Por Emilio Godoy
México puede permitirse no importar más maíz, si impulsa la agricultura campesina, la eficiencia hídrica y la inversión en pequeña agricultura. |
Para el agricultor Carmelo Pacheco, del
sureño estado de Guerrero, lo que él y otros productores necesitan es
más riego para incrementar la cosecha.
"Para este año vemos una perspectiva regular. La producción ha bajado por los cambios en el clima. Además, no hay precios sólidos", dijo a Tierramérica este dirigente de la organización Pach-Vill, en el municipio de Ayutla de los Libres, que está por iniciar la cosecha.
Invertir en infraestructura hídrica para la agricultura en el sudeste y financiar a medianos y pequeños productores permitiría a este país latinoamericano alcanzar la autosuficiencia, sostiene el estudio "Factibilidad de alcanzar el potencial productivo de maíz de México", presentado este mes.
"El predominio del uso extractivo de recursos ha ocasionado erosión y riego ineficiente. Se puede aprovechar reservas de tierra, agua dulce, tecnología pública, agricultura campesina y diversidad genética", dijo a Tierramérica el investigador Antonio Turrent, del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias y uno de los autores del estudio.
México podría producir 33 millones de toneladas anuales del grano en un plazo de 10 a 15 años, cerrando el déficit actual de 10 millones de toneladas, e incluso añadir otros 24 millones por año para cubrir la demanda proyectada para 2025, de 39 millones, afirma la investigación publicada en español por el estadounidense Woodrow Wilson International Center for Scholars, con sede en Washington.
Actualmente, México necesita importar entre ocho y 10 millones de toneladas al año, sobre todo de Estados Unidos.
El país tiene unos tres millones de agricultores maiceros que siembran una extensión de ocho millones de hectáreas. Pero más de dos millones destinan sus cosechas al consumo familiar. El cultivo se centra en especies de granos blancos, mientras el amarillo, empleado en alimentación animal, se importa.
El maíz (Zea mays) es un vegetal simbólico en Mesoamérica, por su fuerte vinculación con las culturas prehispánicas de esta región que se extiende desde el centro de México hasta América Central.
México es centro de origen del maíz, y cuenta con 59 razas nativas y 209 variedades. Solo 10 razas han sido usadas en mejoramiento genético.
Si la eficiencia en el riego se mejora en 60 o 70 por ciento, sería posible alcanzar entre 4,1 y 4,9 millones de hectáreas, echando mano al agua de escurrimiento, que es abundante en el sur y sudeste mexicanos, plantea el estudio firmado también por Timothy Wise y Elise Garvey, director e investigadora, respectivamente, del Programa de Investigación y Política del Instituto de Desarrollo Global y Medio Ambiente de la estadounidense Tufts University.
La agricultura campesina "maneja la biodiversidad del maíz", dijo Turrent. En ella, las "tierras de labor son el primer contacto en el ciclo del agua; sus saberes son compatibles con la agroecología y, a diferencia del subsector empresarial, tiene amplia potencialidad para aumentar su producción".
Los investigadores descartan que en esta revolución productiva se necesite la biotecnología, alternativa del gobierno para elevar la productividad y resistencia frente a los efectos del cambio climático.
El grano transgénico es "una falsa y peligrosa promesa", que no ha generado más rendimientos que las semillas nativas o mejoradas, representa un riesgo para el grano nativo y para la biodiversidad mexicana y no ha probado ser más resistente a la sequía que otras variedades, alegan.
Desde 2009, el gobierno mexicano ha autorizado 177 permisos de siembra experimental y piloto de maíz genéticamente modificado sobre una superficie de 2.664 hectáreas.
En septiembre, las transnacionales estadounidenses Monsanto, Pioneer y Dow Agrosciences presentaron seis solicitudes de plantación comercial de maíz transgénico para unas 1,7 millones de hectáreas en Sinaloa (noroeste) y Tamaulipas (noreste).
México tiene unos ocho millones de hectáreas de tierras cultivables ociosas, que "ofrecen una oportunidad de empezar de cero ante la crisis alimentaria y los altos precios de los alimentos", dijo a Tierramérica el académico Antonio Yunes, del estatal Colegio de México.
"Se podría aprovechar su potencial sin otorgar subsidios, con prácticas sostenibles", sugirió.
En 2011 se entregaron como subsidio unos 549 millones de dólares a los productores, y unos 15 millones de dólares al segmento de agricultura orgánica.
El informe concluye que la estrategia más eficaz es "el extensionismo participativo en tierras de temporal", es decir la ampliación de las siembras a predios exclusivamente regados por lluvia, y recomienda fortalecer la organización de los agricultores y el ordenamiento de los mercados.
En el sureño Guerrero, los maiceros también plantan jamaica, ajonjolí (sésamo) y calabaza. Pero "no hay garantías a la producción, nos falta mejorar la organización", reconoció Pacheco.
* Este artículo fue publicado originalmente el 20 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.
"Para este año vemos una perspectiva regular. La producción ha bajado por los cambios en el clima. Además, no hay precios sólidos", dijo a Tierramérica este dirigente de la organización Pach-Vill, en el municipio de Ayutla de los Libres, que está por iniciar la cosecha.
Invertir en infraestructura hídrica para la agricultura en el sudeste y financiar a medianos y pequeños productores permitiría a este país latinoamericano alcanzar la autosuficiencia, sostiene el estudio "Factibilidad de alcanzar el potencial productivo de maíz de México", presentado este mes.
"El predominio del uso extractivo de recursos ha ocasionado erosión y riego ineficiente. Se puede aprovechar reservas de tierra, agua dulce, tecnología pública, agricultura campesina y diversidad genética", dijo a Tierramérica el investigador Antonio Turrent, del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias y uno de los autores del estudio.
México podría producir 33 millones de toneladas anuales del grano en un plazo de 10 a 15 años, cerrando el déficit actual de 10 millones de toneladas, e incluso añadir otros 24 millones por año para cubrir la demanda proyectada para 2025, de 39 millones, afirma la investigación publicada en español por el estadounidense Woodrow Wilson International Center for Scholars, con sede en Washington.
Actualmente, México necesita importar entre ocho y 10 millones de toneladas al año, sobre todo de Estados Unidos.
El país tiene unos tres millones de agricultores maiceros que siembran una extensión de ocho millones de hectáreas. Pero más de dos millones destinan sus cosechas al consumo familiar. El cultivo se centra en especies de granos blancos, mientras el amarillo, empleado en alimentación animal, se importa.
El maíz (Zea mays) es un vegetal simbólico en Mesoamérica, por su fuerte vinculación con las culturas prehispánicas de esta región que se extiende desde el centro de México hasta América Central.
México es centro de origen del maíz, y cuenta con 59 razas nativas y 209 variedades. Solo 10 razas han sido usadas en mejoramiento genético.
Si la eficiencia en el riego se mejora en 60 o 70 por ciento, sería posible alcanzar entre 4,1 y 4,9 millones de hectáreas, echando mano al agua de escurrimiento, que es abundante en el sur y sudeste mexicanos, plantea el estudio firmado también por Timothy Wise y Elise Garvey, director e investigadora, respectivamente, del Programa de Investigación y Política del Instituto de Desarrollo Global y Medio Ambiente de la estadounidense Tufts University.
La agricultura campesina "maneja la biodiversidad del maíz", dijo Turrent. En ella, las "tierras de labor son el primer contacto en el ciclo del agua; sus saberes son compatibles con la agroecología y, a diferencia del subsector empresarial, tiene amplia potencialidad para aumentar su producción".
Los investigadores descartan que en esta revolución productiva se necesite la biotecnología, alternativa del gobierno para elevar la productividad y resistencia frente a los efectos del cambio climático.
El grano transgénico es "una falsa y peligrosa promesa", que no ha generado más rendimientos que las semillas nativas o mejoradas, representa un riesgo para el grano nativo y para la biodiversidad mexicana y no ha probado ser más resistente a la sequía que otras variedades, alegan.
Desde 2009, el gobierno mexicano ha autorizado 177 permisos de siembra experimental y piloto de maíz genéticamente modificado sobre una superficie de 2.664 hectáreas.
En septiembre, las transnacionales estadounidenses Monsanto, Pioneer y Dow Agrosciences presentaron seis solicitudes de plantación comercial de maíz transgénico para unas 1,7 millones de hectáreas en Sinaloa (noroeste) y Tamaulipas (noreste).
México tiene unos ocho millones de hectáreas de tierras cultivables ociosas, que "ofrecen una oportunidad de empezar de cero ante la crisis alimentaria y los altos precios de los alimentos", dijo a Tierramérica el académico Antonio Yunes, del estatal Colegio de México.
"Se podría aprovechar su potencial sin otorgar subsidios, con prácticas sostenibles", sugirió.
En 2011 se entregaron como subsidio unos 549 millones de dólares a los productores, y unos 15 millones de dólares al segmento de agricultura orgánica.
El informe concluye que la estrategia más eficaz es "el extensionismo participativo en tierras de temporal", es decir la ampliación de las siembras a predios exclusivamente regados por lluvia, y recomienda fortalecer la organización de los agricultores y el ordenamiento de los mercados.
En el sureño Guerrero, los maiceros también plantan jamaica, ajonjolí (sésamo) y calabaza. Pero "no hay garantías a la producción, nos falta mejorar la organización", reconoció Pacheco.
* Este artículo fue publicado originalmente el 20 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.
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