América Latina y el Caribe guardan
en su historia acciones esperanzadoras en defensa de los bienes
comunes,así como experiencias ejemplares en torno al cuidado de la
naturaleza. Muchas de éstas son de resistencia y protección de la vida
en todas sus formas frente a los reiterados intentos de despojo y
violencia por parte de empresas nacionales o trasnacionales que lastiman
los derechos y territorios de comunidades enteras. Desde hace décadas
esta región del mundo ha estado al filo de la navaja en la disputa por
la vida. Cada vez escuchamos con más frecuencia acerca de conflictos
socioambientales, en los que efectivamente se pone en juego la
transformación desde abajo y la posibilidad de avanzar hacia un
paradigma basado en el respeto de la madre naturaleza.
Para estos tiempos complejos de pandemia se hace deseable reflexionar
sobre los retos que para el cuidado y defensa de la vida nos presenta
el siglo XXI. Ayuda conocer de manera directa las experiencias de lucha
de comunidades, pueblos, colectivos y organizaciones sociales, por los
diversos medios con los que contamos, ya sean impresos, presenciales o
digitales.
Por ello, es una buena noticia comentar e invitar a la lectura de un
nuevo libro sobre el uso alternativo y crítico de los derechos humanos
en la defensa de los bienes comunes, medio ambiente y cuidado de la
vida. Me refiero al texto Activismo, Medio Ambiente y Derechos Humanos en América Latina,
editado por la Universidad de Cuenca, Ecuador, coordinado por Sandra
Hincapié y Julio Teodoro Verdugo, que se puede descargar libremente en https://cutt.ly/Jfwnn4W.
En él se contienen sistematizaciones de algunas de las luchas por los
bienes comunes en el continente, en las que se apela a los derechos
humanos como recurso de movilización y politización. Y por lo que se
conoce, a través de las experiencias que se describen en sus textos, se
hace un uso crítico del derecho, y se intenta usar el talante liberador
de los derechos humanos, poniéndolos a prueba en la práctica misma.
El libro se enfoca en América Latina, con casos de México, Ecuador,
Colombia y Perú, todos ellos, luchas dignas de contarse, de retomarse, y
de aprender de ellos para seguir en el camino de la transformación
hacia un mundo más digno y justo, con armonía y equilibrio entre el
hombre y la naturaleza. Satisface que se comparta este libro, porque
logra transmitirnos lo que comunidades y organizaciones sociales han
avanzado en sus trabajos colectivos, al tiempo que nos invita a dialogar
con otros grupos que buscan proteger el medio ambiente, la
biodiversidad, el acceso al agua potable o sus derechos culturales y
colectivos. Asimismo, el texto nos puede ayudar a seguir pensando y
construyendo otras estrategias que podemos usar para continuar exigiendo
nuestros derechos en su dimensión más colectiva, desde cualquier lucha
en la que nos involucremos.
De México, particularmente, se recogen experiencias muy
significativas, como la que narra Irán Guerrero en torno a la defensa de
los bosques en la comunidad purépecha de Cherán, Michoacán. También se
comparte la lucha por la defensa de la milpa y el maíz nativo, mediante
acciones de justiciabilidad y exigibilidad, como la demanda colectiva
contra el maíz transgénico, a través de un artículo de David Perlman y
Carlos Ventura. Vale la pena conocer, en el caso del río Sonora, la
defensa del derecho a participar en asuntos medioambientales, en la
experiencia que nos cuenta María Julia Lamberti.
Todas estas experiencias mexicanas se entretejen con otra media
docena de textos de diversos países, cuyo eje común es la disputa por la
vida, el cuidado de la naturaleza y la centralidad de los derechos
humanos, vistos y usados como herramientas de emancipación. De la
lectura de este texto surge un sentimiento de gratitud por el trabajo
generoso realizado en estas luchas, y causa alegría saber que en estos
esfuerzos en América Latina lo que importa y moviliza es cuidar el
planeta, cuidarnos como personas y cuidar toda forma de vida. Hay que
compartir, usar y difundir este material.
Es necesario que se abran nuevas perspectivas, nuevas formas de
entendimiento e intercambio de saberes en medio de una crisis tremenda:
la crisis de la civilización. Hagámonos cargo de la realidad, carguemos
éticamente con ella y encarguémonos de ella, pues hoy es innegable que
el desastre medioambiental, ya tan presente en muchas regiones, nos
exige cambiar el rumbo. No se puede postergar. Para ese cambio
necesitamos aprender desde las vidas comunitarias, desde abajo, desde
las experiencias sociales y populares. Este libro busca eso:
comparticiones constantes entre quienes creen que otra realidad puede
ser posible. Se requiere igualmente retomar los derechos humanos,
evitando su sesgo antropocéntrico, intentando usarlos como herramienta
útil para el cuidado de toda forma de vida.
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