Palabra de Antígona
La
“Medalla Omecíhuatl”, se entrega, desde hace 10 años, por el Instituto
de la Mujer del DF, a personas emblemáticas que dan la batalla
cotidiana por conseguir que las mujeres tengan una verdadera
ciudadanía, igualdad y reconocimiento
Sara Lovera
México
D.F. 22 oct. 12. AmecoPress.- Cuando algunas de nosotras empezamos a
militar en el feminismo de la tercera ola, en los años 70 del siglo
pasado, se nos estigmatizó inmediatamente. En los lugares donde
hablábamos o donde nos manifestábamos éramos vistas como un grupo de
radicalidad escandalosa. Piensen ustedes en 1971, una marcha con
féretros de papel un día de la madre solicitando la despenalización del
aborto. María Victoria Jiménez captó aquellas primeras imágenes.
Durante
mucho tiempo nuestra marginalidad ayudó. Estudiamos, leíamos, nos
contamos nuestras vidas y fuimos construyendo lentamente un movimiento
y un polo político de izquierda feminista que puso en juego la nueva
agenda y revisó la agenda de nuestras ancestras, las sufragistas.
Una de las
inspiradoras de esta ola de los años 70 fue Antonieta Rascón, quien nos
trasmitió la necesidad de conocer qué habían hecho las mexicanas del
pasado. Es autora de un primer ensayo sobre la participación de las
mujeres en la Revolución Mexicana y a su vez Marie Claire Acosta
organizó un librito que publicó el Fondo de Cultura Económica sobre la
cuestión del aborto.
Recuerdo todo
esto ahora, en tiempos de institucionalización del feminismo y del
desarrollo de políticas públicas, una vez reconocido que sí, que las
mujeres somos más del 50 por ciento, que existimos y que queremos otra
forma de vida social, desde esta perspectiva feminista, no la
tecnocrática que se nos ha querido imponer.
De ahí la
trascendencia del reconocimiento que hace 10 años hace el gobierno del
Distrito Federal, a través del Instituto de las Mujeres, a personas
emblemáticas que en esta ciudad dan la batalla cotidiana por conseguir,
algún día, que muchas mujeres tengan una verdadera ciudadanía, igualdad
y reconocimiento. Es decir, que podamos vivir en equivalencia con los
hombres, con familias democráticas, sin el temor cotidiano a la
violencia, con derechos a salvo y con capacidades desarrolladas.
De este
reconocimiento, en 2010 el periodista y maestro Miguel Ángel Granados
Chapa escribió: “Omecíhuatl es el nombre que designa a la parte
femenina de la dualidad creadora. Simboliza la equidad entre los sexos
desde el origen de la humanidad. El Instituto de las Mujeres del
Distrito Federal llama de ese modo a una distinción que tiene carácter
emblemático por dondequiera que se le vea”.
El número de
mujeres que lo reciben, en lo individual, ha variado cada año, (esta
vez son 12) y se eligen algunas categorías. Esta semana se conocerá la
lista completa de las galardonadas, lo que hay que destacar es que por
primera vez en diez años hubo una convocatoria, se discutieron perfiles
y antecedentes. No digo que antes haya habido superficialidad, al
contrario mujeres sin tacha, en general, lo han recibido, por recordar
algunas diré: Carmen Aristegui, Rosario Ibarra, Esperanza Brito+,
Cecilia Loria+, Teresita de Barbieri, Gabriela Delgado y algunas
periodistas como Lidia Cacho. Es decir, no es poca cosa, pero llama la
atención que esta vez la designación se democratizó.
El 13 de
septiembre conocimos la convocatoria que señalaba: podrán postular las
instituciones académicas, asociaciones civiles, organizaciones no
gubernamentales, colectivos, instituciones gubernamentales,
asociaciones profesionales, medios de comunicación y personas cuyas
aportaciones tengan un impacto positivo en las capitalinas.
En su décima
edición, la Medalla Omecíhuatl se entregará en cinco categorías:
Reconocimiento y ejercicio de los Derechos Humanos de las mujeres;
Participación en la educación, las artes, la cultura y el deporte, que
inspire e impacte en el desarrollo y empoderamiento de las mujeres; por
su trayectoria en la política o la administración pública a favor de
los derechos de las mujeres; por sus aportes a la ciencia y la
tecnología, cuya experiencia personal inspire a otras mujeres o cuyos
aportes impacten en una mejor calidad de vida de las mujeres; y por su
trabajo como líder comunitaria a favor del ejercicio de derechos de las
mujeres en las colonias, barrios, unidades habitacionales, delegaciones
o pueblos de la Ciudad de México.
Seguramente la
lista es grande. Por lo pronto me he enterado la recibirán Rosario
Novoa, quien durante tres años se desempeñó en la Delegación Iztapalapa
poniendo en práctica lo que ya es una experticia: Seguridad Ciudadana,
donde ella misma, me lo ha contado varias veces, vio como la
participación organizada de las mujeres puede y es, una cuestión
central para detener la violencia comunitaria. Ella feminista,
cineasta, escritora, además ha dado a esta ciudad contribuciones
fundamentales. Estuvo como funcionaria en lo que fue el primer programa
de la Mujer en el Distrito Federal.
Y también lo
recibirá Josefina Chávez, directora de Cuadernos Feministas, integrante
de varias organizaciones ciudadanas de mujeres, emblemática luchadora
por la organización real de las mujeres, promotora del Pacto por la
Vida y los Derechos de las Mujeres en la defensa de los derechos
reproductivos; comprometida profunda por la transformación de este
país.
Lo recibirá
también la abogada Andrea Medina, constructora de una primera ley sobre
la violencia contra las mujeres en Jalisco, cuando era muy jovencita,
lo sigue siendo. Se ha destacado por su compromiso en la investigación
y difusión jurídica del feminicidio y por ello le debemos los avances y
acuerdos sobre lo que se llama Campo Algodonero.
Me parece que
estos reconocimientos son una lluvia fresca en medio de tanta
estulticia e impunidad como vivimos en México y también en un contexto
donde las políticas de género suelen ser una mascarada y todavía
persisten protagonismos vacíos. Enhorabuena que estas mujeres reales y
comprometidas, entre todas las demás que el próximo 24 en el contexto
del aniversario del voto femenino, serán reconocidas en todo lo que
valen.
Foto: Archivo AmecoPress.
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