Fuentes: https://www.huffingtonpost.es/
Sin la complicidad pasiva y silenciosa del resto de los hombres, muchos de los agresores tampoco actuarían de ese modo.
Muchos hombres se indignan ante las críticas a lo que prácticamente
sólo hacen los hombres, en cambio no se movilizan para que los hombres
que lo llevan a cabo dejen de hacerlo. Así ocurre con las
violaciones, cometidas en el 99% de los casos por hombres (US Bureau of Justice Statistics, 1999),
y realizadas en el seno de una cultura construida desde el masculino
plural del “nosotros”, para defender el posesivo plural masculino de lo
“nuestro”.
No tienen problema ni se indignan cuando las afirmaciones no se
ajustan a la realidad y presentan los grandes logros, avances y
descubrimientos de la sociedad como algo de los hombres, aunque todo el
proceso esté lleno de aportaciones y del trabajo de muchas
mujeres. Hombre es sinónimo de humanidad y de “ser humano” para lo
bueno, integrando en los hombres a todas las mujeres, en cambio, cuando
se trata de conductas y acciones negativas, aunque sean realizadas
mayoritariamente por hombres, como ocurre con las violaciones en
general, o sólo sean realizadas por hombres, como sucede con la
violencia de género, entonces una cosa son los hombres y otra “algunos
hombres”.
Pero no se trata de un error, sino el reflejo de la capacidad que
tiene el machismo de ocultar la responsabilidad colectiva e individual
de los hombres por medio de la creación de significados alternativos. De
manera que el modelo social no tiene ningún problema en aceptar
“hombres” como genérico para lo bueno, y en rechazarlo para lo negativo.
Es como lo del anuncio de TV y admitir “pulpo como animal de compañía”, al final quien tiene el poder es el que decide las normas, de lo contrario no hay partida.
Cuando los hombres critican las leyes contra la violencia de
género, reconocen que el origen de esta conducta está en la masculinidad
definida por una cultura machista, que crea las referencias para que
las mujeres sean consideradas como una posesión más de los hombres, o
como objetos que pueden utilizar cuando ellos lo decidan bajo su
superior criterio, y consideren que “provocan”, que “quieren decir sí
aunque hayan dicho no”, que van buscando a un “hombre de verdad”… Que
luego lo hagan o no dependerá de su voluntad, puesto que la cultura no
obliga a las conductas, sólo sitúa las referencias desde las se pueden
realizar.
Cuando el colectivo “Lastesis” dicen “el violador eres tú” no están diciendo que todos los hombres son violadores, como interpreta el machismo paranoide.
Y esos hombres que maltratan, que acosan, abusan, violan y asesinan
no son enfermos, ni drogadictos, ni alcohólicos; son hombres
normales, tan normales que ni siquiera tras cometer los homicidios y las
violaciones son cuestionados como hombres o ciudadanos, siguen siendo
el atento vecino, el amigo afable, el honrado trabajador, el buen
muchacho… tal y como recogen los testimonios de sus entornos tras los
hechos.
Un ejemplo lo tenemos en el caso de Antonia Barra, una joven chilena
que sufrió una violación el pasado septiembre (2019), y un mes después
se suicidó. La conducta suicida tras las agresiones sexuales está
descrita científicamente como una consecuencia del trauma de la
violación, y fue puesta de manifiesto, entre otros, en trabajos clásicos
como los de Kilpatrick (1985).
Las circunstancias que intervienen en el desarrollo del suicidio tras
una violación son de diferente tipo. Entre ellas está el trauma
psicológico ocasionado por la agresión sexual, la cultura que
culpabiliza a la víctima por algo que ha hecho o ha dejado de hacer, los
entornos y la propia familia que con frecuencia se ponen del lado de la
culpabilización, aislando mucho más a la víctima, y sobre todo ello, la
estrategia del agresor a la hora de desarrollar la defensa de atacar
directamente a la víctima y criticar su compartimiento, no sólo ante los
hechos, sino de forma generalizada, como también vimos aquí en el caso
de “La manada” y en tantos otros.
El caso de Antonia Barra es paradigmático en todos esos elementos, y
al margen del trauma por la violación, el miedo que demostró para que
sus padres no conocieran lo ocurrido, más el rechazo de su novio, que
directamente la insultó cuando le contó lo ocurrido llamándola “repugnante” y “cerda de mierda”,
unido a la falta de una atención especializada por parte de la
administración, condujo al suicidio en un plazo de tiempo corto,
demostrando la intensidad de los elementos que intervinieron y la falta
de ayuda.
El agresor, por su parte, ha recibido tal apoyo y sus palabras tal
credibilidad, a pesar de las pruebas que ha encontrado la investigación
demostrando que miente en algunas de sus manifestaciones públicas, que
después de que la justicia acreditara la violación decidió que saliera
de prisión y pasara a arresto domiciliario. La Corte de Apelaciones de
Temuco tuvo que corregir esa decisión inicial del Tribunal de Garantías,
y decretó de nuevo su ingreso en prisión bajo la movilización de las
organizaciones feministas, que hoy día actúan como conciencia crítica de
una sociedad inconsciente frente a este tipo de violencia.
Sin la complicidad pasiva y silenciosa del resto de los hombres, muchos de los agresores tampoco actuarían de ese modo.
Y nada de esto es casualidad, cuando el colectivo “Lastesis” dicen “el violador eres tú” no
están diciendo que todos los hombres son violadores, como interpreta el
machismo paranoide, lo que nos dicen es que el violador es un hombre
como tú, como cualquier otro hombre; no un enfermo, ni un psicópata, ni
un alcohólico o un drogadicto, como miente el machismo cuando se refiere
a los violadores. Pero también nos dicen que sin la complicidad pasiva y
silenciosa del resto de los hombres, muchos de los agresores tampoco
actuarían de ese modo ni presumirían de haberlo hecho con vídeos y
relatos.
El día que los hombres entiendan que lo que caracteriza a un
violador, a un maltratador, a un acosador, a un abusador o a un asesino
es su voluntad de actuar de ese modo sobre mujeres expuestas por la
sociedad machista como una posesión o un objeto, se darán cuenta de lo
importante que es dejar atrás esa masculinidad que permite interpretar
la realidad desde esa violencia, para luego hacerla normalidad a través
de las justificaciones.
Y si no se dan cuenta y abandonan la violencia, se lo recordaremos el
resto hasta que la dejen diciendo, entre otras cosas, lo de “el
violador eres tú”, “el maltratador eres tú”, “el asesino eres tú”.
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