Foto: Brenda Ayala/MujeresNet
Por Gabriela Revueltas ValleJefa de departamento del Instituto Federal Electoral(IFE)
La autora pone el dedo en la llaga al advertir sobre las contradicciones entre la teoría y la práctica de algunas feministas, y del doble discurso que manejan falsas defensoras de los derechos de las mujeres.
El discurso y la postura feminista, así en general, la cual discute y pugna por los derechos de las mujeres, en voz de mujeres u hombres, es -en primer lugar- una herramienta de análisis para cimentar principios de igualdad y justicia. Estamos acostumbradas a que el discurso sea puesto en voz de mujeres y generalmente esto es obvio.
Sin embargo, en estos tiempos de transversalidad no está de más revisar el discurso de "mujeres institucionales" en contra del discurso feminista. Es decir, de aquellas mujeres aparentemente feministas que se posicionan del lado de las causas y se pronuncian por la defensa de los derechos de las mujeres, pero que reproducen las bases de la misoginia universal.
Por ejemplo, en los eventos de marzo pasado para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, en referencia a la participación política de las mujeres, la expresión y actitudes de "mujeres contra el feminismo" puede comprobarse bajo ciertos hechos reproducidos por los siguientes comportamientos:
• Siempre se está de acuerdo en que se sumen más mujeres; sin embargo, más mujeres que, por favor, no sean feministas.
• La forma de los eventos. Culto a la personalidad: costumbre muy machista. Formatos tradicionales donde el micrófono no es compartido con nadie que no esté debidamente invitada/o.
• Las mujeres tienen una "naturaleza" que se reproduce en el espacio público.
El comportamiento número uno implica que sobremanera se evite y sustituya en todo momento el término feminismo por el de la defensa de los derechos humanos de las mujeres para dar justificación a las medidas políticamente correctas; proveyendo con su uso pequeños momentos de heroísmo a quienes expresen la defensa de dichos derechos.
El comportamiento dos lo vemos en cada panel y conferencia, cuando reproducen el culto a las autoridades "masculinas" con el acostumbrado encuadre de los eventos conmemorativos del 8 de marzo o del 17 de octubre (aniversario del sufragio femenino en México); aun cuando la mesa -en su totalidad- se encuentre ocupada por mujeres.
Estas mujeres no deben de dejar sospecha alguna de que se desea "el mundo al revés". No. Deben de expresar las necesidades, sin exigir, sin violentar, sin culpar y respetando a las sagradas instituciones y las leyes que las respaldan, con su carácter perfectamente masculino.
Así, estamos llamadas a cuestionarnos, cuando organizamos los eventos, si planteamos las cosas bajo la misma reproducción de las formas de los eventos patriarcales que se encuentran en la sintonía de un discurso políticamente correcto que sostiene y reproduce las mismas condiciones para las mujeres en México.
La relación que se ha establecido entre las leyes que sostienen y defienden las autoridades está aislada de la vida de las organizaciones de mujeres que están trabajando con otras mujeres en las diversas necesidades que se han propuesto resolver. Las leyes no resuenan en las organizaciones, las leyes se aíslan de la realidad al ser constantemente reproducidas por las autoridades (que siguen sin integrarlas a las celebraciones).
La insistencia por incrementar el número de mujeres en los cargos públicos no es solo una cuestión de mostrar una foto con composiciones paritarias en las instituciones o cámaras. Es una estrategia por hacer que las mujeres representen las propuestas de todos los tipos de mujeres que componen la sociedad.
Sin embargo, necesitamos replantear cuestiones desde un feminismo práctico que desea la resonancia del pensamiento de todas las personas que están convencidas de que las condiciones en que viven las mujeres son injustas y les impiden el desarrollo pleno o con autodeterminación, además de ser violentadas en diversos espacios por ser mujeres:
• La persistencia para demandar la participación política de las mujeres de los cargos públicos es significativa en su forma: como han sido "las excluidas", hay que "rescatarlas" y solicitar la "voluntad política" de los responsables de impulsarlas; en este caso, los partidos. Entonces, ¿por qué no fueron invitados los dirigentes de los partidos?
• ¿Por qué la cuota de género 70/30 no termina por impulsar liderazgos femeninos?
• ¿Por qué no se cuestionan razones de ingreso económico para que mujeres y hombres de todo estrato social sean representantes populares y autoridades en las instituciones?
• ¿Cuál es el tipo de respeto que merecen las instituciones y autoridades mientras simulan que resuelven los problemas de las mujeres, pero excluyen a las mujeres de los espacios de toma de decisiones?
• ¿Debemos seguir reproduciendo los "rituales", marcados por las formas masculinas del poder nosotras mismas?
El feminismo, en estas condiciones, jamás podrá renunciar a ser autocrítico, y es momento de criticar nuestras propias "formas".
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