Guillermo Almeyra
Como sabemos, los términos que expresan una relación no son nada precisos, porque, por ejemplo, los nazis tenían su
izquierdaen Las Sturmabteilung, las SA –a quienes asesinaron en la Noche de los Cuchillos Lagos– y Benito Mussolini la suya en gente como Ítalo Balbo. La vida política es como un ballet donde todos en algún momento están a la izquierda o a la derecha de alguien.
Por eso al hablar de izquierda en Morena hay que precisar que se
trata de un grupo democrático y reformista que comparte sentimientos e
ideas descolonizadoras influenciadas por confusas visiones socialistas y
antiburocráticas, pero también por la concepción de la revolución por
etapas y por la adoración del aparato estatal capitalista y el
decisionismo verticalista de una supuesta
vanguardiaque absorbieron en su juventud en los ambientes cercanos a las ideas de Stalin. No es una tendencia formal organizada. Más bien comparte las afinidades y culturas que los italianos llaman
un almay que le basta para diferenciarse de los procapitalistas de la derecha de Morena partido-movimiento que, por la ideología de su base popular y la de estos intelectuales, sería de centro-izquierda y que quiere defender y a la vez reformar el actual sistema capitalista.
Ahora empieza a ser visible que la izquierda de Morena sale de su
pasmo inicial y trata de construir una trinchera en el partido. También
es visible que la derecha empresarial resiste y teme la organización de
éste, que no le sirve para nada salvo en periodos electorales, y que se
evidencia que la desaparición durante siete meses de Regeneración,
el órgano y organizador partidario, la resistencia a aplicar los
estatutos, dar vida al instituto de formación política y renovar las
autoridades partidarias, buscan anular todo intento de creación de un
control político sobre sus acciones por las bases populares organizados
por los militantes de la izquierda (Rafael Barajas, Pedro Miguel, Paco
Ignacio Taibo II y John Ackerman, entre otros).
El espectro de un partido con vida propia, que discuta y se forme en
la pluralidad de ideas y en la confrontación de acciones e iniciativas
asusta a la derecha. En efecto,aunque es más sólida que la izquierda,
pues cuenta con el peso de los capitales y el control de los aparatos,
no tiene base popular y por eso se adapta al decisionismo verticalista
de AMLO, cuyas ideas centrales están determinadas por el atraso que hace
posible tanto el caudillismo como la visión mesiánica del líder.
Lo más grave y que se siente flotar en el aire es la reacción
impaciente e inmadura de sectores de la ultraizquierda, heridos
justamente por los ataques irresponsables del gobierno en el caso del
asesinato de Samir Flores en la protesta contra la termoeléctrica de
Huexca, así como por el no reconocimiento de los Acuerdos de San Andrés y
de los derechos indígenas, la falta de autocrítica del Estado por la
represión contra el zapatismo y las matanzas posteriores, la impunidad
de mandantes y ejecutores, las promesas –ilegales– de perdón a los
criminales de los sexenios pasados y un abundante etcétera. Un eco de
esa irritación nos llega mediante el documentado artículo de Pedro
Salmerón sobre el ambiente que creó el guerrillerismo de los años 70,
pero circulan también volantes y llamados de ese tenor y no faltan los
que forman grupúsculos que no aprendieron nada del pasado.
Como una parte importante, quizá mayoritaria, de los anticapitalistas
–el CNI y el EZLN– mantienen su silencio sobre el qué hacer y sus
objetivos estratégicos y no se pronuncian sobre los problemas nacionales
e internacionales limitándose a algunas denuncias puntuales, hay margen
para todo tipo de aventureros y para cualquier provocación de la
derecha que, a pesar de haber perdido algunas piezas menores, está
fuertemente enraizada en el gobierno en torno aRomo.
La ultraizquierda sólo conoce el
¡A la carga!. Para ella, las condiciones insurreccionales están dadas desde el momento mismo en que así lo determina
la vanguardia esclarecidasin importar mucho lo que piensen los oprimidos. Por eso mismo puede conducir a abortos políticosy desastres. Un ejemplo claro fue en Argentina la opción del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) por el ataque al cuartel de la ciudad de Azul en los años 70 durante el breve veranito democrático del único gobierno digno de ese título, el de Héctor José Cámpora.
Las aventuras se pagan siempre carísimas. Hoy hay que aclarar cuáles
frentes y programas se enfrentan y qué se puede hacer para evitar que el
gobierno de Morena caiga por la derecha y no por la izquierda,
debilitado por las desilusiones y la decepción y jaqueado por aventuras y
por maniobras desestabilizadoras. Es el momento de ayudar a la
izquierda vacilante e inconsecuente de Morena a reforzarse, precisar sus
ideas, barrer a la derecha y conseguir puntos organizativos de apoyo y
medios de comunicación con los trabajadores.
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