OPINIÓN
Especial | Retomada del sitio paraqueseconozca.blogspot.mx
Por: Rosalinda Hernández Alarcón*
Cimacnoticias | Guatemala.- Dos
de abril de 2013 merece ser recordado porque en esa fecha, en un
tribunal, 10 mujeres ixiles presentaron su testimonio acerca de los
abusos sexuales que sufrieron por parte de elementos del ejército de
Guatemala, cuando su jefe era Ríos Montt, y cuyos abogados aseguraron
que tales hechos “no son vinculantes” en el juicio por genocidio que se
sigue contra ese general.Lo dicho por doña Magdalena, por Ana, por Juana, por Carmen, por todas ellas, es muy revelador: “a mi me violaron tres días en el destacamento militar”, “violaron a mi hija de 12 años”, “yo fui violada por 20 militares”, “violaron también a mi mamá”, “me quitaron la vergüenza… me dejaron desnuda”, “fui violada estando embarazada”, “me pusieron un trapo en la boca y me empezaron a violar, no sabía cuántos pasaron, perdí la conciencia…”
Si tales vejaciones ocurrieron durante varios días, dentro de destacamentos militares o en lugares de detención establecidos por el ejército (iglesias), no pueden entenderse como “un exceso” de algunos soldados. Los testimonios, a pesar de las barreras que imponen los conceptos entre los idiomas ixil y español, demuestran que el abuso sexual fue una práctica sistemática de los castrenses -comandados en ese entonces por Ríos Montt-, misma que formaba parte de una estrategia para “acabar con la guerrilla”.
En este juicio por genocidio y delitos contra la humanidad se va demostrando el carácter de la ideología que alentó crímenes horribles (tortura, violación sexual, tratos denigrantes, quema de casas y personas, etc.): “indio visto, indio muerto”, “mujer capturada, mujer violada”. Así se educó a una tropa, se le entrenó en el entendido que destruir a la guerrilla implicaba mancillar el cuerpo de las mujeres, abusar de su respetabilidad, manchar su dignidad para provocar el rechazo entre sus familiares y su pueblo.
Cabe entonces señalar a los abogados del militar acusado que si los abusos sexuales y tratos denigrantes contra mujeres ocurrieron en diferentes aldeas y municipios ixiles, entonces no fueron actos de desobediencia. Tales vejaciones correspondieron a un patrón sistemático de actuación por parte del ejército, mismo que no sólo tenía la intención de derrotar a la guerrilla, sino doblegar y humillar a mujeres, marcarlas para el resto de sus vidas.
Junto a reconocer la valentía que las protegió para hablar, cabe pensar en esos hombres abusadores, que no eran locos ni degenerados, fueron simplemente soldados entrenados para destruir en lo más íntimo a un pueblo: a sus mujeres. Marta Casaús, en su papel de perito en este juicio, explicó que la violación de las mujeres es además racismo “lo más dramático y escalofriante es la deshumanización de las mujeres, ya que se les cosifica, se les denigra.”
Efectivamente las violaciones sexuales, ocurridas entre 1982 y 1983 en territorio ixil, son vinculantes en este juicio, ya que sucedieron cuando en Guatemala se estableció una política de Estado dirigida para acabar con la oposición, el llamado “enemigo interno”, y las mujeres -precisamente por su sexo- fueron violentadas como un recurso para agredirlas, pero al mismo tiempo a sus hijas e hijos, a sus compañeros de vida, a su comunidad y a su pueblo. El Tribunal Penal Internacional para ex Yugoslavia desde 1995 demostró las implicaciones de las violaciones sexuales en conflictos armados.
* Periodista mexicana radicada en Guatemala, editorialista, integrante de la organización La Cuerda, cofundadora de la Red Centroamericana de Periodistas.
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