Elizabeth Tinoco*
Por
primera vez en la historia, más de la mitad de las mujeres en edad de
trabajar forman parte de la fuerza laboral de América Latina. Ya son
más de 100 millones, y ese número seguirá aumentando en los próximos
años, como resultado de un proceso imparable.
Pero el terreno conquistado tras décadas de esfuerzos no puede
ocultar que la igualdad de género aún es un desafío para los países de
la región.
Hay un largo camino por recorrer para aprovechar mejor el potencial
de las mujeres. Ellas estudian más, pero ganan menos y son mayoría
entre las personas pobres, las informales y las desempleadas, y
enfrentan extensas jornadas por la suma del tiempo dedicado al trabajo
y al cuidado de la familia.
La participación laboral de las mujeres latinoamericanas ha
aumentado de 49.2 por ciento en 2000 a 52.9 por ciento en 2010 pero aún
es inferior a la de los hombres, de 79.6 por ciento. En cambio, la tasa
de desempleo de las mujeres de 9.1 por ciento es persistentemente mayor
que la de los hombres, de 6.3 por ciento.
Estos indicadores fueron difundidos en un informe sin precedentes realizado por cinco agencias de Naciones Unidas (Trabajo decente e igualdad de género, OIT, CEPAL, FAO, PNUD, ONUMujeres),
que recorrieron los países de la región recopilando datos para
determinar las dimensiones del desafío de ofrecer más y mejores empleos
a las mujeres en el siglo XXI.
El resultado es un retrato de las mujeres en el mundo del trabajo.
El informe dice que las mujeres trabajadoras son mayoritariamente
urbanas, y siete de cada 10 son adultas en edad reproductiva.
Un aspecto destacable tiene que ver con los niveles de educación
alcanzados por las mujeres. El 53.7 por ciento de las mujeres en la
población económicamente activa alcanzan 10 o más años de educación
formal, en contraste con 40.4 por ciento de los hombres. Además, 22.8
por ciento de las mujeres en la fuerza laboral cuentan con educación
universitaria (completa e incompleta), por encima del 16.2 por ciento
de los hombres.
Sin embargo, reciben menos ingresos que sus colegas hombres. Aunque
la brecha salarial ha disminuido, aún hay mucho por hacer: en el año
2000 las mujeres ganaban 60 por ciento de lo que recibían los hombres,
y en 2010, 68 por ciento. Es una diferencia de más de 30 puntos
porcentuales.
Asimismo,
siete de cada 10 mujeres ocupadas se desempeñan en el sector de los
servicios y el comercio, donde las condiciones laborales pueden ser
precarias. El 64.6 por ciento de las que trabajan en servicios no
tienen contrato, y lo mismo ocurre con 34.8 por ciento de las que
trabajan en el comercio.
Aproximadamente 17 millones de mujeres están ocupadas en trabajo
doméstico. Es la principal fuente de empleo de las mujeres
latinoamericanas, y aunque se han dado pasos importantes para mejorar
su situación, es un sector en el que impera la informalidad (70 por
ciento).
También hay diferencias entre las mujeres según sus ingresos. La
participación laboral de las mujeres de ingresos más altos
prácticamente duplica la de las más pobres. Además, la tasa promedio de
desempleo entre las mujeres más pobres quintuplica a las de mayores
ingresos. El informe alerta sobre la
feminizaciónde la pobreza.
La información sobre las mujeres es un llamado a la acción y a no caer en la autocomplacencia por los resultados ya alcanzados.
¿Qué hacer? Hay que recurrir a una combinación de políticas para
reducir la desigualdad. Políticas de empleo específicas para promover
la incorporación de más mujeres al trabajo en condiciones de igualdad,
de promoción de las empresarias y microempresarias, de formación y
capacitación para mejorar la transición escuela-trabajo, de cuidado de
los niños y división de tareas en las familias, de aumento de la
cobertura en seguridad social, de respeto de los derechos laborales,
entre otras.
Y, por supuesto, dejar atrás los estereotipos de género.
Hay que estar claros: la incorporación de las mujeres al trabajo en
condiciones de igualdad es esencial para enfrentar problemas endémicos
de América Latina como son la pobreza y la desigualdad, y para abrir el
camino hacia un crecimiento económico sostenible.
* Directora regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe
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