José Antonio Crespo
Ahora que se discute la creación de nuevas instituciones autónomas —o dotar de ese rasgo a otras ya existentes— se pone como ejemplo recurrente lo sucedido con el IFE; sí, muy autónomo formalmente, pero en la práctica partidizado. En efecto. Para la sustitución de Sergio García Ramírez en el Consejo General, el fantasma de la partidización y el cuotismo ronda de nuevo en la Cámara de Diputados. Más de un priísta consagrado se presentó a la convocatoria, probablemente bajo la perspectiva de que el PRI buscará mantener esa cuota. La regla no escrita sobre el cuotismo es que al partido con mayor votación en la última elección le tocan más propuestas, incluyendo la del Consejero Presidente. No fue así en el origen: en 1994 cada uno de los tres partidos grandes, pese a sus diferencias de votación en la elección anterior, propuso dos consejeros. Eso se empezó a romper en 1996 (aunque todavía se mantuvo cierto equilibrio), y se perdió definitivamente en 2003: por su votación, al PRI le correspondía proponer presidente del IFE y otros tres consejeros, al PAN tres consejeros y al PRD, dos. Al final, PRI y PAN dejaron fuera al PRD y se repartieron sus dos propuestas. En 2010 el cuotismo complicó nombrar tres nuevos consejeros (el PRI se adjudicaba dos de ellos) lo que retrasó esa decisión por más de un año.
La partidización del IFE eleva la probabilidad de que las propuestas de cada partido sean adeptos suyos (o de plano, soldados) y defiendan sus intereses. Suele incluso haber militantes en activo en el Consejo, pues la ley no lo prohíbe. Se dice que puede conciliarse la militancia con la imparcialidad; formalmente sí, pero las probabilidades de ello son remotas. Un colega preguntaba en torno al voto de García Ramírez para exonerar al PRI por el Monexgate, si esperábamos que el consejero votara contra su partido. Pues no, y eso es lo malo de la militancia. Mejor que no haya consejeros militantes, habiendo tantas personas sin cercanía orgánica con ningún partido. Bajo el cuotismo, los consejeros (militantes o no) suelen votar a partir del interés del partido que los propuso (hay excepciones).
Tras la elección de 2012, el PAN y el PRD muestran enojo con el desempeño del IFE en general, acusándolo de parcialidad. Son ellos entonces quienes tienen que insistir en modificar la fórmula de selección para elegir gente experimentada en el tema y sin cercanía con ningún partido, lo que elevaría enormemente la probabilidad de autonomía real e imparcialidad del Consejo. Pero tanto el PAN como el PRD también manejan cuotas, y donde son gobierno repiten justo lo que critican. Tiene razón Bernardo Bátiz, cuando critica que “la izquierda se desgarra las vestiduras en el sentido bíblico (por el cuotismo), sin embargo, es incapaz de reconocer que… actúa con las misma alevosía y deslealtad política al integrar órganos electorales donde tiene predominio. Así actuó en el caso del Instituto Electoral del Distrito Federal en diciembre pasado” (La Jornada, 30/Ene/13). Por su parte, Luis Felipe Bravo recomienda: “Lo primero a que deben obligarse los partidos es a evitar su integración por cuotas partidistas y a fumigar a dichas instituciones (autónomas) de influencias sectarias y mercantilistas que hoy las carcomen” (EL UNIVERSAL, 8/Feb/13).
Pero los partidos no dejarán de buscar sus cuotas mientras tengan participación directa en la selección de consejeros. Por lo cual Silvano Aureoles, coordinador de diputados del PRD, afirma, con razón: “El (actual mecanismo) deja mucho qué desear y se entrampan las designaciones o la votación en la Cámara, porque obedece fundamentalmente al cuotismo” (8/Feb/13). En efecto, el problema radica en la fórmula para seleccionar a los consejeros. Debiera considerarse en la próxima reforma electoral encargar a varias Instituciones de Educación Superior (que impartan derecho o ciencia política) formar una comisión que reciba las solicitudes, revise currículas, haga entrevistas y califique ensayos, y de ahí extraer una lista de gente capacitada e independiente para ocupar los cargos. Algunos proponen que de esa lista final se elija a los consejeros por sorteo, pero incluso si el Congreso hace la selección final, crecerían las probabilidades de inyectar auténtica ciudadanización, autonomía e imparcialidad al árbitro electoral, en lugar de la actual partidización. Un proceso embrionario de esa fórmula fue la que permitió romper el impasse de los tres nombramientos relegados por más de un año, en 2011 (con buenos resultados en general).
cres5501@hotmail.com
Investigador del CIDE
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