7/15/2019

Posibilidades



En 1930, en plena crisis económica y el periodo entre dos guerras salvajes, el economista británico J. M. Keynes publicó un breve ensayo titulado Las posibilidades económicas para nuestros nietos. Ahí cuestionó el pesimismo que reinaba entonces en Europa con respecto a las condiciones del bienestar social, por lo que se proponía señalar las perspectivas para recrearlas.
Destacó cómo hacia el inicio de la era moderna ocurrió una transformación decisiva asociada con la aceleración del cambio tecnológico y las posibilidades que se abrieron para la acumulación de capital. Eso permitió generar mayor riqueza, entendida en el sentido eminentemente productivo.
Este contexto puede tomarse como la arena para pensar en el antiguo y recurrente debate acerca de la relación entre el crecimiento de la actividad productiva y los patrones de la distribución del ingreso.
Estamos hoy en México precisamente en un caso de tal debate. Desde el gobierno se admite el poco crecimiento del producto que se registra, lo que se aproxima técnicamente a una recesión, y al mismo tiempo se postula que está ocurriendo un proceso de redistribución del ingreso. Esto último estaría sostenido por la elevación de los salarios reales, es decir, el salario nominal que crece por encima de la inflación.
Tal redistribución se refiere a los trabajadores formales y en un entorno de falta de creación de empleos suficientes, según indican las cifras oficiales. Además, se advierte una caída del gasto en la inversión pública y privada que compromete la generación de más empleos. Esto hace esperable que el mercado informal siga siendo muy grande.
La pregunta es cómo podrán crecer los salarios reales y, con ello, soportar una redistribución sostenible del ingreso sin que se aliente la acumulación de capital y la generación de riqueza.
Una mayor acumulación no garantiza, como bien se sabe, que la distribución de la riqueza y del ingreso sea más equitativa. Pero la mera distribución, sobre todo a partir de niveles muy bajos de ingresos y con una alta restricción fiscal del gobierno como lo que hay en el país, difícilmente puede soportar una suficiente acumulación y más alto nivel general de bienestar y de desarrollo. Para ello se requieren otros mecanismos que tienen que ver con un determinado soporte de tipo político, institucional y legal que no existe hoy.
El cuestionamiento de las medidas de corte económico, social e institucional que impulsa el gobierno apunta a la manera en que pueda generarse el sustento material para un mayor crecimiento de la producción y más bienestar derivado de su distribución, ya sea por los mecanismos del mercado o de la política pública.
La dinámica que hoy se observa no es sostenible. La producción cae y en los segmentos relevantes de la industria, ya sea la manufactura o la construcción. Los registros al respecto pueden ser de calidad alta o regular, pero si es que hay una cierta consistencia en su elaboración son los que sirven para determinar la dinámica de la economía.
Anteponer a eso la noción de que no se ve una recesión o no se cree que exista es una postura débil. Lo mismo ocurre con respecto al valor del peso frente al dólar, que tiene que ver con el papel de convertibilidad que cumple en los mercados financieros y también en lo referente a la inflación, cuya estabilidad puede asociarse con la propia caída de la demanda agregada.
Decir que los datos y las interpretaciones del desenvolvimiento de la economía, o bien, la referencia técnica a la posibilidad de una recesión, indican una nostalgia de las políticas neoliberales por parte de quienes la emiten, siendo esa su función, es una sentencia de carácter estrictamente político y es riesgosa. Habría que reconocer abiertamente que hay nostalgia en todos los bandos y esa no es una clave suficiente para resolver los problemas del país; es más bien un ancla.
El cambio que se quiere impulsar en el país no debe perder de vista el necesario sustento material para cimentarlo. Tampoco puede eludir el hecho de que el horizonte de un proyecto de tal envergadura debe tener en la mira las posibilidades económicas de nuestros nietos.

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