4/13/2013

“Somos monjas de a pie de calle”: Oblatas de Sevilla


marzo 31, 2013

La congregacion de monjas  las Oblatas es la única puerta que se  la ha abierto en a las mujeres  que llegan al centro Al Alba  en su local de la calle Relator, en el barrio de la Feria, Sevilla. Allí las han escuchado las únicas personas que han querido escucharlas a lo largo de su existencia y allí encuentran la ayuda y el consuelo que siempre les ha faltado.

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 Teresa Sosa

Llegan desde países muy lejanos o desde algún rincón muy cercano de la ciudad, y todas cargan con el estigma común del riesgo de exclusión social, denominación que esconde dramas imposibles en una sociedad de supuesto bienestar que alcanza a muchos, pero que obviamente también deja a fuera a muchos otros. Cuando llegan al centro Al Alba encuentran modos de recuperación física y emocional, acceso a un entorno social digno, una formación básica para salir adelante y oportunidades laborales.

la hermana Marisa

Las Oblatas del Santísimo Redentor,  es una orden religiosa con una particular forma de entender la acción social y un hondo sentido del concepto Iglesia. Se fajan con los problemas metiéndose en el barro, conociendo de cerca la podredumbre y peleando por la dignidad de las mujeres más desfavorecidas. “Somos monjas de a pie de calle”, resume a boca llena Marisa Cotolí, una de las cinco oblatas que la congregación tiene en Sevilla.
 ”Las vocaciones son pocas hoy en día, pero de un gran compromiso con nuestra filosofía de trabajo. Optamos por crear pequeñas comunidades insertas en los barrios en los que actuamos porque es una forma de conocer la realidad de primera mano”. Y la Alameda es, pese a la transformación vivida en los últimos años, una zona de especial atención social. 

Situaciones de vida

Inaugurado en 2006, el centro Al Alba ofrece a las mujeres, con la colaboración de más de una veintena de voluntarios, servicios de atención sociolaboral,  jurídica y psicológica, además de talleres de empleo doméstico y de atención sociosanitaria en domicilio. Una oferta que, en ocasiones, se completa con cursos de español o talleres de nutrición.
“Ellas llegan aquí completamente rotas, sin sentido alguno de la dignidad y hasta con la muerte pisándole los talones. Escuchamos lo que tienen que contarnos y cuáles son sus anhelos. A partir de ahí las atendemos y convertimos situciones de muerte en oportunidades de vida”, asegura la hermana Marisa.
Esta monja de poco más de cuarenta años, aficionada a la danza contemplativa, interrumpe la conversación en varias ocasiones para atender una llamada, hablar con una chica de raza negra que aparece en el centro con un bebé a cuestas o preguntar a sus colaboradoras por los flecos de algún curso en marcha. “Aquí no se para, la necesidad es grande y los medios, pocos”.

Perfil de las mujeres

Responde al de una extranjera de entre 20 y 40 años -sus nacionalidades dan la vuelta al mundo, desde la Europa del Este a Sudamérica pasando por el África subsahariana, además de alguna presencia española-, sin apenas medios económicos y una escasa formación, no ya académica, sino de las más básicas habilidades sociales. “Antes era raro la que venía pidiendo comida, ahora es de lo más normal y en los últimos años se han triplicado las demandas de ayuda”.
 ”La mujer sigue siendo un colectivo tremendamente desfavorecido en demasiados ámbitos”, explica la hermana Marisa. “Nuestra espiritualidad se basa en la liberación de la mujer, a la que ayudamos a librarse de aquello que le impide ser ella misma. Es nuestra particular forma de colaborar con Cristo. Nosotras nunca representamos a Jesús crucificado, siempre lo hacemos con la cruz a cuestas porque resume nuestra forma de entender la vocación: afrontar las injusticias para intentar transformarlas”.
 Y otra transformación, la del papel de la mujer dentro de la Iglesia, entendido en medios de comunicación de todo el mundo como uno de los grandes retos a los que se enfrenta el nuevo Papa, Francisco; es también para estas monjas que cada día prestan su ayuda a decenas de mujeres, una asignatura pendiente. “Yo no sé si soy feminista o no, me da igual, pero sí vivo con la esperanza de una mayor integración de la mujer en la Iglesia, confiesa esta licenciada en Psicología y Estudios Eclesiásticos que coordina a las oblatas sevillanas.
Papel de las hermandades
 ”La práctica de la caridad en las hermandades a veces no tiene la profundidad que debiera. Es obvio que toda ayuda es poca y siempre es bienvenida. Pero a veces las bolsas de caridad sirven para acallar conciencias y no para establecer puentes estables de ayuda. Las hermandades debieran trabajar más en esa línea porque su potencial es grande”.
Esa profundidad también debiera alcanzar, en opinión de la joven religiosa, a la propia vida espiritual de las hermandades. “Si la participación en las manifestaciones de Semana Santa no viene acompañado de un verdadero amor a los demás, ¿qué sentido tiene salir, por ejemplo, de nazareno?”.  
Para concluir la conversación, el periodista Nacho González, El Mundo, España,  le pregunta por la relación de Palacio Arzobispal con el trabajo de las Oblatas de Sevilla, con presencia en la capital andaluza desde los años sesenta del siglo pasado. Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla, reconocía en una entrevista reciente con El Mundo un gran interés personal por la vida de las distintas congregaciones religiosas con presencia en su archidiócesis. “No, monseñor Asenjo nunca ha venido al centro Al Alba”, sñaló la hermana Marisa. Espeso silencio final.
 FUENTE:
 Artículo “Mujeres Rotas”. Nacho Gonzalez, diario El Mundo, Sevilla, España, marzo 2013.
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