Luis Hernández Navarro
El plazo se
cumplió. El problema sigue sin resolverse. El presidente Andrés Manuel
López Obrador ofreció que la entrega de fertilizante a los campesinos
maiceros guerrerenses estaría solucionada el 15 de julio. Pero la fecha
llegó y miles de labriegos siguen sin recibir el abono.
Los tiempos están sobrepasados. La milpa no espera. Los terrenos
están sembrados. Las plantas necesitan el insumo para desarrollarse a
plenitud. En los cada vez más desgastados campos gurerrenses, si no se
le fertiliza la gramínea apenas crece. Cualquier aplicación del abono
más adelante será vana.
Ya cayeron las primeras lluvias. Con las aguas, los caminos y brechas
que conducen a comunidades y parcelas han comenzado a desbaratarse. Se
vuelven intransitables. Trasladar el fertilizante de las bodegas en las
cabeceras municipales hasta los surcos es, cada vez más, misión
imposible.
En muchas localidades el abono distribuido es insuficiente, llega a
cuentagotas, provoca conflictos internos y choques con los ediles. La
desesperación cunde. Los labriegos han tomado carreteras, retenido a funcionarios públicos, ocupado bodegas y distribuido por sí mismos el fertilizante.
Hace falta celeridad en el aterrizaje del programa. Apenas el año
pasado, muchos maiceros ya habían aplicado la segunda dotación de abono a
las milpas, pero este año ni siquiera lo han recibido. Por eso, los
productores de Zapotitlán Tablas y sus 55 comunidades bloquearon la
carretera Chilapa-Tlapa 22 días. Retuvieron al alcalde, Joaquín Luciano
Rosendo. Sólo así arrancaron de la autoridad dos paquetes por hectárea.
Para evitar la corrupción en la distribución del fertilizante, el
gobierno federal centralizó el programa. Pero no se dimensionó el tamaño
del asunto. La entrega se volvió caótica. La coordinación entre las
dependencias fue terrible. No hubo acoplamiento en el terreno. Los
pleitos entre políticos brotaron como los hongos. Se minimizó la
necesidad de consultar a la gente.
El antiguo cenecista Jorge Gage Francois, habilitado como teniente
coronel de la 4T, coordinador nacional del Programa de Fertilizantes de
la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), operó primero
desde la Ciudad de México y, cuando comenzó a estallar la crisis, desde
el hotel Holiday Inn en Chilpancingo. Ni él, ni el resto de los
funcionarios involucrados, comenzando por el secretario Víctor
Villalobos, tomaron el pulso real del conflicto.
En el municipio morenista de Tecoanapa, los servidores de la nación
centralizaron el programa con prepotencia, no informaron y decidieron
ellos la programación para el reparto del abono. Citaban a las
comunidades para la entrega de vales y no llegaban o lo hacían muy
tarde. Los maiceros bloquearon carreteras, tomaron bodegas y retuvieron funcionarios. Despacharon por su cuenta el producto con base en los vales recibidos. Así en todo Guerrero.
El padrón de beneficiarios es un desastre. Los operadores
gubernamentales tomaron decisiones arbitrarias y entregaron listas de
manera desordenada. Rasuraron el padrón y desaparecieron de las listas a
campesinos. Redujeron la ayuda a varios productores. Congelaron la
entrega del fertilizante en diversas bodegas. No hay interlocutores con
los que la gente pueda entenderse. La situación es muy desgastante.
En los hechos, faltó diseñar el proceso de entrega del producto. El
reto sobrepasó a las autoridades. A pesar de que la Montaña y la Costa
Chica son las regiones más pobres, y de que era un acto de justicia
entregarles el insumo, se les dejó para el final. Y allí mismo, la
entrega fue dispar. En Metlatónoc y Cochoapa no saben aún cuándo va a
llegar. En cambio, se dio prioridad a Tierra Caliente, Norte y Centro
porque implicaba menor tiempo en la distribución.
Para agilizar el reparto de sulfato de amonio se pudieron haber
buscado otros proveedores, como Univex de Salamanca o Peñoles en el
centro del país. Sin embargo, se privilegió a las empresas Adrogenados y
Fertinal.
Hicieron un mal cálculo del fertilizante que se requería. Para el
traslado del producto estuvieron en operación unos 164 tráileres diarios
durante un mes. Es decir, se trabajó a 50 por ciento de lo requerido.
Eso significa que la distribución terminará hasta finales de julio o
principios de agosto.
El miércoles 3 de julio, el secretario Víctor Villalobos fue a
Guerrero a reiterar el compromiso del Presidente de finiquitar la
entrega el 15 de julio. Se reunió en Casa Guerrero, con el Consejo de
Comunidades Indígenas de la Montaña, que agrupa representantes de 15
municipios de la región. No cumplió. En bodega se encuentra 87 por
ciento del fertilizante requerido y se ha distribuido apenas alrededor
de 65 por ciento.
En la Montaña, los efectos del desabasto ya comienzan a sentirse.
Aunque no es temporada, la salida de familias a los campos agrícolas
para trabajar como jornaleros se ha incrementado. Según cifras del
Consejo de Jornaleros migraron de la región en los últimos días 3 mil
600 personas.
El deficiente diseño y aplicación del programa oficial provocará la
caída de la productividad maicera. La problemática alimentaria se
agudizará. Pero, en la Montaña sus secuelas serán aún más dañinas. El
déficit de alimentos crecerá hasta el punto de que podrían producirse
hambrunas. La milpa no espera.
Twitter: @lhan55
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