4T y (evidentes) conflictos de intereses
Romo lo había reconocido
Lomelí: negocios más que sabidos
Bonilla:
comprar (y pagar) el poder
Carlos Manuel Urzúa Macías
no se quedó con las ganas de precisar, con nombres, apellidos y
señalamientos directos, las razones de su salida de la obviamente
estratégica Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Concedió una muy reveladora entrevista a Hernán Gómez Bruera (recién
salido de la experiencia difícil, pero aleccionadora, de su fallido
programa La maroma estelar, en Canal Once), que fue publicada en la
edición en curso de la revista Proceso y, con ella, surtió de
metralla política y económica más escandalosa a los adversarios de la
autodenominada Cuarta Transformación (4T). Lo que muchos opositores han
batallado en posicionar como argumento político, ha sido avalado ahora
por el economista que ha vuelto a la vida académica en la Escuela de
Gobierno y Transformación Pública (EGAP) del Tec de Monterrey, en su
nueva sede en Mixcoac, en la Ciudad de México.
El destinatario principal de los dardos del doctor en economía Urzúa
fue el polémico empresario Alfonso Romo (aunque también le tocó una
preocupante dosis al históricamente impresentable Manuel Bartlett,
director de la Comisión Federal de Electricidad). Respecto a Romo, el ex
secretario Urzúa documentó lo que en la práctica fueron las propias
advertencias que el ahora jefe de la oficina presidencial había hecho
sobre sí mismo, muy en concreto durante una entrevista que en mayo de
2018 tuvo en Milenio Televisión con Azucena Uresti: “Mira. Él (AMLO) me
ha estado proponiendo como jefe de gabinete; como coordinador del
gabinete; como todo. Yo, la verdad, y lo digo con mucho respeto, yo no
voy a ser nada que tenga yo conflicto de interés. Yo le decía el otro
día a Andrés Manuel, de broma, ‘Ya no digas que voy a ser jefe de
gabinete, porque no voy a ser’. Por qué... ¿Te acuerdas del caso de las
toallas-gate? Imagínate tú, yo con los negocios que tengo, mañana mi
grupo financiero hace una colocación de papel de Pemex... ¡No! Me van a
crucifi... ¡Si Anaya me está crucificando por algo que no dijo Andrés
Manuel! Tú imagínate. Entonces yo tengo que ser muy cuidadoso por la
reputación que le debo a mis negocios, a mi familia, al mismo país, al
mismo gobierno. Sería... habría mucha suspicacia. Entonces, yo prefiero
ayudarle de otra forma que no tenga conflicto”.
Romo tuvo razón sobre sí mismo: se ha convertido en un evidente
ejemplo de conflicto de intereses. Sólo por dar un pequeño botón
demuestra: el 4 de agosto del año pasado, ya con López Obrador a punto
de ser declarado presidente electo y Romo como designado para jefe de la
oficina presidencial, el tabasqueño visitó los laboratorios de la
empresa Agromod, de Romo, en Chiapas, especializada en producción de
plantas tropicales, todo con vistas al arranque del programa de siembra
de árboles maderables y frutales en un millón de hectáreas sureñas.
El caso del médico Carlos Lomelí ha sido ampliamente documentado y
denunciado, desde varios años atrás. Vendedor de medicinas y productos
médicos a gobiernos con los que mantuvo relación política, Lomelí fue un
inversionista práctico en el mismo terreno político y electoral,
siempre ligado al obradorismo y a algunas de sus personas cercanas. La
prosperidad económica de Lomelí motivó incluso averiguaciones sobre
negocios oscuros. Recién derrotado en Jalisco como aspirante a
gobernador, el médico fue habilitado como
superdelegadode la 4T, para confrontar al ganador, Enrique Alfaro.
En Baja California, Jaime Bonilla Valdez ha sido otro empresario con
gusto por la inversión en política. La pretensión de ser gobernador por
tres años más de los votados en urnas ha hecho pública a nivel nacional
esa combinación de ambición, intereses y compromisos que a escala
estatal ha sido constantemente difundida, en especial respecto a
potenciales negocios muy redituables que cuentan con el visto bueno del
morenista muy defendida por otra empresaria metida a la política,
Yeidckol Polevnsky.
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
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