John Saxe-Fernández
La Jornada
Desde el inicio de este
sexenio y aunque tal sea el mandato constitucional que los hacendistas
de ayer burlaron, por 36 años, la Secretaría de Energía enarbola las
banderas del interés público nacional. Son planteos que causan escozor a
calificadoras, al big oil y al establishment republicano,
a pesar de que el nacionalismo económico tiene en EU profundas raíces y
no es patrimonio exclusivo del nacional trumpismo, pero hay sus
diferencias. Quien revise la historia económica y político-ideológica
del vecino pronto descubrirá, entre otras sorpresas que ese fenómeno ha
estado presente desde tiempos de Washington y Hamilton hasta estos días
de agresivo unilateralismo arancelario. De la mano de Kolko, LaFeber o
Chomsky, el público lector pronto se topará con abundantes ejemplos de
proteccionismo y agresiva unilateralidad arancelaria y bélica de EU, de
cara a la competencia británica y luego europea, japonesa, rusa o china.
Esa élite no confía en la mano invisible del mercado. La centralidad
de la guerra que cubre más de 95 por ciento de su existencia como nación
está en la base del monumental despliegue del Estado y de la
preferencia de esa élite por el puño del Pentágono o por la criminalidad
de servicios de espionaje como la USAID. Tampoco los fétidos vientos de
abierto supremacismo blanco y de nazifascismo que expulsa la Casa
Blanca, son importados. Proceden de la entraña de su racismo y
expansionismo territorial sobre las naciones indígenas de la América del
Norte y de México. Ese expansionismo territorial, su legislación racial
y leyes de ciudadanía admirados por el liderato nazi fueron inspiración
para las leyes raciales nazis de Nuremberg (1935) y modelo para la
brutal praxis del espacio vital hitleriano. Ver James Q. Whitman en Hitler´s American Model, Princeton University Press, 2017.
EU rechaza eso de·
agregar valor al crudoo peor, lo de
recuperar el manejo de funciones esenciales a Pemexlo que en efecto se refiere a echar atrás el vaciado de operaciones y de la gestión del petróleo perpetrado paso a paso por los hacendistas para la privatización vía los contratos de servicios bajo la directriz imperial de
conducir a Pemex a un punto de venta, enarbolada bajo la vigencia de un régimen acreedor a ultranza, resultado no de imperativos de la globalidad, sino de la torpe negociación de la crisis deudora de entonces (1982). Y para
esoel reclutamiento de hacendistas locales vía empréstitos de
ajuste estructuralcuyas comisiones han sido tan jugosas que llevaron a Joseph Stiglitz, ex primer economista del Banco Mundial, a revelar al periodista Greg Palast, que “lejos del ajuste estructural debían denominarse
empréstitos de sobornización. Stiglitz dijo a Palast que la esencia del mecanismo privatizador “se puede llamar con más precisión la sobornización. En lugar de oponerse a la venta de industrias estatales, Stiglitz me dijo que los líderes nacionales –usando como excusa las exigencias del FMI– liquidan alegremente sus empresas de electricidad y de agua”.
Podías ver cómo se les abrían los ojosante la posibilidad de una
comisiónde 10 por ciento, pagada en cuentas Suizas, por el simple hecho de haber bajado
unos cuantos miles de millonesdel precio de venta de los bienes nacionales”. Ver Greg Palast, El globalizador que desertó, en voltairenet.org
De aquí que las medidas para recuperar la fortaleza del sector
petroeléctrico resulten pecados no tanto contra los dogmas sagrados de
algunos hacendistas locales, sino contra los grandes intereses
monopólicos del big oil lo que transforma a los hacendistas locales en meros country managers de empréstitos y contratos leoninos de
servicios. Son actos sacrílegos por ser parte del esfuerzo histórico por revertir la desindustrialización y privatización del gas, el petróleo de Pemex y la electricidad de la nación. Para el big oil la política de revertir la desarticulación administrativa de Pemex es merecedora de la condena de las calificadoras, máxime si se trata de promover el renacimiento en México de encadenamientos productivos en el área de la petroquímica, brutalmente agredida junto a miles de pequeñas y medianas firmas. Si se agrega
la aspiración de generar empleo vía la transformación del petróleo, entonces se entenderá por qué para ellos esas son
actividades de bajo desempeñoy por qué desde el inicio del gobierno de Morena, Trump y las calificadoras S&P, Fitch y Moody’s actuaron al unísono. Son las firmas que guardaron silencio en medio del ensordecedor saqueo del sector.
La matriz de Citibanamex sintetizó con prístina religiosidad su aval a las calificadoras:
Creemos que Pemex no se volverá más eficiente ni rentable, ya que asignará capital a actividades de bajo rendimiento, no mejorarán significativamente los procesos operativos y de gestión y preferirá: realizar la mayoría de las actividades por si solo en lugar de asociarse con el sector privado. El Universal,16/Feb/2019)
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