Néstor Martínez Cristo
Hace unos días leí
unas declaraciones en medios digitales que pasaron prácticamente
inadvertidas para los medios de comunicación tradicionales. Se trató de
una conferencia ofrecida en el templo de la Sagrada Familia, donde el
rector de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, David
Fernández Dávalos, cuestionó la actitud
clasistaasumida por
la derechaen contra del actual gobierno.
“Hay un ataque de carácter clasista y permanente que se da en los
terrenos ideológico, político y económico, para que el gobierno del
presidente Andrés Manuel López Obrador no tenga éxito…”, acusó.
Los señalamientos fueron expresados durante la conferencia denominada
El compromiso de los cristianos en la coyuntura de México hoy, que sin
duda tuvo una carga de religiosidad, pero en la cual el rector Fernández
Dávalos supo imprimir a sus palabras elocuencia y el sello humanista
característico de los jesuitas.
De acuerdo con un comunicado oficial emitido por la propia
universidad, durante la conferencia el rector mencionó que esas élites
no desaprueban del todo la política económica federal porque coinciden
con ella en lo esencial, pues se están aplicando rigurosamente las
fórmulas económicas tradicionales.
Aunque precisó:
Esas élites sí reprueban las decisiones que tienen que ver con los proyectos de la Presidencia y que afectan los intereses de los grandes capitales. Protestan por el fin de la condonación fiscal; por la lucha contra la corrupción, que fue la que hizo despegar a los grandes capitales de hoy; protestan por la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, porque había un negocio multimillonario alrededor; por el tema de la refinería de Dos Bocas, porque sustituye las importaciones que también son manejadas por estos grupos; protestan por el control de las compras gubernamentales, porque también de ahí han sido desplazados.
Fernández Dávalos se refirió igualmente a los contrapesos que tiene
el Presidente de México y que se centran más que nada en intereses
políticos de los grandes capitales del país, de la prensa o de los
canales de televisión, debido a que –subrayó–
las élites surgidas del porfiriato, desde 1910, están siendo desplazadas del control político de México, mas no del control económico.
Pero el rector de la Ibero fue a más y criticó la campaña emprendida
por esos sectores para desacreditar, incluso, la calidad moral e
intelectual de los 30 millones de mexicanos que hace un año votaron por
López Obrador, a quienes definen como “seres no racionales, sino
manipulables, comprables, que sólo votan con las vísceras sin medir las
consecuencias.
“La reacción que han tenido estos grupos opositores –agregó el
rector– es sostener que el triunfo de Andrés Manuel proviene de la
decisión de no humanos, de los sin cerebro, de los incultos. Es la
reacción del miedo porque temen ser afectados, después de haber ellos
afectado, y de maneras tan perniciosas, a los otros.”
El rector cree que, en su confusión,
los opositores de derecha se han de preguntar: ¿por qué los que están para servirme, ahora me quieren gobernar?; ¿por qué ahora tengo que escuchar a los que debieran permanecer callados?.
Para el maestro Fernández es indudable –se apunta en el boletín de prensa– que hay una
crítica racista y clasistaen la reacción en contra del gobierno de Andrés Manuel, y que quienes lo atacan
piensan que todo estaría bien si cada cual se conformara con la casta que le ha sido asignada y con el lugar que tiene que ocupar en la sociedad.
No deja de sorprender y es de reconocerse que sea el rector de una de
las universidades privadas más prestigiadas, y a la vez más elitistas
del país –desde el punto de vista económico–, quien se pronuncie de una
manera tan abierta contra ciertos grupos cuyos integrantes, en no pocos
casos, han egresado de las aulas de institución que hoy encabeza.
Es en este contexto que las universidades públicas, pero también las
privadas –como la Ibero–, deben desempeñar un papel preponderante en
estos momentos de cambio. Sea cual sea su vocación, las universidades
están obligadas a asumir su responsabilidad como instrumentos que
generan y alientan la conciencia crítica, pero al mismo tiempo deben
darse a la tarea de conducir el cambio del país por caminos certeros.
Las universidades todas, aún las más elitistas o las de derecha,
tienen hoy la oportunidad histórica de ser las herramientas que
encabecen y orienten los esfuerzos de una sociedad mexicana podrida,
clasista, a la que le urge transformarse.
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