aquellos que se han sumado a los movimientos de protesta en Estados Unidos, y que son los que realmente están empujando para colocar la reforma migratoria en la agenda nacional y enseñan al mundo entero que la unión hace la fuerza!
Luis Valdez es el gran clásico del teatro chicano y si Zoot suit marca el momento en que su creador accede al teatro profesional, guarda muchas de las constantes de ese teatro y de las comunidades chicanas de la época y aunque no se ocupe del imposible regreso a Aztlán, sí habla de la familia patriarcal como núcleo de identidad (lo que muestra la única parte envejecida de la obra con las actuaciones de Alma Martínez y Marco Antonio García como los padres) o la vuelta a las raíces prehispánicas en la escena en que El Pachuco es desnudado y emerge como Tezcatlipoca. Para quien, en una de las frecuentes visitas que hizo a México, dijo que su teatro era mitad Brecht y mitad Cantinflas, el elemento brechtiano priva en este drama con música tanto por la estructura en escenas que tienen un nombre específico y las frecuentes rupturas que hace El Pachuco al dirigirse al público o hablar de su presencia, como al escribir de un suceso del pasado –el crimen de Sleepy Lagoon– para despertar conciencia en hechos más recientes, porque aun en los años 70, época de la escritura de la obra y todavía a la fecha, el racismo estadunidense golpea a los no nórdicos. Los tres finales que propone el autor corresponden a los posibles tres destinos que un joven chicano pudo haber tenido en los años 40 y que a lo mejor no son tan distantes de lo que puede ocurrir hoy: asimilación, muerte en la cárcel o en campo de batalla.
Muchos hemos visto la película, que junto a La Bamba es el mayor referente de Valdez para la gente más joven, y hay que congratularse de que en esta nueva producción de la Compañía Nacional de Teatro con que se reabre el Teatro Juan Ruiz de Alarcón de la UNAM –coproductora a través de la Dirección de Teatro– no se intenten repetir los modelos del filme o de la producción de Broadway a pesar de que se contó con el mismo director, sino que se haya recurrido a nuevos diseñadores. Se conserva la música de Lalo Guerrero aunque en arreglos de otros compositores y también se conserva el imprescindible telón formado por un periódico del que emergerá El Pachuco, que da la tónica de la escenografía de Sergio Villegas que recurre a periódicos –además de las palmeras y otros aditamentos del centro nocturno– para formar paredes y moblaje, sobresaliendo el piano del booggie Marihuana que se transforma en estrado del juez. La iluminación de Matías Gorlero, con sus estridentes luces de neón, y el vestuario de Jerildy Bosch y Mayra Juárez, así como la coreografía del también director residente Antonio Salinas, respetan en todo la época del hecho en que se basa el espectáculo.
Los actores de la CNT y algunos invitados, dan muestras de su versatilidad. En la imposibilidad de mencionar a todos los integrantes del elenco, daré cuenta de algunos sin extenderme. Enrique Arreola destaca como El Pachuco y Everardo Arzate como Henry Reyna, sus hermanos (Gabriela Betancourt y Luis Lesher), su pandilla (Karina Díaz, Arturo Reyes, Octavio Michel, Constantino Morán, Mileth Gómez y Ana Ligia García), las tres inquietantes pachucas (Carmen Mastache, Gabriela Núñez y Rocío Leal), sus amigos estadunidenses (Diego Jáuregui y Georgina Rábago), además de Juan Carlos Remolina en tres diferentes papeles y Óscar Narváez como el juez, con el añadido de las bailarinas y los bailarines invitados.
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