Jazz
Antonio Malacara
Cada determinado tiempo surgen esos personajes que marcan rutas e iluminan el tiempo de una sola pincelada. Alex Mercado es uno de ellos (La Jornada,
16/11/2012). Hoy el joven maestro inicia una nueva gira por el lejano
oriente para mostrar parte de su ser y su hacer en los circuitos del
jazz, a menos de una década de haber aparecido en escena, sorprendiendo a
propios e impropios con una pianística impecable y una expresividad
que, a la fecha, no cesa de reinventar el mundo.
Me emocioné, me emocioné, ni hablar. Y es que este cuate ha logrado
(y contando) que la música clásica y el impresionismo y los ecos del
jazz tradicional y la amplitud conceptual del jazz contemporáneo y la
nueva música académica se enlacen en una espiral acústica que te sacude
sin remedio.
Alex Mercado, decíamos, anda de gira. El 4 de julio se presentó en el
Instituto de las Artes de Yakarta, en Indonesia; un día después estuvo
programado en el Festival de Jazz de Prambanan y el 6 se despidió de
Indonesia en el club de jazz del Grand Mercure. Los días 11, 12 y 13 se
presentará en el club No Black Tie, de Malasia, para cerrar la gira el
20 en el Festival Jazz in July, en Singapur.
El jazz mexicano es conocido y reconocido en aquellas tierras gracias
a las giras y conciertos de Sacbé, Héctor Infanzón, Diego Maroto (los
tres de la Ciudad de México), Gabriel Hernández (Guanajuato), Pie Grande
(Aguascalientes) y Silvestre Martínez (Oaxaca). Ahora habrá que
regresar con regularidad.
Buen momento entonces para compartir lo que nos ha comentado Alex Mercado sobre sus discos:
The Watcher (2012), “aquí empiezo a establecer conceptos que
sustentan la música. No intenté hacer música absoluta, música que no
tuviera ninguna relación con alguna otra cosa; sino música programática
contemporánea, a la manera de los clásicos, de Berlioz, con su Sinfonía Fantástica; de Beethoven con su Sinfonía Pastoral. Que la música tenga una relación con la realidad y que de alguna manera la represente.
Invité a los maestros Aarón Cruz y Gabriel Puentes por dos razones; la primera, pues me gustaba mucho cómo tocaban, los admiraba mucho; y la segunda es una razón estratégica: invitar a dos personajes ya establecidos dentro de la escena del jazz nacional para entrar a ella con el pie derecho. Es un disco que tuvo reseñas positivas; una de las más memorables es la tuya.
Symbiosis (2014), “me gusta decir que es jazz acústico
contemporáneo original. Tiene influencias contemporáneas de otros
estilos, pero sigue siendo jazz, porque históricamente sabemos de la
aptitud del jazz para absorber las influencias de todos los estilos:
clásico, latín, pop, fusión; todo esto ya sucedió, y no puede
catalogarse en una de esas vertientes. Y no es jazz fusión porque no
tiene tanto groove en ese sentido. Es jazz contemporáneo. Mis
influencias son más hacia el jazz clásico que hacia el jazz fusión.
En estos tiempos, en el jazz se da por sentado que está fusionando diferentes influencias, las está conjugando para poder crear una identidad nueva. No he incursionado con instrumentos electrónicos, no he seguido esa influencia de Chick, de Herbie. Por eso me gusta poner ese adjetivo de acústico, para reforzar lo tradicional del formato.
Refraction (2015). Después de dos discos a trío, decidí
volcarme a un mundo más íntimo. Creo que todo pianista debe tener un
disco de piano solo tarde o temprano, pero también por la intención de
variar, de diversificar el proyecto. También me encontraba con el
problema de que algunas instituciones no contaban con el presupuesto
para contratarnos a trío, y yo terminaba ofreciendo el piano solo
incluso antes de grabar Refraction. Lo hice cuando inauguré el Festival de Jazz de Aguascalientes.
“Entonces consideré pertinente entrar al estudio, a enfrentar a esa
bestia que es el piano por mi propia cuenta y tratar de domarla, tratar
de expresar un mundo más íntimo de mi composición. Comencé a
experimentar con formas composicionales más estrictas. Casi todo es
compuesto; el porcentaje de composición e improvisación se desbalanceó
un poquito: es 75 por ciento composición y 25 improvisación. A tal
grado, que en Down Beat mencionaron que el disco parecía un recital de música clásica.
“Es un disco experimental; es un disco menos escuchado, precisamente por ese grado de complejidad que tiene, salvo algunos tracks.”
(Continuará)
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