Político de ya muy larga trayectoria, Bartlett llegó a la titularidad
de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) a casi 27 años desde su
último cargo federal y a 20 años de haber abandonado la gubernatura de
Puebla, entonces aún priista, y en tiempos previos a la alternancia del
2000.
La incomprensión de nuevas normas, instituciones y conductas públicas
están quedando evidenciadas a cada paso que da, confiado en sus formas
viejas con las que convierte en disputa ideológica todo aquel que, con
base en la ley y en los criterios económicos, intenta sacarlo de su
obstinación.
Miembros del gabinete, colaboradores cercanos, interlocutores de las
secretarías de Gobernación y Medio Ambiente, suelen repetir en tono
burlón y algo engolado, ante un cuestionamiento técnico jurídico o
financiero relativo a la CFE: “Soberanía energética”, “Soberanía
energética”, la expresión que Bartlett repite como mantra.
Y es que fue en esa lógica que convenció a la secretaria de Energía,
Rocío Nahle, y al propio presidente López Obrador, de que los contratos
por gasoductos eran “leoninos” y, por lo tanto, había la necesidad de
renegociarlos. El propio mandatario ha dicho que las obras no pasaron
por el consejo de administración de la CFE, algo que por otra parte nos
coloca frente a otra complejidad que Bartlett no entiende o prefiere
atropellar: la existencia de una entidad, el Centro Nacional de Gas,
cuya existencia omite. “Soberanía energética”, “Soberanía energética”.
Para Bartlett, la maraña de instituciones con las que puede o no
estar de acuerdo, pero que tienen funciones por ley y son positivas y
vigentes, parecieran estar fuera de la discusión. Nada del Cenagas, ni
de la Comisión Nacional de Hidrocarburos, ni mucho menos de la Comisión
reguladora de Energía.
La apuesta es por dos vías: que Olga Sánchez Cordero resuelva
hablando con jueces los amparos de comunidades indígenas afectadas por
el trazo de los gasoductos, y presionar con arbitrajes internacionales a
las empresas contratistas. “Soberanía energética, soberanía
energética”.
Nada de resolver las demandas de la gente, que permitirían que se
concluyan las obras; nada de someterse a la Ley de Hidrocarburos que
instruye tribunales nacionales para diferendos en materia energética.
A más de siete meses de administración y cinco desde que el asunto se
puso en la discusión pública, el veterano poblano no consigue
resultados respecto de los gasoductos y, según personal de la empresa
eléctrica, la semana pasada, ya tan manoseado el asunto, se había tomado
la decisión de frenar la ruta de arbitraje internacional.
Fue entonces cuando la renuncia de Carlos Urzúa y su posterior entrevista, publicada en Proceso,
revelaron el poder enorme que ha acumulado el director de la CFE,
quien, si hasta entonces se sabía, mantenía en su dupla con Rocío Nahle
una fuerte presión, por momentos hasta nulificar al director de Pemex,
Octavio Romero, ahora se sabe que resultó más poderoso que el secretario
de Hacienda.
Bartlett es la burla, sí, pero también es el personaje temible con el
que no se debe jugar, porque es capaz de anular a un secretario de
Hacienda y llevar al Estado Mexicano a un problema internacional, pues
en su perspectiva anquilosada convenció de combatir a una enorme
trasnacional, Sempra Energy, en la que tiene intereses Nancy Pelossi, la
líder cameral en Estados Unidos, por cuya mano pasa necesariamente el
tratado comercial con América del Norte.
López Obrador le dio un espaldarazo público y privado. Así que, sin
más, podrá seguir repitiendo por ahí: “Soberanía energética, soberanía
energética”.
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