Miguel Concha
La Jornada
La Convención Contra la
Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de la
Organización de las Naciones Unidas define a la tortura como todo acto
por el cual se inflijan intencionalmente a una persona dolores o
sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con la finalidad de
obtener de ella información o una confesión, castigarla, intimidarla o
coaccionarla, a ella o a otras, cuando dichos dolores o sufrimientos
sean causados por un funcionario público u otra persona en el ejercicio
de sus funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o
aquiescencia.
En la historia de México la tortura ha sido una práctica regularmente
empleada por autoridades y fiscalías para la obtención de información
respecto de delitos y movimientos sociales o políticos. Sin embargo, en
años recientes se ha empleado como medio para castigar y generar terror
entre la población, causando con ello graves violaciones a los derechos
humanos y dejando una gran cantidad de víctimas.
Tal fenómeno ha alcanzado en el país niveles tan alarmantes, que
diversos organismos internacionales han puesto su mirada en México.
Claro ejemplo es el de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que
hace poco sentenció al Estado mexicano en el caso Atenco por hechos de
tortura sexual.
El Comité Contra la Tortura (CAT) de la Organización de las Naciones
Unidas, creado en 1988, tiene entre sus principales tareas evaluar
periódicamente a los diferentes Estados parte de la Convención Contra la
Tortura, y por ello en diversas ocasiones (siete) el Estado mexicano se
ha sometido a este escrutinio, siendo la última en mayo pasado.
Organizaciones de la sociedad civil presentaron informes paralelos
frente al CAT, en los que dan cuenta de que la tortura en México es una
práctica generalizada que impacta de manera diferenciada a ciertos
grupos poblacionales más vulnerables, y que parte de la impunidad
estructural que persiste en distintas instancias y niveles de gobierno.
Durante la reciente revisión ante el comité denunciaron que la
delegación mexicana no pudo respon-der a los cuestionamientos
realizados, entre otros factores por la falta de una implementación
efectiva de los instrumentos jurídicos existentes.
Entre las observaciones finales, el CAT resaltó que si bien en años
recientes se han presentado avances legislativos en el tema, como lo es
la implementación de la Ley General contra la Tortura –que homologa en
toda la nación los tipos penales sobre tortura y malos tratos, y
prescribe, además, la imprescriptibilidad para la investigación y
sanción de tal delito– la tortura en México presenta niveles alarmantes
de incidencia, ya que conforme a datos proporcionados por el propio
Estado, en enero de 2019 la Fiscalía General de la República contaba con
4 mil 296 averiguaciones previas y 645 carpetas de investigación en
trámite por este delito.
Asimismo, entre 2013 y 2018 los tribunales federales dictaron 45
sentencias condenatorias por actos de tortura. Lo cual no solo indica
que dicha práctica se ejerce constantemente, sino que también revela que
miles de casos quedan en la impunidad. Factor que ha fomentado la
continuidad de esta práctica.
Uno de los casos más recientes fue el de Carlos Canto Salgado, que se
conoció mediante la difusión de un video en redes sociales. En él se
muestra a un hombre atado de manos, con los ojos vendados con cinta
adhesiva, y a personas, a las que se identifica como elementos de
seguridad de Guerrero, que lo torturan e interrogan respecto a los
hechos relacionados con los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Tal suceso no únicamente refleja el crudo panorama de la tortura en
la República Mexicana, también demuestra uno de sus efectos más graves,
como lo es la toma de declaraciones y recolección de pruebas a partir de
tormentos y tratos crueles. Dicho caso es particularmente alarmante,
pues desde hace alrededor de un año organismos internacionales
denunciaban que la mayoría de las declaraciones retomadas en la llamada verdad histórica
para el caso Ayotzinapa carecían de legitimidad al presentar señales de
tortura, dejando al descubierto una línea de investigación ya
totalmente desacreditada.
Ante este panorama, la nueva administración encabezada por Andrés
Manuel López Obrador tiene la tarea de generar líneas de acción
encaminadas a combatir tal problema. Y entre sus principales encomiendas
está la de diseñar el Programa Nacional para Prevenir y Sancionar la
Tortura correspondiente a este sexenio, el cual deberá tomar en cuenta
las experiencias y opiniones de las diversas organizaciones de la
sociedad civil que por años han trabajado para visibilizar y erradicar
dicha práctica, además de recoger las voces de aquellas personas y sus
familiares que han sido víctimas de diversos episodios de tortura en los
sexenios anteriores. Ello con la finalidad de diseñar una política
pública contra la tortura en apego a los más altos estándares
internacionales en derechos humanos.
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