En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) se pueden hallar definiciones como éstas: Hombre
(Del lat. homo, -ĭnis). 1. m. Ser animado racional, varón o mujer.
Mujer (Del lat. mulĭer, -ēris). 1. f. Persona del sexo femenino. O bien: Hombre público. 1. m. El que tiene presencia e influjo en la vida social. Mujer pública. 1. f. prostituta. Así como: Hombre de punto. 1. m. desus. El que es puntilloso. Mujer de punto. 1. f. prostituta.
En los pasillos de cualquier hospital en México es común escuchar
que enfermeras y enfermeros llamen “jefe” a la persona que está al
mando, sea hombre o mujer. En varias universidades de México y
Latinoamérica todavía se les dice ingeniero, físico, médico o
arquitecto a las mujeres que estudian esas disciplinas. La cuestión de
equidad género en el uso del castellano resulta de lo más injusto pues
es bien sabido que a un grupo de mujeres se le puede denominar “ellas”
pero basta que se incorpore un varón para que el pronombre cambie a
“ellos”; sin embargo, no sucede lo contrario si es una mujer la que se
suma a un conjunto de hombres.
En los ámbitos de la ciencia, la tecnología y la innovación también
ocurren disparidades, inequidades y hasta verdaderas injusticias.
Estudios recientes revelan aspectos muy interesantes de lo que sucede
cuando la CTI no sólo se pone tacones, sino que cubre con sus batas
prácticas genuinamente misóginas.
Uno de estos análisis, elaborado por Londa Schiebinger, historiadora
de las ciencias en la Universidad de Pennsylvania, EU, versa sobre si
el pensamiento femenino ha cambiado en algo las formas y los procesos
respecto de cómo se hace ciencia en nuestros días. Y revela que a pesar
de que tal pensamiento femenino ha acompañado siempre a la humanidad en
su construcción social y cotidiana del mundo, casi no ha tenido cabida
en el conocimiento científico y tecnológico debido al dominio que lo
masculino ha hecho de estos espacios.
En otro estudio, desarrollado por Vincent Larivière en la
Universidad de Montreal, Canadá, se descubrió que, de 5.4 millones de
artículos científicos revisados por pares, entre 2008 y 2012, los menos
citados y con escasas contribuciones internacionales resultaron ser
aquellos que habían sido liderados por mujeres, a razón de dos a uno
contra los que habían sido firmados por un hombre. Uno más de estos
análisis, el del College London, Inglaterra, puso énfasis en el aspecto
del financiamiento: sucede que las investigaciones lideradas por
mujeres suelen recibir menos recursos financieros que los de sus
contrapartes varoniles, lo cual apunta hacia una muy señalada
subrepresentación femenina en las ciencias.
¿Y en estos aspectos cómo andamos en México? En diciembre pasado, el
Foro Consultivo Científico y Tecnológico, AC (FCCyT), en conjunto con
el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el Instituto
Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y la Universidad del Claustro de
Sor Juana, llevó a cabo el encuentro Hacia una perspectiva de género en ciencia, tecnología e innovación.
Este ejercicio de análisis y diálogo, que reunió a unas 350
personalidades de las comunidades de CTI y de la sociedad en general,
concluyó en la imprescindible confección y puesta en marcha de
políticas públicas que atiendan y resuelvan, con una perspectiva de
género, los problemas a los que nos enfrentamos como país para revisar,
tanto en sus conceptos como en sus prácticas, los procesos sociales que
se dan al interior de las comunidades científicas, tecnológicas e
incluso productivas, de modo que se pueda incorporar a esa otra mitad
del intelecto humano en condiciones de igualdad de oportunidades de
desarrollo económico y bienestar social.
Otro aspecto, no menos importante, es la falta de oportunidades para
que un mayor número de mujeres asuma cargos en los que la toma de
decisión contribuya a mejorar las disparidades que, como se mencionó al
principio, no son exclusivas de países como el nuestro, sino que se dan
en todos los ámbitos internacionales. A pesar de que el pensamiento
femenino (no necesariamente feminista, pero incluso éste) ha estado
presente desde el surgimiento del lenguaje y, por lo tanto, de la
condición de lo humano, su repercusión y sus contribuciones en la
amplitud de los horizontes de investigación todavía es una tarea
pendiente; de modo que resultaría muy conveniente que se revisen y
mejoren planes de estudio, bibliografías y programas académicos.
Quizás ahí radica un paso importante para que hombres y mujeres nos
reconozcamos en una dimensión de genuina equidad, que vaya de los
sitios en que se producen los nuevos conocimientos y alcance hasta los
rincones más familiares y cotidianos de nuestra vida. Y hacerlo no
solamente en momentos coyunturales, por ejemplo en estos días en que se
conmemorará el Día Internacional de la Mujer o en el Día de las Madres,
sino que sean prácticas diarias y compartidas.
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